Capitulo 19.Sucesos inesperados
Al principio fue un beso torpe, ya que Nora parecía confusa y sorprendida por el contacto de sus labios pero al cabo de unos segundos de indecisión se dejó llevar. Jose maravillado por la aceptación intensificó el beso examinando concienzudamente cada rincón de su boca, la chica le siguió el ritmo con torpeza, pero tenía que reconocer que para lo nerviosa que estaba no lo hacía nada mal. Sintió cómo su corazón latía con fuerza y deslizó la mano derecha hasta el cuello de ella para empezar a juguetear con su pelo mientras su mano izquierda como si tuviese vida propia se deslizaba más abajo y la tomaba de la cintura para atraerla más hacia él.
—¡Listo! ¡Ya están todas las ventanas abiertas!―al escuchar el grito del hombre volvió a ser consciente de dónde estaba y sintió como Nora poco a poco comenzaba a separarse de él y daba por finalizado el beso.
Abrió los ojos y no pudo evitar sonreír como un gilipollas al encontrarse a la morena frente a él con los labios ligeramente hinchados y la cara completamente roja. Estaba tan adorable y a la vez tan sexy, pero lo mejor era que ella estaba así por él. La chica se llevó la mano a los labios y le lanzó una mirada de reojo, él levantó una ceja con diversión y esperó a que le gritase; sin embargo Nora sólo apartó la mirada rápidamente de él.
Se revolvió el pelo con nerviosismo y se dio cuenta de las miradas divertidas y curiosas que le lanzaban los pasajeros. ¡Oh, dios mío! No sólo la había besado sino que la había besado en un vagón lleno de gente, ¡qué vergüenza!
— Si lo sé me tardo un rato más. ―dijo el hombre dándole una fuerte palmada en la espalda mientras la anciana se acercaba a Nora y la ayudaba a llegar hasta las ventanas para que le diera el aire.
—Yo... bueno...―tartamudeó con nervios por lo que el hombre soltó una estruendosa carcajada y le volvió a pegar una fuerte palmada en la espalda; como lo golpease de nuevo le rompería algo.
Se separó del hombre y caminó hacia donde estaba Nora y la anciana hablando, se sentó al lado de ella pero no la miró; todavía estaba demasiado avergonzado. La anciana volteó hacia él y le entregó un puñado de caramelos que sacó de su enorme bolso para luego comenzar a narrarles no sólo a ellos sino también a todos los pasajeros del vagón cómo conoció a su marido. Tras ella varios pasajeros empezaron a contar anécdotas de su vida e incluso unos cuantos pidieron consejos amorosos. Aquello se había convertido en una terapia grupal de lo más extraña, Jose miró de reojo a Nora, la chica había evitado todo tipo de contacto físico y visual con él en todo ese tiempo pero por suerte estaba bien.
Sin lugar a dudas esa era la peor cita de la historia, de hecho su cita sería catalogada como la peor durante siglos y se usaría como medidor para las malas citas. La escala Nora-Jose, así se llamaría; si Richter tenía una escala para los terremotos ¿por qué no podía crear él una forma de medir lo desastrosa que había resultado una cita? Uno sería malo en plan le he tirado un helado sobre la ropa y diez; bueno diez sería lo suyo.
—Estas muy callado.―le dijo la anciana dándole un codazo en la costilla, la mujer no había parado de darle caramelos y lanzarle extrañas miradas.
—Sí, bueno...estoy cansado.―contestó sonriendo con desgana, la verdad era que estaba muriéndose de hambre, no paraba de recordar el beso con Nora y ya estaba hasta las narices de escuchar los problemas personales de los demás, ¿cómo podían aguantar los psicólogos esta tortura? Si escuchaba una sola queja más se tiraría a las vías del tren.
Inesperadamente escucharon un fuerte estruendo y el metro se puso en marcha, también regresaron las luces haciendo que todos comenzasen a aplaudir y a silbar eufóricos. Nora rápidamente se puso en pie para irse a la puerta, Jose se levantó a regañadientes, cogió el paraguas del suelo y se colocó a su lado. No tenían que bajarse en la siguiente parada, de hecho no tenían que bajarse hasta seis paradas más adelante pero conociéndola seguro que quería marcharse de ahí lo antes posible.
—Espero volver a veros pronto.―se despidió la anciana saludándolos con la mano; Jose la saludó y en cuanto se abrió la puerta caminó tras Nora.
La muchacha salió huyendo a toda velocidad por lo que tuvo que apurar el paso para no perderla de vista. Cuando consiguió salir a la calle después de dar varios empujones y disculparse por ello se encontró a Nora sentada en un banco mirando hacia el cielo; miró a su alrededor y vio un puesto de perritos calientes. Todavía se estaba muriendo de hambre, sacó la cartera del bolsillo y se acercó al puesto.
—Deme dos.―indicó al hombre.
Después de pagar, le dio un mordisco a su perrito caliente; los había probado mejores pero se moría de hambre; se sentó al lado de Nora y esperó a que la chica terminase de hablar por teléfono para entregarle el perrito caliente que había comprado para ella; Nora lo miró dudosa antes de aceptarlo y ponerse a comer.
—¿Con quién hablabas?―preguntó intentando parecer desinteresado.
—Con mi madre, le dije que viniese a buscarme.―contestó ella sin mirarlo, Jose asintió satisfecho; por un momento pensó que llamaría al rubio algo que lo molestó enormemente aunque no supo bien por qué. ―¿Cuánto te debo?
—Nada, yo invito.―Jose siguió comiendo en silencio, tarde o temprano tendrían que hablar del maldito beso que no se sacaba de la cabeza pero esperaba que fuese más bien tarde ya que no sabía que le iba a contestar a la morena cuando le preguntase por qué lo había hecho.
—No soy una experta, pero ha sido una cita horrible.―dijo Nora rompiendo el incómodo silencio que se había formado, Jose hizo una mueca y se revolvió el pelo con nerviosismo antes de sonreírle.
— Lo sé.―contestó Jose con naturalidad, hizo una bola con el papel que le sobró del perrito y lo lanzó a la papelera. Luego se acomodó en el banco echándose hacia atrás. Miró de reojo hacia la morena que todavía comía, él también debería llamar a su padre para que fuera a buscarlo. ―Espero que nuestra próxima cita salga mucho mejor.
Aseguró Jose viendo como ella se atragantaba y comenzaba a toser con fuerza, divertido le dio un par de palmaditas en la espalda.
—No va a haber "próxima" cita.―contestó ella con frialdad, Jose negó con la cabeza.
— ¿Y cómo quieres que te recuerde si apenas pasamos tiempo juntos? ―se interesó Jose levantando las cejas significativamente y golpeándola con cuidado en el costado con el paraguas; era mejor no mencionar por ahora el tema del beso.
Ya te dije que si no me has recordado aún, ya no lo harás.―Nora agarró el paraguas y se puso en pie para luego ponerse a tirar de él, Jose se aferró con fuerza el paraguas.
— ¿Por qué no me lo dices y ya está? ―curioseó Jose soltando un poco para luego tirar con fuerza hacia él.
— Porque no. ―contestó ella con simpleza.
—No pudo ser algo tan horrible como para que todavía me odies, creo que estás exagerando.―Nora se quedó en silencio y siguió tirando del paraguas mientras Jose la observaba, por su reacción ante sus palabras sí que debió hacerle algo bastante malo. ―No sé qué te hice pero lo siento.
— No acepto tus disculpas, y ahora dame mi paraguas.―dijo ella con voz fría; Jose entrecerró los ojos enfadado.
¿¡Cómo que no aceptaba sus disculpas!? ¡Pero quién se creía ella que era! ¡Sólo trataba de ser amable y acabar con sus diferencias! Pues a la mierda todo, si no quería perdonarlo por lo que fuera que le hizo en la edad de piedra pues allá ella; no tenía porque soportar más a esa irritante chica que lo único que hacía era ponerlo de los nervios, pegarle e insultarlo.
—¿Y se puede saber por qué no aceptas mis disculpas? ―preguntó entre dientes intentando canalizar su ira para no ponerse a gritar como loco.
— Porque no.
—Eso no es una respuesta.―le chilló exasperado, en serio, esa chica conseguía sacar lo peor de él. Tiró del paraguas con fuerza hacia él consiguiendo arrastrar a Nora que acabó a horcajadas sobre él y con su rostro muy cerca del suyo. La morena abrió aún más los ojos desconcertada, momento que aprovechó Jose para pasar sus brazos alrededor de su cintura e impedir que pudiese huir. Esa mujer no iba a moverse de ahí hasta que aceptase sus disculpas quisiese ella o no. ―De aquí no te mueves hasta que aceptes mis disculpas.
Miró fijamente a Nora esperando a que la chica lo insultase o lo golpease, sin embargo ella sólo se iba sonrojando cada vez más. ¿Por qué se estaba poniendo roja? Aunque tenía que reconocer que era bastante entretenido ver cómo sus mejillas aumentaban su color por segundos. ¡Oh, mierda! Se estaba acordando del beso, tragó saliva con nerviosismo y empezó a acalorarse también ¿desde cuándo él se sonrojaba?
—Yo...―masculló indeciso, ¿qué tenía que hacer? ¿disculparse? Nora fijó sus ojos en él esperando a que continuase hablando pero por alguna razón su voz no salía.
— ¡¿Por qué hiciste eso?! ―protestó ella golpeándolo en el pecho con fuerza luego se cruzó brazos enfadada; Jose se llevó la mano al pecho y se acarició el lugar donde lo había golpeado.
— ¡No lo sé! Estabas histérica pensaba que te ibas a desmayar y yo estaba de los nervios y eso fue lo único que se me ocurrió para distraerte.―Nora lo fulminó con la mirada y no satisfecha con la respuesta comenzó a golpearlo con fuerza, Jose soltó el paraguas y pasó a defenderse de los golpes de la chica. ―¡Deja de pegarme!
Si las miradas matasen, seguro que hubiera muerto en cuanto terminó la frase, por suerte seguía vivo y recibiendo los golpes de la morena que cada vez empleaba más fuerza. Si seguía pegándole así acabaría por romperle algo; como pudo la tomó de las muñecas y la detuvo, ella como era de esperarse intentó zafarse de él por lo que tuvo que cerrar su agarre entorno a sus muñecas.
—¡Suéltame! ―bramó la morena con furia moviendo las manos para intentar golpearlo pero Jose usó su fuerza y levanto sus manos hacia el cielo. Jose miró divertido a Nora, ahora mismo su cara tenía una mezcla extraña de enfado y sonrojo.―¡Suéltame! ¡Ya!
— ¿Fue tu primer beso a que sí? ―preguntó con voz socarrona, ya sabía que la respuesta era afirmativa pero quería ver la reacción de ella. El rostro de Nora se encendió aunque no podía decir si era por la ira o por la vergüenza. La castaña intentó liberarse una vez más pero fracasó; no obstante no desistió. ―No entiendo porque te enfadas tanto, tú misma me facilitaste el profundizar más.
La castaña dejó de moverse y está vez si podía asegurar que su aumento de color era por la vergüenza.
—Eso no es...―Jose enarcó una ceja y ella se mordió el labio con nerviosismo para luego ponerse a agitar los brazos. ―¡Tenía un ataque de ansiedad! ¡No sabía lo que hacía!
—¿Ah sí? Pues eso no era lo que parecía.―contestó Jose con picardía, Nora dejó de moverse momentáneamente para luego agitarse de forma frenética mientras murmuraba insultos hacia su persona. ―¡Quieres estarte quieta!
Su grito hizo que varios transeúntes los mirasen con curiosidad para luego cuchichear entre ellos. Jose suspiró irritado, ¿tenían que ser siempre el centro de atención? Nora avergonzada dejó de moverse y miró hacia su pecho; Jose bajó sus manos poco a poco pero no la soltó, era mejor no arriesgarse a ser golpeado de nuevo. La chica levantó la mirada y clavó sus ojos miel en los suyos. Jose entrecerró los ojos, si ella creía que iba a ceder y la iba a soltar así como así estaba muy equivocada.
— Eres un chico odioso, no te soporto y quiero que me dejes en paz. ―declaró ella en voz baja.
— Pues tú eres la mujer más desquiciante que he conocido en mi vida.―susurró Jose sin apartar la mirada de Nora, la chica le lanzó una mirada asesina y Jose deslizó su agarre de las muñecas a las manos de la chica. ―Dime de una vez qué te hice y te dejaré en paz
— El que lo sepas no va a cambiar nada.―contestó ella desviando la mirada hacia sus manos para intentar liberarse, Jose chasqueó la lengua irritado y apretó sus manos con las de ella. ―Ya no hay nada que puedas hacer y no quiero recordarlo de nuevo.
Se quedaron un rato en silencio sin saber qué decirse, tiempo en el que Nora no paró de intentar liberarse de él. Jose entretenido por las muecas de disgusto y sus miradas furtivas se limitaba a sujetarla con más fuerza para desquiciarla.
— Disfrutas torturándome ¿verdad? ―inquirió Nora, Jose dejó de juguetear con sus manos y la miró con una sonrisa inocente.
—No te haces una idea.―dijo él con diversión, Nora suspiró y dejó de pelear con él. ―Te soltaré, pero primero quiero saber algo.
— No te voy a decir de que nos conocemos.―contestó ella rápidamente.
— Lo sé. ―contestó él sin ocultar su amargura. ―Lo que quiero saber es si te gusta Matt.
Nora lo fulminó con la mirada.
— Eso no es asunto tuyo. ―respondió ella con seriedad, Jose le examinó el rostro tratando de obtener alguna pista sobre sus sentimientos hacia el rubio pero ella se mantuvo neutral.
Bien, pues recurriría al plan B.
— Eso quiere decir que estás loquita por él.―aseguró Jose con voz firme.
— ¡Yo no...!―exclamó ella callándose inmediatamente al darse cuenta de que había caído en la trampa, Jose sonrió con malicia. Así que Matt no le gustaba, interesante. ―Sé lo que acabas de hacer.
— No sé de que hablas.―murmuró Jose sin poder borrar la sonrisa, Nora levantó sus manos y lo golpeó en el pecho. ―¡Ay! Vale, si te pones así permitiré que me hagas una pregunta personal.
— No me interesa nada de ti.―respondió ella con antipatía, Jose la fulminó con la mirada, ¿por qué narices tenía que ser siempre tan jodidamente sincera? De repente su rostro empezó a sonrojarse ligeramente, Jose la observó con curiosidad, ¿estaría pensando en su beso otra vez?
Miró los labios de la morena, sintió un escalofrío recorrerle la espalda y el recuerdo de ellos dos besándose le vino a la mente. Sacudió la cabeza pero la imagen de ellos besándose le regresaba una y otra vez. Había sido un beso tan raro, con ella sufriendo un ataque de pánico y él completamente histérico no era la situación más propicia para besarse; aún así había sido un beso bastante dulce y había removido algo en sus entrañas que lo había dejado tocado. Miró de reojo a la morena, la chica miraba distraídamente hacia el puesto de perritos calientes aunque seguía un poco sonrojada. Realmente se veía linda así; inesperadamente Nora dejó de mirar hacia el puesto y volteó hacia él.
—¿Vas a soltarme o qué?―preguntó Nora distraídamente, Jose negó con la cabeza porque fue incapaz de articular palabra.
Sus ojos color miel brillaron furiosos contrastando irónicamente con sus mejillas rosadas. ¿Cómo podía ser que esa chica causase en él sentimientos tan contradictorios? Por un lado, conseguía ponerlo de los nervios cada vez que la veía, le hacía enfadarse enseguida, y en más de una ocasión le hubiera encantado matarla; sin embargo, ahora se sentía indefenso ante aquella mirada y notaba como un extraño cosquilleo le revolvía el estómago. Redujo ligeramente la distancia que había entre ambos y vio como las mejillas de la chica se encendían. Sonrió. No sabía por qué pero saber que él era la causa de ese aumento de color le provocaba un hormigueo en sus extremidades. Se acercó aún más a ella y rozó ligeramente sus labios, liberó a la chica de una de sus manos para acariciarle el cuello y atraerla más hacia él para besarla por segunda vez. Fue un beso suave, tierno, cálido y mucho menos profundo que el anterior, se fue separando poco a poco de ella y le colocó el pelo tras la oreja para ver su ruborizado rostro.
- ―¡Eres un... eres... eres...!―gritó de ella de repente pegándole un puñetazo en el brazo para luego levantarse y ponerse a dar vueltas frente a él; Jose se echó hacia atrás y miró hacia el cielo, ¿pero qué le pasaba con esa mujer?. ―¡No vuelvas a acercarte a mí! ¡Te odio!
Nora al ver que no le hacía caso le pegó una patada en la espinilla por lo que dolorido y enfadado fijó la vista en ella que seguía despotricando contra él; la observó en silencio, su rostro parecía un semáforo y caminaba frenéticamente en círculos hasta que de repente se detuvo y le lanzó una mirada asesina. Él se limitó a saludarla con la mano y ella caminó hacia él y le pegó otra patada.
—¡Ya vale, ¿no?!―Nora le lanzó una mirada asesina antes de acercarse y pegarle un puñetazo en el brazo, Jose harto de ser maltratado por la chica se puso en pie. ―¡Deja de golpearme!
— ¡Me besaste, puedo pegarte las veces que quiera! ―exclamó la chica con furia caminando hacia él para golpearlo de nuevo; Jose saltó sobre el banco para colocarse al otro lado. ―¿¡Por qué lo hiciste!?
—Yo yo...―tartamudeó nervioso, sinceramente no sabía que responder. No sabía porque lo había hecho; Nora siguió dando vueltas en círculos respirando hondo para intentar que su cara dejase de parecer un farolillo pero no lo conseguía. ―¡Relájate sólo ha sido un beso!
—¿¡Qué sólo ha sido un beso!? ―chilló Nora cogiendo el paraguas del suelo para luego señalarlo con él; no obstante, antes de que la chica hiciese algo su teléfono comenzó a sonar, sin apartar la mirada de Jose sacó el móvil del bolso y descolgó. ―¿Mamá?... Ok, ya voy.
Jose miró hacia Nora esperando algún tipo de explicación pero ella se limitó a guardar el teléfono en el bolso y darse la vuelta sin decirle nada. ¿¡Es qué no pensaba despedirse?! Vale que estuviera enfadada, pero irse sin despedirse era una falta total de educación. De un salto se sentó sobre el banco y vio como la chica se marchaba, durante un par de segundos estuvo considerando la posibilidad de llamarla para quejarse sobre su falta de modales pero decidió dejarlo así. Después de lo sucedido era mejor no provocarla más. Suspiró y sacó el móvil del bolsillo, jugueteó con él un par de minutos antes de marcar el número de su padre y pedirle que fuera por él.
* * * * *
Molesto por la luz metió la cabeza bajo la almohada, ¿en qué momento había entrado su padre y había subido las persianas? Bostezó y se dio la vuelta quedando bocabajo, estaba tan cansado. Anoche había tenido que esperar más de una hora a que su padre fuese a recogerlo y para colmo nada más montarse en el coche lo había sometido a un interminable interrogatorio.
—¿Pero todavía sigues durmiendo?
Hablando del demonio. Sacó la cabeza de debajo de la almohada y aún soñoliento buscó a su progenitor con la mirada. Su padre estaba en la puerta fregando el suelo con su delantal rosa y un pañuelo de flores en la cabeza, Jose hizo una mueca de espanto ¿por qué tenía que ponerse ese horroroso delantal? ¿y de dónde había sacado ese pañuelo?
—Levántate que tienes que probar las tartaletas que he hecho.―comunicó su padre entrando en la habitación y quitándole las sábanas de encima.
—Noo, déjame. ―Jose se levantó, le quitó las sábanas a su padre y se volvió a acostar. ―Y no soy tu conejillo de indias, dáselas a probar a mamá.
—¡No seas vago! Además, tu madre se fue esta mañana temprano, al parecer uno de sus pacientes tuvo un paro. ―explicó su padre quitándole la almohada y llevándosela. ―Te espero abajo.
Jose se llevó las manos a la cabeza. Maldito hombre. Se sentó sobre la cama y miró el reloj que estaba sobre la mesa de noche. Pero si apenas eran las diez de la mañana, de mal humor se puso en pie y se metió en el baño. Tras asearse bajó las escaleras y se metió en la cocina donde su padre lo esperaba con un vaso de leche y un plato lleno de tartaletas de crema.
—Prueba, prueba. ―Jose miró el plato y tomó el postre más pequeño que vio, con la mirada expectante de su padre se la metió en la boca. Jose hizo una mueca de asco para luego apartar a su padre de su camino y ponerse a vomitar en el fregadero. ―¿Tan mal sabe? Pero si hice todo lo que ponía en la receta.
— ¡¿Pero yo que te he hecho para que intentes matarme?!―preguntó Jose quitándole a su padre el vaso de leche de la mano para bebérselo todo de un trago. Su padre miró con decepción el plato de comida antes de tirar todo su contenido en la basura.
—Bueno ahora que estás despierto puedes ser mi ayudante.―su padre abrió la despensa y sacó varios paquetes de harina, azúcar y levadura; Jose enarcó una ceja.
—No puedo, tengo deberes que hacer.―contestó rápidamente, ni loco se quedaba a cocinar con su padre; tomó un par de magdalenas de la despensa y salió de la cocina antes de que a su progenitor le diese algún arrebato y lo obligase a ponerse un delantal.
Estuvo un rato viendo la televisión hasta que su padre salió a recordarle que debía de hacer los deberes si no quería ayudarlo a cocinar. Por lo que apagó la televisión y subió las escaleras corriendo, una vez en su habitación cerró la puerta con el pie y encendió el ordenador.
Se pasó las siguientes horas haciendo los deberes mientras escuchaba música, cansado se echó hacia atrás y se puso a hacer malabares con los bolígrafos. Miró al móvil, era extraño que Evan no lo hubiese llamado aún para interrogarlo sobre su cita con Nora aunque en cierto modo lo prefería; había tenido suficiente con las preguntas de su padre la noche anterior. Dejó de lanzar los bolígrafos al aire y se puso a juguetear con ellos, esa cita había sido la peor que había tenido jamás. Se revolvió el pelo con nerviosismo al recordar cómo se besaron en el banco; ¡¿en qué cojones pensaba?! En nada, estaba clarísimo que no había pensado, porque si lo hubiera hecho no hubiese hecho semejante estupidez.
Sin embargo, tenía que reconocer que besar a Nora había sido extrañamente reconfortante y cada vez que pensaba que él había sido el primero sentía un ligero cosquilleo en el estómago. ¿Cómo podía ser que él hubiese sido la primera persona con la que había salido? Bueno, si lo pensaba bien tenía algo de lógica, nadie en su sano juicio le pediría salir a la hermana de Dafne y la actitud sobreprotectora de Matt tampoco ayudaba mucho. Sonrió con malicia. Le encantaría ver la cara que ponía el rubio cuando Nora le comunicase que se habían besado, aunque esa sensación de felicidad desapareció tan rápido como había llegado. Si se lo contaba al rubio estaba muerto; por no hablar de si se le ocurría mencionárselo a Sonia, la pelirroja era capaz de atarlo y colgarlo bocabajo por la ventana.
El sonido de su móvil lo sacó de sus pensamientos, miró la pantalla y vio un número que no conocía. Tragó saliva preocupado, ¿y si era Sonia para explicarle detenidamente cómo iba descuartizarlo? Miró la pantalla durante unos segundos antes de armarse de valor y descolgar el teléfono.
—¿Hola? ―preguntó con miedo.
—¿Jose? Soy Helena. ―al escuchar el tono alegre y despreocupado de la rubia, se relajó y se estiró en la silla. ―¿Tienes algo que hacer esta tarde? Porque había pensado que podíamos ir a tomar algo, y no acepto un "no" como respuesta.
—Bueno... pues en ese caso vale.―sinceramente no le vendría mal salir y dar una vuelta con sus amigos, además si había más gente Evan no lo avasallaría a preguntas.
—¡Genial! Pues nos vemos a las cinco y media en el instituto. ¡Hasta luego!―se despidió la chica cortando antes de que él pudiese decir nada.
Observó el teléfono con curiosidad antes de depositarlo de nuevo sobre la mesa. La llamada de Helena lo había sorprendido bastante, ¿desde cuándo la chica tenía su número? No era que le importase, de hecho le daba bastante igual. Pero le resultaba curioso que hubiese sido Helena quién lo llamase y no Evan.
* * * * *
Salió de su casa con tiempo para no tener que tomar el autobús, ya que así ahorraba dinero y hacía ejercicio. Llegó cinco minutos antes de la hora acordada esperando encontrar a Evan o a Bel pero extrañamente no estaba ninguno de los dos; se apoyó sobre la pared y esperó a que sus amigos llegasen. Sacó el móvil del bolsillo y se puso a jugar al angry birds.
— Siento llegar tarde.―Jose levantó la mirada y se encontró con Helena.
La rubia iba vestida con un vestido azul bajo los que llevaba unas medias negras con una botas del mismo color; el pelo lo llevaba recogido en una coleta alta e iba ligeramente maquillada.
— No pasa nada, de todas formas aún no han llegado los demás.―comentó Jose guardando el móvil en el bolsillo y dándole dos besos a la chica a modo de saludo.
— Esto... los demás no van a venir. ―murmuró Helena con timidez, Jose la miró con extrañeza e instó a la chica para que siguiese hablando.―Es que bueno... pensé que podíamos ir a tomar algo los dos solos, no te importa ¿verdad?
Jose parpadeó confuso durante unos segundos, había quedado con Helena a solas sin saberlo. Meditó unos instantes qué hacer, no pasaba nada por ir a tomar algo con Helena; solo eran dos amigos que iba a merendar. No era una cita ni nada de eso. Además, su alternativa era regresar a casa y sinceramente pasaba de ver cómo su padre intentaba tejer una bufanda, de nuevo.
—No, claro que no.―contestó Jose con simpatía, Helena pareció respirar aliviada y le sonrió con amabilidad. ―Si quieres podemos, ir a la cafetería esa de los años cincuenta.
—Es una buena idea.―dijo Helena esperando a que Jose se colocase a su lado para comenzar a caminar juntos.
Caminaron en silencio, siendo honesto no sabía de qué hablar con Helena. La chica no le caía mal pero tampoco sabía exactamente cómo comportarse con ella, y por alguna extraña razón la rubia estaba más callada de lo habitual; seguramente se arrepentiría pero ojalá Bel estuviese allí, al menos con ella cerca no habría ese incómodo silencio.
—¡Dan eres un lento! ―Jose miró hacia el otro lado de la calle para encontrarse a Triz subida sobre la espalda de Dan mientras el chico corría, delante de él estaba Sonia.
— Me gustaría verte a ti correr con Triz en la espalda. ―protestó el chico parándose para tomar el aire. ―La próxima vez que Matt diga que nos dispersemos lo mando a la mierda, siempre acaban persiguiéndonos a nosotros.
—¿Creéis que ya los hemos despistado? ―preguntó Triz sujetando a Dan de los rizos y agitándolos como si fueran las riendas de un caballo.
— ¡Están allí! ¡A por ellos! ―al final de la calle aparecieron un grupo de mimos que llevaban palos en las manos.
— ¡Mierda! ―masculló Sonia antes de empezar a correr de nuevo seguida de Dan que soltó a Triz en el suelo y ambos corrieron tras la pelirroja mientras una horda de furiosos mimos los perseguían.
Jose se restregó los ojos con fuerza, ¿acababa de ver cómo Sonia, Triz y Dan eran perseguidos por mimos? Abrió la boca con sorpresa y miró hacia Helena.
—¿Sonia, Triz y Dan estaban huyendo de un grupo de mimos violentos? ―preguntó Helena dudando, Jose asintió con lentitud. ―Vale.
Ambos se miraron y comenzaron a reírse.
Gracias a ese pequeño incidente el silencio incómodo entre ambos desapareció y comenzaron a conversar animadamente. Una vez en la cafetería tomaron asiento y le pidieron dos batidos a la camarera; estuvieron un largo rato hablando sobre música y cine y la chica le contó varias de sus películas favoritas. Tenía que reconocer que Helena era una chica muy simpática y alegre, hablar con ella era sencillo y se sentía relajado, no como el día anterior con Nora con la que pasar un rato tranquilo era todo un desafío. La morena siempre conseguía sacarlo de sus casillas, ¿por qué no le decía de una vez de que se conocían? Esa irritable chica testaruda; si le dijera que le había hecho podría pedirle perdón en condiciones para luego centrarse en conquistarla y ganarle la apuesta a Evan. Lo único que había sacado en claro de su cita de ayer era que lo que fuera que le hubiera hecho fue algo muy malo que ella se negaba a recordar y que ya no le era indiferente como mostraban sus mejillas sonrojadas cada vez que se besaban, ¡joder! ¿por qué tuvo que besarla?
—¿Por qué no te unes al equipo de fútbol? ―se interesó la rubia, Jose parpadeó confundido y la rubia se echó hacia adelante esperando a que respondiese.
— Yo...bueno... ―¿qué le había preguntado? ¡Maldita sea! Si no hubiera estado divagando sobre sus besos con Nora habría escuchado lo que Helena le decía. Sonrió intentando ganar tiempo pero cuanto más esperaba para contestar más idiota parecía.
— No creo que los chicos tenga problema en dejar que te unas al equipo, al fin y al cabo eres bastante bueno; o puedes ser jugador temporal como Dan y Matt que juegan cuando quieren.―habló Helena, Jose suspiró aliviado era una suerte que la chica hubiese interpretado su silencio como que le daba vergüenza preguntar sobre el equipo de fútbol.
—No pasa nada, estoy bien así.―contestó secamente, Helena se encogió de hombros y se puso a beber.
Jose la observó un par de segundos en silencio. La chica se había quitado la coleta alegando que le estaba provocando dolor de cabeza, por lo que su pelo rubio le caía en cascada por la espalda algo que le favorecía bastante ya que hacía sus rasgos más delicados.
Parpadeó y dejó de mirarla para centrar su mirada en la calle, a lo lejos vio a Bel caminando con Iván por lo que frunció el ceño.
— ¿Ocurre algo? ―preguntó Helena mirando también hacia la calle.
— Bel no debería juntarse tanto con él. ―habló Jose con voz seria señalando a Helena donde se encontraban ambos chicos.
—No empieces tú también como Nora.―dijo Helena mostrando claramente su disconformidad, Jose apartó la mirada de la ventana.―Ni siquiera se ha molestado en conocerlo y pretende que Bel se aleje de él.
— Sé que va a sonarte raro, pero estoy de acuerdo con ella.―contestó Jose ganándose una mirada de reprimenda por parte de la rubia.
—Pues sois los dos igual de idiotas.―contestó Helena sacudiendo las manos para luego ponerse a enredarse uno de los dedos en el pelo; Jose bajó la mirada y se puso a jugar con su vaso. ―¿Todavía no sabes de qué os conocéis?
Levantó la mirada y negó con la cabeza.
—Si te sirve de consuelo creo que ha exagerado un poco con toda la situación, no entiendo porque no te lo dice de una vez y ya está. ―opinó la rubia mostrando una sonrisa sincera, Jose asintió y se puso a juguetear con el vaso de nuevo.
Hablar de la morena le hacía recordar lo sucedido entre ambos ayer y ya había tenido suficiente con pasar más de la mitad de la noche pensando en lo acaecido en el metro y en el banco. ¿Qué iba a hacer el lunes cuando se viesen? ¿Le habría contado a Matt y Sonia que la besó? Si la respuesta era afirmativa, podía darse por muerto.
—¿Nos vamos? ―preguntó Helena sacándolo una vez más de sus cavilaciones, Jose asintió e hizo un gesto para que la camarera les llevase la cuenta.
— ¿Quieres que te acompañe a casa? ―Jose abrió la puerta del local y se echó a un lado para que Helena saliese primero.
— De acuerdo.―respondió la rubia estrechando el bolso entre sus manos y caminando con Jose a su lado.
Pasearon en silencio hasta que Helena empezó a hablar, Jose se limitó a escucharla en silencio y a asentir de vez en cuando para que la chica supiese que la estaba escuchando.
— Es aquí. ―indicó la chica deteniéndose frente al portal de un edificio de color rojo de unas cinco plantas, Jose se detuvo y miró hacia los lados; empezaba a entender por qué Cris venía con ella a clase, su amigo vivía a dos calles de allí.
—¿Y Bel por donde vive? ―preguntó sin mucho interés, Helena señaló calle abajo.
— Vive al final de la calle en un edificio de puertas grises.―explicó Helena sacando las llaves de su bolso, Jose asintió y metió las manos dentro de los bolsillos del pantalón. ―Me lo pasé muy bien.
— Yo también. ―respondió Jose sintiendo como la chica le rodeaba el cuello con sus brazos y le daba un beso rápido en los labios para luego salir corriendo y meterse dentro del portal dejándolo perplejo y confuso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro