Ambos yacían en la cama, a altas horas de la noche ninguno dormía, uno para cuidar del otro, mientras este por el dolor e incomodidad no podía pegar ninguna cuenca, aunque en este caso, una. 

Geno se sentía pésimo, y sus quejidos habían despertado al mayor aún no quisiese, Blard al verle en ese estado se había preocupado, pero al no ser primera vez, no se desesperó, se acomodó para poder tener una mano sobre la pancita ajena, con tal de aliviar los dolores, acompañando en el insomnio, a su amado.

De todos modos, ya estaba acostumbrado a no dormir, iba a estar por Geno incluso él se negara.

— No debes quedarte despierto conmigo, de verdad.

— Dilo cuantas veces quieras, cielo, pero te voy a acompañar. —Dijo, decidido— Son los últimos días antes que ellos nazcan, por más que no pueda hacer algo para aliviar el dolor, estaré intentando distraerte de este, no quiero que pases esto solo.

— Blard... Eres muy considerado.

— Heh, ¿Recién te das cuenta, tomatito?

El de bufanda sonrió, por un momento dejó de sentirse pésimo, miró entre la oscuridad a su querido prometido, viendo sus pupilas que le observaban con cariño; su sonrisa, tan galante y natural, era imposible no quedarse viendo su expresión, que si uno se detenía a mirarlo, después de años de conocerse, podría encontrarlo muy tierno, pues era una mirada perdida en muchas ñoñerias. 

— No, pero... —Respiró profundamente, moviendo su cabeza con lentitud por la almohada— Te extrañaría...

Eso fue tan bajo, que si no fuera que estaban en absoluto silencio, el mayor no lo hubiera escuchado; Blard frunció el ceño, confundido de algo tan fuera del tema. Para Geno tenía sentido, pues en sus pensamientos todavía yacía el temor de perderlo todo por su estado.

Intentó no llorar, no ahora que podía disfrutar otra noche junto a su novio.

— Geno...

No hacían falta palabras para saber lo que sucedía, para el mayor estaba claro todo el pesar que sentía, solo le acurrucó bien, acariciándole para que lograra descansar y pasar juntos el resto de la noche.