32 - La tormenta
Está mirando el extenso desierto cuando el punto en el horizonte, antes apenas visible, ahora está convirtiéndose en una persona. Spíti espera paciente hasta que finalmente la figura se materializa como Chaco frente a ella. El hombre se nota agotado y deshidratado, Spíti lo entiende, desde que fueron a revisar los alrededores de Ritma no han descansado decentemente. Primero fue el temblor, encontrar a la Frontera destruida, chocar con Cristela y toda su verdad; luego llegar con los Jaguares y encontrar un caos, que los destripadores habían atacado, hacerse cargo de la situación, descubrir que si los destripadores te ocasionan una herida te conviertes en uno pasado un tiempo; tercero, lidiar con los imbéciles del Gobernador, Dimitri y Paco.
Ninguno de sus hombres ha dormido bien, lo lamenta de verdad por ellos, solo espera que todo dentro de poco se resuelva. Ella también está cansada, pero debe arreglar todo este enredo de traiciones y ambiciones, antes de ingresar a Ritma, de todos modos, nunca puede dormir bien sin tener a Amílcar a su lado, y eso en estos momentos es imposible.
—Jefa —saluda el hombre con un jadeo, ella le pasa un tazón con agua y él bebe desesperadamente. No se acostumbra a ese título, siente que lo está usurpando porque solo le pertenece a Amílcar, pero también entiende que los puestos de autoridad son importantes, y que si sus hombres no la ven como una figura de autoridad, el Gobernador tampoco la respetará. —Tengo noticias —dice cuando se siente más recuperado.
—¿Qué encontraste? —lo interroga seria.
Chaco mira a su alrededor para saber si hay oídos curiosos, Spíti ya lo ha hecho y escogió este lugar para evitar cualquier problema. Pero se enorgullece que él también sea precavido, no por nada es su segundo al mando.
—A pesar de que no fuimos enseguida, los destripadores aún no habían llegado —comienza entre susurros. Spíti frunce el ceño, eso es extraño siempre creyeron que los monstruos esos tenían un buen olfato para la sangre, pero pasaron horas y ninguno había aparecido. —Fueron noventa y nueve los expulsados, solo uno seguía con vida cuando llegué.
Spíti asiente y medita por unos segundos.
—¿Te encargaste de él, verdad? —pregunta aunque ya sabe la respuesta.
—Lo llevé a donde acordamos, creo que va a sobrevivir.
—Bien, hiciste bien, solo recuerda que de esto ninguna palabra a nadie —Chaco asiente. —Nadie puede enterarse que hubo nuevos expulsados, la información es lo más importante cuando estamos rodeados de enemigos —el hombre vuelve a asentir con seriedad. —Bien, ahora me iré por unas horas, tú te quedas a cargo. Cualquier cosa cuenta con Siete, ese chico es alguien inteligente.
Spíti está a punto de marcharse, pero antes levanta la vista al cielo y nota los nubarrones oscuros que se vislumbran en la lejanía, pero se acercan lentamente.
—¿Una tormenta? —interroga escéptico Chaco. —Tuvimos una lluvia ácida hace unos meses, nunca son tan seguidas.
—Es extraño y no me gusta nada —responde ella, aun mirando esas nubes amenazantes que avanzan hacia ellos.
—Creo que pasaremos nuestra primera lluvia con los Jaguares, según lo que siempre dijo el Gobernador aquí no son ácidas.
Spíti no responde. El temblor y ahora una lluvia, cuando llueve al menos una vez al año y ésta ya sería la segunda. Siente que esto es más que una tormenta, algo malo está por venir y tal vez la naturaleza solo les está advirtiendo.
—Avisa al Gobernador, no sabemos si ellos se preparan o algo. Yo me iré de todos modos, nos vemos más tarde y abre bien los ojos ante cualquier cosa extraña.
Chaco asiente. Amílcar siempre fue un gran líder, pero Spíti está ocupando sus zapatos perfectamente. Está orgulloso de la niña que es casi como una hija para él, eso lo hace pensar en su verdadera hija, esa que dejó en Ritma hace tantos años, ojalá algún día pueda reencontrarse con ella. Mientras tanto, cuidará a Spíti.
—Te cuidado —dice antes que ella se marche, ella asiente y puede vislumbrar un pequeño indicio de una sonrisa. Eso lo hace feliz.
La ve perderse por el extenso desierto y convertirse en un punto en la lejanía. Él también siente que esta tormenta no traerá agua solamente.
Oscar observa cómo los habitantes siguen con su día a día como si nada, pero no es tan así, puede notar como todos parecen nerviosos y miran de un lado a otro cada pocos minutos, como si se estuvieran asegurando que ningún destripador salga de los arbustos en un momento dado.
Spíti provocó esto, lo hizo a propósito, quiere que la gente tenga miedo del exterior y la vean a ella y a todos sus hombres como los únicos que los pueden salvar por tener armas. Él entiende este juego, es la única forma que la chica controla al Gobernador, realmente la admira. Ayer había cometido el error de revelar sus sentimientos, y no solo había sido una sorpresa para Spíti sino también para él mismo. Siempre había sido un mujeriego que disfrutaba de la vida y mucho más cuando estuvo en el sector Linna, por eso, sentirse tan atraído por una sola mujer era una sorpresa. Por fin, se había admitido a sí mismo, que quería pasar con Spíti mucho más que una noche, lástima que no le había ido muy bien y ahora ella no creía en él.
No sabía qué hacer.
—Oscarcito, no puedo creer que hayas perdido tu toque —dijo una voz cantarina, mientras la mujer se paraba a su lado.
No podía creer su suerte. Nunca habían tenido una relación muy estrecha, Cristela siempre había sido la amante de Gregorio y la que se encargaba de sus negocios sucios, y él la mano derecha del hombre; pero ahora parecía que la chica siempre estaba ahí cuando daba un paso y era irritante. Ella era insoportable, siempre burlándose de él.
—¿Qué quieres, Nyya? —dijo su nombre irónicamente, ya que los dos sabían que no era real.
Ella no parecía afectada, sino muy divertida.
—Solo quería saber cómo estabas, me preocupo por ti —comenzó con una falsa dulzura.
—Estoy muy bien, tu preocupación tan sincera no tiene sentido —respondió con una sonrisa artificial.
—Es que como siempre tuviste tanta suerte con las mujeres, pensé que al ser rechazado por Spíti, estarías mal. ¿Seguro que estás bien? —volvió a preguntar, intentando ocultar su sonrisa a medias.
Oscar apretó los labios, pero no iba a caer en este juego tonto.
—No me rechazó, solo se está tomando su tiempo para olvidar a Amílcar, el tipo murió hace apenas unos días.
Ella parecía que lo estaba meditando.
—Escuché ese nombre antes, ¿era su pareja, no? —no esperó una respuesta. —El tipo era el líder y murió durante el temblor.
Oscar asintió de todos modos, aunque ella parecía que conocía muy bien la historia, no sabía exactamente quién se lo había dicho.
—¿Dónde está Spíti? —preguntó cambiando de tema, menos mal.
—No está aquí, se fue a buscar más sobrevivientes —le respondió.
—O eso fue lo que dijeron —contestó a cambio Cristela, toda misteriosa. Oscar arqueó una ceja para que continuara, pero no lo hizo.
—¿Qué quieres decir? —la apremió.
Cristela hizo esa cara como si hubiera hablado de más, pero Oscar ya la conocía y sabía que quiso decir lo que dijo.
—Oh lo siento, no me hagas caso. Además, no podría contarte nada, ya que tú estás con Dimitri.
—¿Qué quieres realmente? —preguntó ya mucho más enojado. Detestaba a esta chica.
Ella soltó una risita.
—Nada, solo me aseguro que Spíti te haya freezado, ya que ahora me toca a mí —respondió toda contenta.
—¿Te toca a ti? —interrogó desconcertado.
—Sí, hiciste tus movimientos y perdiste. Ahora haré los míos para conquistarla.
—¿Conquistarla? Creo que no estoy comprendiendo —continuó Oscar.
Cristela bufó molesta.
—No entiendo como Gregorio confiaba tanto en ti, eres lento —Oscar la fulminó con la mirada. —Sí, conquistarla. Su antigua pareja ya murió, a ti te rechazó, tal vez ya no quiera hombres —dijo mientras sonreía de forma sugerente.
—¿Spíti te gusta en forma de gustar? —preguntó sorprendido. Ella puso los ojos en blanco.
—Sí mi amor, ya que tú no pudiste, seré yo quien me la lleve a la cama —sonrió. —Si te sientes muy mal, luego te cuento cómo es —soltó una carcajada y se marchó dejándolo totalmente sorprendido.
Odiaba a esta mujer.
Estaba enojada, muy enojada. Nunca se había dado cuenta cuan irritante y desagradable era Dimitri.
Había ido a la enfermería para presionar otra vez a Paco y ver si le podía sacar más información, pero terminó enterándose que el médico traidor había salvado a una de las víctimas del último ataque del destripador, y ahora estaba recuperándose en la enfermería. Bueno, recuperándose era una forma de decir porque dentro de unos días esa chica se convertiría en un destripador.
—¡Qué crees que estás haciendo! —gritó enfurecida.
Dimitri la miró con su calma característica, pero ahora que Spíti sabía ver, podía descubrir su verdadera naturaleza, el fastidio en los ojos del hombre era evidente.
—Mi trabajo es salvar personas y esa joven aún estaba viva —respondió con serenidad y tratando de mantener su máscara.
Le gustaba hacer enojar a Spíti, la chica fácilmente caía en el pozo de la ira y cuando lo hacía, era mucho más propensa de cometer errores que era lo que él estaba esperando. Se había convertido en una piedra en su zapato, nunca pensó que ella asumiría el papel de líder. Estaba feliz que por fin se había librado de Amílcar, pero tenía que aparecer Spíti, no lo había esperado. Pero solo era una nueva traba que le impedía asumir el control, pero no sería mucho tiempo, solo debía planear muy bien cómo deshacerse de ella.
—Mi orden fue clara, todo aquel que haya sido lastimado por el destripador, aunque sea con un mínimo rasguño, debía ser asesinado. ¿Por qué desobedeciste? —relató furiosa.
—Lo siento, pero quien manda aquí es el Gobernador, no tú —sintió que podía explotar de la rabia, pero Dimitri continuó. —Además, estoy seguro que puedo encontrar una cura, solo necesito tiempo —terminó más amable, intentando recuperar su temple y no delatarse.
—No pruebes mi paciencia y será mejor que la mates, si para hoy a la noche esta chica sigue viva, yo misma la degollaré —su tono no daba lugar a la réplica. —No hay cura —sentenció al final y se marchó.
No podía creer la caradurez de Dimitri, pero se veía venir esto, ese hombre no se quedaría de brazos cruzados. Tarde o temprano intentaría algo, pero eso no quitaba que Spíti sintiera rabia.
—¡Chaco! —gritó apenas salió, la mayoría de los habitantes la miró pero siguieron con sus cosas. —¡Chaco! —volvió a gritar cada vez más enojada.
El hombre apareció en cuestión de minutos, pero para la mujer fueron eternos.
—¿Qué pasa? —interrogó lo más calmado al notar el estado de su jefa.
—Quiero que vigilen constantemente a Cristela, no la dejen sola en ningún momento y no permitan por nada del mundo que Dimitri se le acerque.
Chaco se quedó sin reaccionar por un momento, pero terminó asintió.
—Me encargaré de designar dos guardias para que la custodien constantemente —expresó mientras ya planeaba quienes serían los primeros, quedaban muy pocos hombres de su confianza. —Puedo preguntar por qué —dijo arriesgándose al temperamento de su jefa.
—El maldito traidor de Dimitri dice que está buscando una cura, estoy segura que está hablando de Cristela, por eso quiero que la vigilen para que él no pueda utilizarla —asintió otra vez. —Estás a cargo, si le pasa algo tú serás el responsable —terminó tajante.
El hombre asintió otra vez, mientras la veía marchar hacia donde se encontraba el Gobernador. Todo estaba por explotar. Miró hacia el horizonte, las nubes negras cada vez estaban más cerca.
—Parece que realmente no me estás tomando en serio —dijo mientras entraba echa una furia a la sala de reuniones.
Ahí se encontraba solo el Gobernador, ya que no quedaba ningún otro líder, la mayoría habían muerto durante el temblor o eso suponían todos porque nadie se había presentado. Así que estaban bajo el título de desaparecidos.
—No sé de qué hablas, pero sería hermoso que por una vez muestres modales —contestó a la ira desmedida de la joven frente a él.
—Seré clara, no socaves mi autoridad porque puedo irme de este lugar en dos minutos y dejarte completamente desprotegido, así que no le des alas a Dimitri —respondió conteniendo todo el odio que estaba dentro de ella al ver a este hombre.
—Inspirar autoridad es el deber del líder y la última vez que hablamos, dejaste en claro que eras tú. Así que es tu problema si no te respeta, tal vez no tengas madera para esto, todavía puedes hacer un paso al costado y dejarme todo a mí —mencionó todo sonriente y como si no estuviera declarando una guerra silenciosa.
—No pruebes mi paciencia —escupió con rencor y se marchó.
El Gobernador soltó una carcajada que estaba seguro que la chica había escuchado y luego, azotó con rabia el vaso contra la pared, el agua se deslizó por la pared lentamente.
Cristela llevaba todo el día buscando a la otra chica, hasta que la encontró pero no parecía estar de muy buen humor.
—¿Me contarás por qué tengo a dos de tus hombres siguiéndome a sol y sombra? —preguntó intentando aliviar el ambiente tenso.
Spíti la miró sin emoción alguna.
—Dimitri quiere experimentar contigo, y yo solo quiero evitar eso.
—¿Te preocupas por mí? —respondió con una sonrisa, esperaba sacarle otra a la chica y tantear el terreno al mismo tiempo.
—Solo quiero evitar que los planes de Dimitri triunfen, y tú eres una pieza clave en su ascenso al poder —Cristela intentó que esas palabras no la lastimen, nunca se había enamorado y no empezaría ahora, Spíti solo era una forma de mantenerse con vida.
Fuerza su sonrisa ganadora y compradora, la que conquistó a tantos hombres antes de ser estafados.
—Eso significa que ya soy parte de tu banda, así que puedes contarme el plan, ¿cuándo atacaremos? —preguntó con liviandad como si fuera un chiste o un asunto menor.
—No me has ofrecido nada que valga la pena, así que no te tomes atribuciones que no te corresponden —respondió intentando quitarse a la otra mujer de encima, no tenía tiempo para perder.
Eso la enfureció, ella le había contado todo lo que sabía sobre su sangre y Spíti tenía el descaro de decirle que no le había ofrecido nada. Está bien, ahora sí le ofrecería algo muy interesante.
—Te conté que cuando estuve dentro del domo fui una de las mejores ladronas, conozco cada recoveco de ese lugar —comenzó, pero Spíti no estaba de humor para perder el tiempo.
—¿Y eso de qué me sirve a mí? —interrogó irritada y queriendo terminar con todo esto.
Cristela sonrió todo dientes y aire egocéntrico.
—Que puedo meterte dentro de Ritma.
Dimitri entró a la sala de reuniones y solo encontró al Gobernador, quien estaba sentado en una silla y mirando hacia la pared donde se podía vislumbrar una mancha y un vaso roto en el suelo.
—¿Para qué me llamaste?
Tenía que atender a la chica lastimada por el destripador, pero desgraciadamente Spíti había puesto a varios de sus hombres para que siempre estén cerca de Cristela, así que no podía acercarse a la mujer. Y esto lo hacía sospechar que Spíti podía saber mucho más de lo que decía, debía acelerar los planes.
Además, Paco estaba un poco extraño desde que había despertado, hoy había recibido el alta, pero todavía no habían hablado. Eso le preocupaba.
—Quiero que asesinemos a Spíti, ¿cuento contigo? —dijo de forma fría y distante.
Afuera, la tormenta seguía avanzando.
PROHIBIMOS LA COPIA PARCIAL O TOTAL DE ESTA OBRA, ASÍ COMO TAMBIÉN LAS ADAPTACIONES.
TANTO LA HISTORIA COMO LOS PERSONAJES NOS PERTENECEN, NO AL PLAGIO.
Se despiden, seulRN Dulce-Miyuki
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