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𝟏𝟒 | Feliz

Becky estaba caminando por la acera mientras veía los pequeños pastelitos que llevaba en sus manos. Hoy en sus cursos de repostería hizo pastelitos y guardó unos para su novia, quien se la había pasado trabajando muchísimo y también ha estado organizando todo para revelar su relación. Año nuevo estaba cada vez más cerca.

Entró a la empresa y les sonrió a varias personas de ahí. Ya la conocían y la dejaban pasar porque ella "ayudaba a la jefa con la publicidad".

—¡Becca, los folletos quedaron increíbles! —Halagó una muchacha que caminaba por ahí.

—Solo puse el nombre de Sarocha... —Murmuró para sí misma.

Llegó a la oficina de su novia y entró con una pequeña sonrisa en su rostro. Vio a la pelinegra que estaba sentada mientras firmaba unos papeles.

—Freenky.... —Susurró.

Sarocha levantó su mirada y sonrió en grande al ver a su linda osita en la puerta.

—Becca, que bueno que llegas. —Dejó los papeles a un lado y se levantó para ir a abrazar a su novia. —¿Lista para hacer otro folleto? —Bromeó.

—No. Pero si estoy lista para darte muchos besitos.

—Ven, vamos a darnos muchos mimos. —Sarocha jaló a la menor al sofá que había en su oficina.

—Yo te voy a dar mimos a ti, has trabajado mucho.

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—¿Armstrong Rebecca? —Cuestionó la señora que le estaba dando clases a la inglesa.

—¡Aquí! ¡Soy yo! —Gritó mientras limpiaba sus manos en el mandil.

—Uhm... Alguien te trajo este arreglo de flores. —Apuntó hacia un gran ramo.

Becky sintió vergüenza porque sus compañeras y compañeros la veían mientras sonreían.

"Sarocha exageró esta vez..."

—Tu pareja te quiere mucho, Bec. —Comentó su profesora.

—Uh. Sí... —Vio el arreglo, era demasiado grande.

—Armstrong, ¿Tu novia tiene mucho dinero? —Cuestionó una de sus compañeras.

—Bueno, verás... Ella. —Mordió su labio mientras pensaba una excusa creíble pero no encontraba alguna. —Supongo que sí tiene mucho dinero.

—¿Tienes una sugar mommy? ¿En qué app la encontraste? —Interrogó otro.

—No es una sugar mommy... —Respondió con una sonrisa incómoda.

—Si. Lo que digas.

—Mis panecillos ya van a estar listos, iré a cuidarlos. —Dijo mientras caminaba a su área de trabajo.

—Si tiene una sugar, el mío también me manda ramos muy costosos. —Murmuró uno.

—Pero el de ella debe de tener más dinero, tan solo mira el arreglo. —Apunto hacia donde estaba el arreglo de rosas.

—Tienes razón... Que envidia.

—Su sugar no será... Sarocha Chankimha. Esa mujer tiene mucho dinero. —Murmuró otro.

—Dios... Hay que decirle que pase tips.

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—Saro. Otra vez pensaron que tengo una sugar mommy. —Hizo un berrinche y Sarocha rio por lo tierna que se veía la castaña.

—¿Te gustó el ramo? —Cuestionó mientras dejaba pequeños besos en las mejillas de la menor.

—Es lindo...

—¿Te molesta que crean que te tengas una sugar mommy? —Cuestionó.

—No me molesta, pero si me incómoda que crean que me meto con viejitos. —Respondió tomando asiento en la suave cama.

—Espera un poco más, ¿Sí? —Sarocha abrazó a su novia.

—Mejor dame mimos, necesito mimos. —Se acurrucó en el pecho de la mayor. —¡No! ¡No me hagas mimos!

—¿Por qué? ¿No te gusta ser mimada por mí? —Interrogó con un poco de tristeza.

—Me platicaste en el carro que estuviste desde la mañana llenando formularios y papeles. Tu espalda debe doler. —Habló mientras obligaba a Sarocha a quitarse el sacó. —Te haré un masaje.

—Mi osita es muy linda conmigo. —Soltó una risita. —¿Me quito la blusa?

—No es necesario, pero si te la quieres quitar, hazlo.

Sarocha sonrió levemente y después empezó a desabrochar su blusa, para luego desabrochar su brassier y dejar ambas prendas a un lado de la cama, dejando así su parte superior desnuda. Soltó un pequeño jadeo cuando Becky empezó a masajear su espalda.

—Eres buena... ¿Dónde aprendiste hacer masajes? —Habló Sarocha mientras disfrutaba el masaje.

—Con la masa... Más con la masa para hacer pizza. —Respondió con una sonrisa.

—Un día enséñame a hacer postres, osita.

—Cuando quieras, podemos hacer pizza o donas. —Dijo recargando su cabeza en la espalda de la pelinegra. —Te has puesto muy musculosa, Saro.

—Tú te has puesto más hermosa. —Se volteó para ver el rostro de la castaña. —Muy linda.

—Mira mi pancita. —Levantó su suéter dejando a simple vista su abdomen.

—Qué bonita pancita. —Dijo dejando un pequeño beso en esta.

—Saro, he visto que la mayoría de reposteros suben de peso debido a que tiene que estar probando todo lo que hacen. ¿Si subo de peso me vas a seguir queriendo? —Habló nerviosa. —¡Trataré de no subir tanto!

—Hey. Osita, no importa si subes de peso, yo te voy a seguir queriendo mucho. —Acarició las mejillas de la menor. —Además, me gustas por como eres y tus lindos sentimientos...

—¿No te gusta mi físico? —Hizo un tierno mohín.

—Por supuesto, me gusta todo de ti. Me gustas gordita y delgada.

—Soy muy feliz contigo, Freenky. —Besó los labios de la mayor.

—Yo también son muy feliz contigo, mi pequeña osita hermosa. —Se acomodó mejor en la cama y se agachó para sacar algo de su cama. —Mira. Compré la cobija de gatitos que te gustó en el centro comercial. —Sacó la bolsa que tenía la cobija.

—Es muy bonita. Hay que cobijarnos con ella, ándale. —Pidió dando pequeños brincos en la cama.

Sarocha sacó la cobija de la bolsa y la desdobló, después tapó a la menor. Becky sonrió tiernamente y después abrazó a la pelinegra para cobijarla.

—¿Ya te he dicho que me gustan tus músculos? —Preguntó risueña.

—Siempre me lo dices, cariño. —Respondió.

Sarocha soltó un quejido cuándo sintió como Becky mordía su brazo.

—Eres una osita salvaje.

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