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Indigno.

Al pasar el tiempo, me encontraba dándole de comer a lancelot, mi caballo pura sangre que usaba para cabalgar en las mañanas y tardes.

Pero hoy, estaba en el establo, ocultandome de Halackti para no verlo el resto que quedaba de la tarde noche.

Solté un suspiro, no podía comprender como aquel rey estaba tan interesado en alguien como yo, yo no cumplía ninguna de sus espectativas, ni siquiera estaba a la altura de estar a su lado.
Los rumores de Halackti sobre él y su pueblo  se basaban en una comunidad guerrera pero bondadosa.

El rey Atem era el que gobernaba con puño de hierro pero su corazón era tan cálido como el sol y su sonrisa muy brillante. Reyes y reinas, príncipes y princesas le apodaban "el guerrero que lleva la luz".

Aún no podía imaginarme porque le pusieron ese apodo, para mí solo era un hombre que solo ha sabido como dominar la vida.

Lacelot me saca de mis pensamientos cuando lo escucho relinchar un poco, me empuja con su cabeza a mi cuello haciendome reír un poco, no me había dado cuenta de mi seriedad.

- Lo siento, no me encuentro bien ahora. Sigo luchando contra mi mismo para no llorar. -

Siento como mi compañero cuatrupedo me mira fijamente a los ojos que simpatizan conmigo. Entiendo que los animales son muy perceptibles con los humanos que no se encuentran bien, yo por ejemplo tenía unas enormes ganas de llorar, de gritar y de arrojar toda mi vida a la mierda.

Había perdido a mi hermana, la única persona que me hacía sentir humano en toda mi existencia, y ahora...

Ahora todo lo veía muy gris.

Tomó con cuidado el hocico de lancelot entre mis manos y acarició un poco mientras lo miró fijamente mientras lágrimas gruesas y saladas salen de mis ojos.

- Es insoportable, Lance. Lo que siento... Yo.... No puedo controlarlo, soy jodidamente débil ahora. -

Digo mientras siento el nudo de mi garganta crecer a cada palabra que digo.

- No le cuentes a nadie que me viste llorar. - Susurro mientras me río de mi mismo por mis palabras tan absurdas.

Lacelot solo relincha de nuevo a modo de afirmación. Luego pasado un tiempo salgo del establo.

La noche a caído y se que debo entrar de nuevo al castillo para tomar la cena con mis padres y nuestro invitado especial.

No me siento tan animado para estar ahí, seguramente mis ojos aún seguirían rojos y mi madre preguntaría el por qué, aún que podría mentirle de nuevo.

Veo al cielo estrellado, la luna resplandece, ilumina el camino que debo seguir para adentrarme al castillo y sin embargo en medio del camino se encuentra cierta persona que cambia mi estado de ánimo.

- Es peligroso estar afuera del castillo sin ningún tipo de guardia, alteza. - Dije serio mirando fijamente a Atem que solo está en medio de mi camino luciendo ahora ropas cómodas, una camisa un tanto holgueada de color azul y unos pantaloncillos café claro con unas botas.

- Ni siquiera está armado, ¿no le parece que se expone mucho?. -

Lo veo avergonzarse para luego rascarse la cabeza.

Sigo diciéndolo, Atem nunca será mi tipo.

Sigo mi camino, mi plan es pasar de largo de el y no hacerle caso, sin embargo me detiene de la mano.

- ¿Hmm?, ¿se le ofrece algo?. -

- Tus ojos están rojos. -

- No se preocupe, es alergia. - Intento seguir pero él no me suelta. - Alteza. -

- ¿por qué no me dejas que te conozca un poco?. - Me mira hacia a mis ojos. - Se que he llegado invadiendo tu espacio personal y sientes que soy muy pesado contigo, pero por favor he viajado de tan lejos para poder verte y conocerte. -

¿Se supone que debo sentir lástima por ello?.

- Atem. - Lo llamo por su nombre y a él le parecen brillar los ojos. - tu y yo, no podremos ser.

- ¿por qué no?. - Nuestro tono de voz se mezcla entre ambos, Atem me toma de mi otra mano, junta ambas y besa mis nudillos.

Algo que me hace sonrojar un poco.

- Se que la tradición es que tus padres elijan a tu prometido. - Dije con cansancio en mi voz. - y aceptarlo, no importa que no esté enamorado de esa persona. Pero... Yo, aun que seas un buen hombre y me digan tus hazañas y conquistas, no puedo lograr aceptarte en mi corazón. Además, no entiendo porque me quieres a mi sabiendo que hay mejores que yo.

Atem guarda silencio poniendo atención a mis palabras.

- Quiero hacerte entender de la mejor forma posible que en mi reino tal vez seas un buen aliado y un líder que mi pueblo  necesita, pero aun que nos casaramos, aún que tuviéramos relaciones sexuales entre nosotros, aún que me colmaras con cientos de regalos y aun que tuviéramos a nuestros hijos yo... Yo no podré amarte si es que tu llegas amarme primero. -

Me solté de su agarre y me aleje un poco viendo como Atem me miraba dolorosamente.

- ¿ahora lo entiendes?, no te quedes aquí. No te quedes conmigo, ve hacia otro lugar, a la persona con la cual serás muy feliz. -

— Tú eres quién me hará feliz. — Le escucho susurra y bufé.

—Por supuesto que no. Yo sólo te causare dolor. —

—No. — Insiste. — Yo se que detrás de esa capa gruesa de hielo existe alguien frágil que desea ser salvado de sí mismo. —

Me quede quieto en mi lugar, quedándome impactado por sus palabras. ¿Cómo sabe eso?, ¿cómo sabe que quiero ser salvado de mi mismo?. ¿Me habrá escuchado?.

En un instante Atem esta de nuevo delante de mi, se arrodilla, toma mi mano y con una mirada llena de esperanza me dice:

— Yo se lo que necesitas para ser feliz Yugi. Yo sé como te sientes. — Besa mis nudillos, el sonrojo en mis mejillas aumenta. — Es por eso que no me rendiré contigo. Puedo salvarte. Déjame ser el único que te salve. —

— ¿Qué?. —

— Solo debes escogerme a mi. Solo a mi. —

—¿De qué estás hablando?. — Pregunté confundido y Atem cambió su mirada a una dolora, como si me transmitiera una tristeza profunda, lo que provocó en mi una extraña culpabilidad.

— Mi rey, yo sé muchas cosas de ti. Y lo que te diré será una locura, pero debes confiar en mi. —

Me estaba preocupando.

— ¿El qué?.— Pregunté.

— Yugi, ¿tu crees en los viajes en el tiempo?. —

*Continuará...

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