𝟎𝟐 | ¿Sarocha es tu novia?
Becky estaba sentada en su pupitre esperando que su amigo llegara, se estaba mordiendo las uñas. No sabía cómo darle la noticia, solo esperaba que se lo tomara bien.
Vio cómo Gemini ingresaba al aula mientras daba los buenos días, su amigo se sorprendió de ver a Becky ya en el salón. ¿Becky, llegando temprano? Eso sí era raro, normalmente siempre llegaba tarde y a veces no alcanzaba la primera clase, por lo que se tenía que esperar hasta la segunda para ingresar.
—Becky, qué milagro que llegas temprano. —Soltó una risita, quitándose su mochila para dejarla encima de su pupitre.
—Oh, sí. —Rió nerviosa —¿Podemos hablar en un lugar privado?
—Claro, vamos.
Una vez que estuvieron cerca de las canchas, Becky sujetó a su amigo.
—Gemini, tengo que decirte algo muy importante. Espero que nuestra amistad no se arruine por esto. —Habló con nerviosismo.
—¿Estás enamorada de mí o algo así? —Bromeó.
—¡Gemini! Esto es serio. —Hizo un mohín.
—Está bien, adelante. Dime.
—¿Conoces a la empresaria famosa de la marca esa de automóviles? Ese que gana millones y su padre es dueño de varios hospitales privados... Es pelinegra y con bonito cuerpo.
—¡Sarocha Chankimha! ¡Claro que la conozco! Más bien, ¿Quién no la conoce? —Habló Gemini.
—Bueno, ella. —Soltó un suspiro —Pues verás, Esminoviadesdehaceunaño y medio.
—No te entendí nada, dilo más lento.
—Sarocha es mi novia desde hace un año y medio...—Confesó con la cabeza agachada.
—¡¿Sarocha es tu novia?! ¡Dios, no lo puedo creer! ¡Eso explica las cosas caras! —Gritó emocionado.
—Gemini, baja la voz. Por favor. —Pidió mientras agarraba a su amigo, el cual daba pequeños brincos.
—Eso significa que... ¿Tienes una sugar mommy? —Cuestionó. —No está vieja, pero aun así te compra cosas muy caras. ¡Dios, ya no eres virgen!
—¡Soy más virgen que tú! —Se defendió.
—Ya no juego. —Hizo un mohín.
—Perdón. —Agarró la mano de su amigo. —Por favor, no le digas a nadie de esto, te lo cuento porque confío plenamente en ti.
—Te tengo envidia, Bec.
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—Ya cállate, Charlotte. Si vas a seguir hablando así de mi osita, digo de Becky. Lárgate. —Agarró una carpeta donde estaban plasmadas las ventas de este mes del nuevo vehículo que se lanzó.
—No quiero verte llorar otra vez, ni mucho andar borracha en los bares por alguien que solo está interesada en tu dinero. —Habló enojada.
—Char. Becky no es así, ella no es como... Ella ¿Entiendes?
—Eso mismo decías de ella y mira, ahora está disfrutando de una casa en la playa con el montón de cosas que le regalaste. —Dijo golpeando la mesa.
—¡Becky no es así! —Gritó enojada. No iba a permitir que su amiga siguiera diciendo pestes de su novia.
—¡Claro que lo es! ¿Por qué crees que acepta todos esos lujosos regalos? Mínimo acuéstate con ella. —No terminó la oración porque Sarocha la golpeó, haciéndolo caer al piso.
—¡Cállate! ¡Becky no es como ella! ¡Becky me ama! ¡Ahora lárgate de aquí!
Charlotte se levantó del piso sobando su mejilla, salió de aquella oficina pues sabía que si seguía ahí posiblemente habría una pelea donde ambas terminarían muy mal.
Sarocha se sentó en su silla y jaló su cabello, mientras se repetía así misma que la amaba. Abrió un cajón de su escritorio y sacó de él un portaretratos donde había una foto de Becky.
—Yo sé que tú me amas... —Murmuró acariciando la fotografía a través del vidrio.
Escuchó el teléfono sonar, lo agarró para responder.
—¿Qué pasa?
—Señorita Chankimha, la vino a buscar una estudiante. Rebecca Armstrong es su nombre.
—Oh, déjala pasar... Ella me ayudará a hacer unos folletos.
—Está bien, señorita.
Sarocha arregló su traje para recibir a Rebecca, hoy le tenía una muy buena noticia a su novia. Pasaron unos minutos para que la puerta fuera abierta y pudiera ver a la tierna castaña sonreír en grande.
—Osita.
—¡Freen! —Corrió a abrazar a su novia.
—¿Cómo te fue? —Cuestionó, dejando un suave beso en los labios de su novia.
—Muy bien. —Se separó de la pelinegra para sacar de su mochila una bolsa de galletas. —¡Tarán! Las hice en forma de conejito porque tú eres mi lindo conejito, espero te gusten. —Le dio las galletas.
—Muchas gracias, osita. Estoy segura de que me encantarán. —Dejó las galletas en su escritorio —¡Por cierto! Te tengo un regalo.
—¿Otro? ¿Por qué me das regalos todos los días? No entiendo. —Habló con un mohín.
—Oh, perdón... Pensé que te gustaban. —Bajó su mirada mientras tomaba asiento en su silla.
—Freenky, me gusta todo lo que venga de ti, pero no entiendo por qué me das regalos todos los días y no cualquier regalo, sino cosas muy caras. —Habló, sentándose en el regazo de la mayor. —Mi amigo pensó que eras mi sugar mommy.
—Solo no quiero que pienses que no te amo, no quiero que te vayas. —Abrazó la cintura de si novia mientras soltaba sollozos.
—¿Qué? ¿Por qué pensaría eso? No me iré si no me das un regalo. —Tomó las mejillas de su novia para que la viera. —¿Qué te hicieron para que pienses así?
—Ella... Se enojaba conmigo porque no le daba regalos costosos todos los días, la amaba tanto, pero ella no me creía si no le daba un bolso de diseñador o una joya. —Se aferró a su osita. —Y se fue porque no le di suficientes regalos. No quiero perderte, no quiero que te vayas... Prometo que te daré muchos regalos, lo que tú quieras te lo daré.
—Saro. —Abrazó a su novia y dejó suaves caricias en su espalda para que se calmara. —Te amo y no me importa que no me regales cosas, yo soy feliz estando a tu lado y prometo que no me iré. Solo te pido que me ames.
—Becca... Te amo tanto y entenderé si un día ya no me amas. —Habló con su voz entrecortada.
—Te amo mucho y la verdad no creo que llegue un día en el que deje de amarte. —Beso la frente de la pelinegra.
—Entonces, supongo que no vas a aceptar mi regalo. —Puso su barbilla en el hombro de la menor.
—¿Qué es? —Cuestionó.
—Un auto, el nuevo que sacó mi empresa.
—Obviamente no voy a aceptar eso, desde hoy no te voy aceptar regalos costosos. Solo te voy a aceptar comida. —Comentó.
—¿Comida? Entonces, ¿Que hago con el auto? Ya está a tu nombre.
—Saro... No puedo aceptar eso. —Hizo un mohín. —Pero si te puedo aceptar unos besitos.
—Me encanta eso. —Sonrió tiernamente y unió sus labios con los de Becky.
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Becky y Freen estaban sentadas en el pasto detrás de un árbol. Cuando salían, tenían que esconderse para que no se armara un escándalo y para proteger a Becky.
—Dame tu mano. —Ordenó la castaña mientras sacaba de la bolsa de su suéter una pulsera que hizo ella misma. Amarró la pulsera en la muñeca de su novia. —Te la doy con mucho cariño y amor.
—¿La hiciste tú? —Cuestionó.
—Sí, Con mucho cariño y amor. —Sonrió.
—Me gusta, aunque sería más lindo que tú también tuvieras una. —Comentó.
Becky le mostró su muñeca donde tenía su pulsera.
—Hice para ambas, la tuya tiene una osita y la mía un conejito. —Habló. —Es como si estuviera yo contigo y tú conmigo.
—Ya veo... Nunca me la quitaré.
Becky recargó su cabeza en el hombro de Freen mientras entrelazaban sus manos.
—Ya quiero que seas mayor de edad para ya no escondernos más. —Dijo.
—En diciembre cumpliré dieciocho, Freenky.
—Te amo mucho...
—Yo también te amo.
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