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Capitulo 3.En la biblioteca

Las siguientes horas de clase pasaron con rapidez, por lo que antes de darse cuenta el timbre que anunciaba el final de las clases por ese día sonó haciendo que todos los alumnos comenzasen a levantarse y a recoger sus cosas sin esperar si quiera a que el profesor terminase de hablar. Jose guardó los folios en el cartapacio y lo metió dentro de la mochila como pudo, luego puso ésta sobre su espalda preparado para irse. Miró hacia Nora y vio que aún estaba recogiendo sus cosas, se revolvió el pelo y caminó hacia ella, se colocó a su lado pero a una distancia prudencial y tosió con fuerza para llamar su atención. Nora se giró hacia él y colocó las manos en la cadera.

—¿Cómo vamos a hacer el trabajo de historia? — preguntó con voz firme, ella cogió sus libros.

—Esta tarde, a las cinco en la biblioteca — contestó Nora con frialdad comenzando a caminar hacia la puerta.

—¿Y si no puedo? — preguntó él desafiante, ¿de qué iba esa chica? ¿Quién se creía que era para darle órdenes y esperar que él las cumpliese sin rechistar?

—Lo haré sin ti y se lo diré a la profesora —dijo ella tranquilamente antes de salir del aula, tras ella salió Sonia corriendo y gritando que no se fuese sin ella.

Jose le pegó una patada a la mesa de Nora y salió de allí sin esperar a sus amigos. Estaba harto de esa chica y harto de ese instituto. Comenzó a caminar cada vez más rápido, se dirigió a la parada de autobús pero una vez  que llegó allí decidió que era mejor seguir andando hasta su casa. Pateó una lata y siguió caminando hacia su casa con las manos metidas en los bolsillos, echaba de menos su antiguo instituto, allí era popular y cada semana recibía una carta de alguna chica declarándose. Pero en Góngora era alguien insignificante que podía recibir una paliza de muerte solo por mirar a la persona equivocada, y no estaba siendo exagerado ya que uno de los chicos que fue transferido de su instituto miró de reojo a una chica que resultó ser el interés amoroso de otro chico, por lo que éste y sus amigos le dieron una paliza y le metieron la cabeza dentro de una de las canastas del patio, los profesores tardaron un buen rato en bajarlo.

Suspiró, ojala sus padres le hubieran dejado cambiarse a otro instituto. Pero ellos sólo le recriminaron que no debía quejarse ya que iba a ir al mismo instituto que sus dos mejores amigos, pensó en Evan y Cris. Ninguno de ellos había tenido problemas en adaptarse a Góngora, pero claro Cris era cinturón negro de karate y podía hacerle frente a los delincuentes que tenían por compañeros y Evan; bueno Evan era demasiado amistoso y extrovertido para llegar a tener problemas serios con alguien, todos lo adoraban. Pero que pasaba con él, nunca llegaría a ser tan extrovertido como Evan, y pese a que sabía defenderse tenía bastante claro que no podía hacer nada contra la gente de Góngora. En el fondo sabía que nunca llegaría a adaptarse, su lugar no estaba ahí.

Sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta, soltó la mochila en el recibidor y fue a la cocina, abrió la nevera y sacó una coca-cola, luego se puso a mirar a su alrededor buscando la comida.

—¡Papá! ¿Dónde está la comida? —gritó mientras miraba dentro del microondas donde no encontró nada. — ¡Papá!

—¡Voy, voy! ―gritó su padre apareciendo minutos después en la cocina. – Hoy has tardado más de lo habitual.

—Es que vine andando ―explicó Jose viendo como su padre se colocaba el delantal rosa y sacaba una sartén de uno de los armarios. Jose se sentó en la mesa y se puso a beber de su lata mientras veía como su padre se ponía a pelar patatas con ese ridículo delantal.― Un hombre de tu edad no debería ponerse esas cosas, me das vergüenza ajena.

Su padre se miró el delantal y luego miró a Jose con una gran sonrisa.

—Pues tu madre dice que me sienta bien.

—Mamá está loca. ―contestó Jose recostándose sobre la silla viendo como su padre vertía las patatas en la sartén y luego iba hacia la nevera de donde saco un filete.  ―Todas las mujeres están locas.

—Pero eso es parte de su encanto  ―su padre le guiñó un ojo

Jose tomó un trago largo de su coca-cola, quedándose en silencio los dos hasta que su padre le colocó el plato de comida sobre la mesa y se marcho no sin antes desearle buen provecho. Una vez que terminó de comer se levantó y depositó su plato en el fregadero, luego fue al salón y se sentó en el sofá al lado de su padre que se había puesto a coser uno de sus trajes, miró de reojo a su padre; definitivamente necesitaba regresar a trabajar cuanto antes.

—¿Qué vas a hacer esta tarde? ―preguntó su padre con un alfiler entre los dientes.

—Tengo que ir a la biblioteca a las cinco a hacer un trabajo de historia ―explicó colocando los brazos detrás de la nuca y bostezando, su padre miró el reloj que tenía en la muñeca.

—Deberías espabilar, la biblioteca está a una hora y ya son las cuatro y cuarto.

Jose miró hacia su padre.

— ¿No vas a llevarme?

— Mi coche está en el taller, ¿recuerdas?

—¡Oh mierda! Me matará.

Jose se puso en pie de un salto y corrió hacia la entrada, agarró su maleta y salió pitando de allí. Cuando llegó a la parada del autobús vio que la línea que el necesitaba aún tardaría otros veinte minutos en llegar, así que por una vez tendría que coger el metro. Se colocó la mochila y salió corriendo, el metro pasaba a unas dos manzanas de allí, tendría que hacer transbordo dos veces pero aún así llegaría antes que si esperaba por el autobús. A lo lejos vio la entrada al metro y bajó los escalones tan rápido como pudo sin resbalarse, por suerte llegó a tiempo de coger la línea que necesitaba. Sacó el móvil y miró la hora.

—Las cinco, genial ―masculló metiéndose el móvil en el bolsillo.

A los pocos minutos se bajó de ese vagón y salió corriendo para coger el siguiente tren. Chocó contra varias personas mientras corría, pero finalmente llegó al andén justo para ver como el tren llegaba. Entró dando empujones y se sentó, ahora solo le quedaban cinco paradas más y estaría en la biblioteca.

Bajó del vagón y aceleró el paso, cuando salió a la superficie se dio cuenta de que estaba a unos cinco minutos de la biblioteca así que apuró el paso. Sacó el móvil y vio dos llamadas perdidas de Cris; sin ver la hora volvió a meter el móvil dentro de su bolsillo. Ya casi estaba allí, ya podía ver el enorme edificio que era la biblioteca.

—¡Llegas tarde! ―le gritó Cris mientras lo saludaba, a su lado se encontraban Sonia y Nora lanzándole miradas asesinas.

—Lo siento, perdí el autobús y tuve que coger el metro ―se disculpó Jose tratando de normalizar su respiración, ya que tanto correr lo había dejado agotado.

Nora y Sonia empezaron a subir las escaleras de la entrada a la biblioteca, mientras Cris le daba palmaditas en la espalda.

—¿Qué haces tú aquí? ―preguntó Jose agradecido de la presencia de su amigo, ya que no sabía que podía pasar estando a solas con Nora.

—Había quedado con Sonia para buscar información, además pensé que no te vendría mal que estuviese por aquí. ―Jose asintió agradecido y ambos caminaron hacia la biblioteca.

El edificio donde estaba la biblioteca pública era un enorme edificio antiguo, su arquitectura tenía un gran parecido con el Partenón de Atenas debido a las muchas columnas que tenía a la entrada. Dentro había una pequeña recepción con una mesa y más adelante había una gran puerta de cristal. Jose y Cris la atravesaron siguiendo a las dos chicas, una vez dentro pudieron contemplar con asombro lo grandioso que era el edificio, apenas tenía cristaleras que dejasen entrar la luz del sol pero los focos cubrían esa deficiencia de luz solar perfectamente, dejando a la vista una gran hilera de estanterías llenas de libros.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudaros? ―preguntó la bibliotecaria, era una mujer mayor con grandes gafas que ocultaban su rostro. ―Nora, ¿ya te leíste los libros que te llevaste?

—No, todavía no. He venido para hacer un trabajo ―contestó la morena mientras la mujer se colocaba bien las gafas y examinaba a los presentes concienzudamente.

—¡Oh! Pues dime que libros necesitas ―la mujer miró hacia la pantalla del ordenador que tenía delante esperando que Nora hablase.

—Necesitamos libros sobre la historia de Inglaterra y si puede ser una historia resumida mejor ―pidió Sonia, la mujer comenzó a teclear con lentitud y tras un par de minutos tendió un papel a Sonia.

—Para mí libros con la historia de Francia―solicitó Nora amablemente recogiendo al cabo de unos minutos un papel igual al de Sonia. – Gracias.

Sonia se giró hacia Cris y le enseñó el papel, en él venían escritos los nombres y las signaturas de los libros que debían coger. Miró hacia Nora esperando que ella le dijera algo, pero no dijo nada así que se acercó a ella y le quitó el papel donde estaban los nombres de los libros.

—Nosotros nos vamos a buscar nuestros libros, no os matéis mientras no estamos. ―bromeó Cris mientras se marchaba con Sonia, Jose lo fulminó con la mirada antes de comenzar a caminar en busca de sus libros.

—Por ahí no es―Jose se detuvo en seco y se giró hacia Nora, ella se acercó y le quitó el papel de las manos mientras caminaba en dirección opuesta a donde él estaba yendo.

Jose la siguió sin decir nada, Nora caminó sin detenerse ya que al parecer sí que sabía a dónde se dirigía. Se detuvo de repente y comenzó a mirar hacia la estantería, luego empezó a mirar a los lados hasta que detuvo la mirada en unas pequeñas escaleras de madera, caminó hacia ellas las cogió y colocó donde se había parado en primer lugar, se subió en ellas y comenzó a coger libros y dárselos a Jose.

—Creo que con estos tenemos suficientes―dijo Jose mostrando los cuatro libros que cargaba, de los cuales ninguno tenía menos de mil páginas. Pero Nora ignoró su comentario y comenzó a estirarse para coger uno más. ―¡Oye!

Nora lo miró enfadada mientras luchaba por sacar un libro, Jose protestó dándole un golpe sin querer a la escalera provocando que ésta comenzase a tambalearse haciendo que Nora perdiese el equilibrio, por lo que tuvo que sujetarse a la estantería para no caer al suelo; sin embargo se escurrió y se precipitó al suelo. Jose por impulso soltó los libros que tenía en las manos y cogió a Nora en brazos, ella abrió los ojos sorprendida y dando un grito se soltó de Jose al que dio un empujón contra la escalera. La escalera a su vez golpeó la estantería con fuerza, por lo que los libros que estaban en ella comenzaron a caer sobre Nora, ella se agachó y se tapó la cabeza pero ninguno la golpeó ya que Jose corrió hacia ella y la protegió colocándose sobre ella. Una vez que la lluvia de libros finalizó, ambos abrieron los ojos encontrándose con el otro a escasos centímetros.

—¿Estás bien? ―murmuró Jose, ella lo fulminó con la mirada y le dio un empujón haciéndolo caer de culo en el suelo. ―¿Pero qué pasa contigo? Te he salvado dos veces, como mínimo deberías darme las gracias.

— Gracias por qué, si tu no hubieras golpeado la escalera no hubiera perdido el equilibrio, ¿es que estabas intentando matarme? ―preguntó Nora agachándose y poniéndose a recoger los libros que estaban por el suelo.

—Fue un accidente―Jose se agachó y comenzó a recoger los libros mientras veía como Nora colocaba los que había cogido en un carrito que estaba al final del pasillo. ―Simplemente di gracias.

—No pienso agradecerte por algo que fue tu culpa y ni quería ni necesitaba tu ayuda―Nora recogió los cuatro libros que necesitaba para hacer el trabajo y emprendió el camino hacia donde estaban las mesas, Jose se sentó en el suelo y le pegó una patada a uno de los libros.

No la entendía, de verdad que no. Se tocó la cabeza y notó que le estaba empezando a salir un chichón, por suerte era en una zona que su cabello ocultaba perfectamente. Respiró profundamente, tenía que haber dejado que los libros la golpearan pero según su padre los hombres debían ser caballerosos y proteger a las mujeres. La próxima vez que su padre le hablase de caballerosidad lo mandaría a la mierda y le enseñaría el enorme chichón que su preciada caballerosidad le había conseguido.

—Escuché un ruido, ¿estás bien? ―la bibliotecaria apareció delante de él, era una mujer mayor y vestía una falda larga con una rebeca ambas de color negro, la mujer llevaba las gafas sobre su corto cabello blanco.

—Estoy bien gracias―Jose se puso en pie y se sacudió las piernas, luego miró hacia los libros que aún estaban en el suelo. ―Lamento lo de los libros.

—No te preocupes, ve a hacer tu trabajo yo me ocupo de esto­―la mujer se fue caminando hacia el carrito, Jose asintió y se fue.

Cuando llegó a las mesas encontró a Cris y a Sonia entretenidos leyendo un libro, de vez en cuando su amigo apuntaba en un folio aparte las cosas importantes y los números de las páginas. Se sentó al lado de Nora y sacó un par de folios de su mochila, se acercó a la chica para intentar leer el libro que ella sostenía en sus manos pero ella lo cerró de golpe y se lo estampó en el estómago, le lanzó una mirada asesina y cogió otro de los libros. Jose la miró estupefacto, ¿qué demonios le pasaba a esa mujer con él?

—Si tan mal te caigo, ¿por qué no le pediste a la profesora que te asignara otro compañero?―preguntó dejando el libro abierto sobre la mesa, Nora se giró hacia él, sus ojos brillaban de ira aunque estaba empezando a acostumbrarse a eso.

—Porque si le digo que no quiero hacer el trabajo contigo, no sólo me obligará a hacer éste sino todos los demás que mande durante el curso. ―explicó ella volviendo a concentrarse en su libro.

— Y eso sería una gran tortura para ti―murmuró él con sarcasmo, ella asintió. ― ¿Pero se puede saber que te he hecho?

—No es mi problema que no lo recuerdes―susurró ella con un notable enfado en su voz, luego miró al folio que Jose había sacado. ―Apunta ahí las fechas importantes y los sucesos que tuvieron lugar.

No contestó, simplemente gruñó molesto. No soportaba que le dieran ordenes y mucho menos le gustaba que esas órdenes proviniesen de ella, pero cuanto antes acabase con ese trabajo mejor para ambos. Se puso a leer el libro, intentando no bostezar pero le resultó algo imposible, demasiada información y toda muy aburrida. ¿A quién le importaba cuantos reyes había tenido Francia? Porque a él no le podía importar menos, sin embargo escribió lo que creyó importante en el folio. Se estiró hacia atrás y se colocó las manos detrás de la cabeza y se puso a mirar a su alrededor, Sonia y Cris comentaban en voz baja como distribuirse el trabajo. Su amigo había guardado sus cosas en su mochila al igual que la pelirroja, por lo que extrañado sacó el móvil para mirar la hora; se sorprendió al ver que ya eran casi las ocho de la noche.

—¿Nos vamos?―preguntó Cris acercándose a él preparado para marcharse, Jose asintió y comenzó a recoger sus pertenencias.

—No voy a esperarte­―Jose se giró hacia Sonia al escucharla hablar, ella estaba de pie al lado de Nora.

—No lo hagas, sé volver a mi casa yo solita―Sonia no parecía satisfecha con la respuesta de la morena, por lo que se giró hacia Jose.

—¡Tú! No te muevas de aquí hasta que ella no se vaya.

—Pero... ―trató de protestar Jose que ya estaba de pie con la mochila en la espalda, Sonia golpeó la palma de su mano con su puño cerrado, Jose tragó saliva nervioso, está clarísimo que lo estaba amenazando. Así que indignado volvió a tomar asiento y fulminó a Sonia con la mirada mientras la aludida sonreía complacida.

—¡Hasta mañana! ―se despidió Sonia con alegría mientras se enganchaba al brazo de Cris y tiraba de él.

Jose depositó la mochila sobre la mesa y hundió su cabeza en ella. Maldita Sonia y maldito Cristian traidor, "pensé que no te vendría mal que estuviese por aquí" y una mierda, anda que no le faltó tiempo a su supuesto amigo para darse el piro y dejarlo allí tirado con una chica que sería capaz de asesinarlo, despedazarlo en pequeños trozos y lanzarlos al océano para que los devorase algún tiburón. Miró de reojo hacia Nora, ella estaba inmersa leyendo un gigantesco libro mientras apuntaba alguna que otra cosa en una pequeña libreta. Como odiaba a esa chica. Se giró hacia el otro lado, el sólo verla le estaba hirviendo la sangre.

Notó algo pesado que aplastaba fuertemente su mejilla contra la mochila, abrió los ojos lentamente y parpadeó. Se había quedado dormido, en la biblioteca, con la hija de Satán a su lado. Estiró la mano y cogió los dos libros que tenía sobre la cara, entrecerró los ojos. Nora pensó. Levantó la cabeza de encima de la mochila, con razón tenía la cara espachurrada, si tenía dos libros de más de mil páginas sobre la mitad izquierda del rostro. Miró hacia su derecha, y efectivamente allí estaba ella, sentada tranquilamente mientras leía un libro de Agatha Christie.

—Muy graciosa―susurró con rabia contenida, ella levantó la vista sin demostrar ningún tipo de expresión.

— Van a cerrar la biblioteca en cinco minutos. ―dicho esto cerró el libro y se puso en pie.

Jose aguantó las crecientes ganas de asesinarla que le estaban dando y caminó tras ella. Cuando pasaron por donde estaba la bibliotecaria, Nora se despidió de ella y ésta le contestó con una sonrisa amable a ambos. Una vez fuera, Nora se giró hacia él y le tendió la mano.

—Dame el folio en el que escribiste todos los datos importantes. ―Jose pasó su mochila hacia delante y comenzó a buscar dentro de ella, tras unos minutos le dio a Nora el folio arrugado. ―Adiós.

— Espera... ―Nora se detuvo y se dio la vuelta. ―¿Quieres que te acompañe a casa?

Jose se maldijo a sí mismo nada más decir esas palabras, pero claro ahí estaba otra vez la maldita caballerosidad que tan hondo había calado en su ser. Definitivamente a partir de ese momento pasaba de su padre y de sus enseñanzas. Nora parpadeó un par de veces sorprendida por su ofrecimiento.

—    No, preferiría que me acompañase Jack el destripador antes que tú. ―contestó ella dándose la vuelta.

Jose chasqueó la lengua irritado, no tenía por qué ser tan jodidamente sincera.

                                                                               * * * * 

Por primera vez y sin que sirviese de precedente, llegaba temprano al instituto. Pero a ver quien se quedaba en casa escuchando ruidos desagradables provenientes de la habitación de sus padres, por favor que ya no tenían veinte años. Sacó el móvil y le mandó un mensaje a Evan diciéndole que le esperaba en clase. No sabía nada de su amigo desde el viernes, esperaba que la chica gótica no lo hubiera sacrificado para algún ritual satánico. Y como todavía estaba enfadado con Cristian por haberlo abandonado tampoco lo había llamado durante todo el fin de semana. Atravesó los muros de Góngora sorprendiéndose al no encontrar a los tenistas, pero claro era demasiado temprano como para que estuviesen allí. De hecho, el instituto estaba medio vacío, subió las escaleras hasta su clase. Como supuso era de los primeros en llegar, solamente estaba él y otras cuatro personas, tomó asiento y se estiró hacia atrás mirando hacia el techo.

—Buenos días. Le saludó Cris, Jose se incorporó y se cruzó de brazos.

Tras Cris iban Bel y Helena, al parecer esos tres vivían cerca los unos de los otros por lo que venían y se iban siempre juntos. Las dos chicas dejaron sus cosas en sus respectivos pupitres y volvieron a donde él y Cris estaban.

—¿Cómo es que hoy has llegado tan temprano? ―preguntó Bel con curiosidad

—No quisieras saberlo. ―respondió secamente apoyando la cara en la mano, lo que no desanimó a la chica.

—Sabes, estuve todo el fin de semana buscando información de Suecia, al final resulta que sí que les han pasado cosas; pero aún así no sé si nos dará para rellenar los diez folios. ―contó Bel animadamente, Jose la miró, en cierto modo envidiaba la energía que esa chica tenía a esas horas de la mañana. ―Buenos días, Ivan.

Inmediatamente Bel salió corriendo hacia  la persona que acababa de saludar, si no recordaba mal, esa era su pareja en el trabajo de historia, seguramente tendrían que discutir algo del dichoso encargo. De mal humor se giró hacia Cris, su amigo estaba sentado sobre su pupitre mientras hablaba con Helena. 

—¿Qué has hecho el fin de semana? ―le preguntó Cris para intentar meterlo en la conversación que estaba teniendo con Helena.

— No mucho.

—¿¡Pero qué clases de amigos sois vosotros?! ―el grito de Sonia retumbó por todo el edificio, Helena suspiró mientras Cris comenzó a reírse, la pelirroja apareció segundos después por la puerta con cara de asesinar al que se le atravesase por el camino. ―Malas personas, en cuanto tenga oportunidad os mataré lenta y dolorosamente ¿¡me oís!?

—¿Qué ha pasado? ―le preguntó Bel, Sonia se giró hacia ellos y los asesinó con la mirada; Jose sintió ganas de estrangular a Bel, si Sonia estaba enfadada era mejor dejarla así y no molestarla. ―Tienes la frente roja, ¿te has dado algún golpe?

Minutos después Nora asomó la cabeza con cuidado y Sonia lanzó el cartapacio hacia allí, por lo que la morena escondió rápidamente la cabeza. A continuación entró un chico que no había visto nunca, era rubio aunque llevaba un peinado digno de cualquier personaje de videojuego y vestía completamente de negro a excepción por las letras rojas de su camiseta en las que se podía leer "Metallica". Según pudo ver, era de complexión delgada y parecía igual de alto que él. Pero sin lugar a dudas lo que más le sorprendió fue ver a Nora detrás de ese chico empujándolo para que caminase.

—¡Matt! ―gritó Bel lanzándose sobre el rubio y dándole un abrazo, él le devolvió el abrazo a la chica y al separarse le sonrió. ―¡Cuánto tiempo! ¿Dónde te metes en los recreos?

—Por ahí, ya sabes. ―comentó el chico despreocupadamente, Nora asomó la cabeza desde detrás de su espalda. Jose miró hacia Matt, esa voz le resultaba conocida.

— En los ordenadores jugando con sus amigos al WoW. ―contó Nora, haciendo que el rubio la mirase mal, ella le enseñó la lengua. Sonia les lanzó el estuche y Matt lo atrapó con facilidad en sus manos, luego se lo paso a Nora.

— Vosotros sois los nuevos.―Matt miró a Jose y Cris, éste último asintió y le tendió la mano.

—Cris y él es Jose.―presentó su amigo.

Matt estrechó la mano a Cris y se agachó hasta poder mirar a Jose a los ojos. El moreno se fijó en que sus ojos eran azules claros y pudo adivinar gracias a su apariencia y por el nombre que Matt debía de ser de Inglaterra o de por ahí. El chico lo observó con expresión divertida, aunque luego su rostro se tornó serio. Jose le mantuvo la mirada fija, no sabía que pensar de ese chico y si se juntaba con Nora seguramente no estaría en sus cabales. Finalmente Matt se puso en pie sin decir nada.

—¡¿Sabéis que hay cuatro de los tenistas tirados en el suelo inconscientes?! Alguien les ha dado una paliza increíble, la policía le está tomando declaración al resto. ―contó Evan con emoción al entrar a la clase, nada más hacer el comentario todos sus compañeros salieron corriendo escaleras abajo. ―¡Vaya que cotillas son todos aquí! ¿Vosotros no vais?

Jose vio como Evan colocaba sus cosas sobre la mesa, ni él ni Cris se habían movido del sitio. Bel y Helena miraban hacia Sonia que a su vez se hacía la interesante mirando hacia la ventana, Nora y Matt por su parte se lanzaban miradas cómplices hasta que Matt no pudo evitar empezar a reírse.

—Por favor, dime que no los has noqueado tú. ―pidió Helena a Sonia, la pelirroja se volteó hacia ellos con los ojos brillando.

—¡La culpa es de esos dos desconsiderados! ―gritó señalando hacia Nora y Matt, la primera suspiró consternada.

—Ya te dijimos que lo sentimos. ―dijo Nora

—¿Pero qué es lo que ha pasado? ―susurró Bel a Matt, los presentes notaron como a Sonia se le iba hinchando cada vez más la vena de la frente.

—Que se estaban lanzando canicas envueltas en papel de aluminio, conseguí atrapar las que iban directas hacia Nora y hacia mí, pero Sonia como iba caminando por delante de nosotros cuando le avisamos fue demasiado tarde y unas cuantas bolas la golpearon en la frente. ―explicó Matt

—Después de eso, bueno os podéis hacer una idea. Sangre, golpes, insultos y llantos. ―continuó Nora mientras Jose, Evan y Cris miraban hacia Sonia horrorizados.

—Si y ahora nos echa la culpa a nosotros de no haberla avisado a tiempo para esquivar las canicas. ―finalizó Matt cruzándose de brazos. ―Si nos perdonas te compro dos helados.

En la mente de Jose sonó un click, ya sabía de qué conocía esa voz. Ese chico fue el que el viernes empujó a Nora dentro de la clase, ¿cómo fue tan idiota de no darse cuenta antes de eso?.

—Eso de los helados sólo funciona con Nora. ―protestó Sonia claramente ofendida. ―No creas que vas a comprar mi perdón tan fácilmente.

Sus compañeros de clase empezaron a entrar casi tan rápidamente como habían salido y se fueron colocando en sus sitios, Helena y Bel hicieron lo mismo no sin antes despedirse de Matt y con cuidado de no molestar a Sonia tomaron asiento.

—Ya se le pasará. ―murmuró Matt a Nora, ella asintió y caminó hacia su sitio. ― Por cierto, ¿te he dicho lo linda que te ves hoy?.

Nora se detuvo de repente y Matt mostró una sonrisa que le llegó de oreja a oreja antes de salir corriendo, ella se dio la vuelta y corrió hacia la puerta.

—¡No habrán helados en el mundo que hagan que olvide esta vergüenza!. ―gritó la morena entrando en clase tan roja que apenas se podría encontrar la diferencia entre ella y un tomate.

Jose la miró atentamente, Nora entregó el estuche a Sonia que se reía a carcajada limpia; Bel y Helena que estaban sentadas delante de ella mostraban unas sonrisas más tímidas intentando no ganarse la ira de la morena que literalmente echaba humo por las orejas.

El profesor entró en clase y todos se callaron, no obstante al cabo de unos minutos Evan le pasó una nota. Jose giró la cabeza disimuladamente y lo leyó.

"Tienes que ir a hablar con ese chico, Matt."

"¿Por qué?" Escribió él y se lo devolvió. Vio de reojo como Evan escribía y al cabo de un rato le devolvió el papel.

"Bel me ha contado que él es el mejor amigo de Nora y que si hay alguien que podría saber lo que tiene ella en contra tuya ese debe ser él. Su clase es la 2-E."

Jose arrugó el papel y lo guardó en su bolsillo. ¿Desde cuándo Evan tenía tanta confianza con Bel? Bueno dejando eso a un lado, ya  interrogaría a su amigo más tarde sobre el asunto, ¿de verdad ese chico sabría qué demonios le pasa a esa mujer con él? Probablemente sí, lo estuvo examinando concienzudamente un rato. Ahora la pregunta era, ¿le apetecía a él saber la razón de por qué Nora lo odiaba tanto? Miró de reojo a la chica que estaba tomando apuntes sobre lo que el profesor decía, aún tenía las mejillas levemente sonrojadas. Bueno, él también la odiaba; pero la curiosidad que sentía era demasiada.

El timbre que daba el final de la clase sonó, sacándolo de sus pensamientos. Al final no había escrito nada. Su siguiente clase era filosofía por lo que si quisiera podía ir a buscar a ese chico y preguntarle, miró de reojo a Nora. ¿Debía ir o no? Si, porque la duda lo estaba carcomiendo por dentro y no, porque no quería tener nada que ver son esa chica. Sólo quería acabar el curso escolar y no saber nada de alumnos de Góngora.

Sin saber cómo, estaba delante de la clase 2º-E. Suspiró, ya que estaba ahí...

— Sabía que vendrías a verme. ―saludó Matt

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