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Capitulo 16. Bajo la lluvia

Fuera seguía lloviendo pero la lluvia no era lo que más le preocupaba en esos momentos, hacía ya más de media hora desde que el director había hecho llamar a los cabecillas de Góngora y pese a que su torre estaba bastante tranquila no podía decir lo mismo de la torre dónde estaban los de tercero y cuarto de la E.S.O de donde provenían ruidos, gritos e incluso explosiones. 

 —¿Escucháis eso?―preguntó Bel poniéndose en pie y yendo hacia la puerta.

Todos los estudiantes que habían en la clase se quedaron quietos tratando de descubrir qué era lo que Bel oía. Sin embargo, todo estaba en silencio.

 — Bel no se oye nada. ―se quejó Helena

—¡Exacto!―contestó el profesor de filosofía poniéndose en pie. ―Al parecer la guerra de los de la E.S.O ha finalizado. Pero por si acaso, nos quedaremos un rato más aquí.

Jose observó en silencio la puerta.

 —¿Quién es tu héroe? ―Jose identificó rápidamente la voz de Dan.

—Por enésima vez, ¡no necesitaba tu ayuda!.―respondió Sonia gritando

—¡Te tenían rodeada, si no es por mi genial intervención estarías en la enfermería o muerta!―gritó Dan, Sonia entró por la puerta siendo abrazada inmediatamente por el profesor.

—¡Sonia me alegro tanto de verte!―la pelirroja intentó librarse del profesor pero él lejos de soltarla la abrazó aún más fuerte.

—Profe que me asfixia.―protestó la chica, el profesor se separó un poco de ella pero al ver entrar a Dan lo agarró y lo unió al abrazo.

—Me alegro tanto de que estéis bien.―el profesor los soltó ante la protesta de ambos chicos, luego miró detenidamente el rostro de Dan, el chico tenía la ceja partida y sangraba del labio inferior. ―¡Estás de pena Dan!

—Se lo tiene merecido por tratar de hacerse el héroe.―indicó Sonia, la pelirroja se apoyó sobre el hombro de Dan y le dio con el dedo en la ceja.―Deberías dejar que los hombres de verdad se encarguen del trabajo duro.

El chico le dio un empujón y ella se rió para luego asegurarle que mientras ella estuviese cerca lo protegería. 

 —¿Estás bien? ―preguntó Bel a Sonia, ésta asintió y Dan comenzó a relatar cómo había sido la pelea.

Al parecer las bandas habían levantado barricadas para impedir el acceso a su torre y así poder dar un golpe de estado sin que nadie los interrumpiese, sin embargo empezaron a pelearse entre ellos algo que aprovecharon Dafne y Ann para recuperar el mando con ayuda de Matt, Sonia y posteriormente Dan. Este último primero tuvo que ir a detener a los de segundo junto a Triz, los alborotadores se rindieron rápido al quitarles uno de los tirachinas gigantes y usarlo contra ellos.

 — ¿Y Matt está bien? ―preguntó Bel, ¿a quién le importaba Matt? ¿Dónde carajos estaba Nora?

— Si, estaba ayudando a las chicas a atar a los cabecillas de la revuelta a las sillas.―contó Sonia mientras observaba de reojo a Dan que se había puesto a contarle la batalla a un grupo de chicas que suspiraban a su alrededor.

— Lo más seguro es que se anulen las clases por hoy y durante unos cuantos días.―contestó el profesor de filosofía.

Se sentó sobre una de las mesas y contempló la discusión de Sonia y Dan, el profesor harto de escucharlos se puso en medio de los dos y los abrazó.

—¡Matt!―gritó Sonia aliviada al ver al rubio pudiendo soltarse al fin del profesor, la pelirroja le dio un abrazo. El rubio parecía cansado y tenía la mano derecha vendada, se apoyó sobre la pared y todos lo miraron impacientes. ―¿Y bien? ¿Qué te dijo el director?

—Id recogiendo las cosas, en quince minutos salimos y las clases quedan suspendidas hasta el jueves. ―contestó el rubio poniéndose a mirar alrededor con preocupación. ―¿Y Nora?

Sonia y Dan intercambiaron miradas de horror.

— ¡Se suponía que ibais a ver si estaba bien! ―gritó Matt enfadado golpeando la mano vendada contra la pizarra, el chico hizo una mueca de dolor y comenzó a agitar la mano.―¡Duele!

—Seguro que está bien. Ella se lleva bien con los indios. ―dijo Sonia, Matt la fulminó con la mirada.

¿Cómo? ¿Qué era eso de que Nora estaba con los indios ella sola? ¿Esos indios que habían robado el coche de los antidisturbios y lo habían estrellado? ¿Esos indios que los habían secuestrado porque sí? 

 —El director dice que evacuemos.―la voz de Nora hizo que Matt dejase de amenazar a Dan con atarlo al para-rayos.

Jose respiró aliviado y examinó a la chica, no tenía ni un solo rasguño. Pero si que traía nuevo look, sobre la frente llevaba una cinta con varias plumas de color marrón, además de que en las mejillas tenía pintados dos grandes triángulos de color rojo; para terminar de parecer una india cargaba una lanza en la mano derecha. A su lado estaba uno de los tres jefes indios, concretamente el de las plumas verdes que era el que la había reconocido cuando los secuestraron.

 —Ves, te dije que iba a estar bien.―comentó Dan señalando a Nora, Matt ignoró a su amigo y caminó hacia Nora, sin embargo antes de que pudiera acercarse el indio que iba con ella lo apuntó con lanza.

—¡Quieto ahí, extraño hombre blanco! Ella ser una de nosotros ahora, hao.―proclamó el indio pinchando a Matt en el estómago con la lanza. ―¡No permitir que nos la robes!

Matt enarcó las cejas mientras todos se reían. 

—Nora te perdiste mi genial acto heroico, rescate a Sonia de una brutal paliza.―interrumpió Dan señalando hacia sus heridas de guerra, la morena asintió y Sonia se cruzó de brazos molesta.―Sonia estaba rodeada por diez miembros de la banda de la Gorra, se iban a abalanzar sobre ella y entonces llegue yo con un palo y me puse a gritar como un loco que como se atreviesen a tocarla les partiría la cabeza en dos como si fuera una nuez y entonces de un golpe aparté a dos de mi camino y luego empecé a golpearlos como loco, ellos trataron de detenerme pero los bloqueé a todos y luego cogieron un..

—¡Te noquearon nada más llegar con el palo!.―contradijo Sonia, Dan la fulminó con la mirada.

—¡Eso no es cierto! Lo que pasa es que no quieres reconocer que te salvé.―debatió Dan encarando a la pelirroja, ambos empezaron a gritarse consiguiendo que los alumnos hicieran un círculo a su alrededor y empezasen a apostar sobre cuánto tardarían en pegarse.

—En serio, tenemos que encerrarlos cuanto antes Pocahontas.―murmuró Matt guiñándole un ojo a Nora, la morena se sonrojó levemente y no hizo comentario ninguno; era curioso cómo por cualquier comentario del rubio Nora se sonrojaba, ¿conseguiría él lo mismo alguna vez?.

                                                                             *   *  *  *  *

Llevaba dos días sin dejar de llover y para colmo las temperaturas habían descendido drásticamente. Se había pasado desde el lunes viendo la televisión mientras su padre insistía en enseñarlo a preparar tartas, como lo había ignorado se había dedicado a hornear galletas. Por suerte Helena lo había llamado hoy para invitarlo a merendar junto a Bel, Evan, Cris e Iván, al principio se negó pero al escuchar a su padre cantando desde la cocina aceptó sin dudarlo.

 Terminó de vestirse y cogió su móvil de encima del escritorio, se fijó en que tenía los libros de Sherlock Holmes, al final sólo se había leído uno de los ellos. ¡Mierda! Tenía que haber devuelto los libros el lunes, y ya estaban a miércoles. Miró el móvil, aún faltaba media hora para tener que estar en la cafetería, salió de su habitación y se encontró a su padre con la lista de la compra en una mano y las llaves en la otra.

 —¿Me llevas a la biblioteca? Tengo que devolver unos libros.―su padre se metió la lista dentro del bolsillo del pantalón.

—Claro, de hecho la tienda a la que voy está cerca de ahí.―respondió su padre, el castaño fue a su habitación y cogió los libros..

Se subieron al coche rápidamente para no mojarse. Su padre trató de entablar conversación pero él le gruño un par de veces por lo que ambos dieron por finalizada la conversación, llegaron hasta una calle contigua a la biblioteca dónde aparcaron y se bajaron del coche.

 —¡Hasta luego! ―se despidió su padre saludándolo efusivamente con la mano, él se dio la vuelta avergonzado y caminó hacia la biblioteca.

Una vez dentro del enorme edificio sacudió el paraguas y caminó hacia el mostrador. Se acercó al mostrador y carraspeó, la bibliotecaria apartó la mirada del ordenador y se colocó las gafas, la mujer le sonrió y él le entregó los libros.

 —Llegas dos días tarde.―saludó la mujer cogiendo los libros y pasando la etiqueta por un lector.

—Lo siento, he estado ocupado.―mintió Jose, mejor decirle eso a que se había olvidado por completo. La mujer asintió y rebuscó entre sus cajones, luego le tendió una tarjeta de color naranja, en ella estaba su nombre y tenía un cuadrado blanco donde debía de pegar una foto suya.

— La próxima vez que quieras sacar un libro utiliza el carné y por cierto, tienes una penalización de tres días por el retraso.―dijo la mujer poniéndose en pie y colocando los libros sobre un carrito, Jose no pudo evitar fijarse en un paraguas transparente que sobresalía del paragüero que había al lado del carrito ¿y si era de Nora? ―¿Algo más?

—Ese paraguas es bonito.―dijo Jose señalando hacia el paraguas, la mujer se colocó las gafas y sonrió.

—Está en la sección de suspense, como siempre.―respondió la mujer centrando su atención en el ordenador, ¿tan obvio era? Comenzó a caminar hacia el interior de la biblioteca pero la bibliotecaria carraspeó, miró hacia ella y la mujer le señaló el paraguas. ―¿Dónde crees que vas con ese pequeño destructor de libros?

—Lo siento.―Jose se acercó de nuevo a la recepción y le entregó el paraguas a la bibliotecaria que lo colocó junto al paraguas de Nora en el paragüero.

Como la otra vez, recorrió el pasillo hasta llegar a la sección de espiritismo, luego giró a la izquierda y siguió recto, a lo lejos vio la figura de Nora; al contrario que la última vez hoy estaba de pie mirando la estantería. Se acercó a ella de puntillas para no hacer ruido y se colocó a su lado mirando hacia la estantería.

 —¿Qué miramos?―preguntó con curiosidad, como esperaba Nora se sobresaltó e intentó atizarle con el libro en la cara, por suerte estaba preparado y la detuvo. Ella lo miró furiosa y le pegó una patada en la espinilla, le soltó la mano y se acarició la pierna.―¿¡A qué ha venido eso!?

—No grites que estamos en una biblioteca.―dijo Nora con sarcasmo, él entrecerró los ojos enojado, se fijó en que la chica escondía sus libros tras la espalda, supuso que sería para evitar que se los quitará como la otra vez.―¿Qué haces aquí?

—Vine a devolver los libros, ¿y tú qué haces aquí?―preguntó desafiante.

—No es asunto tuyo.―contestó ella dándose la vuelta y caminando hacia la salida, Jose respiró hondo antes de salir corriendo tras ella.

—No me diste las gracias.―dijo Jose cuando alcanzó a Nora, la morena se dio la vuelta y lo encaró.―Ya sabes, por salvarte del balonazo y por investigar sobre Iván.

—No pienso darte las gracias, te lanzaste sobre mí; ¿no podías haberme avisado o pegarle una patada al balón? ―protestó ella enfadada.

—Te salve de un balonazo, no seas desagradecida.―ella entrecerró los ojos y le golpeó el brazo con los libros antes de seguir caminando.―¡Ay! Deja de pegarme.

La morena lo ignoró por completo y caminó hacia la recepción, le entregó los libros a la bibliotecaria y ambos esperaron en silencio a que Poppy le entregase los libros a Nora, la mujer les hizo un pequeño gesto antes de darse la vuelta y devolverles los paraguas.

 —Saluda a Matt de mi parte.―se despidió la bibliotecaria con una sonrisa, Nora asintió y tras coger su paraguas y guardar los libros dentro del bolso se marchó; luego lo miró a él.―Corre, que se te escapa.

Miró extrañado a la bibliotecaria antes de irse. Abrió el paraguas nada más llegar a la calle, Nora estaba bajando las escaleras así que aceleró el paso hasta que se colocó delante de ella.

 —¿Qué quieres ahora? ―preguntó la morena cansada.

—Respóndeme a una cosa.―ella lo miró furiosa pero no dijo nada. ―¿Cómo vas a saber si he cambiado si apenas pasas tiempo conmigo?

—Eso es asunto mío.―dijo ella esquivándolo para poder seguir bajando, sin embargo Jose la miró hastiado. Bien, había intentando ser amable que no se quejase luego. Bajó rápidamente las escaleras y la agarró del brazo para luego tirar de ella. ―¿¡Pero qué haces!? ¡Suéltame ahora mismo!

— Vamos, te invito a un batido.―dijo Jose caminando hacia la cafetería donde fueron la última vez.

—¡No voy a ir contigo a ningún sitio! ―exclamó ella furiosa.

Escuchó como Nora profería insultos hacia su persona, por lo que volteó hacia ella enfadado momento que aprovechó la morena para golpearlo con el bolso y hacerle la zancadilla, Jose intentó mantener el equilibrio pero el suelo estaba lleno de agua y se escurrió.

 —¿¡Pero qué pasa contigo!?―preguntó el castaño desde el suelo, había tenido que soltar el paraguas para evitar darse de bruces contra el suelo por lo que la lluvia caía directamente sobre él. Se puso en pie de un salto y caminó furioso hacia ella. ―¡Eh, tú! ¡Te estoy hablando!

Nora intentó esquivarlo pero él se colocaba delante de ella todo el rato bloqueándole el paso. Estaba empapándose pero ya le daba igual.

—¡Déjame en paz! ―gritó Nora usando el paraguas como espada y golpeándolo con él en la cabeza y en el brazo, Jose la fulminó con la mirada y al tercer estoque consiguió atrapar el paraguas con las manos, ella se puso a tirar para recuperarlo pero Jose tiró con fuerza hacia él por lo que Nora dio un par de pasos hacia adelante, el castaño aprovecho para agacharse rápidamente y cogerla en brazos antes de que ella pudiese reaccionar.―¡Qué haces! ¡Bájame maldito tarado!

La chica se puso a patalear y le golpeó la espalda con sus puños, al ver que no funcionaba optó por cerrar el paraguas que llevaba en mano para golpearle las piernas. Jose dio un pequeño brinco para colocarla mejor sobre su hombro.

 — Deja de pegarme.―ordenó Jose mirando hacia Nora aunque no podía verle la cara, la morena como respuesta le pegó un paraguazo en la cabeza. 

—¡Bájame ahora mismo chalado!―exigió Nora pataleando.

Escucharon un trueno y comenzó a llover con más fuerza, Jose miró hacia Nora, ambos estaban completamente empapados y la chica había comenzado a estornudar. Con cuidado la depositó en el suelo frente a él, tenía el pelo mojado y pegado a la cara además de que su chaqueta y pantalones estaban mojados también.

 ― ¡Estarás contento! No me van a dejar subir al metro así.―dijo Nora pegándole  con el paraguas en el brazo para luego estornudar, Jose abrió el paraguas y lo colocó sobre ella para que dejara de caerle agua por encima; ella entornó los ojos enfadada.―Piérdete.

—¡Joder, eres realmente desquiciante, lo sabías!―gritó enfadado metiéndose con ella bajo el paraguas, se sacudió el pelo con la mano que tenía libre y contempló como Nora miraba al horizonte pensativa.

Estaban lo suficientemente mojados como para que no los dejasen entrar ni en el metro, ni en el autobús y mucho menos podrían coger un taxi. Así que técnicamente ninguno de los dos tenía cómo llegar a sus respectivas casas. Nora estornudó un par de veces más antes de abrazarse a sí misma y asesinarlo con la mirada, entregó el paraguas a Nora y se quitó la chaqueta que llevaba. Su chaqueta también estaba mojada por fuera pero por la parte interna apenas estaba húmeda.

 —Quítate la chaqueta.―pidió Jose, ella se cruzó de brazos y se negó por lo que le arrebató el paraguas de la mano molesto y le señaló la chaqueta de nuevo. ―Quítatela o te la quitó yo.

Ella refunfuñó incómoda antes de comenzar a desabrocharse los botones de su chaqueta roja bajo la atenta mirada de Jose, la morena se quitó la chaqueta de mala gana y él vio que la camisa que llevaba la chica por debajo estaba parcialmente mojada. Jose suspiró y le colocó la suya por encima de los hombros. Nora abrió la boca para protestar pero él le subió la cremallera antes de que ella pudiera decir cualquier cosa.

 — Menos mal.―miró hacia Nora y vio que ella había sacado los libros del bolso, la morena parecía feliz al comprobar que ninguno se había mojado; rodó los ojos y le entregó el paraguas. Nora guardó los dos libros y cogió el paraguas, Jose aprovechó para frotar sus manos contra las piernas para intentar entrar en calor. ―¿Quieres la chaqueta?

—No, estoy bien. ―ella levantó una ceja incrédula pero no dijo nada, se estaba muriendo de frío pero no iba a reconocerlo frente a ella.

Según su padre, debía de mantener la mente despejada en situaciones complicadas para así poder analizar la situación y salir victorioso. Desgraciadamente su cerebro se había congelado durante el proceso y no podía pensar con claridad...¡su padre! Su padre había ido a comprar a una tienda cerca de allí, ¡por favor que siguiese allí!

 —Acabo de recordar que mi padre está cerca de aquí comprando, vamos.―dijo Jose aliviado y contento, Nora se giró hacia un lado y se puso a abrir su paraguas; sin embargo, el moreno la detuvo y la agarró de la mano para que caminase a su lado. ―¿Dónde crees que vas? Tú te vienes conmigo.

Ella intentó soltarse de él pero la sujetó con fuerza y entrelazó sus dedos. Tenía razón, siempre acababa cogiéndola de la mano. Caminaron en silencio hasta que por fin vieron el seat Ibiza negro de su padre. ¡Genial! El coche aún seguía allí por lo que su padre todavía estaba en la tienda comprando, ahora sólo tenían que esperar a que él saliese. 

 —No creo que mi padre tarde mucho.―dijo Jose para romper el silencio, ella se puso a mirar al suelo y lo ignoró.―¿Cómo hiciste para que los indios te hiciesen caso?

— Eso no es asunto tuyo.―contestó Nora de mal humor.

—¿Jose? ―al escuchar su nombre, ambos se dieron la vuelta para encontrarse con su padre cargando una bolsa transparente en una mano y un paraguas en la otra. ―Estáis empapados, ¿qué os ha pasado?

— Tuvimos un pequeño percance.―dijo Jose, su padre sacó las llaves del coche y apretó un botón haciendo que las luces brillasen; abrió el maletero depositando la bolsa en su interior luego sacó una manta vieja que colocó en los asientos traseros. Jose obligó a Nora a entrar en el coche y ambos se sentaron sobre la manta, la morena comenzó a estornudar al igual que él.

—¿Dónde vives? ―preguntó su padre tomando asiento en el lugar del conductor y arrancando el coche.

—En el parque Lorca.―contestó Nora con timidez. 

—Pero eso está en la otra punta, cuando consigamos llegar habrás muerto por hipotermia. Te vienes con nosotros a casa.―dijo su padre girando en un cruce hacia la derecha, Nora volteó hacia Jose horrorizada.

—Pero...―trató de protestar ella.

—No hay peros que valgan, no voy a dejar que la primera novia que mi hijo me presenta llegue a su casa de esta guisa; tus padres se creerán que no lo he educado bien.―contestó su padre orgulloso guiñándole un ojo a Jose a través del espejo retrovisor, el castaño dejó de mirar por la ventana para mirar a su padre espantado.

—¡Papá, ella no es mi novia! ¿¡Por qué...por qué...cómo has llegado a esa conclusión!?―preguntó histérico atragantándose con sus palabras, Nora a su lado parecía que quería que la tierra se la tragase.―Sólo es una compañera de clase.

—Oh.―contestó su padre con simpleza.―Cómo lleva tu chaqueta y estabais tan juntitos pensé... bueno no importa. Me llamo Gabriel ¿y tú?

— Nora.―respondió ella en voz baja, vio a su padre sonreír a través del retrovisor.

Su padre aparcó frente a su casa y los tres se bajaron del coche, le resultaba gracioso que Nora caminase tras él tan avergonzada y tratando de esconderse de su padre aunque la comprendía perfectamente, su padre podía ser un poco cargante en ocasiones. Los obligó a quedarse en la entrada para que no mojaran el suelo hasta que llegó con un par de toallas con las que empezaron a secarse.

 —Puedes ir arriba a ducharte, te dejaré ropa mientras meto la tuya en la secadora. ―dijo su padre mirando a Nora, ella negó con la cabeza.

—Prefiero ducharme en mi casa.―contestó la morena con timidez quitándose la chaqueta de Jose y entregándosela al moreno.

—Aún así tienes que quitarte esa ropa.―declaró su padre señalando a su ropa mojada. ―Voy a buscarte algo, ahora vengo.

Su padre subió las escaleras a la segunda planta que era dónde estaban las habitaciones, Jose escuchó a Nora suspirar por lo que se giró hacia ella con una sonrisa. La morena miraba el lugar por donde se había marchado su padre para a continuación ponerse a secarse el pelo, se notaba que estaba medio enfadada.

 —Me voy a duchar.―comunicó Jose, ella dejó de estrujarse la camisa para mirarlo horrorizada. ―Ya sé que no puedes estar ni un minuto sin mí, pero no quiero pescar un resfriado.

Jose soltó una carcajada divertido al ver su cara de indignación antes de irse y dejarla sola en la entrada.

 Después de secarse se anudó la toalla en la cintura y salió del baño, escuchó la voz de su padre en la cocina, seguramente estaría torturando a Nora con preguntas extrañas así que debía vestirse lo más rápido posible antes de que lo dejara en vergüenza. Cerró la puerta de su habitación y abrió el armario, sacó unos calzoncillos negros de uno de los cajones y se los puso para luego ponerse a examinar el armario. Como estaba en su casa y no iba a salir cogió los pantalones de chándal que tenía más a mano y una camiseta.

 —Pasa.―gritó al escuchar golpes en la puerta, sacudió los pantalones y se los puso mientras daba pequeños saltos.

—Esto...―Nora entró en la habitación con timidez.―Tu padre quiere saber si quieres chocolate caliente.

Cogió la camiseta de encima de la cama y miró a Nora. La chica llevaba puesta una de sus camisetas de manga larga, como le quedaba grande parecía que llevaba un vestido y había arremangado las mangas hasta que las tuvo por debajo del codo. Su padre también le había dado unos pantalones cortos que debían pertenecer a su madre. Se veía tan...tan... rara, no podía decir que le sentase mal la ropa, sobretodo su camiseta...estaba bastante graciosa vestida así. Tosió y apartó la mirada de ella, estaba empezando a ponerse nervioso y no tenía muy claro el por qué.

 —¿Y bien?―preguntó ella colocando las manos en la cadera, él pestañeó intentando recordar qué le había preguntado.

—Yo...―dijo Jose dubitativo, ¿qué le había dicho? Trató de recordar pero le fue imposible, miró hacia Nora que seguía esperando una respuesta ¿no empezaba a hacer mucho calor ahí?.―Yo... ¿qué dijiste?

— Que si quieres chocolate caliente.―respondió ella estornudando un par de veces, vio como ella se tocaba las mejillas y luego la frente, Jose la observó no pudiendo evitar acercarse a ella para colocarle la mano sobre la frente; ella le dio una manotazo y se alejó de él sobresaltada.―¿¡Qué haces!?

—Ver si tienes fiebre.―contestó él con simpleza, ella lo fulminó con la mirada y dio varios pasos hacia atrás colocándose bajo el marco de la puerta, Jose puso los ojos en blanco.―Si, quiero una taza de chocolate.

Se puso la camiseta y bajó las escaleras, se encontró a Nora sentada en el sofá mientras su padre le ofrecía un cuenco lleno de galletas caseras, tomó asiento al lado de ella y su padre le trajo una taza de chocolate caliente con nata y canela por encima.

 — Las galletas están muy ricas. ―felicitó Nora, su padre sonrió orgulloso.

Lo que le faltaba, que encima lo animasen; ahora sí que era verdad que no iba a parar de hornear galletas.

 —Gracias. Ves, ella sí que sabe apreciar mis habilidades culinarias.―le recriminó su padre, Jose dio un sorbo a su chocolate e ignoró a su padre.

Miró de reojo a Nora y vio como ella cogía más galletas y se las comía, estiró la mano y cogió una galleta del cuenco. La examinó concienzudamente antes de metérsela en la boca, tenía que reconocer que estaba bastante buena pero no pensaba decírselo a su padre sino se emocionaría y lo obligaría a cocinar galletas con él.

 —Esto parece interesante.―Jose miró hacia la televisión y vio que su padre había puesto una película.

Estuvieron en silencio viendo la película, al parecer los protagonistas estaban esquiando en alguna montaña de los montes suizos y tras un alud se quedaban encerrados dentro del hotel. Se apoyó en el brazo del sofá y bostezó, luego miró hacia Nora; ella estaba tensa y tenía la mirada fija en la televisión mientras daba golpecitos con los dedos en la taza que tenía sobre su regazo. ¿Por qué estaba tan tensa? ¡Oh, oh!

 —Nora.―la llamó pero como no le hizo caso le quitó la taza de encima de las piernas por lo que ella se volteó a mirarlo, tenía la mirada confusa y estaba pálida igual que cuando estuvieron encerrados en el ascensor. ―¿Estás bien?

— Si. ―contestó ella en un susurró.

Mentirosa.

 La tomó de la mano y la obligó a levantarse, tenía que sacarla fuera de la casa para que se tranquilizase aunque su plan tenía un minúsculo fallo: fuera seguía lloviendo. Por suerte, su padre antes de volverse amo de casa era un verdadero manitas y había techado parte del patio por lo que podían salir sin temor a mojarse.

 —¿Dónde vais? ―preguntó su padre al verlos en pie.

—Es claustrofóbica, necesita tomar el aire.―contestó abriendo la puerta de la terraza y saliendo con Nora.

Cerró la puerta lo suficiente para que su padre no los escuchase hablar. Se dio la vuelta y se encontró a Nora sentada en el suelo apoyada contra la pared mirando hacia el cielo, se acercó a ella y se sentó a su lado.

 —Si te encuentras mal tienes que decírmelo.―dijo Jose apoyando su espalda contra la pared.

—    Me encuentro mal.

—Ya me he dado cuenta.

Estuvieron unos minutos en silencio hasta que Nora empezó a estornudar, Jose intentó incorporarla para regresar dentro pero ella se negó por lo que tuvo que entrar a su casa a buscar una manta.

 —Eres un auténtico incordio.―Jose se sentó de nuevo en el suelo y los tapó a ambos con la manta.

— Te recuerdo que todo esto es culpa tuya.―respondió la morena mirándolo fijamente, chasqueó la lengua irritado pero no dijo nada ya que empezó a toser.

Sintió como Nora apoyaba la cabeza sobre su hombro e inmediatamente se tensó, ¿por qué se ponía nervioso?

— Jose, Evan está al teléfono.―comunicó su padre asomándose por la puerta, Nora se apartó de él como si tuviera un resorte en el cuello y se quedó mirando al horizonte.

Se puso en pie de un salto y siguió a su padre al interior de la casa, el teléfono estaba descolgado y apoyado sobre la mesa.

 —¿Qué quieres? ―preguntó cogiendo el auricular.

—¡¿Qué que quiero?! ¿Dónde cojones has estado? Te voy a grapar el móvil a la oreja; llevo llamándote desde hace tres horas, pensábamos que habías muerto o te habían secuestrado.―le gritó su amigo completamente fuera de sí.

—    ¡Mierda! Me olvide que habíamos quedado.―respondió Jose golpeándose la frente con la mano, se escucharon varios gritos al otro lado del teléfono; al parecer Bel estaba gritándole. ―Lo siento, pero me surgió un imprevisto.

—    ¡Me importa una mierda! ¡Nos dejaste tirados! Y nosotros pensando que te había pasado algo grave.

—Lo siento, de verdad. ―se disculpó nuevamente Jose.

— Sí, sí. Nos vemos mañana.

Su amigo le colgó sin decir nada más por lo que él también colgó. ¿Cómo pudo olvidarse de que había quedado con Evan y los demás? No obstante, fue sacado rápidamente de sus pensamientos por una fuerte melodía, esa música tan roquera sólo podía ser el móvil de Nora. Buscó el bolso de la morena con la mirada y lo vio sobre la mesa del salón, lo cogió y revolvió en su interior hasta que sacó el móvil de dentro, leyó el nombre del que llamaba e hizo una mueca de disgusto "Matt". 

 —Mi móvil.―Nora se acercó a él tapada todavía con la manta y le arrebató el teléfono de la mano. ―¡Matt!

Caminó a paso lento y se lanzó sobre el sofá, escuchó a Nora hablar animadamente durante un rato, por lo poco que podía oír el rubio había logrado algún tipo de proeza en alguno de sus estúpidos videojuegos; se despidió del rubio no sin antes decirle que iba para allá. La morena guardó el móvil en el bolso y caminó hacia dónde estaban sentados.

 —¿Cree que mi ropa estará seca ya? Tengo que irme.―preguntó Nora, su padre se puso en pie y se metió en la cocina, regresó al cabo de cinco minutos con la ropa de Nora en las manos, se la entregó a la morena que subió las escaleras para cambiarse.

Se acomodó en el sofá y comenzó a cambiar de canales mientras que su padre se metió de nuevo en la cocina. Nora bajó diez minutos más tarde vestida con su ropa, la morena depositó la ropa que se había puesto sobre la mesa del salón y cogió su bolso. 

— Toma.―dijo su padre dándole una bolsa de plástico cerrada.―Cómo te gustaron mis galletas te doy unas cuantas para que se las des a probar a tu familia.

—Gracias.―contestó Nora tímidamente guardando las galletas dentro del bolso.

—    ¿Quieres que te lleve?

—No hace falta, cogeré el metro.―contestó Nora en voz baja.―Pero gracias.

—Jose, ¿por qué no la acompañas a la parada? ―Jose se puso en pie y fue hasta donde estaban su padre y Nora.

— No hace falta, puedo ir sola.

—Además, preferiría ser acompañada por Jack el destripador antes que por mí. ―recordó Jose entrecerrando los ojos y mirándola fijamente haciendo notorio su enojo, ella le lanzó rayos con la mirada antes de despedirse de nuevo de su padre y marcharse.

Jose se tiró de nuevo sobre el sofá y siguió haciendo zapping, su padre por su parte sacó un pequeño cesto de costura y se puso a hacer punto de cruz. ¡Dios, lo que tenía que soportar! Primero tejía bufandas, luego horneaba galletas y ahora hacia punto de cruz, ¿qué sería lo siguiente? 

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