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BESO

—¿Por qué?. —

El caballero mira con profundo cariño  al futuro rey que lo mira desconcertado, pero con un sonrojo adornando sus mejillas.

— Mi rey, yo... — Trato de explicarse el caballero pero no le brotaban las palabras.

— M-me besaste. — Dijo el menor con temor. —¿Por qué lo hiciste?, no está permitido el que....

El albino sólo suspiro y con valor tomo las mejillas de su pequeño rey y volvió a besarlo como si nunca lo hubiera hecho.

Yugi abrió los ojos sorprendido de nuevo, no se movió, pero se quedó quieto y disfrutando de los labios de aquel joven que le dedico lealtad y que le juro dar su vida si era necesario.

Timaeus sostuvo con firmeza la cintura del tricolor menor, Yugi abrazo el cuello de su mayor y profundizaron ambos el beso haciendo que el momento pasara a otro nivel.

Tim bajo sus manos hacia el trasero de su futuro rey y el mismo solo sonrió entre el beso, sabía lo que venía

Yugi movió sus labios lentamente, rompiendo cada regla que su familia había puesto por años.

"No amar a la persona que dará su vida por ti."

"No volverse amigo del enemigo."

"No mostrar emociones o sentimientos frente a otros."

Esas y muchas más reglas estaba rompiendo, ¿pero que más daba?   Estaba con la persona que volvía su corazón loco.

No se arrepentía, jamás lo haría.

Pero...

—Pará, para... — Yugi rompió el beso pero no se separó del caballero enemigo. — No podemos... —

—¿No podemos hacerlo aquí?. — Sonrió el albino mirando a Yugi y este asintió apenado.. — ¿Qué hay de tu habitación?. —

Yugi se sonrojo más.

— No, eso... —

—Lo sé. — Interrumpió Tim. —Tu prometido se daría cuenta. — Suspiro pesadamente. — pero no me  importa, podemos... —

—No. — Interrumpió de nuevo Yugi. — Sabes que no podemos ser vistos por los demás, para mí pueblo, tu eres su enemigo y para tu pueblo yo soy el suyo. —

—¿A quién le importa eso?, ¿A quién le importa lo que seamos o que enemigos tengamos?.

—Al parecer a todos. —Contestó Yugi triste y aceptando que jamás estarían juntos.

—Nosotros sólo queremos estar juntos. — Dijo Tim  triste y entrelazo  sus manos con las de su pareja. — ¿Por qué no huimos?. —

A Yugi le se iluminaron sus ojos.

—¿Enserio?. —

Tim asintió con una sonrisa.

— Vámonos. — Dijo de nuevo el caballero. — Lejos de aquí. Lejos, a un lugar donde nadie sepa quiénes somos y quienes fuimos. Solo los dos, contra el mundo. — Una sonrisa sincera y llena de ilusión se dibujaba en sus labios. Timaeus, se imaginaba un futuro junto con Yugi.




Pero...












—No... —

La sangre manchaba el suelo, había un gran caos rodeando el cuerpo y el caballero no podía creer lo que estaba viendo frente a sus ojos.

Su amado, su querido rey, su querido Yugi, herido, lastimado, muerto.

—Abre los ojos. — Rogó el oji-verde. —Por favor, cariño, no te vayas. —

Yugi no respondía, ¿y como hacerlo?, si Yugi estaba más que muerto.

—Yugi... — Se le quebró la voz a Tim. — ¿Por qué?, ¿por qué me dejaste?. —

—Ya dejalo en paz. — Habló otra vez gruesa y molesta. —Quitale tus sucias manos, demonio. —

Tim al escuchar aquella voz, sus ojos cambiaron, a como los de una serpiente.

—Tu fuiste la causa de esto. Tu lo condenas te y lo lastimaste. — Decía el otro rey caminando hacia el caballero. — El jamás debio conocerte. De no haberlo hecho el seguiría vivo, pero no, la maldita víbora debía saber como se llamaba mi rey. —Reclamaba con rabia en su voz. — Desgraciado, hijo de... —

—¡Callate la maldita boca, Atem!. —



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