Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

34 - La astilla es diferente

ATENCIÓN: este capítulo contiene escenas y menciones de actos violentos que pueden herir sensibilidades. Si esto es así para ti, abstente de leerlo.

Cabe aclarar que no hacemos apología de nada.



Desde que se levantó esta mañana, algo lo ha estado molestando. Oscar siente una especie de nervios o como si toda su piel picara y él sabe reconocerlo, su sexto sentido le está advirtiendo, algo malo va a pasar. Por eso, apenas se pone de pie, busca a Spíti por todo el territorio de los Jaguares.

Pero no encuentra su rastro.

La ansiedad comienza a reemplazar a los nervios y no le gusta. Mira el horizonte, las nubes se acercan cada vez más, negras y amenazantes. Presagiando que no solo traerán lluvia, sino algo más.

Y Oscar teme no descubrirlo a tiempo.



Odia lavar la ropa, nunca lo hizo porque siempre tuvo dinero de sus robos para pagarle a alguien que lo hiciera por ella. Pero en este lugar, no es más que una prostituta, así que no le queda otra.

—Sabes que te estás metiendo en un lío del que no saldrás ilesa —la voz a su espalda es venenosa y suena como una amenaza.

Cristela se tensa. Desde que llegó al territorio de los Jaguares, lo único que ha hecho fue evitar a toda costa a Dimitri, siempre asegurándose de estar rodeada de personas y nunca sola, ya que el hombre nunca se atrevería a abordarla con testigos alrededor para no delatarse. Pero esta vez se descuidó, busca a los guardias que Spíti le puso, pero no los encuentra.

Intenta relajarse y voltea a ver a su captor, a ese hombre sin escrúpulos que nunca dudó en asesinarla para conseguir una estúpida cura que nadie tenía la certeza de que funcione.

—Tú me metiste en este lío, solo que jugaste mal las cartas y terminé en el bando contrario —intenta que su voz suene juguetona y despreocupada, pero no está segura de conseguirlo.

Extraña su cabello, siempre fue su arma secreta para seducir y también para ocultar cualquier rastro de inseguridad o miedo. Pero gracias a que terminó en el Sótano, ya no lo tiene más, solo una calva que detesta.

Dimitri la mira a los ojos y sonríe, está segura que pudo ver a través de sus grietas. ¿Dónde están esos guardias cuándo los necesita?

—Todavía estás a tiempo de cambiar de bando —dijo con una sonrisa terrorífica que hizo que su piel se erice. Sus alarmas se encendieron.

—¿Por qué lo haría? Spíti tiene todas las armas y los soldados —sigue con su juego, no quiere dejarse intimidar.

—Tal vez ya no las tenga —menciona todo críptico y Cristela frunce el ceño.

Algo huele mal, necesita más información.

—¿Todo bien? —interroga Chaco, Siete está a su lado.

—Todo perfecto, solo estábamos conversando —responde Dimitri, no revela ni un rastro de molestia.

Cristela está agradecida por la interrupción y también molesta, justo cuando todo el asunto se ponía interesante estos dos aparecen.

—Creo que es hora de un buen baño, ¿me acompañan al lago? Creo que podríamos divertirnos —termina con un tono insinuante y sus dos guardias ponen los ojos en blanco, pero la siguen porque cumplen las órdenes de Spíti.

Le gusta tener el control y si tiene que jugar el papel de prostituta en este lugar para mantener las apariencias y poder vivir, lo hará. Después de todo, no será tan diferente a lo que hacía en Ritma.

Dimitri los observa alejarse y sabe que falta poco, Cristela no podrá seguir escapándose de él, no cuando Spíti ya esté muerta.

—¿Qué quieres de esa chica? —pregunta el Gobernador quien aparece sin aviso.

—Nada —contesta aun viendo desaparecer al trío por los árboles.

—¿Tienes todo listo? —continúa el Gobernador, dejando de lado el tema anterior.

Dimitri voltea a verlo y asiente.

—La joven no pasará de la noche, así que en unas horas será un destripador.

—Excelente —menciona con una sonrisa. —Entonces continuemos con el plan.

El Gobernador está feliz, Spíti tiene sus horas contadas.



Cristela y Oscar observan como el Gobernador se marcha del territorio de los Jaguares, nadie lo puede creer. Pero aparentemente decidió que ayudaría con la búsqueda de nuevos sobrevivientes, así que irá a buscarlos por el extenso desierto y abandonará la comodidad de su territorio.

La gente está emocionada de lo buena persona que es, ya que todos saben que necesitan más soldados para luchar contra los destripadores. Son más conscientes de la amenaza que representan esos monstruos.

—El Gobernador se va, Spíti falta desde la mañana y tampoco veo a ninguno de sus hombres, ¿dónde están todos? —interroga Oscar a su compañera.

Ella lo mira como si fuera un idiota.

—Spíti los mandó a la Frontera, quiere que intenten recuperar el horno de fundición para hacer más armas, ya que no quedan muchas —contesta Cristela.

—¿Y Spíti? —pregunta otra vez, Cristela lo mira con fastidio.

—Oficialmente se fue a buscar más sobrevivientes, pero no me lo creo. Entonces, ¿a qué fue el Gobernador? —esta vez es ella quién le pregunta a él.

Oscar se encoge de hombros.

—Tal vez fue a la Frontera por lo del horno de fundición —menciona como si esa fuera la respuesta correcta.

Cristela niega con la cabeza, pareciera como si ella nunca estuviera de acuerdo con lo que él dice.

—No me cuadra, ella mandó a todos sus hombres allá, no tendría sentido —dice mientras sigue pensando y Oscar enarca una ceja, esperando que escupa todo de una vez. —Siento que todos están tramando algo, algo realmente importante está sucediendo delante de nuestros ojos pero no podemos verlo. Y detesto esa sensación, somos como los peones en el tablero de ajedrez de los demás, pero yo nací para ser reina —respira para tranquilizarse y tratar de no demostrar sus sentimientos. —Odio no tener el control de la situación, odio esperar a que los demás revelen su juego, porque siento que algo va a suceder pero no sé cómo moverme para armar mi jaque mate.

—A mí me pasa lo mismo —menciona con un susurro.

Las nubes negras ya están sobre ellos, solo es cuestión de esperar la precipitación.



Spíti llega entrada la noche, todo está en una relativa calma, la mayoría de los habitantes descansan en sus hogares. Oscar la llama, pero ella lo ignora y lo pierde de vista.

Va directo a la enfermería, el tiempo de la joven infectada se terminó. Así que si Dimitri no se hizo cargo del asunto, ella lo hará.

La cama está vacía, eso debería alegrarla porque significa que el doctor hizo su trabajo, pero sucede todo lo contrario. Saca el arma y comienza a buscar por las habitaciones, no tarda en encontrarla.

Se está comiendo al único enfermero que quedaba, la joven ya solo es un monstruo más y Spíti sabía que esto pasaría. Lo que antes era una adolescente con muchas ganas de vivir, ahora la mira con hambre y locura, pierde el interés en el pobre enfermero que yace sin vida y comienza a gruñirle a ella mientras se para y camina lentamente hacia Spíti. Está midiendo a su futura presa, Spíti le dedica unas últimas palabras antes de disparar.

—Te detendrás y me dejarás de gruñir porque te pegaré un tiro perfecto en el medio de tus sesos —levanta el arma y está a punto de jalar el gatillo, pero en el último segundo no lo hace.

Porque algo ocurrió, algo que la desconcertó. El monstruo se detuvo y ya no gruñe, la sigue mirando pero ahora parece curiosa, como si estuviera esperando algo.

—¡¿Qué demonios está pasando?! —pregunta, pero sabe que nadie le responderá.



No sabía qué hacer, así que terminó atando al destripador a la cama y éste no la atacó en ningún momento, solo le obedeció. ¿Acaso Dimitri tenía razón? ¿Había alguna forma de salvarlos? Pero al mismo tiempo lo dudaba, la chica recién convertida había atacado a un hombre, entonces lo que Dimitri hizo no había funcionado porque no evitó la transformación. Pero tal vez, le había dotado de una especie de razonamiento o algo así, porque el destripador le había hecho caso.

Salió de la enfermería y se percató que ya estaba lloviendo, estiró la mano para constatar si lo que decían era cierto. El agua no la lastimó, así que no era ácida como en la Frontera, se atrevió a salir completamente y disfrutó del agua que caía sobre todo su cuerpo. Nunca lo había sentido y era tan maravilloso, esto realmente era un paraíso.

Un ruido la alertó y por el rabillo del ojo vio correr a un destripador. Pero esto no podía ser posible, la chica convertida seguía en la enfermería, ¿acaso había más?

Fue tras él.

No lo entendía, se suponía que esos monstruos siempre atacaban, pero ahora estaba corriendo detrás de un destripador por el bosque de los Jaguares y éste, no demostraba la intención de detenerse. ¿Tenía otra víctima o había enloquecido? Algo sucedía con los destripadores y ella lo descubriría.

De repente, se detuvo y el monstruo volteó a verla. Había algo diferente en su mirada que la que tenía la chica convertida. Spíti miró a su alrededor, solo árboles y el lago a unos pocos metros, la lluvia caía intensamente y costaba ver algo más que el agua y el destripador. Éste profirió un grito y se abalanzó sobre ella.

—¡Detente! —gritó Spíti, pero el destripador no frenó. —¡Detente! —volvió a gritar, pero obtuvo la misma respuesta.

La abundante caída del agua le dificultó el manejo del arma, no estaba acostumbrada a este clima. Además, el monstruo era demasiado rápido y en un abrir y cerrar de ojos lo tenía encima.

Cayó al suelo de espaldas y el destripador arriba de ella. Gruñía sin cesar e intentaba comerle la cara, Spíti notó que había perdido el arma. Siempre había sido muy buena manejándola, nunca erraba un tiro porque había aprendido del mejor, Amílcar le había enseñado todo.

Le pegó una patada y se lo sacó de encima. Luego, sacó la navaja de su bolsillo y se abalanzó sobre el destripador y sin dudar, le desgarró la garganta.

Todo había terminado. Se puso de pie y comenzó a buscar su arma, la lluvia no la dejaba ver pero de repente un dolor abrasador en su hombro izquierdo la hizo gritar y caer al suelo nuevamente.

—Siempre quise hacer eso —dijo el Gobernador mientras salía detrás de unos árboles. —Soñé con pegarte un tiro, pero creo que debo mejorar la puntería.

Caminó hacia la mujer que continuaba en el suelo, mientras ella se sostenía el brazo para frenar el sangrado.

—No te preocupes, el sentimiento es mutuo —dijo entre dientes, mientras planeaba el siguiente movimiento.

Él soltó una carcajada y le apuntó directo a la cabeza.

—Pero solo yo lo cumpliré —dijo con alegría.

En un movimiento rápido, Spíti le golpeó en la pantorrilla al Gobernador y luego, aplicó unas tijeras que lo llevaron directo al suelo y el arma voló lejos, perdiéndose entre los pastos y la intensa lluvia.

—¡Maldita perra! —maldijo el hombre, pero ella no le dio tiempo a reaccionar y se puso sobre el hombre.

Golpeó su rostro una y otra vez, pero el Gobernador era de complexión fuerte y pasó toda su juventud metido en peleas callejeras, las mañas nunca se pierden. Lo principal es atacar el punto débil de tu contrincante, así que él presionó su mano sobre la herida de bala y ella redujo la velocidad por unos segundos ante el dolor. El Gobernador lo aprovechó e intercambió las posiciones, esta vez fue él quien la golpeó, primero en el ojo para reducir su visión y marearla y luego en la nariz, si lograba quebrársela le dificultaría respirar.

—Debí matarte cuando tuve la oportunidad, pero en cambio dejé que mis amigos se hicieran cargo. Fue un pequeño error que no volverá a suceder —presionó la herida con más fuerza y Spíti gritó.

Intentó liberarse, pero el Gobernador tenía más fuerza y bloqueó todos sus intentos, esta vez el golpe fue directo a su pómulo. Él rió con fuerza al mismo tiempo que comenzaba a tronar.

—Recuerdo a la puta de tu madre, realmente era la mejor de la Zona roja, por eso me encariñe con ella —dijo con simpatía, mientras Spíti sentía como la sangre se acumulaba en su nariz, así que abrió la boca para respirar. —Vivimos un buen momento por varios años, hasta que me dijo que estaba embarazada y ese fue el principio del fin —mencionó con tristeza fingida. —Quiso mudarse conmigo al territorio de los Jaguares y formar una bella familia feliz, pero había algo que desconocía. ¿Sabes por qué me expulsaron de Ritma? —interrogó, pero Spíti no le contestó solo siguió intentando liberarse, pero fracasó. —Ya tenía una familia en Ritma, pero los médicos me dijeron que no estaba muy bien de la cabeza, llegaron a esa conclusión después de que asesinara a mi esposa y a mi hija de tres años. Así que no les doy mucho crédito por descubrirlo —llevó sus manos a la garganta de la mujer que estaba bajo suyo y comenzó a apretar. —La dejé porque odiaba la idea de una familia, pero la noción de que alguien vagara con mi sangre por este lugar de mierda me enloqueció durante años. Así que un día fui a la Zona roja y le pegué un tiro en la cabeza sin dudarlo a tu madre, pero quedabas tú —comenzó ahogarse e intentó quitarse las manos de su garganta, pero su visión estaba cada vez más borrosa y el aire escaseaba, perdía fuerzas. —Había ido con mi grupito de amigos, todos de overol amarillo y apenas te vieron, me suplicaron que les dejara divertirse contigo y no encontré ningún problema. Gritaste y amenazaste a todos, pero solo eras una niña tonta y te redujeron fácilmente. Iba a matarte cuando ellos terminaran contigo, pero la fiesta se arruinó cuando llegó el héroe deprimido de Amílcar al rescate —mencionó con fastidio. —Tuve que huir para que no me descubriera, sino también me hubiera matado ese desgraciado. Y luego, fui testigo de cómo creciste y ascendiste de puesto cada día, solo por acostarte con ese líder muerto. Al final, eres igual de puta que tu madre —soltó una carcajada. —Pero lo que comencé años atrás, hoy lo termino —dijo con rabia.

Y apretó con fuerza su garganta, Spíti ya no luchaba, así que apenas fue consciente de que el peso que la mantenía en su lugar ya no estaba.

Oscar volvió a golpear una y otra vez con un palo al Gobernador que se encontraba en el suelo, necesitaba sacarse la rabia que sentía. Más que rabia era miedo, cuando vio cómo la estaba matando, toda su visión se volvió roja y supo que tenía que eliminarlo, sino seguiría lastimando a Spíti y él no lo permitiría.

—Oscar... —una voz ronca lo distrajo y miró hacia la chica.

Spíti se veía hecha un desastre total, su ojo, pómulo y nariz sangraban demasiado.

—Tengo que acomodarte la nariz, sino no podrás respirar —dejó al hombre golpeado y fue con ella.

Se arrodilló y sin ninguna advertencia, le movió la nariz y la dejó en el lugar que él creía que era el correcto.

—¡Maldito inútil! —gritó aunque su garganta le quemaba.

Oscar sintió un deja vú, cuando apenas había llegado a la Frontera y Dimitri le acomodó la nariz porque Spíti se la había quebrado de un puñetazo. Cómo habían cambiado las cosas.

Ayudó a la chica a ponerse pie, quien vislumbró un arma a unos metros, la buscó y se acercó al cuerpo golpeado del Gobernador.

—Te dije que el sentimiento era mutuo, pero seré yo quien cumpla su sueño esta noche.

El disparo salió al mismo tiempo que un trueno resonó en el lugar. El Gobernador ya no se movió y su sangre comenzó a manchar la vegetación.

Oscar soltó una carcajada histérica ante la visión de la chica. Estaba golpeada y con una herida de bala en el hombro, totalmente empapada y con un arma que la volvía totalmente peligrosa. Pero aún así se veía hermosa.

—Tenía tanto miedo de perderte —dijo sin poderse contener más.

Ella lo miró sin entender y él acortó las distancias que los separaban y la besó.

—Te amo —susurró y apoyó su frente con la de ella. —Te amo demasiado y ya no sé qué hacer con esto, no quiero perderte.

La volvió a besar para asegurarse que la tenía en sus brazos, que estaba viva y no se la habían arrebatado.

La tormenta siguió y Oscar se sentía en paz porque por fin había descubierto todo, se había liberado de lo que lo mantenía prisionero.



PROHIBIMOS LA COPIA PARCIAL Y/O TOTAL DE ESTA OBRA, ASÍ COMO TAMBIÉN LAS ADAPTACIONES.

TANTO LA HISTORIA COMO LOS PERSONAJES NOS PERTENECEN, NO AL PLAGIO.


Se despiden, seulRN Dulce-Miyuki

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro