La mujer del bar
CAMPAMENTO MILITAR EJERCITO FRANCÉS - ENERO 12, 1957
La vida en el campo de batalla resultaba ser excitante durante los primeros meses y a medida que el tiempo avanzaba todo se convertía en una verdadera mierda. Tus compañeros con los que habías intentado no formar lazos más allá de la simple camaradería caían muertos a cada minuto y así entonces llegaban otros a remplazarles, convirtiéndose todo en un círculo vicioso del cual no podías escapar, sobre todo cuando tú no podías morir así de simple como todos ellos.
Y por ese simple hecho, las noches, los días y a veces semanas en que los bandos decretaban una tregua había que disfrutarlos al máximo; alcohol, apuestas, tabaco y sobre todo mujeres. Esa era la ley en el batallón.
Y fue durante una de esas noches en que Colin conoció a Juliette. Ella simplemente estaba allí en la taberna que se había construido en el campamento desde sus inicios, vestía pantalón y botas militares. No parecía ser una de las mujerzuelas a las que todos estaban acostumbrados, es más, ella estaba allí bebiendo una cerveza y fumando un cigarrillo mientras leía el periódico. Era una mujer hermosa, de grandes ojos azules, labios gruesos y el cabello negro recogido de cierta forma que cualquier hombre caía rendido ante la vista de su cuello.
-Dame una cerveza Louis -pidió Colin posicionándose a unos cuantos metros de ella en la barra.
La mujer desvió su vista hacía él unos segundos. Colin pudo sentirla. Entonces ella encendió un cigarrillo.
-Que sean dos.
-Por supuesto señorita Juliette. -agregó el camarero.
-No le he visto antes. ¿Ha llegado hace poco al pelotón? -preguntó ella mientras se cambiaba de posición a una más cercana a Colin.
-Lo cierto es que llevo aquí bastante tiempo.
-Igual que yo. ¿Cómo es que no le he visto entonces?
-Supongo que eso se debe a que usted no acostumbra a pasar por esta taberna.
-Tiene usted toda la razón -dijo ella concediendo el punto de su interlocutor -. Hoy realmente lo necesitaba. Ha sido uno de esos días.
-Lo sé. -respondió Colin melancólico. Aquel día había sido uno de ellos donde muchos habían perdido sus vidas. Habían recibido una emboscada en uno de los puestos de control a un par de kilómetros del campamento central. Colin había estado allí, sólo sobrevivieron cuatro más a parte de él.
-Mi nombre es Juliette, médico militar.
-Mayor Colin Broussard -respondió él estrechando la mano de la joven. Era cierto, nunca antes se habían visto. De los tres años que llevaba allí Colin jamás había acudido al hospital ni había requerido la ayuda de alguna de las enfermeras.
-¿Un mayor? Parece usted muy joven para ostentar el cargo.
-Las apariencias engañan, usted tampoco parece ser médico -. Contra atacó él bebiendo de su cerveza.
Ambos siguieron charlando durante horas. Colin pensó en un instante que aquella mujer tenía tanto por decir y deseaba tanto ser escuchada que no tuvo las agallas para dejarla sin compañía. Hablaron de los motivos de la guerra y de lo que pensaban sobre ella, luego la conversación se inclinó sobre sus familias y sus vidas fuera del campo de batalla.
-Cuando todo esto acabe, me gustaría ir al mar. Pasar una temporada en la playa, en un lugar donde la paz abunde. El mar siempre me ha relajado ¿Usted que pretende hacer mayor? ¿Volverá a casa imagino?
-Así es.
-De seguro su familia espera ansiosa su regreso.
-Sí. Mi madre y mi hermana.
- Tal vez alguna mujer afortunada también esté esperándolo. Es usted un hombre muy apuesto y gentil Colin. No me extrañaría que tuviese alguna pretendiente en Marsella.
-No, lo cierto es que no, Julliette.
-Es usted Colin un hombre de pocas palabras. No debería reprimirse de tal forma, no en este lugar -mencionó Juliette arrastrando las palabras debido a la ingesta de alcohol -Oh perdóneme usted ¿No le molesta que le llame por su nombre no es cierto? - Colin sonrió. Le venía llamando por su nombre de pila desde a lo menos una hora y hasta entonces recién se había percatado de ello, y no, no le molestaba en lo absoluto, después de todo el no era un amante de los formalismos.
-Por supuesto que no me molesta Juliette, pierda cuidado.
-¡A veces soy demasiado impulsiva! ¿sabe? Mi madre... Ella siempre ha dicho que debí nacer hombre, imagínese usted Colin la decepción que sufrió cuando su única hija quiso involucrarse en esta guerra -ella movía las manos en el aire como si tratase de explicar algo, lo que resultaba completamente ininteligible para Colin. En más de una ocasión perdió el equilibrio y él debió de sujetarla por la espalda para que conservase su posición en el banquillo -. Mi madre, ella siempre ha estado decepcionada de mí.
Y Colin en ese momento supo que no tendría idea de cómo consolarla. No era bueno con las palabras y si ella no hubiese estado lo suficientemente bebida quizás hacía mucho rato que se habría alejado de él. Juliette rompió en llanto con la cabeza apoyada sobre sus brazos sobre la barra; luego de cinco minutos se quedó profundamente dormida. Louis, el camarero se acercó para retirar las jarras vacías.
-He Louis, ¿Qué se supone que hagamos ahora con ella?
-Pues usted ha estado toda la noche con ella mayor, es su problema ahora.
-Oh vamos Louis, no es una mujerzuela que pueda llevarme a mi cuarto.
-Sabe una cosa mayor, su prometido ha muerto en el ataque de esta mañana, quizás no sea conveniente dejarla sola esta noche.
Louis terminó de recoger las jarras de las demás mesas y consiguió una manta que le entregó a Colin, él la depositó sobre la espalda de la mujer y antes de retirarse de su posición se fijo en que ella no llevaba anillo de compromiso. Se acomodó en una silla y con otra frente a él puso los pies. Observó con detenimiento a su compañera de copas ¿Quién iba a decirlo? Una mujer con una apariencia tan delicada y femenina en aquel sitio que parecía ser el mismo infierno. Se cruzó de brazos y lentamente sintió como el sueño lo fue venciendo. A penas y sintió que había cerrado los ojos cuando la voz femenina lo asustó, observó su reloj y comprobó que habían pasado ya cerca de dos horas desde que se habían dormido.
-Oh por dios. Me he quedado dormida -. Juliette frotó sus ojos y dirigió la mirada hacía Colin quien se encontraba a unos escasos metros detrás de ella, él inmediatamente desvió la mirada antes de que sus ojos se topasen con los de ella.
-No sabía donde quedaba su cabaña, de lo contrario la hubiese llevado hasta allí.
-Siento haberlo incomodado, yo... no acostumbro a comportarme de esta forma, será mejor que me marche de una vez.
-¿Está segura? Ha comenzado a llover -indicó Colin señalando la ventana.
-Estaré bien, un poco de llovizna no me matará.
-La acompañaré -dijo rápidamente él poniéndose de pie.
-Oh no se preocupe mayor. Ya le he ocasionado suficientes molestias.
-No es ninguna molestia. Insisto.
-Está bien. Se lo agradezco.
Ambos salieron sin mencionar más palabras. Hacía frio así que Colin ofreció que se llevase la manta con ella. Intentó ofrecerle además su gabardina pero Juliette la rechazó rotundamente. La lluvia no era fuerte, pero fue lo suficiente como para que ambos terminasen empapados. Caminaron en silencio bajo los débiles y escasos faroles que colgaban de las cabañas y alumbraban el camino. No volvieron a hablar en parte porque se sentían incómodos, cada vez que ella intentaba atraparle con una mirada Colin la desviaba y ya después de unos minutos ella se rindió al notar que él simplemente miraba el camino o los alrededores. Una vez que llegaron a su destino, ella dio las gracias y entró en el dormitorio que compartía con otras enfermeras.
Juliette no volvió a aparecer por el bar, ninguna de las noches siguientes durante todo el resto del mes.
Colin tampoco se atrevió a visitar el hospital.
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