15 - Destierro
Los días se consumieron como fuego en un bosque, sin piedad y sin detenerse. Jaime duda en haber hecho lo correcto, pues Iván la dejó en un pueblo alejado de cualquier asentamiento en compañía de un hombre ciego. No había manera de que las capitanas supieran su ubicación y era decisión de ella el regresar, sin embargo, esa ya no era una opción, sabía que su acto era un crimen y el overol que le asignarían sería de color verde, una delincuente nivel 3. Ya no había vuelta atrás.
Todo a su alrededor son construcciones derruidas, las primeras casas que se construyeron similares al de la Tierra, pequeños patios con juegos para niños, un lugar frío y solitario. Por las noches quejidos de bestias la alertaban y en el día un calor insoportable, apenas comía semillas y fruta deshidratada que su compañero le compartía. No fue el escenario que imaginó, pero quizá el que merecía.
—El muchacho no volverá —advierte el anciano al tiempo que sirve agua en una copa para ofrecersela a Jaime.
Ella lo recibe en silencio, la oscuridad le anuncia el inicio de otra noche, el fin de un día sin que Iván le dé respuestas.
—¿Por qué no hablas? —Pregunta el señor.
Jaime tuvo el tiempo suficiente para pensar en su situación, en definitiva no quiere regresar al lado de Krisal, las comodidades ya no la llenan, su ideal de una civilización justa nunca existió y aunque tomó la mano de un desconocido sabe que él no le devolverá la tranquilidad. Tiene dudas sobre su capacidad, siempre quiso el bienestar de la ciudad y ahora se siente incapaz de poder hacerlo, las cinco capitanas levantaron cada sector y cada uno abusa de su pueblo para satisfacer sus propios placeres cuando el único que ella tuvo se lo arrebataron, fue injusto.
—¿Qué lugar es este? —Pregunta observando lo poco que la noche le permite.
—Tu voz es tan dulce mujer, segura y con una gran fortaleza. Aquí es la entrada. De vez en cuando las naves llegan.
—La entrada se encuentra al norte, en donde habitan los Primeros.
—¿Cómo sabes eso? —El hombre espera unos segundos la respuesta de Jaime.
—Porque ha sido establecido por las capitanas.
El hombre aparenta observar el rostro de Jaime, el glaucoma ya lo ha dejado ciego, pero con un oído muy sensible; sabe que ella está de frente escaneando cada detalle de sus facciones, la escucha respirar.
—Esta es la entrada al exterior, de ahí provienen los monstruos.
Al terminar la oración rugidos lejanos se escuchan. Ella no se había quedado tan tarde afuera del refugio del anciano, temía que en cualquier momento los guardias la encontraran y ser encerrada en el Sótano. Sin embargo, no notó que en esta ocasión el anochecer había llegado.
—Descríbelos —su voz sonó más a una orden que a un favor.
—¿Qué cosa? —preguntó sin entender.
Ella no lo había notado, ensimismada entre sus problemas no vio el límite de Ritma, Jaime se encuentra en donde las naves banshees sacan a los delincuentes, exactamente en la compuerta que da al exterior y arroja a los seres humanos fuera de la ciudad. Expuesta y segura al mismo tiempo.
La espesa niebla en el exterior no le permite observar con detenimiento el basurero de cadáveres que tiene enfrente, escucha aullidos de animales símiles a quejidos de un humano, pero le es imposible creer que afuera haya vida o algo semejante, lo que sea que grita se acerca tan rápido que cada uno de sus vellos se erizan
—Dios... —susurra la mujer.
Sin previo aviso el ruido se detiene, solo siente el subir y bajar de su pecho. Se pone en guardia levantando los puños al aire, separa los pies y se coloca frente al anciano para protegerlo. Se sabe indefensa, aunque sabe que frente a ella hay un domo electrificado, no puede evitar sentir miedo.
Entre la penumbra distingue el vaho de un ser vivo, camina a cuatro patas, lento olfatea todo a su alrededor hasta detectar que de frente está su alimento. Jaime se mantiene temeraria. La bestia se lanza contra ella y entonces deja ver su desfigurada cara cubierta de sangre, y sin rastro de ser un humano, la bestia choca contra el domo, pero vuelve a embestir, una y otra vez gritando de dolor sin detenerse.
La mujer entiende que no podrá cruzar y baja las manos.
—Descríbelo —repite el anciano.
—Tiene hambre, carece de humanidad y sobre todo está dispuesto a morir por devorarme.
—Sí, ya ha pasado tiempo desde la última expulsión, estas bestias empiezan a rondar el lugar en busca de carne.
La capitana mantiene el miedo a flor de piel.
—Hay un cuarto blanco, en donde todos los hombres visten batas.
«Yo fui uno de los ingenieros que construyeron el laboratorio de la capitana Krisal, reforzado por cada centímetro cúbico, hay solo una entrada, y en medio de la construcción una fuente de energía tan potente como el que soporta el domo, su función —por muchos años— es buscar una alternativa para nuestra vida, pero lo que ves afuera, ese ser que ha perdido su humanidad y busca desesperado un pedazo de carne sin identificar si es de su misma especie, es la consecuencia de estos experimentos.
Krisal es despiadada, puede mantener una sonrisa mientras quema tus pupilas.»
El comentario del anciano ya no sorprende a Jaime, y aunque él lo ha repetido a modo de asustar a la gente y no confiar en las capitanas, para ella ya no es nuevo.
—Siéntate —pide el viejo.
En su ajado rostro denota el cansancio de la vida, sus manos callosas dicen lo duro que ha trabajado y su delgado cuerpo revela su mala alimentación.
—Mi nombre es Sirel.
Ella no quiere presentarse.
—Tienes razón Sirel, él no volverá, quizá esta sea su venganza, o simplemente pensó que regresaría a mi hogar. Es tiempo de marcharme, no me quedaré más tiempo.
El hombre impávido se concentra en los rugidos de la bestia que aún intenta entrar a Ritma.
—Puedo contarte todos los secretos de las capitanas, solo quédate. La guardiana del Sótano es la más débil y sabes por qué, pues es ella la única que tiene corazón.
—Debo marcharme.
—Él dijo que morirás en los primeros días. —Sirel se despide con una sonrisa sin tener idea de estar en presencia de una de las mujeres que cambiará el destino del planeta.
La mujer recorre los límites guiándose del domo, sabe ocultarse pues ella conoce el mapa de toda la ciudad, pero lo que no esperaba encontrar es que después de un día de camino llegara a un poblado que no pertenece a ningún sector.
Había leído que antes, en el planeta Tierra, se dividían en naciones y la gente era libre de caminar y viajar a donde quisiera y se pregunta si sería igual a como observa en ese instante. El escenario que tiene de frente no parece la capital, mucho menos un sector, las personas caminan descalzos con apenas una prenda y los niños corren como liebres de una casa a otra, en sus rostros sucios se implanta una sonrisa ignorante de su situación.
Desea acercarse, pedir comida y agua, más siente que la están vigilando. Decide rodear el lugar por el pequeño bosque que alcanza a ver, cuidadosa de averiguar quién es su perseguidor apresura la marcha, rodea algunos árboles hasta llegar a una conglomeración de rocas tan altas que la cubren perfectamente bien. Da la vuelta, regresa al mismo punto donde inició y entonces lo ve, es un joven de apenas unos 18 años, robusto y moreno.
Se aproxima por la espalda y con movimiento certero le hace una llave para inmovilizarlo.
—¿Quién te envió?
Antes de que ella pudiera hacer una pregunta más, el joven se zafa del agarre y la lanza una patada. Jaime se pone en guardia y lanza repetidos puñetazos hasta lograr conectar un golpe y derribar a su oponente, no pierde el tiempo y a horcajadas se coloca sobre él, sujeta su manos, mas el joven da un cabezazo que logra desequilibrar a la capitana, al ver que ella cae al suelo corre.
Jaime se levanta y nota que una pequeña niña ha observado todo. La chiquilla señala hacia el lugar a donde ha corrido su enemigo y emprende la marcha. Sin embargo, no logra alcanzarlo.
Cansada regresa al lado de la niña sin que ella le dé información, para ambas el muchacho era un desconocido. Cansada se sienta en el suelo, Jaime necesita descansar, la falta de comida y agua le tienen al límite y con el esfuerzo realizado no puede evitar desmayarse.
Las lágrimas bañan el rostro de Jaime, frente a ella se encuentra el hombre al que le hizo infinidad de promesas, una de ellas fue el amarlo por la eternidad, pero para él la vida es efímera, no hay promesas que valgan la pena sin hechos.
Con el corazón desgarrado ella sujeta sus manos, desea un minuto más al lado del hombre que le enseñó a usar un arma, a pelear cuerpo a cuerpo, quien le habló de los secretos de las estrellas y besó cada parte de su desnudo cuerpo, ese ser humano que la ama por sobre todo estatus social y ahora ella ha entregado a sus superiores.
—Vámonos, no tienes porqué ser Jaime.
Ella baja la mirada, no hay vida fuera de Ritma, la idea de salir del domo solo por la promesa de la existencia de un lugar donde la tierra no está muerta, hay árboles, hay vida, un oasis en el desierto, le parecía un suicidio.
—No iré Diego, Ritma me necesita.
—Las capitanas son un medio de manipulación —dijo soltando su mano—. Me quedaría, pero tú dejarás de ser la mujer de la que me enamoré y no pretendo ver cómo te destruyes.
—Morirás —cada sonido salió desgarrando el alma de Jaime.
—Pero lo intentaré Jaime.
Aquel nombre le parecía impropio, apenas había aceptado el puesto y su primer reto le estaba costando mucho de su propio ser. No se sentía merecedora de ser Jaime, mucho menos de ser amada por Diego.
La joven se acerca a su rostro y con los labios temblorosos le da un beso, él le corresponde, sabe que ella lo ha traicionado, pero la entiende. Los ideales de ambos son diferentes, ambos quieren vivir y ambos desean hacer el bien.
Diego rodea la cintura de Jaime mientras con cariño le entrega su amor, con cada roce le agradece el tiempo juntos; ella se despide despojándose de su inocente amor, está lista para asumir la responsabilidad de ser Jaime.
La capitana despierta en un habitación fría, su compañía es Iván quien duerme a su lado.
Se levanta con la intención de seguir su camino. En su interior guarda mucho resentimiento hacia sí misma, de manera indirecta a destruido la vida de Oscar e Iván, no pretende quedarse a su lado.
El muchacho toma la mano de Jaime y detiene su marcha.
—Te mostraré la otra cara de tu pueblo, no tienes derecho a marcharte. Tú y yo no tenemos cabida en Ritma, así que no tienes opción.
—Podría matarte ahora mismo Iván, estoy en un punto en que ya nada me queda por perder.
—Pero yo te puedo ayudar a ganar. Por las buenas o por las malas, pero no te irás. Decide.
Acto seguido se vuelve a acomodar en la cama, afuera de la habitación Nana y otro compañero hacen guardia, la capitana ya no es libre de elegir su destino.
PROHIBIMOS LA COPIA PARCIAL O TOTAL DE LA OBRA. LA HISTORIA Y LOS PERSONAJES NOS PERTENECEN, NO AL PLAGIO.
¡Capítulo 15 amores! Jaime dejó su puesto de capitana, pero Iván la abandonó a su suerte y ella descubrió algo más sobre el afuera. Solo para ser atrapada otra vez y ser prisionera de Iván y Nana, ¿qué pasará con ella? Solo Nelba tiene la respuesta :)
¡Nos leemos la próxima! Nos despedimos seulRN Dulce-Miyuki
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