Tiempo de tormenta
Holaaa, aquí les dejo unas aclaraciones o advertencias antes de empezar a leer:
→ Fanfic Kagehina, es decir, será chico×chico, sino te gusta retírate.
→ Ellos ya son novios y llevan unas semanas saliendo.
→ Créditos a: liemsy por hacer la portada y el entreacto ♡
Ahora si, ya puedes seguir, ¡Espero que sea de tu agrado!
Fruncí el ceño cuando noté que una gota de agua caía sobre mi cabeza.
Dejé de pedalear y me separé de la sinuosa carretera, gracias a la oscuridad de la mañana no podía ver bien.
Miré hacia arriba. El cielo tenía un aspecto plomizo y gris, con nubes espesas que dejaban una débil pero fría neblina.
Suspiré y maldije en bajo porque seguramente llovería en el trayecto de ida a la superior.
Volví mi mirada a la carretera, iluminada solo por una pequeña luz amarillenta enganchada con un alambre al manillar de la vieja y oxidada bici de mi abuelo.
Mi móvil en el bolsillo del uniforme vibró y yo rebusque unos segundos hasta encontrarlo.
Levanté su desgastada tapa amarilla y vi que tenía un llamada entrante: De Kageyama.
Le di a aceptar y unos segundos después se escuchó su voz al otro lado.
—¿Hinata? ¿Estás ahí?
—Sí, el mismo.
—¿Por qué no estás ya aquí? Me dijiste que quedaríamos antes para practicar pases— Oh mierda, se me olvidó que tenía que salir antes de casa.
—Lo siento, no me acordé, pero te prometo que en...— miré la hora; Las 6:50— en 10 minutos estoy ahí.
—Eso es muy poco tiempo de margen para practicar— yo apreté mis labios.
—Ya te he dicho que lo siento, hoy me quedo hasta tarde si quieres.
—No hace falta, solo se más puntual la próxima vez— dijo regañandome.
—Que si, pesado— solté una pequeña risa—. Será mejor que cuelgue, sino no llegaré nunca.
—Si...
—Nos vemos— separé mi móvil de la oreja, pero cuando iba a colgar el dijo algo más que no llegué a oír—. ¿Has dicho algo?
—He dicho que vayas con cuidado. Parece que va a llover, así que no te preocupes por ir rápido, yo puedo esperar, ¿Vale?
Sonreí. Se preocupa demasiado.
—Si, no te preocupes. Tú ve practicando tus mejores colocaciones para cuando llegue— Dije dándome importancia. Le oí reír ligeramente y yo sonreí—. Nos vemos ahora, ¿Va?
—Adiós... Y ve con cuidado.
—¡Que si, pesado!— le quise decir algo más pero ya me había colgado.
Le eché una ojeada a la bici antes de dar un ligero salto y acomodarme en el sillín.
Guardé el móvil y comencé a pedalear.
La bolsa de deporte que llevaba a mi espalda rebotaba contra mi espalda por la rocosidad de la carretera, la ropa seguramente se iba a desdoblar e iba a quedar arrugada, pero no quería ganarme un bronca por parte de Kageyama por llegar más tarde.
A los cinco minutos de retomar el trayecto comenzó a llover y tuve que rebajar el ritmo, las curvas son peligrosas ya de por si con el suelo seco, no me quiero imaginar con el mojado.
Eran las 7:03 am cuando llegué al colegio, aparqué la bici en el aparcamiento cubierto, donde me quedé unos minutos porque estaba diluviando. Empezábamos el entrenamiento a y media, así que rogaba que no durara mucho.
Cuando paró ligeramente subí al cuarto del club y noté que la luz estaba encendida, seguramente sean Tanaka o Nishinoya.
Abrí la puerta pero no me encontré a ninguno de ellos, si no que era Kageyama.
Estaba sentado en el suelo apoyando en uno de los casilleros con el móvil.
—Por fin llegas— él se levantó y caminó hacia mi. Se detuvo frente a mi y yo abrí los brazos, él curvó su espalda, y reí cuando noté su respiración contra mi cuello—. Estaba preocupado— masculló.
—Te dije que no tenias porque preocuparte.
—Sabes que no puedo. No me gusta la idea de que vayas en bici con lluvia. Puedes resbalarte y darte en la cabeza y no tener a nadie al lado que te pueda ayudar o-
—Kageyama, voy a parar tu paranoia antes de que te agobies por cosas que no van a pasar—Cogí sus manos y las separé de mi, acariciando su dorso— Estoy aquí, ¿Vale? No me he muerto, no me he hecho ninguna herida, y no me ha atropellado un camión— reí ante lo último, se debe a que una vez me dijo que me podía caer y que me pasara un camión por encima por no reaccionar rápido—. Ya te lo he dicho, no te preocupes, estoy bien.
Suspiró y yo apreté nuestras manos.
—Pero hoy te quedas en mi casa— arqueé una ceja—. Hay previsión de tormenta para todo el día, y por la noche mucho más.
—¿Tormenta?— me quejé. No me gustan. Son ruidosas y sólo causan problemas.
—Venga, pídele permiso a tu madre— asentí y cogí mi móvil.
Cuando mi madre me respondió le expliqué todo y me dijo que podía quedarme sin problemas, conocía a Kageyama y a su familia, así que se fiaba de ellos.
—¿Y Natsu?— preguntó mientras terminaba de secar su chaqueta.
—Se va a quedar en la casa de una amiga.
—Ah, bien.
Kageyama esperó con el móvil a que me cambiara y una vez que lo hice corrimos juntos bajo la chaqueta que intentaba secar antes, en vano porque nos mojamos igual, pero nos sirvió para reírnos un rato.
Decidimos no movernos hasta estar un poco más secos porque podía ser peligroso para nosotros y también para quienes pisaran donde habíamos pisado porque podríamos ensuciarlo y mojarlo.
A pesar de que sabíamos que nos iban a reñir pusimos en marcha el pequeño calefactor que se había instalado hace poco en el gimnasio para los días de frío extremo.
—Así mejor— sonreí al sentir cómo mi cuerpo volvía a entrar en calor.
Con cuidado de no mojar más de lo que ya había mojado me senté en el suelo y apoyé mi espalda contra la pared.
Sólo quedaba esperar a secarnos o que parara de llover para cambiarnos de ropa.
Miré a Kageyama, miraba la lluvia fijamente por la ventana.
—¿Pasa algo?— él no me miró pero negó.
—No, solo es que me gusta ver la lluvia.
—Ah, entonces estás contento, ¿No?
Él asintió pero seguía sin dirigirme la palabra.
Le pasa algo.
—¿Seguro que estás bien? Te noto raro.
—¿Eh? Ah, no, osea si, estoy bien, no me pasa nada, solo estoy preocupado por mi madre, tendría que estar viniendo a casa y a hecho turno de noche, así que estará cansada.
—¿Piensas que puede llegar a pasar algo?
—Si.
—Estoy seguro de que no la va a pasar nada, es una mujer responsable, si ve que la puede pasar algo se quedará en la casa de tu abuela, ya lo ha hecho otras veces, ¿No?
—Si.
Bueno, hemos pasado de no responderme a responderme monosílabos, algo es algo.
—La lluvia es bonita, pero es peligrosa.
Asentí y él se sentó a mi lado.
Lo miró pero no me corresponde, tiene la mirada perdida.
Sigue preocupando por su madre, es comprensible, viene desde lejos y con esta lluvia cualquiera puede tener un accidente.
Me fijé en su mano, estaba apoyada en el suelo, así que la cogí la apreté contra la mía.
Con eso conseguí que reaccionara y me mirara.
—Se que estás pensando en llamarla, pero podría ser más peligroso si llegara a coger el teléfono. Ella estará bien— le sonreí, se que eso le tranquiliza.
—Gracias.
Apoyé mi cabeza en su hombro y le miré.
—De nada.
Él apoyó su cabeza en la mía y empezó a acariciar mi mano con su pulgar.
Lo conozco tanto cómo para saber que se aburre, en estas condiciones es normal, no podemos hacer nada, ni siquiera jugar voley, ¡Y es muy duro ver la cancha frente a ti y no poder hacer nada!
Ahí fue cuando caí que mi pelo estaba mojado, y que seguramente se estaría mojando la cara.
—Oye, mi pelo está mojado.
—¿Y?
—Te estarás mojando la cara, ¿Estás bien con eso?
—Si, no te preocupes.
—Vale...
Noté cómo movía ligeramente su cabeza para mirarme.
—¿Qué pasa?
—¿Crees que será buena idea volver para cambiarnos de ropa? Creo que te puedo dejar una camiseta seca.
—¿Y mojarnos de nuevo al volver? No, gracias, además, podemos secarnos aquí.
—Cogeremos un resfriado.
—Todo mientras podamos saltarnos las clases de inglés.
Ambos reímos.
Estuvimos unos minutos hablando y aprovechando que estábamos solos para ser algo mimosos, no es que con los chicos no podamos, es que me da más corte, y se que a Kageyama le pasa igual.
De hecho, el otro día él estaba trabajando en sus colocaciones, y yo le di un pequeño beso para animarlo y Tanaka y Nishinoya se pusieron a gritar y me puse entero rojo, de lo que, por cierto, Tsukishima se burló.
Pero no sé quién lo paso peor, Kageyama o yo, porque a quien estuvieron molestando todo el día fue a él.
Después de reírme solo y que Kageyama me mirara raro los demás comenzaron a llegar, estaban igual o incluso más calados que nosotros.
Esa mañana no pudimos entrenar con normalidad lo que me hizo estar más irritado que de costumbre.
Las clases fueron horribles, tuvimos un examen sorpresa y la de matemáticas mandó miles de ejercicios de tarea.
El recreo lo pasé con Kageyama, normalmente vamos a la azotea porque nadie va y podemos tener algo de tranquilidad, pero adivinad que, ¡La cerraron por la lluvia y el viento! Las tormentas son una mierda.
Además hubo algunos truenos que hicieron que me asustara y que los de mi clase se burlaran de mi.
En resumen, si no llega a ser porque voy a pasar el resto del día con Kageyama me deprimía.
Ah, por cierto, la madre de Kageyama está sana y salva, en la casa de su madre, cómo preveía, le mandó un mensaje cuando el estaba en clase.
—Bueno, mira el lado positivo, no han suspendido el entrenamiento.
Lo miré con sorpresa, no había caído en eso.
—Es verdad— sonreí un poco, las palabras de Kageyama me animaron mucho.
¿Lo veis? Otra vez que Kageyama me salva de estar de mal humor.
Ay... Qué haría yo sin él.
—¡¿Qué no hay qué?!— dijimos a la vez.
—Si, lo siento, los entrenadores me han enviado a decirlo.
—¡¿Pero por qué?!
—No grites— Kageyama me dio un azote en la cabeza y yo me tranquilicé. Es verdad. Kiyoko no tiene la culpa.
—Perdón— me incliné un poco.
—No pasa nada. Los entrenadores han tomado su decisión basándose en el entrenamiento de esta mañana. Lo siento.
—Está bien.
—Nos vemos— ella se despidió y salió pitando, yo miré a Kageyama e hice un puchero.
Han cancelado el entrenamiento, por si acaso no os habíais enterado.
—¿Por qué?— lloriquee un poco en sus brazos.
¿Qué me estoy comportando cómo un niño pequeño? Si, ¿Qué lo estoy haciendo para que mi novio me de un poco de atención porque estoy de bajón? También.
—Es entendible que lo cancelaran.
Lo miré con el ceño fruncido. Pensé que estaría tan indignado cómo yo.
—¿No viste el entrenamiento de hoy? No parabas de caerte porque resbalaba— me miró con una sonrisa burlona y yo me solté y le pegué en el brazo.
—¡Cállate!
Empezó a imitarme y yo me puse rojo de vergüenza.
—Vas a deprimirme.
—Sabes que lo hago de broma— él me abrazo pero yo me negué.
—Eres un idiota.
—Tu idiota— me dió un beso en la mejilla y él se río, ya se la devolveré algún día.
—¡Ya estamos en casa!— Kageyama grita mientras yo intento cerrar la puerta, pero el viento me lo impide— Mierda— él me ayudó a empujar y juntos cerramos la puerta.
—¿Crees que aguantará el viento?— él se encogió de hombros y le puso el seguro.
—¿Así mejor?— lo miré incrédulo pero lo dejé pasar, estoy acostumbrado a sus bobadas.
—Por fin un lugar caliente— me quité los zapatos encharcados y fui a entrar pero Kageyama me detuvo.
—¿Estás loco? Te vas a matar, tienes los calcetines muy mojados.
—Pero alguien tiene que entrar a por toallas para secarnos.
—Quizás mi madre haya llegado, ¡Mamá!— no obtuvimos respuesta— ¡Madre!— la misma respuesta convertida en silencio.
—Pues va a ser que no.
Él me miró mal.
—Voy yo— arqueé una ceja.
—¿Y eso por qué?
—Porque la última vez que fuiste tu y te dejaste las rodillas en el proceso, sigues teniendo las postillas, ¿No?
—Si.
—Pues eso.
Él se quitó los zapatos, también encharcados, y subió el escalón que separaba el suelo de la madera de la casa.
Crucé mis dedos porque no se hiciera daño, aunque cayendo así te duele más el orgullo que el propio dolor.
Básicamente tiene que subir hasta el segundo piso de la casa— donde se encuentran las habitaciones y el baño— para coger toallas, y eso implica subir y bajar escaleras con los pies muy resbaladizos.
La última vez me caí por las escaleras y no se lo recomiendo a nadie, la verdad.
Por suerte llega vivo y podemos secarnos un poco para poder llegar bien al baño.
—¿Te duchas primero o lo hago yo?
—Cómo quieras.
—Ve tú, que debes estar helado, necesitas entrar en calor— él me empujó por los hombros hacía el baño.
—¿Y con qué me visto?
—Tienes ropa aquí, ahora te la saco.
Es verdad, de las veces que vengo a dormir dejo ropa aquí.
Me da un pijama y ropa interior para que me vista después de ducharme.
La ducha me sentó genial y pude sentirme mejor a pesar de que se que mañana estaré resfriado.
Me vestí y salí, él estaba en el suelo temblando por el frío y con unas toallas por el frío.
Estoy seguro de que él tenía el mismo frío que yo, y aún así me dejó ir primero, es el mejor.
Voy lentamente hacía él y me pongo de cuclillas para quitarle la toalla que llevaba en la cabeza.
—Ya estoy, ve duchandote, yo voy a preparar algo para comer y a limpiar todo esto.
—Está bien— lo ayudé a levantarse para que no se cayera y cuando lo vi entrar al baño comencé a recoger mi ropa y limpiar todo lo que mojamos.
Prepararía algo de comer, pero no sé qué vamos a hacer, quizás veamos alguna película o algún partido de voley, o nos abracemos y dejemos las horas pasar, no lo sé.
Cuándo él salió de la ducha le ayude a secar su pelo, me encanta secarlo, es tan fino y lacio... se peina muy bien y a él le gusta que lo mimen así.
Kageyama también me intentó peinar... Digo intentó porque se desesperó al ver que era imposible dejarlo de una sola forma.
Vimos una peli de acción barata, de las que nos gustan a los dos, una vez que acabó subimos a su habitación para estar más cómodos, y ahora yo estoy en su pecho mientras el lee un libro al que está enganchado.
Últimamente le está dando por la lectura, y aunque no es malo quiero algo de atención para no centrarme en la tormenta que se avecina, y se cómo conseguirlo.
—¿Me amas?— él arqueó un ceja.
—Por supuesto.
—¿Mucho?
—Demasiado— sonreí y jugué con la camiseta del pijama.
—¿Incluso si me vuelvo inútil?
—Ya lo eres— lo miré indignado. A la mierda el momento romántico—. Es broma, si, si lo haré.
—¿Y si me llego a ir lejos?
—Me iré contigo.
—¿Y si dejo de ser tan atractivo cómo tú dices?
—Nunca lo dejarás de ser bajo mis ojos.
—¿Y si me hago viejo?
—Nos haremos viejos juntos.
—¿Y si-
—¿Y si te callas la boca y me dices lo que te pasa? Normalmente no eres tan preguntón.
—No es nada.
—¿A no? ¿Y a que vinieron todas esas preguntas?
En realidad no es nada, solo quiero un poco de atención de mi novio.
—Ya te he dicho que no es nada— él me miró unos segundos y me abrazó más fuerte de lo que ya lo hacía, pero siguió con el libro en la mano.
Cómo no me hacía caso tuve que centrarme en otra cosa.
Desde donde estaba podía ver la ventana, y cuando un rayo apareció en el cielo apreté su camisa, volviendo a llamar su atención.
—¿Y ahora que pasa?— suspiró y se separó un poco de mi.
Iba a hablar cuando un trueno sonó, y, para mí, hizo temblar las paredes.
—Solo es un trueno. Es normal oírlos en las tormentas.
—Ya sabes que no me gustan.
—Eres un poco exagerado, ¿No crees?
—Claro que no, lo que pasa que es tu eres muy pasota— él frunció el ceño pero volvió a su libro, será macabra.
Me tumbé de nuevo. ¿Sabéis el dicho que hay de que cuando suena un trueno hay que contar los segundos hasta que suene otro, y los segundos que hay de margen es la distancia a la que está la tormenta? Ya, pues cada vez está más cerca.
7... 8... 9... 10... 11... 12-
Vuelve a sonar otro trueno y yo doy un saltito en mi lugar, Kageyama parece no inmutarse, lo que me indigna y hace pensar que tendrá ese libro para tenerlo tan dentro de su historia y no darse cuenta de lo mal que lo estoy pasando.
Y otro trueno vuelve a sonar. Esta vez no conté los segundos... Pero fueron pocos, de eso estoy seguro.
Kageyama por fin se digna a mirarme, está extrañamente tranquilo.
Él suspira y— por fin— deja el libro en la mesilla
—Ven, anda— Kageyama me hizo un poco de hueco para que me pudiera acostar junto a él.
Me acomodé sobre su brazo y pasé mi brazo sobre su cintura mientras él pasaba el suyo por mi espalda.
—¿Contento?— sonreí y asentí.
Él apagó la luz, no he cenado y ni siquiera son las nueve de la noche, pero estoy extrañamente cansado, los mimos de Kageyama en mi pelo creo que me están adormecimiento.
No sé cuánto pasamos abrazados, ni siquiera me importó, de lo único de lo que me acuerdo es que Kageyama me tapó mi vista a la ventana para que no obsesionara con verlo todo, centró mi atención en él y me mimó hasta que me dormí en sus brazos.
Odio las tormentas, eso está claro, les tengo miedo desde que era pequeño y no creo que ese miedo se vaya pronto, sobre todo a las eléctricas, pero mientras él esté aquí, conmigo, se que nada malo me podrá pasar.
Fin.
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