Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo #2


CAPÍTULO #2

–Gracias por invitarla – le dije a la amiga de Sara. No recuerdo cuál era su nombre. – Espero que no cause muchos problemas.

–¡No, para nada! ¿Por qué lo haría? – rió ella, mientras Sara entraba con una mirada de "Samuel, me las vas a pagar." – ¡La cuidaremos muy bien aquí!

Me fui despidiendo con la mano a medida que me alejaba. Revisé mi reloj y me di cuenta que era relativamente temprano. Aproximadamente las siete de la noche. Ayudar a Sara convenciendo a mamá fue sencillo, de todos modos, será sólo unas horas. Pasaré por ella más tarde. Antes de que el toque de queda esté activo. Eso era alrededor de dos de la madrugada, sino es que antes.

La cosa es que no iba a regresar a casa. Mis amigos me esperaban en la Ratonera para que pudiésemos empezar. Tuve que adentrarme en el bosque dónde los aserradores de nuestro pequeño pueblo intentaban sobrevivir; es cierto, no todos los negocios aquí cerraron. Los hospitales, comisarías, y demás instituciones que los sovs pueden utilizar para su ganancia aún siguen en pie. Sin embargo, centros recreativos fueron los primeros en ser demolidos.

Pude ver a mis amigos a lo lejos. El bosque dejó de darme miedo cuando los sovs vinieron. Ahora lo siento como un escape, como un refugio.

–Viniste tarde, Sam – dijo Thomas. – ¿Qué te pasó?

–Tuve que dejar a Sara con su amiga. De todos modos no es tan tarde.

–Ahora podemos empezar – dijo Juliana.

Thomas se quedó instalando la pequeña antena transmisora, ayudado por Gabriel. Juliana y yo bajábamos a la Ratonera; un pequeño "refugio" que papá y yo construimos hace años. Constaba de un enorme agujero, como si fuese una cueva, debajo de la tierra. A unos cinco metros debajo. Con un área de 3x4 metros, funcionaba como nuestro escondite. La única manera de entrar a él es mediante a una escotilla, que se encuentra en el tronco de un árbol viejo. Papá dijo que era el escondite perfecto, y tenía razón. Los sovs no sospechan de él, ni siquiera se lo imaginan. Todos lo habíamos decorado con viejos pósters de películas, incluso uno que otro que llamaba a la rebeldía y a la valentía de nuestros soldados y compatriotas.

–Apúrense gente, empezamos en cinco – dijo Thomas, quien había asomado la cabeza por la escotilla.

Gabriel le entregó la mochila a Juliana, quien sacó la vieja radio, con micrófonos y audífonos incluidos. El pelirrojo la encontró en su sótano, no nos pareció extraño, ya que su padre es el sheriff del pueblo. Mi amiga, en cambio, encontró un tocadiscos muy antiguo en su ático, le pertenecía a su padre pero desde que prohibieron la libre expresión, nadie se ha preocupado para revisar si aún seguía allí. Yo también encontré un reproductor de CD, le pertenecía a Sara. Dudo que lo busque ya que ni siquiera recuerda que usaba estas cosas, de todos modos, mamá le hubiera prohibido usarlas. Las canciones son limitadas a los años setentas, ochentas y noventas. Está demás decir que después de esa época no han habido los suficientes artistas como para que saquen nuevos álbumes.

Aunque esto haya sido una colaboración de todos, el que se lleva el premio al Genio del año es Thomas. Construyó una pequeña antena transmisora con aluminio y partes metálicas. Es la que nos permitía transmitir a todo el pueblo nuestro trabajo.

¿Y qué diablos es lo que hacemos aquí? Pues...

–Tres. Dos. Uno – dijo Gabriel mientras señalaba la radio.

Buenas noches, pueblo de Dantop – dijo Juliana, en una tono muy sexy. – Les damos la bienvenida a Radio Dantop Libre, la única radio hecha por americanos para americanos. Esta noche tenemos una lista muy bien elaborada, así que estaremos hasta media noche con ustedes.

Le di play al reproductor de CD's. Pude escuchar cómo sonaba Breaking the law de Judas Priest. Gabriel sacó unas cantimploras, una para cada uno, de la mochila de Thomas. No era cerveza, pero tampoco tenía solamente agua pura. Era un intento de alcohol casero. Thomas le robó un poco a la "cosecha" que su madre tenía en el sótano. Los Grace eran conocidos por su famoso aguardiente, tan popular que incluso logra intercambiárselos a algunos oficiales de mayor nivel por ropa, mejor comida, o incluso cosas extras que necesitasen. Nada mal para el cerebrito de Thomas.

El disco actual que estaba en el reproductor contenía más de doscientas canciones. Papá se lo compró a Sara cuando cumplió diez años, aún recuerdo que me hizo grabarle todas las canciones setenteras y ochenteras que podía, y como no pude encontrar otro disco sobreviviente del saqueo de los soviéticos, usamos ése. Aunque, luego del estallido de la bomba PEM, no hay muchos circuitos que queden intactos. Thomas y yo tuvimos que cambiar el interior del reproductor para que éste volviese a funcionar.

–Es difícil creer que esto es un trabajo arriesgado – Thomas se recostó sobre un sillón.

–Me recuerda a los tiempos cuando comprábamos cerveza y nos la acabábamos los viernes en la noche – sonrió Juliana.

–¡Cómo olvidarlo! Siempre le gustaste al vendedor – rió Gabriel. – ¿Cómo se llamaba? ¿Maxwell?

–Creo que se llamaba Reese, ¿no? – también se rió Thomas, luego volteó a ver a Juliana.

–Recuerdo que en más de una oportunidad le pidió la licencia para ver si realmente era mayor de edad – volvió a reír Gabriel.

–Oh, vamos. No sean tan duros con él – se sonrojó Juliana. – Era tierno, al menos besaba bien.

–¿Besaba bien? ¡No puedo creer que lo hiciste! – gritó Gabriel, bebiéndose el contenido de su cantimplora. – ¡Esto es increíble!

–Pensé que sólo le hablaste para las cervezas – dije.

–Fue hace cinco años. ¿Cinco años?

–Seis – corrigió Thomas. – Meses antes que esos imbéciles vinieran.

Todos nos quedamos callados durante unos segundos. Mi cantimplora estaba a un cuarto todavía. No sé si mi aguante a estas cosas estaba aumentando, o la mamá de Thomas estaba perdiendo facultad.

–Lo de hoy fue algo duro, ¿no creen? – habló Thomas. Dejó su cantimplora en la mesa.

–Muy duro. Hemos visto cosas peores, pero nunca se acostumbra – dijo Juliana.

–¿Y qué creen que pase allá afuera?

–¿De Dantop? – reí.

–No, idiota. ¿Tu mamá no te dio tus vitaminas? – Gabriel me tiró una piedra.

–La olvidé en casa de la tuya – reí.

–Ignorando toda esa estupidez, hablaba de más allá del estado – dijo Thomas. – Más allá de nuestro país. ¿Qué pasará en Europa? ¿En Asia? ¿Seremos los únicos que están así de jodidos?

–Papá cree que cuando invadieron aquí, tuvieron vía libre para invadir Asia y un poco de Europa. – dijo Gabriel. – Pero lo dudo.

–¿Dudas que hayan podido con Europa? – preguntó Juliana, entre risas.

–Dudo que haya sido "un poco" de Europa. Digo, los malditos nos lanzaron un PEM que nos dejó a oscuras. No puedo imaginar lo que son capaces.

–¿Bombas nucleares? – pregunté.

–No lo puedo imaginar, en serio.

Thomas nos sirvió un poco más de su aguardiente, como le decíamos en broma. El disco seguía tocando, y ahora tocaba Every breath you take de The Police. A veces me gustaba solamente escuchar la música. Ponerme los audífonos y perderme en la letra, en el ritmo en mis pensamientos que me situaban a años de distancia, en la época dónde aún éramos estadounidenses y no los perritos falderos de los sovs. O cuando me encontraba más ambicioso aún, podían llevarme a cientos de kilómetros.

–Por cierto, Sam – me interrumpió Juliana. – ¿Le contarás a Sara?

–¿Contarle qué?

–No te hagas el idiota, viejo – cortó Thomas. – Contarle de esto. De Radio Dantop Libre.

Me quedé unos segundos callado. Era la misma plática que en la mañana.

–Creo que le ayudaría saberlo, amigo – dijo Gabriel. – Después de hoy, creo que necesita saberlo.

–Creí que esto era algo de nosotros cuatro – protesté. – Además, no sé cuánto tiempo faltará para que David lo sepa, o mamá lo haga.

–Y si lo llegasen a pasar, ¿cuál podría ser el peor escenario? – preguntó Gabriel.

Todos lo volteamos a ver.

–¡Está bien! ¡Está bien! Supe que fue estúpido cuando salió de mi boca – dijo Gabriel mientras alzaba las manos al aire. – Es sólo que sería agradable tenerla aquí.

Seguimos viéndolo de manera extraña.

–¡Hablaba de su compañía! ¡Mierda! ¡Están peor que mi tía! – noté cómo Gabriel se sonrojaba cada vez más.

Todos soltamos una carcajada. Gabriel intentó hacerse el desentendido para pasar de la situación.

–Tal vez se lo cuente en estos días, tal vez no – dije finalmente. – Es sólo que, creo que mientras menos sepamos de todo esto mejor. No quiero que un día de estos los sovs vayan a casa y se lleven a Sara, a David, o a mamá.

–¿Y por qué tú te arriesgas? – preguntó Juliana.

–¿Por qué nos arriesgamos todos? Todos tenemos la misma probabilidad de ser atrapados, pero seamos honestos. En mí caería todo el peso de esos imbéciles por mi papá.

Me acomodé mejor en la silla para poderlos ver a todos. Estaba seguro que, si nos descubren haciendo esto, todos los soldados que están apostados en Dantop se desquitarían conmigo y con mi familia.

–No. No será así – Juliana tomó de mi pierna y me vio directamente a los ojos. – Si nos descubren, diré que todo fue mi culpa.

–No te dejaré hacerlo. Diré que yo los amenacé si ustedes no me ayudaban con esto.

–Creo que nadie te lo creerá. Después de todo, son tres testimonios contra el tuyo – sonrió Thomas.

–Dos. Ni loco me sacrificaré por este idiota – rió Gabriel. Luego se levantó y me dio un golpe amistoso en la espalda.

Las canciones fueron pasando lentamente, al igual que el tiempo. Muy pronto, y sin darnos cuenta, ya estábamos a unos minutos de las once de la noche. Gabriel se tuvo que ir una hora antes, dijo que dejásemos la radio aquí así no tendremos que colocarla mañana. Thomas se fue hace unos minutos; él simplemente dijo que se sentía cansado y que necesitaba descansar. Incluso se estaba quedando dormido mientras nosotros hablábamos. Los únicos que quedamos en la Ratonera éramos Juliana y yo.

–Así que te besaste con Reese – dije mientras me sentaba a la par de ella.

–No me hagas caso, fue sólo para despistarlos – sonrió Juliana mientras se acurrucaba conmigo.

–Fue tan creíble que me despistaste incluso a mí.

–Noté que te enojaste cuando lo dije.

–Es porque me enojé, pensé que fue de verdad.

–¿Qué? ¡Claro que no! ¿Te acuerdas de Reese? ¡Dios! ¡Olía a mentol!

De pronto, me dio un pequeño beso. Llevábamos un par de meses ocultándolo bajo la mirada de todos. Nadie lo sabía; ni siquiera Gabriel y Thomas. Mucho menos David y Sara. Ya podía estar escuchando sus preguntas estúpidas de hermanos menores.

–Creo que llegará el punto en el que realmente no podré contenerlo y tal vez te bese de pronto en la escuela – dijo Juliana.

–No. No puedes hacerlo. No puedes arriesgarte así.

–Siempre dices que es arriesgado, pero ya pasaron años desde que pasó. Si hubiesen querido hacerle daño a ti o a tu familia ya lo hubiesen hecho.

–Aun así no quiero arriesgarme. No te conviene saber que estás conmigo.

–¿Por qué dices eso?

–¿En serio? ¿No crees que tu mamá se verá comprometida luego de que su hija está saliendo con el hijo del capitán Andrew Trawler?

–Por favor, no empieces con eso. Mamá está en un hospital saber dónde, y tu papá está en un campo laboral en Las Vegas. Además, dudo que realmente a alguien le importe eso.

–Dile eso al Jefe de Estado.

–Sí, como si supiéramos que en realidad existe, o siquiera está aquí en Dantop.

Me levanté para comprobar si el reproductor aún seguía funcionando. Leí que ahora tocaba Africa de Toto. Todo parecía estar funcionando perfectamente. Era una noche muy tranquila, incluso el clima parecía estar de nuestro lado. Me volví a sentar a la par de Juliana, e intenté cerrar un momento los ojos.

–Sé que te preocupas de lo que pueda pasar – dijo Juliana, sacándome de mis pensamientos. – Pero si pasa, no habrá nada que puedas hacer.

–Y es por eso que tenemos que ser precavidos – la vi a los ojos. – Sé que no te gusta, a mí tampoco me gusta, pero si de esa forma evito que te lleven lejos como a mi padre, entonces podré soportarla.

Juliana inclinó levemente la cabeza, y sonrió.

–Es lindo que te preocupes así de mí – dijo Juliana finalmente.

–Lo sé. Tienes que aprovecharme – reí.

Juliana soltó una risita tímida y se me quedó viendo.

–Aunque deberías saber que no necesito que me cuiden.

–Lo sé perfectamente. Lo sé más que nadie. Es sólo que les ahorro a los idiotas la paliza que les vas a dar cuando intenten llevarte.

–Ni tirando todas las bombas que tienen podrán evitarlo.

Esta vez fui yo quien me incliné y la besé. Quedamos en silencio unos cuantos minutos, mientras escuchábamos la canción a lo lejos. Cerré los ojos durante un momento, casi podía quedarme allí dormido. En esa misma posición, con Juliana apoyada en mi hombro y con el basto número de canciones que aún le quedaban al disco.

Llegamos a la conclusión del programa de hoy – dijo Juliana a través del micrófono. – Sintonícenos mañana a la misma hora para seguir escuchando las canciones que marcaron un antes y un después a toda una generación. Sigan firmes, compatriotas. Podremos estar bajo el yugo rojo, pero nada nos hará cambiar la mentalidad que firmemente defenderíamos hasta el final. Hoy les digo: todos somos América.

Guardamos todo bajo una compuerta trampa que estaba debajo de la mesa. La antena no cabría allí, pero sin la radio y lo demás jamás descubrirán para qué diablos la estábamos usando.

–¿"Yugo rojo"? – le pregunté a Juliana.

–Se me ocurrió mientras estábamos en matemática, luego de que le dijeras a Workbert que había sido tu culpa.

–Brillante, jamás se me habría ocurrido.

Los dos salimos a media noche de la Ratonera. Había una leve neblina que daba un aterrador ambiente a todo el bosque de Dantop. El toque de queda aún no estaba establecido, así que no había tanta prisa. Sin embargo, quise acompañar a Juliana a su casa. No quedaba lejos de la casa de la amiga de Sara.

Cuando estuvimos cerca de su casa, noté que no había ni una sola luz encendida en su casa. Supongo que es buena noticia para ella.

–Esto es un hecho histórico – celebró Juliana. – Mi padre dejó de esperarme en la sala.

–¿Le sigues diciendo que vamos a casa de Thomas a estudiar?

–¡Claro! ¿Y tú?

–Mamá aún cree que nos reunimos en su casa. Espero que nunca haga le haga el comentario.

–Ese día será el Principio del fin, Sammy. Te lo aseguro.

Para despedirnos, Juliana me rodeó el cuello con sus brazos y me besó durante varios segundos. La tomé por la cintura, sin importarme una mierda de quién podía vernos en ese momento.

–Estaremos bien – dijo Juliana sonriendo de oreja a oreja.

–Estaremos bien – hice media sonrisa mientras la acompañaba a su pórtico.

La temperatura bajó lentamente. Vi cómo Sara comenzaba a castañear los dientes. Le hubiese dado mi suéter, pero lo había dejado en casa.

–¿Y qué hiciste mientras no estaba? – preguntó Sara finalmente.

–Salí con mis amigos. Estuvimos en casa de Thomas hablando, nada más. ¿Te la pasaste bien con tu amiga...?

–Christine – rió Sara. – Y sí, la pasamos muy bien.

–Imagino que tocaron los típicos temas adolescentes de siempre.

–¿Cuáles son esos temas?

–Chicos guapos en la escuela, por ejemplo. Porqué X chica te desagrada, alguno que otro chisme y todo eso.

–¡Vaya! Te crees muy experto en esto, ¿no es así?

–Podría decirse.

No había mucha prisa en llegar a casa. Mamá aún no debía haber llegado y a David le encanta estar en solo haciendo sus cosas. La verdad, nadie sabe bien qué es lo que hace.

–¿Y tú te sientes mejor? – le volví a preguntar.

–¿Por qué lo dices?

–Por lo que vimos hoy, en el pueblo.

Sara respiró lentamente. Aún debía ser difícil procesar todo eso.

–Supongo que sí. Lo veíamos todos los días, hace unos años. Supongo que sólo bajé la guardia por un momento.

Me detuve inmediatamente.

–No es malo bajar la guardia, Sara. Es agotador estar siempre con las defensas activadas.

–Sí, supongo que tienes razón.

–Y no te preocupes por el tipo. Nada podemos hacer por él.

–No me preocupaba por él, me preocupa su familia. Sus hijos. ¿Cómo se mantendrán ahora?

No sabía cómo regresar después de eso. En ese momento, recordé lo que mis amigos me habían dicho. Debía decirle a mi hermana lo que hacíamos todas las noches. Merecía saberlo. Tenía que decírselo.

–Sara, tengo... tengo que contarte algo.

–¿De qué se trata?

Me quedé helado de repente. Tenía miedo que por saberlo, los sovs pudiesen hacerle algo a mi familia. Y todos sabemos lo que le pasa a los que atrapan si muestran señales de participar en cualquier acto de patriotismo estadounidense.

–Te lo diré mañana. Es algo estúpido, no creo que siquiera te importe.

–Está bien, supongo – resopló mi hermana. – Eres algo extraño, Samuel.

–¿Y quién puede ser normal en estos días?


Y así no esperar ansiosamente al día siguiente para que aparezca. Lo admito: me ha pasado más de una vez.

'

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro