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Capítulo V: (Etapa 6)

En la fría y temible noche, Itzel dormía aferrándose a su mochila, donde guardaba el reloj de su abuelo, el único objeto al que consideraba valioso. Las horas pasaban y con ellas descendía la temperatura, para fortuna o desventura de la joven mexicana. De repente, sintió una cálida mano deslizándose por su cuello, lo que la hizo despertar de golpe.

Lo primero que hizo fue buscar su celular para iluminar el lugar. Después de todo, eran las altas horas de la madrugada y la visión no era buena. Lo que nunca esperó fue que al iluminar al posible ladrón, este emitiera un quejido de dolor, tapándose el rostro al instante.

—¡Apágalo, niña! —exigió aquel desconocido masculino.

La joven abrazó su mochila y obedeció, sin comprender por qué aquel vagabundo era intolerante a la luz de su teléfono móvil. Por otro lado, no iba a quedarse a que le robaran el reloj de su abuelo, así que corrió hacia lo más alto, donde al menos las cosas ya eran visibles.

Al voltear a mirar, se dio cuenta de que nadie la seguía. Sintiéndose segura pero fatigada, se detuvo en la montaña y se sentó en el frío pastizal, contemplando cuán cruel y triste era su amarga realidad. Con cuidado, bajó la mochila y pudo ver acercarse un ave alada negra. Debido a su cruel cansancio, solo tapó sus ojos con la mano derecha al sentir su aproximación.

El temblor en sus manos y la sangre palpitando agitadamente casi hicieron que perdiera el control ante la excitación que despertaba en sus instintos. No obstante, logró sobreponerse a ello. No era de jugar con su comida, no de esa manera.

—¿Jovencita, cuál es tu nombre? —habló con un tono majestuoso y melódico.

Al escuchar su dulce y varonil voz, Itzel no pudo evitar mirarlo. Aquel ser era un hombre alto y delgado, vestido de negro con una holgada camisa blanca, elegante pero con un toque de antigüedad. Lo más destacado en él era su pálido y blancuzco semblante, así como sus ojos carmesí.

—¿Quién eres tú? —respondió la joven morena con voz temblorosa—, o más bien, ¿qué eres tú?

Aquel ser atractivo pero misterioso sonrió de la manera más masculina y cautivadora que Itzel había presenciado en un hombre. Sin embargo, tan pronto como encantó, desapareció. Unos colmillos sobresalían de su hermosa y reluciente dentadura.

—Yo, mi querida niña, soy el amo y señor de la noche...

Fue interrumpido por el miedo que instintivamente hizo que la joven gritara su respuesta.

—¡Un vampiro! —exclamó Itzel rápidamente y con descortesía.

Aquel ser ancestral estaba acostumbrado a todo tipo de reacciones, así que lo tomó con normalidad. A paso firme, se acercaba a la chica, quien buscaba retroceder lo más que podía, pero era innegable que su cercanía se volvía peligrosa.

—Bueno, si no me permites presentarme, qué más puedo decir, doncella —ironizó el vampiro con una belleza sobrenatural.

Aquello hizo que la piel de la jovencita se erizara. Quería correr, pero evidentemente aquel ser tenía ventaja sobre ella. Lo único que le quedaba era esperar que el demonio que la seguía apareciera y la salvara. Ya lo consideraba más un subterfugio que una amenaza.

De manera instintiva, la joven buscó en su mochila algún objeto religioso, una estaca, una lámpara, ya que su celular se dañó en el camino. Cualquier cosa que pudiera ayudarla a salir del apuro. Sin embargo, no traía nada consigo. Estaba atrapada y a merced de aquel ser sobrenatural.

—Dime, ¿qué es lo que deseas? —Escondió el reloj entre sus manos.

Aquel detalle no pasó desapercibido para el ser inmortal, quien solo pudo vislumbrar con sus ojos el verdadero contenido del reloj. Comprendió al instante por qué aquella jovencita desprendía el olor de cierto demonio, lo cual fue lo que llamó inicialmente su atención. Claro que un bocadillo nocturno de sangre nueva y fresca le apetecía, pero esa no fue la razón por la que salió de la comodidad de su escondite.

—El reloj que tienes en las manos es muy interesante. ¿Quién te lo dio, dulce pastelito? —preguntó a centímetros de ella.

Itzel abrazó fuertemente el reloj de su abuelo contra su pecho.

—Mi abuelito —respondió con voz temblorosa—, y no pienso entregárselo a nadie. ¡Ladrón!

—Me parece una sabia decisión. —Hizo una señal de advertencia hacia su boca, poniendo su dedo en sus labios—. Llamar a alguien ladrón es una acusación muy severa, señorita. No es mi intención robarte tu valioso reloj.

De alguna forma, aquel caballero de pálido ser le pareció confiable, a pesar de sus colmillos que asomaban al hablar. Ella podría caer fácilmente hipnotizada por sus encantos.

—Entonces, ¿qué es lo que deseas de mí? —preguntó con desconfianza.

Mientras tanto, el viento jugaba con el terso cabello negro del vampiro, quien clavó de manera hipnótica su mirada carmesí en la mujer. En esa oscura y majestuosa noche, Itzel pudo contemplar tal vez el ser más bello nacido de la oscuridad de la noche.

—Salvarte —masculló claramente—. Te encuentras en grave peligro.

Aquello dejó anonadada a la chica por unos momentos.

—Yo no me encuentro en peligro, lo único realmente peligroso aquí soy yo —aseguró la joven capitalina.

Aquel ser hermoso y peligroso tomó a la chica con su mano derecha enguantada de blanco, con elegancia y delicadeza para acercarla a su rostro y decirle:

—¿Estás realmente segura de eso? —propuso aquel seductor y apuesto ser.

«En este momento no estoy segura de nada, simplemente me aferro a lo que me parece lo mejor que puedo hacer», pensó Itzel, sin poder darle una respuesta segura. Ya no sabía en quién confiar ni qué hacer realmente. Hacía lo mejor que podía con sus limitados recursos.

Itzel inhaló fuertemente y luego exhaló, deseando relajarse. Pensó que eso podría ayudarla, y funcionó momentáneamente. Lo aprovechó.

—¿Cuál es tu propuesta para "salvarme"? —cuestionó Itzel a su oscuro acompañante.

—Me alegra que finalmente lo preguntes, doncella. —Su mirada se volvió aún más penetrante, con un escarlata más intenso—. Te ofrezco ser parte de mi familia, sangre de mi sangre. Tu frágil mortalidad por la vida eterna.

A medida que el vampiro pronunciaba cada palabra, Itzel comenzó a notar que se encontraba paralizada mientras él se acercaba cada vez más peligrosamente a su descubierto cuello. Intuía lo que le sucedería, pero su piel erizada era incapaz de moverse. Estaba atrapada como una presa sin poder mover sus labios para suplicar auxilio. Se sintió como un ciervo apresado por un cazador.

Inesperadamente, alguien escuchó su invocación desde lo más profundo de su ser. El demonio intervino, posando su mano en el cuello de la chica.

—Me parece de muy mal gusto que violes nuestro tratado —vociferó dirigiendose al vampiro—. Y tú, por otro lado, niña, ¿no te enseñaron que invocar a los demonios está mal?

El vampiro se alejó del cuello de la chica, permitiéndole finalmente moverse y respirar aliviada. Después de todo, se había salvado. Aun así, el vampiro no pudo evitar sonreír maléficamente y de manera penetrante, mostrándose tal y como era: un ser de oscuridad.

—Ahora entiendo por qué Iamí manda a su sabueso a buscar su hueso —ironizó su tono de voz—, pero para que quede claro, solo salí en búsqueda de un bocadillo. No era mi intención molestar nuestro tratado.

Al escuchar el nombre de «Iamí», Itzel no pudo evitar preguntarse por qué el vampiro había mencionado a esa diosa que la adivina en su discurso le había contado. Aquello le pareció una simple fábula. ¿Acaso era real? Y si lo era, ¿qué tenía que ver con ella? Al notar el rostro contrariado de Itzel, el demonio actuó rápidamente.

—¿Qué se supone que haces aquí todavía? ¡Vete de una buena vez! —aseveró el demonio impaciente.

Itzel, sin más, obedeció y corrió hacia la zona más poblada que había dejado atrás hacía unos kilómetros, dejándolos solos apenas el demonio se lo mandó.

—¿Por qué actúas de esa manera, fingiendo que eres su amigo o algo por el estilo? —Expuso el vampiro, dirigiéndose al demonio—. La chica, por lo que pude ver en sus pensamientos, te ve como su héroe, pobre ilusa.

El demonio hizo un gesto de desagrado.

—Nunca he actuado como su amigo ni nada parecido. Cómo me vea no me interesa en lo más mínimo. Como sabrás, mi trabajo pronto finalizará y me liberaré de ella —explicó el demonio, que en esta ocasión tenía la apariencia de un joven afroamericano—. Por otro lado, te recuerdo que cuando están en su última ramificación, le pertenecen a la demonio Iamí. No puedes darles vida eterna. Es un pacto, cúmplelo o abstente a las consecuencias. Sabes que esa niña es especial para mi señora.

El vampiro simplemente se marchó del lugar, asintiendo sin desear tener más problemas con la diosa. Ella, supuestamente, vendió su alma a los demonios para vengarse de su marido, quien  creía le era infiel, y planea exterminar a aquellos que inicialmente fueron la causa de su dolor: los humanos.

Mientras Itzel se adentraba en la oscuridad eterna de las afueras de la ciudad de México, los ojos carmesí del vampiro convertido en murciélago se posaron en ella, observando sus exhalaciones agitadas. Con tristeza, solo podía contemplar cómo su vida se desvanecía ante sus ojos, anticipando el doloroso tormento y la agonía que sufriría su frágil y humano ser.

Etapa 6: Universo vampiros. Correspondiente a WattpadVampirosEs

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