Capitulo 18. Una cita desastrosa
Jose metió las manos en los bolsillos y se apoyó sobre una de las numerosas columnas que había en la entrada de biblioteca, había llegado unos diez minutos antes de la hora pero como su padre se había negado a llevarlo tuvo que coger el dichoso metro.
A lo lejos vislumbró a una chica pelirroja e instintivamente se escondió tras la columna, sabía que era imposible que fuera Sonia pero era mejor prevenir. Desde que le habían dicho a la pelirroja que había apostado con Nora que si marcaba tendría una cita con él se había puesto hecha una furia. Por suerte Helena lo había estado ayudando a evitar a Sonia creyendo que la razón por la que pretendía matarlo era porque habían perdido el partido, ¿y quién era él para sacarla de esa confusión?
Volvió a mirar la hora, eran las cinco y veinte. Bufó molestó, ¿acaso lo había dejado plantado? Y ni siquiera tenía su número de teléfono para llamarla y gritarle. Pateó una lata y la tiró escaleras abajo, se sentía tan idiota por haber pensado que ella iría, ¿pero porque iba a ir? Ya había dejado bastante claro que lo detestaba y que odiaba pasar tiempo con él. Dejó escapar un pequeño grito de frustración antes de comenzar a bajar las escaleras, sin embargo, se detuvo al sentir un par de gotas sobre cabeza. ¡Lo que le faltaba! Le encantaría saber a quién había cabreado allí arriba porque tanta mala suerte no era normal. Como si su queja fuese escuchada comenzó a llover más fuerte por lo que se dio la vuelta y entró en la biblioteca, una vez dentro se sacudió el pelo y se quitó la cazadora.
—Buenas tardes.―saludó la bibliotecaria caminando con un carrito lleno de libros, al verlo se detuvo y se acercó a él.―Estás mojado, ¿quieres una toalla?
— No, gracias. Estoy bien.―murmuró de mal humor pero la mujer se metió tras el mostrador y le entregó un paquete de clínex que a regañadientes aceptó y los usó para secarse la cara.―Gracias.
—Poppy ya termine de... ¡oh! ―Jose fulminó con la mirada a Nora que acaba de llegar con varios libros en las manos y lo miraba sorprendida.―¿Ya son las cinco?
—Son las cinco y media, querida.―respondió la bibliotecaria examinando el reloj que estaba sobre el mostrador, Nora miró hacia allí y abrió la boca sorprendida para luego cerrarla.
—Llevo media hora esperándote.―se quejó Jose, ella se encogió de hombros.
—No te enfades con ella, le pedí que me ayudase a etiquetar y colocar los libros. ―interrumpió la bibliotecaria para defender a la morena, Jose se cruzó de brazos molesto pero no dijo nada. ―Bueno me voy a colocar esos libros, dale recuerdos a Matt.
—Hasta luego Poppy.―Nora se despidió de la bibliotecaria mientras ésta se iba empujando el carrito, luego miró hacia Jose que seguía mirándola fijamente. ―¿Qué?
—Media hora, ya pensaba que me habías dejado plantado.―contestó Jose con franqueza por lo que Nora parpadeó sorprendida para luego acercarse al mostrador y depositar los libros sobre la mesa.―¿Tienes paraguas?
—Ajá...―Nora se metió por detrás del mostrador para salir minutos después con su paraguas transparente y una chaqueta negra.―¿Qué vamos a hacer?
— Ya verás. ―dijo Jose que tras colocarse la cazadora se acercó a ella y le quitó el paraguas de la mano.
Se había pasado toda la semana dándole vueltas a dónde podían ir y que podían hacer, tras rechazar un sinfín de ideas absurdas tuvo que ser Cris quien le proporcionara el plan perfecto.
* * * * *
—Déjame adivinar, es la primera vez que patinas.―aseguró Jose al ver como la chica se sujetaba al bordillo como si su vida dependiese de ello, ella asintió tímidamente. ―Es muy fácil, sólo tienes que mantener el equilibrio.
—Eso es fácil de decir. ―protestó ella separándose poco a poco de los bordillos para intentar mantenerse en pie, sin embargo a los pocos segundos perdió el equilibrio y se cayó de culo sobre el frío hielo.
—Ven que te ayudo. ―Jose se agachó y la ayudo a incorporarse, sin embargo Nora volvió a perder el equilibrio en cuanto estuvo de pie y cayó de nuevo pero esta vez de rodillas. ―Va a ser una tarde muy larga.
Se pasó la siguiente hora enseñando a Nora mantener el equilibrio, algo que resultó más difícil de lo esperado puesto que Nora era la persona con menos equilibrio que había conocido jamás. No hacía sino caerse y además las últimas cinco veces lo había arrastrado con ella, pero tenía que reconocer que se estaba divirtiendo.
— Creo que le voy cogiendo el truco.―comentó Nora con orgullo para luego tropezarse y estar a punto de perder el equilibrio aunque gracias a Jose no se cayó. El chico la tenía sujeta por la cintura e iba patinando por detrás de ella para asegurarse que no se diese de bruces de nuevo.―Creo que ya puedes soltarme.
—La última vez que dijiste eso te caíste nada más soltarte.―recordó Jose sin soltar la cintura de la chica.
—Bueno pero eso fue antes.―afirmó Nora con energía y asintiendo con fuerza, Jose entrecerró los ojos antes de empezar a soltarla poco a poco por lo que ella empezó a balancearse, así que el moreno patinó para colocarse a su lado y tomarla de la mano para intentar que dejase de balancearse. ―Ves, te dije que podía ir yo sola.
—Te tengo cogida de la mano, no vas sola.―dijo Jose levantando sus manos, ella lo ignoró y dieron una vuelta completa por la pista.
—¡Hola!―los saludó una niña de pelo negro y largo que llevaba una corona de princesa, por lo que Jose dedujo que debía ser la cumpleañera; a su lado sus amigas se daban codazos unas a otras mientras la mayoría de los niños del cumpleaños hacían carreras.―Me llamo María y hoy es mi cumpleaños y yo...esto...¡qué vergüenza!
—Díselo María. ―murmuró una de las niñas dándole un empujón a la tal María que tras quejarse lanzó una mirada asesina a su amiga.
—Ya voy...―protestó María para luego mirar a Jose que la observaba confundido. ―¿Quieres dar una vuelta conmigo?
Jose parpadeó estupefacto, ¿desde cuándo las niñas de nueve años eran así de directas? Nora soltó una risita que ocultó al sentir la mirada fulminante de Jose.
—¡Di que sí! ¡Hoy es su cumpleaños! ―dijo la amiga de la niña.
—Lo siento, pero estoy con ella.―contestó Jose levantando la mano que tenía entrelazada con Nora por lo que las cuatro niñas centraron su mirada suplicante en la morena.
—Por mi no te preocupes, puedo apañármelas un rato yo sola. ―contestó Nora por lo que las niñas lanzaron un gritito de emoción, Jose la fulminó con la mirada y la morena se soltó de él. ―Es su cumpleaños, nunca se le dice no al cumpleañero.
—Pero sólo una vuelta.―dijo Jose agachándose para poder mirar a la niña a los ojos, la niña asintió con fuerza para a continuación tomarlo de la mano y arrastrarlo lejos de allí.
Jose patinó con niña tomada de su mano y con las amigas por detrás suspirando emocionadas. Jose se rascó la nuca, ¿por qué le pasaban esas cosas a él? Se olió la cazadora, ¿sería ese el efecto de haberse puesto más colonia de lo normal?
—¿Cómo te llamas? ―le preguntó la niña con timidez.
—Jose.―contestó intentando parecer simpático.―¿Cuántos cumples?
—Ocho.―contestó María con voz cantarina estrechando su mano con fuerza, Jose movió la cabeza buscando a Nora.―¿Es tu novia?
Jose negó con la cabeza y la niña exclamó "Bien".
¿Cómo que "bien"? ¡Ay madre! Que la niña esa se había enamorado de él. Le sonrió con dulzura y siguió patinando, ya casi terminaban de dar la vuelta. Sin embargo, uno de los niños del cumpleaños se interpuso en su camino mientras lo señalaba con el dedo.
—María, ¿qué haces con este viejo de la mano? ―inquirió el niño mirando hacia él con ira.
¡Oye tú niño! ¿¡A quién llamas viejo!? Sólo tenía diecisiete años, aún era joven. Jose enarcó una ceja molesto y examinó al niño. Era bastante bajito para su edad, además de que tenía el pelo negro azabache en pincho hacia arriba, sus ojos eran oscuros, casi negros y tenía la nariz pequeña y respingona.
—Mario déjalo en paz.―pidió otro niño acercándose a él; Jose lo miró perplejo, el que acababa de llegar era exactamente igual al tal Mario, incluso llevaban la misma ropa.
¡Genial! Como no tenía suficiente con uno ahora llegaba su hermano gemelo.
—Cállate Miguel, este tío me quiere robar la novia.―dijo Mario señalando hacia Jose.
—¡Que no soy tu novia! ―gritó María llamando la atención de todos los que había en la pista por lo que todos los niños dejaron de lado lo que estaban haciendo y patinaron hacia ellos.
Jose chasqueó la lengua, ¿qué había hecho él para merecer eso? Buscó a Nora con la mirada y se encontró a la morena patinando feliz con algún que otro tropiezo, ella al percatarse de que la estaba mirando levantó la mano y lo saludó por lo que momentáneamente perdió el equilibrio aunque por suerte lo recuperó enseguida.
—Yo me voy. ―murmuró Jose sin embargo Mario se puso en medio evitando que pudiera marcharse.
—¡Tú no te vas de aquí roba novias! ―gritó el niño colocando los brazos en las caderas y lanzándole una mirada amenazante. ―¡Te reto a una carrera! ¡El que gane se quedará con María!
¡Estos niños veían demasiada televisión! Él no iba a competir en una estúpida carrera contra un niño que no conocía por el amor de una niña que acababa de conocer, ¿es que estaban locos?
—No.―dijo Jose con voz seria, inmediatamente todos los niños del corrillo comenzaron a cacarear como si fueran gallinas.―Esto es ridículo, no voy a competir contigo.
—¡Cobarde!―exclamó el niño cruzándose de brazos mientras su hermano gemelo trataba de calmarlo, el resto de los niños siguieron el ejemplo de ese mini macarra y comenzaron a llamarlo cobarde; el moreno rodó los ojos molesto y trató de salir del corrillo pero los niños le bloquearon el paso.
En maldita la hora había aceptado dar una vuelta con esa niña; si él sólo quería patinar con Nora, ¿es qué era tan difícil de entender? Y hablando de ella, ¿dónde estaba la chica? Jose buscó a la morena y se la encontró no muy lejos de allí agitando las manos de delante atrás para mantener el equilibrio, una vez que lo consiguió sonrió con felicidad.
— Veo que lo llevas bien.―comentó Jose saludando a la chica con la mano, ella lo miró, asintió y luego incrementó la velocidad para dirigirse hacia donde estaba él.
—¿Y ahora cómo freno? ―preguntó Nora mirando horrorizada hacia los lados y agitando las manos como si eso fuera a ayudarla, Jose soltó una carcajada antes de alejarse de los niños y estirar los brazos para atrapar a Nora que chocó contra su pecho. ―¿Viste eso? Ya sé patinar yo solita.
—Si, ahora sólo hay que enseñarte a frenar.―comunicó Jose cogiéndola de las manos, Nora asintió con energía.
La verdad era que llevarla a patinar había sido todo un acierto, Nora estaba más simpática de lo habitual y parecía realmente feliz. En cuanto llegase a casa llamaría a Cris para agradecerle la genial idea que tuvo, seguía pensando que era extraño que su amigo lo ayudase para conquistar a la chica cuando estaba totalmente en contra de la apuesta que habían hecho, pero bueno... Entrelazó sus dedos con los de ella al notar sus manos frías, ella no hizo comentario ninguno y siguió a lo suyo que era observar sus pies mientras los movía de adelante a atrás.
—¡Oye tú! No creas que vas a librarte de...¿Nora? ―Jose miró extrañado hacia el niño para luego mirar a Nora a la que tuvo que sujetar con fuerza para evitar que se cayese ya que la chica trató de darse la vuelta tan rápidamente que casi pierde el equilibrio.
Jose vio como el niño le hacía una señal a su hermano gemelo, y éste patinaba hacia ellos; ¿de qué conocían esos dos a la morena?
—¿Qué hacéis aquí? ―preguntó Nora
— Es el cumpleaños de María, la novia imaginaria de Mario.―indicó Miguel señalando hacia María que en esos momentos miraba a Jose para luego ponerse a cuchichear con sus amigas por lo que Jose bufó molesto.―¿Y tú qué haces aquí? ¿Sabe Matt que lo estás engañando con otro?
—Os he dicho un millón de veces que Matt y yo no somos novios.―dijo la morena haciendo que los dos niños se mirasen entre ellos para luego cruzarse de brazos a la vez.
— ¿Los conoces? ―preguntó Jose con interés, los dos niños lo fulminaron con la mirada y Nora asintió.
— Somos sus vecinos de abajo, ¿y tú quién eres? ¡Eh, roba novias! ―gritó Mario señalándolo con el dedo, Jose se llevó las manos a la cabeza y se acarició la sien. Era como discutir con un mini-Matt pero en moreno.
—Pero si ni siquiera es tu novia.―recordó Jose por lo que el niño abrió la boca escandalizado para luego ponerse a patinar a su alrededor.
—Te desafío a una carrera a muerte, el ganador se quedará con la chica mientras que el perdedor saboreará las mieles de la desgracia y la vergüenza. ―dijo el niño con seriedad, Jose resopló molesto.
—Que no voy a competir contigo, y puedes quedarte con María si quieres. ―contestó Jose revolviéndose el pelo, el niño entrecerró los ojos pero Jose lo ignoró.
—Bien, la carrera será dar dos vueltas completas a la pista.―dijo el niño poniéndose en posición de salida, ¿pero es que no lo había escuchado? ¡No iba a competir! ―Pero no vale acortar en las esquinas, hay que hacerlo bien. Nora y Miguel serán los jueces, ellos dirán quién ha llegado primero.
—No voy a competir contigo.―dijo Jose una vez más.
— ¿Preparados? ―preguntó Nora, Mario asintió y se colocó en lo que ellos habían diseñado como la salida y la meta; Jose sin embargo, volteó hacia ella y frunció el ceño.
— ¿Cómo que preparados? No voy a competir con él. ―dijo Jose con enojo.
—¿Por qué no? ―preguntó Nora con interés.―¿Tienes miedo de que te gane un niño de ocho años?
— Prepárate para perder niño.―murmuró Jose separándose de la morena y poniéndose al lado de Mario preparado para patinar a toda velocidad en cuanto diesen la señal de salida.
—Preparados, listos...¡Ya!
Jose tuvo una salida bastante mala, pero enseguida se recuperó y comenzó a patinar a toda velocidad. Tenía que reconocer que el niño era bueno y patinaba muy bien y rápido pero él era mayor y por lo tanto sus pasos eran más grandes lo que le permitió adelantarlo con facilidad.. Al pasar por la supuesta línea de meta escuchó como el grupo de niñas lo animaba efusivamente mientras Nora y los demás niños apoyaban a Mario; Jose relajó la marcha ¿es que se le había zafado un tornillo? Estaba compitiendo con un niño de ocho años, por el amor de una niña; patinó cada vez más despacio hasta que Mario lo alcanzó. El niño le lanzó una mirada amenazante.
—No quiero que me dejes ganar por pena.―dijo el niño patinando con fuerza y adelantándolo, Jose parpadeó sorprendido.
Si que era maduro el niño para su edad, aceleró un poco y se colocó a su lado.
—¡Dije que no me dejes ganar por pena así que espabila para que pueda derrotarte! ―gritó el niño instándole a patinar más rápido, ¡pero sí él no quería ganar!
Bien, pues tendría que ingeniárselas para perder sin que Mario se percatase de que lo estaba dejando ganar, el único problema era que le quedaba únicamente una curva y unos treinta metros antes de llegar a la meta. ¿Por qué tenía que ser tan competitivo? Si se hubiera parado a pensar antes de empezar la carrera hubiera dejado ganar al niño desde el principio, ¡pero no! Él tenía que ser el tío más competitivo del planeta, ¿y ahora que iba a hacer si ganaba?. Se mantuvo patinando al lado de Mario, tenía que pensar en algo y tenía que hacerlo pero ya.
— ¡Vamos Mario!―gritó Nora animando con fuerza al niño mientras a su lado Miguel los grababa con el teléfono móvil.
Mario a su lado aceleró y él hizo lo mismo para colocarse a su lado, lo mejor que podía hacer era seguir el ritmo del niño hasta los últimos metros dónde fingiría que perdía el equilibrio y disminuiría el paso por lo que Mario ganaría y él se libraría de esa niña. Un plan perfecto.
Patinó al lado de Mario durante los últimos metros y un poco antes de llegar a la línea de meta que era dónde se encontraba Nora se inclinó hacia la derecha para ponerse a mover los brazos como la morena había hecho con anterioridad para intentar recuperar el equilibrio. Vio como el niño atravesaba la meta victorioso y recibía la felicitación de su hermano y de los demás niños, por lo que empezó a enderezarse para llegar hasta ellos. Sin embargo, el jodido universo decidió actuar en su contra y su fingida perdida de equilibrio se convirtió en algo real, así que siguió patinando a trompicones hasta que terminó por caerse de espaldas.
— ¡Ay!―se quejó, se quedó unos segundos tumbado compadeciéndose de sí mismo por su mala suerte hasta que decidió sentarse para contemplar cómo Nora felicitaba a Mario dándole un beso en la mejilla.
Y él ahí tirado en el suelo sufriendo de dolor, ¿es que no iba a preocuparse por él? ¡Estúpida chica! Miguel también felicitó a su hermano y luego miró hacia él y patinó hasta dónde estaba con una sonrisa digna de un ser diabólico y le enseñó el móvil. Al parecer el hijo de Satán había grabado su vergonzosa caída, entrecerró los ojos y trató de arrebatarle el móvil sin éxito.
—¡Ha sido una pasada! ¡Vas directo al youtube! ―dijo el niño reproduciendo el video una y otra y otra vez.
—¡Trae eso! ―exclamó enfadado pero el niño sólo sonrió antes de entregarle el teléfono a su hermano gemelo que acababa de llegar.
—¡Qué guapo! Tenemos que decirle a Matt que lo suba al youtube. ―dijo Mario con ilusión mientras a su lado Miguel asentía. Si no le doliese todo el cuerpo los abofetearía con el teléfono.―¡Es tan divertido! No me canso de verlo.
—¡Miguel, Mario su mamá llegó! ―los gemelos se dieron la vuelta al escuchar la voz de uno de sus amigos por lo que lanzaron un largo "oh" de desilusión y patinaron hacia Nora.
—No estuvo nada mal la carrera, fue divertido. Otro día tenemos que repetirlo. ―dijo Mario para chocar el puño con Jose que lo miró extrañado pero le siguió el rollo luego miró hacia Nora y le sonrió. ―¡Nos vemos mañana!
Jose se puso en pie como pudo y patino hasta el bordillo donde Nora estaba apoyada. Miró a su alrededor y vio como no solo los dos gemelos se habían ido sino también todos los niños del cumpleaños incluida la cumpleañera.
— Así que ese par son tus vecinos.―comentó para romper el silencio entre ambos, ella asintió.― ¿Y por qué piensan que Matt y tú sois pareja?
— Porque pasamos mucho tiempo juntos.―contestó Nora con tranquilidad.
— ¿Sólo por eso? ―preguntó extrañado aunque luego lo reconsideró, al principio él también había pensado que esos dos podían ser algo más que amigos. ―Bueno, es verdad que pasáis mucho tiempo juntos; y la actitud del rubito no ayuda nada a pensar que sólo sois amigos.
—¿Rubito?―preguntó Nora enarcando las cejas por lo que se rascó la nuca intentando parecer despreocupado.―Bueno, él dice cosas peores de ti y eso que no le he contado...
— No le has contado de que me conoces.―terminó él la frase mirándola fijamente, ella negó con la cabeza.―¿Y se puede saber de qué nos conocemos?
—¿Qué vas a hacer cuando lo sepas?―preguntó ella con seriedad.
—No sé, pedirte disculpas supongo. ―dijo no muy seguro al ver los ojos de ella.
— Tus disculpas no me sirven para nada.―contestó la morena con seguridad patinando hacia la salida de la pista.
Jose suspiró y la siguió por si perdía el equilibrio pero al parecer la había enseñado bien y apenas tuvo tropiezos; sin embargo, cuando llegó a dónde terminaba la pista se quedó quieta sopesando lo que podía hacer. Llegó tras ella y sin problemas pasó de la pista de hielo al suelo.
—Dame la mano, te ayudaré a salir.―el castaño estiró la mano esperando a que ella aceptase su ayuda, no obstante la morena se agarró al bordillo y con torpeza salió de la pista.―Terca.
Nora le enseñó la lengua y caminó con cuidado hacia los asientos donde se quitó los patines para luego entregárselos al dependiente. Éste le entregó sus zapatos y su bolso, Jose se acercó al mostrador también y le entrego sus deportivas; se sentó al lado de Nora y vio como ella se levantaba para alejarse de él.
—No tengo la peste, ¿sabes? ―comentó un tanto irritado, ella hizo oídos sordos como era habitual y siguió poniéndose las botas.
¡Esa detestable chica! Él intentaba ser simpático y amable con ella y ¿qué recibía a cambio? Nada más que golpes y malas contestaciones, y eso cuando le contestaba porque la mayor parte del tiempo lo pasaba en silencio. Pero bien que hablaba con Matt la muy... Un rugido procedente de su estómago lo hizo abandonar sus pensamientos sobre Nora, miró el reloj y bufó; no era extrañar que estuviese muerto de hambre, ya eran casi las nueve de la noche. Se puso en pie de un salto y caminó hacia Nora que había sacado un libro y se había puesto a leer, le arrebató el libro de las manos de un rápido movimiento por lo que la chica lo miró furiosa.
— ¿Qué quieres ahora? ―preguntó ella poniéndose en pie para tratar de recuperar su libro, sin embargo Jose estiró la mano hacia el cielo evitando que ella pudiese recuperarlo.
—Tengo hambre.―ella levantó las cejas indicando que le importaba un bledo por lo que Jose comenzó a caminar hacia la salida mientras abría el libro y le echaba un vistazo.
—Dámelo.―dijo ella con voz fría, Jose la miró a los ojos durante unos segundos para luego abandonar el edificio mientras seguía examinando el libro, sintió un fuerte golpe en la cabeza y volteó para encontrarse a Nora con el paraguas en la mano y mirándolo fijamente. ―¿Cuándo se acaba la dichosa cita?
—Cuando yo lo diga.―dijo Jose acercándose a ella para intentar quitarle el paraguas pero la chica dio un salto hacia atrás y lo esquivó hábilmente, Jose levantó la mano en la que tenía el libro y lo sacudió en el aire para llamar su atención algo que consiguió enseguida.
La morena lo fulminó con la mirada y lanzó una estocada con el paraguas que Jose esquivó por los pelos, la morena se puso a dar bandazos con el paraguas intentando golpearlo como fuera. Jose esquivaba como podía los paraguazos hasta que en un momento de indecisión de ella le lanzó el libro. Como era de esperarse Nora dejó de intentar partirle el paraguas sobre la cabeza y atrapó el libro entre sus manos momento que aprovecho para quitarle el paraguas de la mano y arrinconarla contra la pared usando el paraguas para impedir que pudiese moverse.
—Eso ha sido un truco muy sucio.―murmuró ella molesta, Jose acercó su rostro al de ella mostrando una sonrisa triunfal.
— Cuando te enfrentas a una de las todopoderosas jefas de Góngora cualquier truco es válido.―dijo él recordando la fuerte posición que ella tenía dentro de ese instituto de delincuentes, la morena lo fulminó con la mirada y ambos estuvieron un rato mirándose fijamente perdiéndose en la mirada del otro hasta que un rugido procedente del estómago de la chica los hizo apartar la mirada. Jose soltó una fuerte carcajada mientras ella bajaba la mirada.―Parece que no soy el único que tiene hambre.
Jose se separó poco a poco de ella pero no le devolvió el paraguas, de ahora en adelante él cargaría con esa peligrosa arma. De reojo vio como Nora guardaba el libro en el bolso, no sin antes lanzarle una mirada amenazante; luego se acercó a él y trato de recuperar el paraguas.
— De eso nada, esto me lo quedo yo.―apartó el paraguas de la morena y le pegó un azote en el culo con él por lo que ella caminó derechita a golpearlo así que huyó despavorido y se escondió tras una farola.
Era tan divertido hacerla enfadar y tan fácil que no podía evitar hacerlo cada vez que estaba con ella. Nora caminó hacia él con lentitud y pudo leer en sus ojos que su futura venganza sería terrible, bueno ya lidiaría con ella más tarde; cuando tuviese el estómago lleno. Esperó a que la chica llegase hasta él para comenzar a caminar con ella a su lado, la miró de reojo en varias ocasiones hasta que llegaron a la boca del metro donde entraron.
—¿Y dónde vamos a cenar?―preguntó ella abriendo la cartera y pasando el bono por la máquina, Jose pasó tras ella después de hacer lo mismo.
—No sé. ―Jose se revolvió el pelo nervioso atravesando los pasillos hasta llegar al andén ―¿Podríamos ir a una pizzería? ¿Te apetece?
La muchacha se encogió de hombros antes de entrar en el vagón y sentarse en el único sitio que quedaba libre. Jose caminó hasta ella y se apoyó en la barra que había a su lado, vio como Nora disimuladamente levantaba la mano para quitarle el paraguas por lo que rápidamente lo apartó de ella y la golpeó con él en la cabeza.
—Todavía estoy esperando que reconozcas que soy mejor que Matt.―dijo recordando que le había podido marcar un gol.
— Pues sigue esperando. ―contestó ella con voz cantarina sin mirarlo.
De repente, escucharon un fuerte ruido y las luces se apagaron quedando completamente a oscuras. Jose se agarró con fuerza a la barra para evitar caerse al sentir como el vagón se detenía de golpe, las luces parpadearon antes de apagarse, por suerte las luces de emergencia se encendieron enseguida; miró a su alrededor y vio como él había sido de los pocos que había tenido buenos reflejos y se había sujetado en el momento indicado.
Los pasajeros comenzaron ayudarse unos a otros a levantarse y a preguntarse qué había sucedido. Con el paraguas aún en la mano caminó hacia un hombre de mediana edad y lo ayudó a incorporarse.
— Me preguntó que habrá pasado.―inquirió el hombre con voz grave mirando por la ventana, Jose a su lado hizo lo mismo pero allí fuera no se veía nada.
El túnel estaba totalmente a oscuras y la única luz era la que procedía de las luces de emergencia que por desgracia apenas iluminaban en condiciones el vagón.
— Chiquilla, ¿te encuentras bien? ―Jose se dio la vuelta al escuchar la voz de la mujer mayor que antes se había escandalizado, debía de tener unos setenta años o más y estaba al lado de Nora mirándola con preocupación.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Rápidamente corrió hasta Nora y se puso de rodillas delante suya, como era de esperarse la morena estaba pálida y con los ojos cerrados contaba en voz baja. ¡¿Cómo demonios podía tener tanta mala suerte?! ¿Acaso había matado a alguien en la vida anterior como para merecerse tantas desgracias en esta? Nora abrió los ojos de golpe y al ver que seguía encerrada lo apartó de un empujón y se puso a tirar de la puerta con todas sus fuerzas. Se acercó a ella y tras separarla de la puerta le colocó las manos sobre los hombros.
—No va a pasarte nada.―le dijo con confianza pero ella lo miró dudosa y aterrorizada, se mordió el labio inferior nerviosa y trató de zafarse de él.
—Eso no lo sabes, estamos aquí atrapados bajo tierra...¡moriremos asfixiados antes de que nos rescaten!―gritó ella histérica captando la atención de todos los pasajeros que los miraron con curiosidad. ―¡Tengo que salir!
La morena se deshizo de él y se puso a aporrear la puerta mientras pedía ayuda desesperadamente.
—¡Deberías aprender a controlar a la histérica de tu novia!―le exclamó un chico no mucho más mayor que él.
— ¡Es claustrofóbica gilipollas!―gritó Jose lanzándole una mirada asesina y haciendo callar al chico; se acercó a Nora y la separó de la puerta a pesar de que ella se empeñaba en seguir aporreándola. ―¡Nora mírame!
La morena dejó de mirar hacia la puerta y centró sus ojos miel en él. Jose la miró con pena, estaba más asustada que cuando se quedaron encerrados en el ascensor; tenía que hacer algo para tranquilizarla cuanto antes.
—No va a pasarte nada, ¿me oyes? No voy a dejar que te pase nada.―escuchó de fondo un "oh" pero decidió ignorarlo, ahora mismo todo su ser estaba concentrado en tranquilizar a la chica que estaba frente a él y que había comenzado a respirar de forma agitada. ―Este trasto va a ponerse en marcha antes de que te des cuenta, ya verás.
Nora no dijo nada, sólo apoyó la cabeza sobre su pecho. Jose sorprendido la rodeó con sus brazos y trató de mostrarse seguro a pesar de estar casi tan nervioso como ella; sintió como la respiración de Nora seguía siendo irregular y eso lo preocupó enormemente.
— ¿Estás mejor?―le preguntó apartándole un mechón de pelo de la cara para comprobar que ella seguía sin recuperar el color, Nora se separó de él poco a poco y negó con la cabeza. Se revolvió el pelo nervioso y miró a su alrededor dándose cuenta que se había convertido en el centro de atención del vagón; bufó irritado. No le gustaba que los demás estuviesen pendientes de ellos.
— ¿Se encuentra mejor? ―preguntó la anciana en un murmullo, el moreno negó con la cabeza y Nora a su lado se dejó caer al suelo de rodillas; la mujer dio un brinco más hábil de lo esperado y corrió hacia la chica. Jose se agachó rápidamente y luego miró hacia la gente que había en el vagón.
—¿Podrían abrir las ventanas? ―preguntó Jose, aunque más que una pregunta lo había ordenado; los pasajeros se miraron entre ellos unos segundos antes de ponerse a intentar abrir las ventanas de la parte superior para que entrara un poco de aire.―Nora, ¡ey!
— Trata de respirar poco a poco.―aconsejó la anciana, Nora asintió lentamente pero continuo respirando de forma acelerada; la mujer le lanzó una mirada de preocupación a Jose. ¡Si, lo sabía! ¡Tenía que hacer que se relajase! ¿¡Pero cómo iba a hacer que ella se relajase si él estaba al borde de un colapso nervioso también!?
—¿¡Cuánto van a tardar en abrir esas ventanas!? ―gritó Jose con furia al ver que las ventanas aún seguían cerradas, el hombre que estaba tratando de abrirlas le lanzó una mirada asesina pero continúo a lo suyo. El moreno ignoró el hombre y se centró de nuevo en Nora, la chica cada vez estaba peor y no descartaba que dentro de poco perdiese el conocimiento. ―¡Abrid las putas ventanas de una vez!
—No puedo... respirar...―susurró Nora mirándolo con pena, la anciana volvió a mirarlo con preocupación y Jose apretó los puños hasta que los nudillos se le quedaron blancos; en toda su vida se había sentido tan frustrado e inútil como ahora.
Debía hacer que se distrajese como fuera, ¿pero cómo? ¿y con qué? La joven seguía mirando hacia el suelo luchando por tratar de respirar con normalidad, le acarició la cabeza y ella levantó la mirada hacia él. Sus ojos miel lo miraban con miedo, Jose sintió un fuerte pinchazo en el pecho, ¡no podía dejarla así! Sin saber cómo sus manos se posaron sobre sus mejillas y la besó.
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