Capítulo: I (Etapa 2)
Itzel y su madre viven en las zonas más alejadas del centro de la ciudad de México, en una casa en obra negra. Era pequeña, tanto como su autoestima. Ella tenía que tomar clases extraordinarias para aprobar las materias que había reprobado, por lo que se encontraba asistiendo a la universidad en vacaciones de invierno.
Esa mañana, todo cambiaría para peor. La pobre nunca hubiera imaginado tener un encuentro como el que estaba a punto de suceder en su propio hogar, en algo tan rutinario como lo era su vida.
Itzel se levantó como de costumbre, soñolienta y de mal humor, como alguien que quisiera volver a la cama después de cinco minutos de haberse levantado. La joven eligió su ropa de manera muy particular: «si es del mismo color, irá bien, no necesito más», pensaba de manera conformista.
Así pues, iba de un lado a otro en la habitación, caminaba con sus escuálidos pies de un lado para otro, acomodando libretas y libros que dejaba tirados en su habitación, siempre con la intención de estudiar, pero nunca terminaba por hacerlo. Es de destacar que su habitación estaba hecha un lío, tanto como sus pensamientos. Su nivel de procrastinación era más que un hábito, la había convertido en su manera de vivir.
Existía tanto desorden en su vida personal que ignoraba los pequeños detalles. Desde que él apareció, la seguía como su sombra desde el día en que ella empezó a tener las visiones distorsionadas de su día a día.
Pero hoy no estaba dispuesto a simplemente dejarlo pasar. Aprovechando el diálogo interno matutino que la joven solía tener consigo, donde cruelmente se decía cuál falta de belleza poseía en comparación con las demás chicas de su universidad, este desconocido y sobrenatural intervino de manera astuta.
"¿Te imaginas si ninguna de ellas existiera? No tendrías que compararte nunca más".
La sorprendió una voz áspera y misteriosa en su interior. Itzel nunca había escuchado esa voz en toda su vida; sin embargo, pudo escucharla de manera tan clara que la aterrorizó un poco y la hizo sudar momentáneamente, por lo que volteó en todas direcciones en su habitación buscando de dónde pudo haber provenido el sonido.
"Te aconsejo que no me busques, porque no sabes si te gustaría lo que verías".
Aquella insistente voz hizo que Itzel se llevara las manos justo a la cabeza, esta vez más aterrorizada que antes. Ya no solo serían sus distorsionadas visiones las que se volvían realidad y la acongojaban, sino que ahora también podía escuchar voces.
«—¡Enloquecí, oficialmente me volví loca! —exclamó Itzel en su mente, despeinando aún más su revuelto cabello—. Esto era lo único que me faltaba.» Se reprimió para sí. La muchacha, a pesar de que no tenía razón, lo hacía a su manera, ignorante de ver. Era lo más lógico.
Aquel ser, el cual inundó sus pensamientos, se sintió ofendido de que la mujer lo rebajara simplemente a ser algún producto de su imaginación. Era totalmente ofensivo pensar que ella pudiera crear toda su magnífica existencia. Para él, ella había pecado de soberbia, y solo él y sus hermanos podían usar los pecados como algo rutinario, no seres inferiores como ella, que solo servían para ser llevados a un cruel y triste final.
"—No estás loca, ni yo soy un invento alguno. Mira hacia el espejo, y lo entenderás."
Itzel dudaba si debía voltear o no hacia el espejo. Tenía miedo de lo que pudiera ver o no en él. El no ver algo le diría que tal vez estaba loca, como lo suponen todos. Por otro lado, podría ver algo realmente feo, y quién podría asegurarle que aquello realmente no estaba también dentro de su imaginación.
"»¡Hazlo ahora!, por tu propio bien —insistió aquel ser sobrenatural de manera iracunda. "
Aquello la hizo dar un pequeño salto de la cama. Itzel tomó valor y se puso en marcha rumbo al espejo del baño. Cada paso le daba más miedo que el anterior, pero aun así avanzó de manera firme y sin perder el tiempo al rústico baño. Ya antes se habían dicho cosas crueles, pero esa voz y esa manera de infringirle miedo eran totalmente nuevas, así que debía saber. La curiosidad pudo más que el temor que sentía.
Al abrir la puerta del baño, el vapor almacenado se escapó. Su madre había tomado una ducha hacía un par de minutos. Sin perder más el tiempo y con su mano derecha, comenzó a quitar lo empañado del vidrio sin despegar su mirada del mismo. Y pronto divisó esos inconfundibles ojos café de los que alguna vez estuvo enamorada, pero ya hacían sin vida.
—No, no puede ser —balbuceo al hablar—, tú, tú, ¡estás muerto!
La joven mexicana no sabía si esta era otra de sus alucinaciones o realmente estaba ahí. Aunque lógicamente no podía estarlo, ya que él fue el primero en morir cuando ella comenzó a tener esas distorsiones visuales.
—Él está muerto. Yo, por otro lado, no soy de un material tan perecedero —inquirió con suspicacia, mientras observo que todos los detalles del joven fueran perfectos, tanto como él—. Puedo ser Iván, el tonto jugador de fútbol que te robó tu primer beso, o la porrista que dibuja puercos y que se ahogó en su piscina. Y qué decir de quien rompía tus trabajos y terminó con los huesos hechos ceniza por aquel tráiler que no miró en el camino.
Era impresionante la manera en la que pasaba de una forma a la otra mientras hablaba de las personas fallecidas «accidentalmente». Sabía detalles que solo ella conocía y no le había comentado a nadie. «¿Quién era ese extraño ser?», se preguntaba una y otra vez la chica mientras, con asombro, simplemente lo observaba.
—¿Eres tú quien les ha hecho todo eso? —pregunto Itzel a aquel extraño ser.
Por un momento, él guardó silencio y, con un gesto lleno de astucia, acariciaba su barbilla con sus dedos, con el aspecto del último fallecido que tomó.
—Tal vez yo, o tú, podría ser alguien más. Todo es parte del juego, mi querida niña —contesto con notable arrogancia en su lúgubre voz.
Ella deseaba decirle que había gente muriendo y él «jugando» con ese tipo de cosas, deseaba decirlo, pero aquel ser desprendía un aura que la aterrorizaba a simple vista, que hacía que sus sentidos se descolocaran y sintiera un miedo poco común, así que decidió callar sus preguntas y limitarse a ser cordial. «Para ser una de sus alucinaciones, era la más terrible de las que había creado sin duda alguna», se recriminaba la joven.
—¿Quién eres tú? —pregunto Itzel—. O mejor dicho, ¿qué eres tú?
Aquel ser soltó su primera risa diabólica, misma que resonaba en eco en el baño. El sonido era agudo y bastante distorsionado, con ese tono de maleficencia en lo que parecía ser más que una sola voz. Eso realmente la llenaba de miedo, pero aun así, soportaba el terror que él provocaba en ella.
—¿Quién soy yo?, humana. Una lengua tan poco educada como la tuya jamás podría pronunciar mi nombre. —La voz estremecedora hacía que sus frases fueran aún más aterradoras de lo que realmente eran y provocaba en Itzel las ganas de salir corriendo del lugar—. Además, he tenido muchos nombres a través del tiempo y de las eras, pero podrías llamarme como primitivamente suelen enfrascarse seres tan poco desarrollados como tú, lo hacen.
No solo su tono era despectivo, su manera de hablar era de lo peor. Temía que, en sí, tenía razón y se estaba enfrentando a algo que jamás en su vida imaginó.
—¿Y cómo te llaman? —Su voz temblaba ligeramente al preguntar.
—El demonio.
No estaba de más decir que la joven sintió que sus pies le empezaban a fallar, y su vista se nublaba seguramente por la baja del azúcar. Cuando pensó que iba a caer, él la sostuvo y la llevó a erguirse de nuevo, para después cambiar a la forma de su madre.
»No tienes por qué hacer eso. Suficiente de presentaciones por hoy—, chasqueo los dedos a aquel ser infernal—. Tu madre se despertará en cualquier momento. Será tu decisión decirle que fue poseída por un demonio. Oh, bien, eres una buena niña y te quedarás calladita.
Aquel se retiró, posando el dedo índice sobre los labios en señal de que debía callar. «¿Y qué más podría hacer? Nadie le creería», ella lo sabía perfectamente. Siempre consideró que su madre era de temer, pero sin duda nunca antes se miró más terrorífica que ese día.
Al despertar, la mujer desorientada miró su reloj de mano y apuró a Itzel. Se le había hecho tarde, y no quería llegar a la hora más congestionada del metro. Aquello representaría una hora de retraso. Por su parte, Itzel intentó, por su salud mental, olvidar aquel encuentro que había tenido hacía unos minutos. Como si realmente pudiera, se dispuso a continuar su día.
Etapa 2 Universo Paranormal: correspondiente a WattpadLadoOscuroEs
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