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20 - Temblor terrestre


—Espero que estés más cómoda, lamento si mi compañero fue rudo contigo —dice un rubio con barba, mientras libera la cadena de sus pies.

—¿Y mis manos? —pregunta Cristela al notar que el hombre se aleja sin desatarla.

Él solo sonríe como si tratara de ser amable y simpático, pero ella conoce demasiados tipos así. No es tan fácil engañarla, ella no cae ante los pies de nadie solo por mostrarle amabilidad. Ella solo finge caer por alguien si tiene una billetera repleta de dinero, que está segura que no es el caso de éste.

—Me encantaría, pero todavía no te conozco —dice con una tonta sonrisa de disculpa. —Solo soy precavido.

Cristela sonríe de forma astuta y cruel.

—Haces bien en no confiar en mí, no sabes cuándo puedo llegar a matarte —menciona con arrogancia.

Por una fracción de segundos, puede ver la sorpresa en el rostro ajeno, pero enseguida consigue controlarlo, volviendo a su serenidad.

—Paco tenía razón, eres muy parecida a Spíti —intenta que su interés no se muestre, pero ese mismo nombre ha vuelto a ser mencionado, ¿qué o quién es Spíti? —Tal vez deberíamos empezar por conocernos un poco más, ¿cómo te llamas?

No entiende al hombre, ¿por qué finge ser amable? Debería darse cuenta que esa táctica no va a funcionar nunca con ella.

—Eso ya deberías saberlo, ya que me tienes atada y secuestrada en este lugar —responde Cristela. —Solo me retendrías si me conoces y quieres algo de mí. Además, es descortés pedirme que me presente cuando tú no lo has hecho, hasta el tuerto lo hizo antes.

Ella también puede sonreír y ser una pequeña mierda, siempre lo ha sido así que ni precisa interpretar un papel.

Su secuestrador pone ojitos como si le pidiera disculpas por su error, pero Cristela no le cree nada, puede leer a través de su hipocresía.

—Lo siento, lo olvidé. —Es bueno actuando, cualquier ingenuo le creería. —Soy Dimitri, el doctor de la Frontera.

—¿Y por qué estoy hablando con el doctor y no con el líder de este lugar? —pregunta ella y puede ver cómo él aprieta los dientes ante lo último.

Cristela sonríe internamente, ya lo descubrió, ese es su punto débil y debe tirar hasta que se corte. La envidia de él, será la liberación de ella.

Pero Dimitri no es ningún tonto, lleva años perfeccionando su máscara y ninguna mujer recién expulsada va lograr descubrirlo.

—Porque solo eres valiosa en el sentido médico y no en el político o militar.

Ella se pone seria de repente, eso ha llamado su atención. Nunca en todas sus suposiciones de por qué estaba aquí, había cruzado por su cabeza la posibilidad de estar relacionada con la medicina. Y tuvo mucho tiempo de elaborar las teorías más locas mientras Paco hablaba y luego, cuando estuvo completamente sola hasta que llegó Dimitri.

—¿En qué sentido? —interroga seria, esta es su oportunidad de conseguir más información.

—¿Qué recuerdas después de ser expulsada? —resopla molesta.

No le contestado, sino que le ha retrucado con otra pregunta. Evalúa no seguir su juego, pero esta es una posibilidad que no se le ha presentado con el tuerto.

—Todos los que estaban conmigo comenzaron a asfixiarse y morir desangrados, sus órganos internos parecían explotar y su piel se quemaba como una hoja de papel.

Recuerda a su hermano, la piel de su rostro parecía caerse a pedazos en cuestión de segundos, dejándolo en carne viva. La sangre salía de todas partes, de sus ojos, de su nariz, de sus oídos y de su boca.

Ella se desesperó y no supo qué hacer. El haberlo abandonado la perseguirá en sus pesadillas hasta el resto de su vida y seguramente, en la eternidad también, si existe una. Ella misma no puede perdonarse.

—Es por lo que la mayoría de los expulsados pasa cuando entra al nuevo ambiente. Fuera de Ritma, el aire tiene una constitución muy tóxica que casi nadie soporta; la radiación es demasiado alta y quema nuestra piel, ocasionandonos grandes heridas. Por eso, se construyó el domo, para que sus habitantes no sufran las consecuencias de este planeta hostil —comienza el doctor, Cristela lo escucha atenta.

En todas las historias que conoció a lo largo de su existencia, nadie sobrevive afuera del domo porque la vida es imposible, por eso expulsar a los delincuentes es el castigo mayor. No quieren asesinarlos con sus manos, sino que los sacan del domo, sabiendo muy bien que no conseguirán sobrevivir.

Pero ahora parece que estaban un poco equivocados en sus cálculos.

—Los que logramos adaptarnos a este nuevo ambiente, lo hacemos con cicatrices de por vida. Paco perdió su ojo derecho, yo tengo el sesenta por ciento de mi cuerpo quemado —menciona mientras señala su torso y piernas que se encuentran ocultas bajo la ropa. —Y quienes nacen aquí, tienen el noventa por ciento de tener alguna deformidad, como ojos de colores distintos, sin alguna extremidad y puedo seguir.

Dimitri se queda en silencio al finalizar y es Cristela quién hace el siguiente movimiento.

—Dijiste que todas esas cosas le pasan a la mayoría de los expulsados, ¿qué le sucede al resto? —interroga ella.

Dimitri la mira intensamente por unos segundos que parecen minutos.

—Tú eres el resto —dice él, ella enarca una ceja al no comprender. —Desde que existen los registros sobre los expulsados, ninguno de ellos logró sobrevivir sin consecuencias. En cambio tú, te has adaptado al instante a este ambiente, tu piel no ha sufrido ningún daño y has tenido la capacidad de huir de ahí antes de que nosotros llegáramos. Todos los que sobrevivimos a la expulsión, pasamos días de agonía hasta poder levantarnos —respira profundamente. —Eres única y puedes ser la salvación de todos los que somos desterrados —menciona lo último totalmente emocionado.

Cristela no precisa sumar dos más dos para saber que es cuatro.

—Básicamente me quieres usar como un conejito de india —suelta mordaz.

Dimitri niega y quiere seguir hablando para convencerla, pero de repente todo se mueve. El movimiento no cesa, sino que se intensifica y empeora. Las paredes de tierra comienzan a resquebrajarse y él sabe que algo no está bien.

—¡¿Qué mierda está pasando?! —grita desconcertada y un poco alterada la única mujer de la habitación.

Dimitri evalúa sus opciones, pero no precisa ser un ingeniero en construcción para saber que el lugar se va a derrumbar en cuestión de minutos.

Mira a la mujer que puede tener la solución a la difícil adaptación al ambiente corriendo por sus venas, ella está maldiciendo e intentando soltarse. Da un paso para ayudarla, pero un bloque de tierra cae y él retrocede.

—¡Suéltame! —grita ella totalmente desesperada.

—Lo siento.

Y con una última mirada, abandona corriendo el lugar. La chica era su pasaje directo con los Jaguares, ya que si hubiera descubierto una droga para sobrevivir a la expulsión, lo hubieran aceptado enseguida. Pero no, muy en el fondo de su ser, Dimitri es cobarde y prefiere salvarse antes de correr el riesgo.

Ya encontrará otra forma de ingresar con los Jaguares, ahora lo importante es abandonar el lugar.

—¡Hijo de puta! —exclama cuando Dimitri desaparece.

El desgraciado la ha abandonado, no perdía nada si la desataba, pero la dejó para que muera aplastada porque sabe que es cuestión de minutos para que todo se derrumbe.

El temblor no cesa y ella quiere llorar de la desesperación, no quiere morir. Su hermano no hubiera querido eso.

Grita de frustración y tira de las cadenas, pero sin suerte. Otro pedazo más grande de tierra cae y teme ser sepultada viva. Pero algo cambia, un pedazo de pared se afloja y se resquebraja justo donde estaba atada la cadena que sostenía su mano izquierda. Quiere reír de felicidad, está libre, solo queda su mano derecha.

Pero no tiene tiempo, los temblores empeoran y comienza a faltar el aire, el polvillo está llenando la habitación y las paredes se derrumban, y luego será el techo.

Respira hondo, solo tiene una solución. Su hermano le enseñó cómo liberarse de las esposas de Ritma, esto será pan comido. Aprieta con fuerza los dientes y con un movimiento rápido, se disloca los dedos.

Grita de dolor, pero si libera de la cadena. Se pone de pie como puede y va directo a la puerta para salir de ese lugar.

Pero es en ese momento, cuando todo se va a la mierda.



Spíti vino con cinco hombres para hacer un rastrillaje cerca de Ritma. Todos saben que no deben acercarse demasiado, Paco les ha advertido que tienen censores alrededor, tiene un alcance de unos treinta metros del domo, así que deben estar atentos.

Pero también necesitan información, es extraño que no expulsen a nadie, se han tardado bastante, generalmente lo han hecho cada quince días, pero hace un mes y medio que no pasa nada. Eso inquieta a Amílcar, teme que tramen algo demasiado grande y todos sus planes de invadir Ritma se trunquen.

Por eso están aquí, solo observarán y verán si pueden obtener algo, como ciertos movimientos o algo por el estilo.

—Sepárense, dos irán por el lado este y los otros tres por el oeste —comienza Spíti a decir a sus hombres, éstos asienten. —Yo iré por la puerta de expulsión. Solo observen, no hagan movimientos estúpidos y que tampoco los vean.

—Sí generala —dicen todos al unísono.

Cuando sus hombres ya están demasiado lejos, Spíti suspira y se dirige al lugar que le toca. No tarda demasiado en llegar, pero tampoco se acerca demasiado, teme ser descubierta.

Lo único que encuentra son dos destripadores vagando por ahí, parecen perdidos y siguen dando vueltas en círculo, siempre en el mismo lugar, no se alejan demasiado. Nota un tercero, este parece mucho más joven que los otros dos, ya que tiene mucha energía y sigue chocando una y otra vez con el domo. Está furioso y hambriento, seguramente hace tiempo que comen. Sino expulsan personas, los destripadores no tienen comida.

Los dos primeros, Spíti apuesta que son experimentos que fueron liberados hace meses, ella no sabe muy bien cómo funciona el metabolismo de estos monstruos, pero al no comer durante mucho tiempo, el cuerpo se va desgastando hasta que finalmente mueren, por eso parecen perdidos.

En cambio el tercero, debe ser de la última camada de experimentación, aún tiene fuerzas para parecer amenazante y gruñir. Si Spíti se presentara ante ellos, solo el más joven correría enloquecido hacia ella, los otros dos solo podrían caminar para perseguirla.

Sonríe, al menos podrá deshacerse de tres de estos bichos. Además, se lo deben, esas asquerosas bestias casi la matan la última vez.

Se acerca lo más que puede y dispara a los dos primeros, éstos caen al instante. Ese ruido es suficiente para llamar la atención del tercero, quien deja de golpear el domo y la mira, no duda en correr hacia ella. Spíti espera hasta que esté a cinco metros para dispararle en el centro de lo que una vez fue su cerebro. Cae con un gruñido grave y no vuelve a moverse.

Lo mira con asco y levanta su bota para aplastarle la cabeza, la sangre y sustancias asquerosas que supone que eran sus sesos, salpican el suelo y le manchan el pantalón. No le importa, la satisfacción es mayor.

Esta expedición fue inútil, mira una vez más hacia la puerta y nota algo que antes le pasó desapercibido. Un anciano está sentado en una silla y la mira fijamente.

Se tensa y tiene la imperiosa necesidad de asesinarlo para que no la delate, pero ella cae.

Al principio no se da cuenta que es el suelo el que está moviéndose, pero cuando intenta ponerse de pie otra vez, vuelve a caer.

Espera que pase, pero parece interminable. Todo sigue temblando y comienza a marearse. ¿Qué está pasando?

Parecen horas, hasta que todo se calma. Le cuesta ponerse pie y recuperar el equilibrio, pero lo logra y mira alrededor.

Nada parece haber cambiado, el desierto sigue igual. No entiende qué pasó. Sus hombres aparecen a los minutos.

—¿Se encuentra bien, generala? —pregunta Chaco.

El hombre de complexión robusta y tez morena, es su mano derecha. Spíti confía en él totalmente, nunca le ha fallado.

Ella asiente a la pregunta que él había formulado.

—¿Qué fue eso? —pregunta otra vez el hombre, poniendo en palabras lo que todos piensan.

—No lo sé, pero creo que lo mejor será regresar al refugio —contesta ella.

Todos asienten y se ponen en marcha, ella mira una vez más al domo, pero el anciano ya no está. ¿Se lo imaginó?



De camino al refugio de la Frontera, son testigos que fue algo natural lo que sucedió, ya que en varios lugares la tierra se partió y formó zanjas de varios metros de profundidad. Spíti se apresura, tiene un mal presentimiento.

Cuando llegan a su hogar o donde se suponía que estaba, solo encuentran un hueco, todo se ha derrumbado y no hay nadie cerca.

Porque seguramente todos quedaron atrapados en su interior y la tierra los sepultó.



PROHIBIMOS LA COPIA TOTAL Y/O PARCIAL DE ESTA OBRA, ASÍ COMO TAMBIÉN LAS ADAPTACIONES.

TANTO LOS PERSONAJES COMO LA HISTORIA NOS PERTENECEN, NO AL PLAGIO.


¡Capítulo 20 publicado! Espero que les haya gustado. Las cosas comienzan a ponerse cada vez más complejas.

¿Qué piensan del nuevo personaje? ¿Qué papel jugará Cristela en esta historia?

¿Qué fue el temblor? ¿Estarán todos muertos como cree Spíti?

Tendrán que esperar... jajaja

¡Hasta la próxima! 

seulRN Dulce-Miyuki

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