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𝟏𝟐 | Incómoda

La castaña pensaba una excusa creíble para decirle a su madre que Sarocha no volvería, no le quería decir que terminó con ella porque estaba segura de que su padre le iba a prohibir más cosas y su madre ya no le daría tantos permisos.

Bajó las escaleras y se acercó a su madre, la cuál estaba lavando los pocos trates que estaban sucios.

—Mamá.

—Bec. ¿Qué pasa? ¿Sarocha ya te respondió? ¿Ya no te duele tu mejilla? —Interrogó.

—Uhm... Mi mejilla ya no duele, el dolor disminuyó y Sarocha... Ella no podrá venir porque tiene una junta muy importante. —Respondió mientras jugaba con sus dedos.

—Oh. Supongo que otro día será... Aun así, haré som tam. —Le sonrió a su hija.

—Está bien, iré a mi habitación a descansar un poco. —Subió a su cuarto y se encerró.

Tomó su teléfono y marco el número de Gemini.

—Gemini...

—¿Qué pasa, Bec?

—¿Ya le entregaste la caja?

—Sí. De hecho, su amiga me dijo que tú y ella tenían que hablar.

—No quiero, bueno sí... Pero a la vez no.

—Bueno, cuando te decidas la buscas. Además, ya le di su merecido.

—¿Que le hiciste?

—Puede que le haya dicho unos cuantos insultos y malas palabras.

—¡Gemini!

El chico termino la llamada porque sabía que su amiga se iba a quejar.

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La madre de Becky sujetaba en sus manos el canasto con algunos víveres. Iba paseando por los pasillos hasta que recordó que su caprichosa hija le había pedido golosinas.

Caminó hasta el pasillo de dulces y vio a Sarocha, sin dudarlo se acercó a saludarla.

—Saro. ¿Cómo has estado?

—Señora Armstrong, he estado bien... —Respondió.

—Es una pena que hoy no puedas venir a cenar con nosotros, ¿Ahorita vas a regresar a tu empresa para esa junta?

Sarocha miró con confusión a la señora, pero supuso que la castaña aún no le decía nada sobre su ruptura. Una idea cruzó por su mente y sonrió cálidamente.

—De hecho, la junta se canceló así que si puedo ir a la cena. —Habló.

—¡Eso es maravilloso! Becca se pondrá feliz, deja solo terminó de hacer unas compras y nos vamos a la casa.

—Permítame ayudarla. —Le quitó el canasto a la señora y ambas estuvieron paseando por los pasillos mientras conversaban.

Después de caminar durante unos cuarenta minutos al fin habían llegado a la vivienda donde estaba la casa, la señora abrió la puerta y dejó pasar a Sarocha. La pelinegra dejó las bolsas en la mesa del comedor y escuchó los pasos de alguien corriendo, sabía perfectamente quien era.

—¿Si habían gomitas? —Cuestionó Becky con una sonrisa acercándose al comedor, pero está desapareció cuando vio a la pelinegra en su casa.

—Sí. Saro te compro este paquete grande, yo pensaba traer un pequeño, pero ella dijo que a ti te encantaban mucho las gomitas y te compro este. —Le dio el paquete. —Dile gracias.

Becky agarró el paquete con su mirada baja y después se acercó a la pelinegra. Le dio un abrazo para que su madre no sospechará de nada y después se alejó.

—Gracias...Saro. —Se retiró del comedor.

Sarocha se sintió realmente mal al ver un pequeño moretón en la mejilla de la castaña junto con costras de rasguños.

—¿Por qué no subes con ella? Todavía me falta hacer un poco de té.

—Entonces, subiré.

Sarocha subió las escaleras y dio unos suaves golpecitos en la puerta de madera antes de girar la perilla y adentrarse a la habitación. Vio como Becky estaba sentada frente a su escritorio, esta la vio unos instantes y después siguió coloreando.

La castaña quitaba su estrés dibujando libros de colorear con crayones. Además, no solo la hacía sentir más relajada, sino que también olvidaba por un momento sus preocupaciones.

—Becky...

—Cállate. Si te abrace fue para que mi mamá no sospechara nada ella aún no sabe de nuestra ruptura, pero le diré muy pronto.

—Hablemos. Necesitamos hablar. —Se acercó a la castaña.

Becky ignoró a la pelinegra y siguió coloreando. Sarocha soltó un suspiro antes de acercarse a la menor.

—Osita, sé que estuvo mal que no te defendiera de Nita, me dejé llevar por lo que vi. Me arrepiento mucho de lo que hice... También por pedirte que le pidieras una disculpa a ella cuando no tenías qué.

—Me hiciste sentir mal, se suponía que me ibas a proteger de todos, pero... —Soltó un suspiro. —No tiene sentido que hablemos de esto.

Becky salió de su habitación dejando sola a Sarocha.

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—Becca se va a meter a unos cursos de repostería en vez de entrar a la universidad. —Comentó la madre de Becky.

—Si, me llegó a comentar y le dije que yo la iba apoyar en todo. —Dijo Sarocha mientras bebía un poco de té.

—¿Cuándo vas a revelar tu relación con mi hija o solo es una aventura? —Cuestionó el señor Armstrong.

—Papá. No hablemos de eso, por favor. —Pidió mientras jugaba con la comida de su plato. Se sentía muy incómoda, estar ahí a lado de Sarocha fingiendo ser todavía una pareja.

—Yo estaba pensando en revelar nuestra relación en año nuevo, ya que Becca tendría en ese entonces ya los dieciocho.

—Oh. Sería como su regalo de año nuevo.

El padre de Becky volteó hacia la ventana cuando escucho gotas de agua chocar con el cristal.

—Está lloviendo... ¿Traes carro? —Cuestionó.

—Uhm, no... No traje mi carro. —Respondió avergonzada.

La madre de Becky se levantó del comedor y camino hacia el ventanal, recorrió un poco la cortina y se miró que tan fuerte estaba la lluvia.

—Te puedes quedar aquí, Sarocha. —Dijo la madre de Becky mirando a la pelinegra.

—Estoy seguro que a Becky le encanta esa idea. —Rio el señor Armstrong.

La castaña por su parte sonrió mientras comía los alimentos del plato.

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—No me toques ni me hables, ese es tu lado y este el mío. —Habló poniendo unas almohadas en la mitad de la cama. —Necesito más espacio yo, tu espacio va a ser un poco más pequeño.

Becky recorrió las almohadas un poco más, para que ella se quedara con más espacio.

—Podemos dormir abrazadas... A ti te gusta abrazar.

Propuso Sarocha quitándose el saco de su traje, quedando con ese chaleco de sastre que sabía que a Becky le encantaba. La castaña buscaba en su armario ropa suficientemente grande para prestarle a Sarocha, una vez encontró un pantalón de pijama bastante grande con una básica blanca se volteó hacia la pelinegra.

Se odiaba en ese momento, no, odiaba a Sarocha por lucir tan bien con eso puesto.

—No tengo ropa grande. —Aventó la ropa elegida a su closet de una manera disimulada.

—¿Podemos hablar? —Se acercó a la castaña y acarició con delicadeza la mejilla de la menor con mucha delicadeza. —¿Te duele?

—Un poco. —Recargó su mejilla en la mano de la pelinegra. Estaba segura de que si fuera un gato ahora mismo estaría ronroneando.

—Hablemos, por favor... —Pidió dejando un pequeño beso en la frente de la castaña.

—Uhm... Está bien, pero tendrás que dormir con ese puesto. —Señaló el traje de la pelinegra.

—Ese día me dejé llevar por lo que vi, nunca pensé que fueras agresiva... Si tan solo te hubiera preguntado lo que pasó desde un inicio tú y yo seguiríamos siendo novias...

—Tu tonta exnovia estaba en un conjunto de seda, mi cara estaba rasguñada y todavía querías que le pidiera perdón. Tonta. —Hizo un mohín. —Me sentí muy mal.

—Soy una tonta, perdóname. Le dije a Nita que ya no se apareciera por mi departamento y que no se te acercara.

—¿Qué pidió a cambió? ¿Qué le diste? —Cuestionó con su ceño fruncido.

—¿Cómo sabes que pidió algo?

—Es obvio, ella es una persona interesada. Charlotte me habló un poco de ella y con lo que me contaste es obvio. —Respondió.

—Ella pidió una noche conmigo.

Becky al escuchar eso agarró una almohada y empezó a pegarle.

—Eres la mayor tonta. Tonta, tonta.

—¡Becca! ¡No te fui infiel! —Habló tapando su rostro.

—Ajá. Si. —Dejó de golpearla.

—Obviamente me negué, así que el tuve que buscar un puesto de modelo en una empresa famosa. Ella prometió que se alejaría de nosotras. —Se acercó a Becky y se arrodilló frente a ella.

La castaña no sabía que decir, no se sentía incómoda como en la cena, pero no sabía que decir.

—Te toca a ti decirlo. —Dijo Sarocha recargando su rostro en los muslos de la castaña.

—Según tú ¿Que me toca decir? —Acarició el cabello de la mayor.

—Que sea tu novia. Te toca a ti. —Dijo mirando con ternura a la castaña.

—No lo diré... Dilo tú.

—Osita, ¿Me permites ser tu novia? —Cuestionó con una sonrisa.

—No lo sé... Lo pensaré. —Besó la frente de la pelinegra.

Becky se acostó en la cama y se cubrió con las cobijas mientras se hacía bolita.

—¿Dormiré con esto puesto? —Señaló su traje. —¿Enserio no tienes ropa? —vio como Becky la ignoraba. —Bien, dormiré desnuda.

—¡No! ¡si tengo ropa! —Se levantó para buscar en su closet la ropa.

—Eso pensé. —Soltó una risita.

Becky le dio la ropa y se volvió a tapar, pero esta vez con su mirada clavada en el cuerpo de la pelinegra.

—Si tú respuesta es afirmativa puedes tocar.

—¿Quién dice que te quiero tocar? —Rio.

—Bien. Entonces solo tendrás que mirar.

Sarocha empezó a quitarse su ropa superior lentamente para que la castaña sufriera y luego siguió con la inferior.

—Estos pantalones no me quedan. —Dijo haciendo un puchero. —Creo que tendré que dormir con ropa interior. —Habló.

Becky estaba muy concentrada admirando la espalda ejercitada y aquel tatuaje, además de sus piernas. Quería tocar, morder y besar.

—¡Está bien! ¡Acepto! —Se acercó a la mayor y la abrazó. —Ahora déjame tocar.

Cuando ambas estuvieron debajo de las cobijas y abrazadas, una interesante conversación surgió entre ellas.

—Becca... ¿Podemos hacerlo? —Cuestionó Sarocha.

—Mis papás pueden escuchar y si ellos nos atrapan será incómodo y muy vergonzoso verlos a los ojos. —Respondió besando el pecho de su novia.

—¿Quieres hacerlo en mi oficina? —Preguntó Sarocha.

—¿Acaso quieres que nos escuchen? ¿Es algún fetiche tuyo? —Interrogó.

—No, pero siempre quise hacerlo con la persona que amo en mi oficina.

—Si mañana me compras chocolates posiblemente acepte hacerlo. —Cobijo más a su novia. —Hace mucho frío y la lluvia no para, así que abrázame.

—Lo que quiera mi osita. —Abrazó a su novia y depositó un pequeño beso en los labios de la menor.

—Si vuelves a defender a tu exnovia te olvidas de mí ¿Entendiste? —Pellizcó a la pelinegra.

Sarocha soltó quejidos de dolor.

—Ella no volverá a molestar, además, desde hoy siempre te voy a defender de todos y también te voy a presentar con mi padre como mi pareja oficial.

—Lo de presentarme a tu padre puede esperar... —Abrazo a Sarocha. —Tengo miedo.

—Mi padre te va a amar, eres un lindo angelito ¿Como no amarte?

—¿Me amas mucho? —Sonrió tiernamente.

—Muchísimo, ¿Y tú?

—También te amo muchísimo. 

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