𝟎𝟔 | Supervisando
Sarocha estaba sentada en aquella mesa donde estaban los padres de Becky, mientras ella se cambiaba de ropa.
—¿Te gustan las galletas? —Preguntó la señora mientras le daba una taza de té.
—Oh, sí. Me gustan mucho. —Respondió.
—Hoy vamos a poner un pequeño huerto en el patio ¿Quieres ayudar? —Cuestionó está vez el padre de Becky mientras tomaba un poco de té.
—Sí. Yo encantada de ayudar, señor.
—¡Ya estoy lista para las galletas! —Gritó la castaña desde las escaleras.
—Becca, tu novia nos va a ayudar con el huerto. —Comentó su madre.
—Oh... ¿Eso es cierto, Freenky? —La castaña tomó asiento a un lado de la pelinegra.
—Sí, osi... —Vio como el señor Armstrong la miraba seriamente. —Si, Becca. Además, creo que es una buena oportunidad para conocer más a tus padres.
—Yo también quiero ayudar, papá. Déjame ayudar, prometo no hacer desastre. —Hizo un mohín mientras miraba a su padre.
—Está bien, si veo que haces un desorden ya no te dejaré ayudar.
—Si, si, si...
—Aquí están las galletas, Becca acá están las tuyas. —Apuntó hacia la charola donde estaban las galletas con chispas de chocolate.
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—Freenky... —Becky tocó la puerta de su habitación antes de entrar. —Papá dijo que te pongas esto para que no se ensucie tu ropa. —Habló dejando la muda de ropa en la cama.
—Siento que tú papá me odia... Necesito un beso de mi osita. —Abrazo a la castaña.
—Solo pequeños besitos, ¿Entendido?
Sarocha asintió mientras besaba todo el rostro de Becky, la castaña reía un poco debido a que le daban un tipo cosquilleo.
—Eres muy bonita, Becca. Te amo mucho, mucho. —Abrazó a la menor.
—Yo te amo mucho más. —Acarició los brazos de la mayor. —Wow... Oye, antes no estaban así. ¿Has hecho ejercicio?
La pelinegra soltó una pequeña sonrisa. Estuvo durante meses tratando de guardar su pequeño secreto. Se ha estado ejercitando mucho para proteger a su osita, sabe que en algún momento hará su relación pública y muchos reporteros junto con fotógrafos van a molestarlas así que se ejercitó para protegerla.
—¿Quieres ver mi cuerpo? Ha cambiado mucho desde la última vez que lo viste. —Empezó a desabrochar su blusa para posteriormente quitársela, dejando ver su cuerpo bien trabajado junto a un brassier de color negro.
—Wow, Saro... Si ha cambiado mucho, antes no tenías esto. —Tocó el abdomen de su novia. —Quiero morder tus brazos...
—¿Morder? —Cuestionó mientras Becky seguía tocando su cuerpo.
—Sí. Prometo que será una pequeña mordida, por favor. —Becky la abrazó mientras lo miraba con "ojos de cachorrito".
¿Quién era ella para negarle algo a su novia?
Solo que le daba miedo, sabía perfectamente que su osita no sería capaz de lastimarla, pero aun así le era inevitable no sentir miedo.
—Está bien, solo que la mordida sea con amor... Me refiero a que no seas agresiva a la hora de morder.
Becky asintió feliz mientras se acercaba a los músculos del brazo de la mayor, primero restregó su mejilla, después dejó varios besitos en la zona y finalmente la mordió. Se separó de ella y dejó un casto beso en la zona.
Sarocha fijó su mirada en la pequeña mordida, solo se veía la marca de la dentadura de su osita. Hizo tanto drama para nada, ni siquiera le dolió.
—Vístete, te estaré esperando abajo. —Beso una última vez los labios de la pelinegra antes de retirarse de la habitación.
Cuando Sarocha se quedó sola en aquella habitación empezó a cambiarse para bajar y ayudar. Ya lista, bajó hacia el patio trasero de la casa donde estaba el padre de Becky haciendo un hoyo mientras su novia estaba sentada en el pasto a un lado de varias plantas.
—¿En qué puedo ayudar? —Cuestionó la pelinegra acercándose al mayor de los tres.
—Toma, haz un hoyo ni tan chico ni tan grande. Te voy a estar supervisando.
La pelinegra pasó saliva mientras asentía, el padre de su osita era alguien intimidante. Se puso a hacer lo que el señor le dijo.
—Quiero ayudar a Freenky. —Habló la castaña.
—Cuando termine el hoyo tú vas a poner las plantas, Becky.
La castaña hizo un puchero y se fue a sentar cerca de su novia para que esta no se llegara a sentir sola.
—Te ves muy guapa... —Halagó en un susurro.
—Tú eres hermosa. —De igual manera susurró mientras sonreía.
—¡Oye! ¿Por qué estás aquí parada? Ayúdale a Sarocha. —Ordenó la madre de la castaña mientras dejaba en la pequeña mesa una charola con algunos bocadillos y una jarra da agua.
—¡Estoy supervisando!
—Supervisando, sí, claro. —Le dio un pequeño golpe a su hija. —Ve y ayúdale para terminar rápido.
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Sarocha estaba tomando un baño, ya habían pasado unas horas desde que terminaron de hacer el pequeño huerto, aún no estaba bien terminado ya que quedaron algunas plantas de sembrar pero los padres de Becky dijeron que ya mañana comprarían algo para poner esas plantas.
Terminó de bañarse y salió del baño envuelta en una bata, se dirigió a la habitación de Becky ya que ahí estaba su traje.
—Osita... —Murmuró cuando la vio dormida en la cama. —Debo tomar una foto.
Buscó su teléfono para tomarle unas cuantas fotos desde diferentes ángulos.
—Que linda mi osita. —Dijo viendo las fotos.
Dejó el teléfono en el pequeño escritorio y empezó a cambiarse antes de que su novia se despertara o de qué alguien entrara a la habitación. Una vez ya lista fue acostarse a un lado de la menor, quitó de la frente de Becky algunos mechones. Después acarició las suaves y algo regordetas mejillas de su osita.
Se levantó de la cama y se acercó al escritorio, escribió y dejó una pequeña nota ahí. No quería irse, pero, lamentablemente, ya era tiempo de irse y tampoco quería despertar a su osita, se veía muy tranquila dormida.
Salió de aquella habitación no sin antes depositar un suave beso en la frente de la castaña.
Bajó hasta la sala, donde estaban los padres de Becky.
—Buenas noches, ya me tengo que retirar. Muchas gracias por todo. —Hizo una pequeña reverencia.
—No es nada... ¿Y Becky? —Cuestionó la señora.
—Está durmiendo y no la quería despertar.
—Hasta luego, Sarocha. Gracias por ayudarnos con el huerto.
—No es nada, hasta luego. —Sarocha se acercó a la puerta para salir.
—¡Te voy a seguir supervisando! —Gritó el señor Armstrong.
Sarocha soltó una risita antes de salir. Sin duda fue un día maravilloso, estuvo casi todo el día con su osita y aparte convivió con los padres de Becky, más bien, sus suegros.
—Suegros... Que bien se escucha esa palabra. —Habló sola mientras subía a su carro. —Pero sin duda se escucha mejor, Rebecca Chankimha.
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