Negar que el prusiano no sabia bailar era una blasfemia, más bien todo lo contrario, siempre supo que era bastante bueno, lo sabia muy Austria, aunque su sonrojo estaba ahí, no podía negar que le gustaba ver esta características del albino.

Para el hombre de ojos rojos, tenia la idea en su cabeza de la forma de baile del otro, aunque tenerlo cerca podía decirse que no lo había imaginado, más notaba lo tranquilo y muy adorable, nunca había visto aquello, la mirada detrás de aquellos lentes, su piel pálida sonrojada, y un porte fino, sin la necesidad de ser femenino, sino fino con elegancia.

Eso le atraía, aunque no lo admitiría en frente de sus amigos, eso le gustaba, la mirada, su rostro, lo diferente que era a él, no podía ser más hermoso, más aún cuando daban un par de giros y quedaban juntos después, era como volver al pasado, cuando el albino cuidaba del austriaco, hermosos tiempos, recuerdos del pasado que lograba hacerle sonreír sin ser brusco, sino tranquilo algo que nunca se pudo ver, hasta ahora.