Capítulo #8
-¡Buen partido, Trawler! – me felicitó uno de los chicos de la escuela, extendiendo su puño hacia mí.
-Gracias, James – sonreí.
-¡Les dieron una verdadera paliza a esos hijos de puta! – celebraba ahora una chica, quien levantaba el puño en señal de victoria.
Gabriel, Thomas, Juliana y yo caminábamos por los pasillos. La victoria de ayer fue un éxito contundente, y aunque cada centímetro cuadrado de mi cuerpo me dolía, valió la pena. Valió la pena cada maldito segundo.
-Ser amigo del quarterback nos catapultará a la cima, Thomas – sonrió Gabriel, mientras veía cómo unas chicas de tercer año se le quedaban viendo. - ¡Les digo amigos! ¡Esto es un augurio de buenos tiempos!
-¿Buenos tiempos? Tal vez a Sam, y él ya tiene novia – rió Thomas.
-Sí, y está muy orgullosa de él – dijo Juliana al darme un beso. - ¡Pero si vuelves a hacer algo tan estúpido, yo mismo te mato!
-No volverá a pasar, te lo aseguro.
La celebración que fue consecuente del partido de ayer duró hasta medianoche, justo antes del toque de queda. Cuando regresamos a casa, mamá me recibió con un fuerte abrazo; creo que fue más porque regresé sano y salvo. Bueno; sano no, me dieron unos buenos golpes, incluyendo un hombro dislocado.
A las 8 de la mañana, aproximadamente, la campana que daban por iniciadas las clases sonó. Vimos cómo Workbert entraba a la clase, no con la mejor disposición del mundo. Teníamos una ventana de dos minutos para entrar a clases y sentarnos. Juliana dijo que iría un momento al baño, por lo que le apartase un lugar atrás mía.
Para sorpresa nuestra; éramos los únicos que habían llegado a clases. Workbert se encontraba escribiendo lo que sería el título de la clase de hoy: "Teorema de Euler". Ni puta idea quién era él, y estoy seguro que me encontraré lamentando y maldiciendo su existencia durante los próximos días.
-Que la Madre Patria lo bendig... - dijimos mis amigos y yo como un saludo en coro, ya que era parte de la obligación de un estudiante, según el Código de Obediencia y Conducta.
-Sí, sí. Hola, chicos – dijo Workbert sin siquiera inmutarse.
Antes de que siguiera escribiendo, Workbert nos volteó a ver y se me quedó viendo durante unos segundos. Parecía que mi presencia en el aula había cambiado su percepción de la misma; es como si para él todo los demás, y todo el resto de cosas, hubiesen desaparecido. Rápidamente, Workbert se acercó hacia mí, sin darme tiempo de reaccionar o siquiera de adivinar sus intenciones.
-Vi el partido de ayer, Sam. Creo que todo el pueblo se enteró de una forma u otra – dijo el profesor, sentándose en el pupitre de enfrente. Gabriel y Thomas, quienes se sentaban a nuestro costado, se quedaron viendo lo que ocurría atentamente.
-¿Lo vio? – me sorprendí.
-Oh, sí – dijo Workbert, sin poder ocultar su entusiasmo. – Estuve en primera fila.
-Entonces supo cómo esos imbéciles golpeaban duro.
-Sí, y lo lamento mucho, Sam. Quiero ofrecerte una disculpa; cuando vino el JE no sabía lo que te haría. Pensé que sería una buena oportunidad para ti, para tu familia.
-Descuide, no sabía lo que ese tipo haría. Nadie lo pudo haber imaginado.
El profesor Workberth sonrió levemente, sin dejar de verme.
-Sea como sea, quiero que sepas que lo que lograron en el campo, que lograste tú, fue más que simplemente hacer un gol.
-Touchdown – corregí.
-¡Lo que sea! –rió Workbert. – El punto es que hiciste más que sólo anotar. Hiciste mucho más que eso, Sam. Y quiero que lo sepas que la gente de aquí te está muy agradecida.
Workbert sujetó mi brazo durante un momento, acción que me sonó a un "gracias", pero de manera muy disimulada. A los maestros se les prohíbe hablar, transmitir o siquiera pensar de una forma que no divulgue "los principios que el Imperio Socialista Soviético le quiera impartir a las jóvenes generaciones del enfermo sistema americano capitalista", o era algo que Workbert decía en tono de burla. Para ser un maestro obligado, Workbert tiene muchos ideales revolucionarios. En parte, fue por él por quien decidimos crear Radio Dantop Libre; es uno de nuestros radioescuchas más frecuentes y participativos.
Thomas, David, Gabriel y yo caminábamos por las calles de Dantop, cerca del centro del pueblo. No era domingo, no había necesidad de ir por las raciones. Era un día común, aunque de común no tenía nada. Había cierto aire diferente, un aire que te llenaba de oxígeno fresco a los pulmones; no lo sé, tal vez era cosa mía.
Ah, y si me preguntaban por Juliana, debo decirles que se fue directamente a su casa. Su papá no ha estado muy bien en estos días, así que ella regresó temprano para atenderlo. Iré a visitarla más tarde, justo antes de comenzar nuestra emisión del día de hoy.
-Esto es agradable – dijo Thomas recostándose un poco en uno banco del parque.
Era de las pocas veces en que no había prisa, no había ningún apuro o preocupación. Era de esos días en que me hacía sentir vivo de nuevo. Como volver a respirar, luego de estar tanto tiempo bajo el agua. Claro, no se lo digan a los sovs, ya que "la pereza no es algo que le sirve al Imperio Socialista Soviético."
Habían varias personas allí, incluso algunos de mis jugadores del partido de anoche estaban. Se limitaron solamente a saludarme con la mano y a seguir con sus asuntos; después de todo, merecían un descanso.
-Lo que daría por tener una buena cerveza – dijo Gabriel. – Sin ofender, Thomas.
-Descuida, opino igual. No es lo mismo tener tu propia destilería en casa que poder comprar una en la calle, embotellada.
-¿Y qué me dicen de los nachos? – sonrió David. - ¡Mierda! ¡Intercambiaría todo lo que tengo por unos buenos nachos!
-Sigue soñando, hermanito – le hice una pequeña caricia en el cabello.
Vi que Sara había llegado al parque con un grupo de sus amigas, justo al borde. Me limité a hacerle un gesto con la mano, ya que odia que la saludemos cuando está con sus amigas. Son cosas de chicas adolescentes, supongo.
-No me lo vas a creer, Sam, pero hay una chica que no te ha quitado la mira desde que entramos al parque – dijo Thomas.
-¿Dónde? – volteé a ver a todos lados.
-¡No hagas eso, idiota! – rió Gabriel. - ¡Qué fue lo que Juliana vio en ti!
-Creo que es la chica que está cerca del árbol más viejo, ¿la ves? – dijo David. – A tus 10, más o menos.
Intenté verla con la periferia, pero era más difícil. Realmente, me importó poco lo que la supuesta chica fuese a pensar de mí. Si está interesada en mí, pues debo decirle que Juliana es única y que he estado absolutamente enamorado de ella desde que tengo memoria. Cuando ella supo que la estaba viendo, me hizo una señal para que me acercase, cosa que yo respondí con una expresión facial que en términos normales se hubiese entendido como un "acércate tú". Cosa que ella accedió con un gesto afirmativo por parte de su cabeza.
-¿Irás? ¿Es en serio? – sonrió Thomas.
-¿Por qué no?
-No lo sé, tal vez por una chica cuyo padre está enfermo – dijo Gabriel.
-Descuiden, ni que la fuese a besar o a declararle mi amor eterno.
-Cosa que si haces, prometo ir a tu funeral muy bien arreglado. Incluso prometo decir cosas buenas e interesantes de ti.
-Gracias, ¡qué considerado!
Me levanté y me dirigí a hablar con ella. Noté que sus amigas la empujaban levemente, como si fuese un gran acto de valentía el tener que hablarme. La verdad es que no sé porqué estoy tan relajado; en otras circunstancias estaría cagándome en mis pantalones.
-Hola – sonreí, luego de que estuviésemos a tan sólo unos cuantos centímetros de distancia.
-Ho-hola – sonrió la chica tímidamente. – Te vi jugar ayer.
-¿Sí? ¡Qué vergonzoso! – intenté no ruborizarme. – La paliza que esos idiotas me dieron en el campo tuvo que ser entretenida.
-Créeme, nadie notó la paliza. Eso fue lo de menos – la chica hablaba con cierto brillo en sus ojos. – Lo único que fue notorio fue que te levantabas, a pesar de cada golpe que te daban, de cada tacleada. Incluso después de tu hombro...
-Ni me lo recuerdes, aún puedo sentir el dolor – estiré mi brazo.
-Soy Benson, por cierto. ¡Quiero decir, Lucía! ¡Soy Lucía Benson! – la chica intentaba hablar, pero estaba demasiado nerviosa. Era mucho más pequeña que yo, tal vez de dos o tres años menor que yo. Rubia completamente, ojos azules y delgada. Muy delgada.
-Pues, mucho gusto Benson Lucía – bromeé. – Soy...
Antes que pudiera hacer algo, escuché un grito. Cuando volteé a ver, me di cuenta que se trataba de mi hermana quien estaba siendo sujetada por dos soldados, y a mi hermano David en el suelo con sangre en su rostro. Sin pensar en las consecuencias, me dirigí corriendo hacia ellos. Con cada paso que daba, mi furia, mi ira y todo mi enojo iban aumentando cada vez más.
-¿Qué está pasando, señor? – intenté guardar la postura ante los sovs.
-¡Esta pequeña zorra no me quiso dar sus papeles, y este idiota me empujó! – dijo uno de los soldados.
-¡Eso no es cierto! ¡Me preguntaron por mi nombre y si aún era virgen! – gritó Sara. – ¡Intentó tocarme!
-Sí, bueno, ¡son cosas de rutina, pequeña zorra!
Vi que Gabriel y Thomas ayudaban a mi hermano a pararse, luego se ponían detrás de mí.
-Te voy a dar cinco segundos para que sueltes a mi hermana, y diez segundos para que te des la maldita vuelta y te vayas de aquí – le ordené al soldado.
-¿Qué pasa si no la suelto? – el soldado se acercaba ante mí, amenazante.
-Tendré que darme el gusto, el honor, el privilegio y todo el placer de reventarte la cara con mis propias manos, hijo de tu re-putísima madre – me acerqué aún más para que el idiota me escuchase. – Tanto a ti como a tu novio.
-Escúchame esto, mocoso de mierda – dijo el soldado, acercando su cabeza hacia mí. - ¿Ves este rifle que tengo aquí? ¡¿Lo ves?! ¿Qué te hace pensar que no te dispararé a ti? ¿O a tu hermano?
-Pues este mocoso de mierda no está sólo – dijo Thomas, dando un paso adelante. – Si te atreves siquiera a jalar el gatillo, te prometo por la maldita Madre Patria que te reventaré la cara con mis dos puños.
-Aún así son sólo dos, estúpidos mocosos.
Sentí cómo cada vez más personas se nos acercaban. Pude identificar al dueño de la tienda, al profesor Workbert (¡Vaya, quién lo diría!), a la nueva chica que conocí y a sus amigas. Algunos de los jugadores de mi equipo también se habían acercado, luego de ver el alboroto que habíamos provocado. Realmente eran bastantes personas las que se habían acercado para mostrar su apoyo hacia mis hermanos y a mí. Por primera vez, en mis pocos años que tengo como un "fiel ciudadano y demás mierdas", vi un acto de rebeldía tan grande que hizo que mi piel se erizara por completo.
-¡Vuelvan a sus asuntos! ¡Vuelvan todos a sus asuntos, malditos perros sarnosos! – amenazó el soldado, luego de soltar a mi hermana.
-Esta es la cosa, infeliz. Vuelves a intentar tocar a mi hermana, a alguna otra chica o a cualquier persona del pueblo y te prometo que me importará una mierda las consecuencias que se vengan. ¿Entendiste?
El soldado no contestó nada, solamente se limitó a alejarse lentamente.
-¡Volveré por ti, mocoso de mierda! ¿Me oyes? – me apuntó de nuevo.
-Y te estaré esperando, hijo de puta – sonreí levemente.
Vimos cómo los dos soldados doblaban la esquina, cosa que alivianó mucho la tensión en el ambiente.
-Gracias – les dije a mis amigos.
-Somos tu apoyo, hermano – me dijo Thomas, extendiendo su puño para que yo lo chocase.
-De todos modos no quiero vivir tanto tiempo – bromeó Gabriel.
Me acerqué a Sara para ver si estaba bien. Pude ver que estaba muy alterada, después de todo, ellos son la autoridad. El haberlos desafiado podría traernos consecuencias.
-¿Estás bien? – le pregunté a Sara. - ¿Te tocaron?
-N-no. Estoy bien, estoy bien – se repetía una y otra vez. – Gracias, Sam.
-Es mi deber de hermano mayor – la abracé lo más fuerte que podía. – Siempre te protegeré, ¿entiendes?
Sara me abrazó muy fuerte.
-¿Crees que se venguen? – se preocupó Sara.
-Es posible, pero que lo intenten los imbéciles. Aquí los esperaremos.
Me acerqué a David y también lo abracé.
-In-intenté detenerlos – dijo David con un nudo en la garganta.
-Descuida, hiciste bien. Hiciste bien, hiciste muy bien – sonreí. – Gracias por no dejar sola a tu hermana.
David me abrazó también y comenzó a llorar. No era sólo un llanto normal, era un llanto desgarrador. No le dije que se detuviera, ya que la gente lo miraba, o algo así. Me importó una mierda lo que la gente pensase de nosotros. Solamente me limité a abrazarlo lo más fuerte que podía. Necesitaba desahogarse, necesitaba hacerlo desde hace años.
Sonaba The Chain de Fleetwood Mac. Todos estábamos reunidos. Incluyendo mis dos hermanos. Sara ya sabía de Radio Dantop Libre, pero creí que sería buena idea el que se intenten distraer, después de todo lo que está pasando.
-Fue muy valiente lo que hiciste – le dijo Juliana a mi hermano. – No cualquiera se le pone en frente a un soldado.
-Sam lo hizo; incluso logró ahuyentarlo – cortó él.
-El soldado te sacaba casi la mitad de estatura, David – Thomas le puso la mano en la espalda. – Tienes unos grandes huevos, viejo.
-Debo aclarar que estuve a nada de ponerme en frente del soldado para golpearle directo en las cara. Algo para que aprenda la lección – dijo Gabriel, en tono de broma.
-¡¿Para ti todo es un maldito juego?! ¿Te divierte acaso? – se levantó Sara, furiosa.
-Sólo bromeaba, Sarita. Intento que no colapsen entre ustedes.
-Eres un completo idiota, eso es lo que eres.
Sara se dirigió a las escaleras y las comenzó a subir. Había salido de la Ratonera de un golpe.
-Iré por ella – le dije a Juliana. – Vuelvo en un segundo.
Antes de que me pudiera ir, Juliana me dio un beso. Pero no fue cualquier beso. Fue el beso de besos, el Padre de todos los besos. Me había dejado estúpido luego de que terminó de besarme.
-De quarterback a Héroe de Dantop – sonrió Juliana. – Tiendo a olvidarme de qué clase de tipo me enamoré.
-Jamás hubiese llegado a nada de no ser por ti, jamás lo dudes – sonreí.
Cuando salí de la Ratonera, mi hermana se había quedado sentada en el tronco del árbol. Simplemente ella, sin hacer nada más que viendo el despejado cielo de Dantop.
-¿Qué crees que hubiese hecho papá? – me preguntó cuando me senté a la par suya.
-Tenlo por seguro que esos idiotas no estarían vivos – solté una risita. – Papá les hubiera dado caza y les hubiera cortado los testículos con una hoja de papel.
Sara también se rió. Luego ocultó su cara con su larga cabellera negra.
-De no ser por ti... - dijo.
-Basta, Sara. Basta. No pienses en ello. No quiero que por tu mente pase jamás eso. Soy tu hermano mayor y eso es lo que tengo qué hacer.
-¡Ése es el problema, Sam! ¡No soy una niñita! ¡Tengo que cuidarme yo sola!
-Está bien, no eres una niñita. Eres toda una señorita. Fuerte como la roca y más linda que cualquiera. Y quiero que te grabes eso, ¿sí? Eres la más fuerte de todos nosotros, Sara. Más fuerte que yo, incluso más fuerte que mamá.
-¿En serio lo crees?
-Estoy convencido de ello.
Sara me abrazó. Yo la envolví con mis brazos. Todo en silencio de repente, nada se escuchaba; hasta que las ramas secas comenzaron a tronar. Alguien se acercaba.
-Entra a la Ratonera, estaré aquí unos segundos – le ordené.
-Está bien, no estés mucho tiempo aquí afuera – sonrió Sara.
Vi cómo mi hermana abría la escotilla y se escondía por completo. Otra vez solo.
-Pensé que sería favor de una única vez – sonreí.
-Lo fue, es sólo que aún no te felicitaba – dijo la voz. Sabía perfectamente quién era.
-¿Felicitarme? ¿Por qué?
Salí de dónde estaba escondido sólo para ver al mismo hombre que nos encontramos semanas atrás. Barba de macho aparecía nuevamente, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Vi tu partido ayer, fue mejor que cualquier puto Superbowl – dijo al estrecharme la mano.
-¿Estuviste allí?
-¡Por supuesto! ¡No me lo hubiese perdido ni loco!
-Hice todo lo que cualquier quarterback hubiese hecho.
-Sí, lo de la modestia no se te da muy bien.
Le ofrecí sentarse en el tronco del árbol dónde hablé con Sara.
-También vine a advertirte algo – dijo luego de quedarse callado unos segundos. – Vi lo que pasó en el parque hoy en la tarde.
-Si me vienes a decir que fue una estupidez haber defendido a mi hermana de esos idiotas, entonces puedes irte ahora mismo.
-No. No vengo a recriminarte eso; hubiese hecho lo mismo si mi hijita estuviese en la posición de tu hermana.
-¿De qué vienes a advertirme, entonces?
-Estás llamando mucho la atención... Sam. Los soldados, los oficiales y todos los soviéticos te harán la vida más imposible ahora.
-¿Gracias?
-No, no vengo a asustarte. Quiero que te prepares. Sólo buscaban una excusa para matarlos, y ahora la tienen. Prométeme que a cualquier sospecha de eso, tomarás a tu pequeña familia y te esconderás dónde puedas.
-Está bien, lo haré. ¿Qué hago después?
-Yo te contactaré. Les he contado a algunos amigos de tus acciones y están bastante impresionados. Dignas del hijo del capitán Trawler.
-¿Conoces a mi padre?
-He escuchado rumores, nada más. Y debo admitir que estás a la altura de su apellido.
-Me lo han dicho varias veces.
-Oh, regresó la modestia – sonrió.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro