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XVI

Lo que ayer dijo la psicóloga fue de mal gusto, realmente me pareció una ofensa como si estuviera loca confundiendo la realidad de los sueños. Entro a la camioneta junto a mi hermana. En el camino nos encontramos con un taco automovilístico largo que hace que mamá se ponga histérica por poder llegar tarde y por las probabilidades de que la despidan por eso. Exagera, ni que despidieran a alguien cuando llega tarde por primera vez pero ella es muy buena empleada.

Llegamos una hora tarde lo que deja a mamá histérica total tanto que apenas se despidió de mi hermana que hoy sale de vacaciones. Me deja (como siempre desde que se ocupa este sistema) pasear por cualquier parte del colegio. Voy a la sala.

Me siento al lado de Nataly después de darle las excusas a la profesora por llegar tarde. Nos empieza a hacer la clase de lenguaje de nuevo repetida. Estoy tranquila en la clase. Escucho unos tacones, creo que es mamá por el ritmo del caminar. Pienso en irme porque ella me prohibió ir a alguna sala, o quizás no para que se dé cuenta que nadie murió, que todo el curso está vivo.

Efectivamente es mi madre.

Pienso que va a pasar de largo, cuando escucho los tacones detenerse. Luego se escuchan de nuevo acercarse. Ella se asoma por la puerta y me ve.

—Nicole ¿Qué haces ahí sentada sin hacer algo útil? —me pregunta ella.

—Shh-dice la profesora —Respeto por la clase.

Mamá no hace nada.

—Estoy en clases mamá.

—¿Cómo en clases si no hay nadie? —pregunta ella.

—Sí hay alguien: la profesora y todo el curso. —le contesto.

Todos me están mirando; qué vergüenza.

—No hay nadie, la sala está vacía, solo estás tú sentada sola y con la mirada desviada otra vez. —me dice entrando a la sala.

—¡Oiga! No puede entrar a la sala en horario de clases. —dice la profesora dejando de escribir en la pizarra.

Mamá sigue caminando acercándose a mí.

—Mamá, no sigas, enojas a la profesora. —le digo cuando llega al lado mío.

—¿Qué profesora? Esta sala está vacía, solo tiene sillas y mesas, lo demás te lo estas imaginando. La psicóloga tenía razón, sí tienes esquizofrenia. Ahora mismo te sacaré hora a un psiquiatra. No quiero que le hagas daño a alguien por las fantasías de tu cerebro. —dice tomándome el brazo y arrastrándome hasta la salida.

La profesora se enoja, todo el curso me mira asombrado hasta que ya solo los veo a lo lejos ignorarme.

—Compórtate mientras termino mi trabajo en las últimas horas... —dice ella cuando veo a la muerte al lado mío tomando su hacha y acercándomela.

—¡No me mates, no me hagas daño, por favor! ¡Déjame vivir! —grito y salgo corriendo. Mamá me persigue prácticamente caminando con sus tacones. La muerte es más rápida que ella y se acerca más a mí. Trato de correr más rápido pero no puedo. Cuando ya no puedo más, choco con una pared.

Luego despierto en mi cama. Se acerca a mí una enfermera.

—Vaya, te diste un gran golpe. —me dice ella.

—Hija, cuando te recuperes te llevare a un psiquiatra porque tus conductas no son normales. —dice mamá acercándose a mí.

Trato de contestarle pero no lo logro. Me dejan durmiendo.

Al siguiente día ya me siento mejor y me llevan con un psiquiatra. Todo el tiempo escucho los gritos y el ruido del momento del supuesto accidente. Llegamos después de mucho jadear por el cansancio. Mamá pide hora pero no hay aunque, por suerte para ella, la psicóloga dio la orden a un psiquiatra por lo que le dejaron un sobrecupo.

Nos sentamos a esperar a que el psiquiatra me llame; espero que no lo haga.

Suena mi celular. Es una llamada de Nataly.

—¿Hola? —contesto. Cuando lo hago mamá me mira raro.

—Hola ¿por qué ayer te fuiste en medio de la clase? ¿Qué le paso a tu mamá? —escucho a Nataly preguntar.

—Creyó que ustedes no existen, que... —alcanzo a decir cuando mamá me quita de las manos el celular.

—No finjas hablar por teléfono, se nota que está en menú principal. —me dice mostrándome la pantalla del celular.

—¿De qué hablas? Me llamó Nataly. —le digo enojada.

—Entiéndelo, Nataly no existe. Ella murió. —me dice en tono convincente.

—Déjame en paz. No mientas, Nataly vive, yo la he visto. —digo.

Veo a la muerte que está en el asiento del frente. Comienzo a sudar y a apretar los puños del miedo, haciendo todos mis esfuerzos por no escapar. Me llaman, por desgracia. Entro con mamá. Ella le dice al psiquiatra que vamos acá porque tengo conductas esquizofrénicas según lo que le dijo la psicóloga y luego relata mi pesadilla.

Luego el psiquiatra me pregunta si los he visto. Asentí. Empieza a decir que tiene sus sospechas porque supuestamente muchas veces tengo los ojos desorbitados. Le dice a mamá que salga para que ahora yo cuente mi versión. Se la cuento. Cuando termino menea la cabeza en señal negativa.

Mientras me habla vuelvo a ver a Nataly.

—Ahí está, detrás de usted esta Nataly. Ahora si me van a creer. —le digo emocionada al psiquiatra. Él mira atrás e inmediatamente devuelve la mirada.

—Ahí no hay nada. —me contesta.

—Sí hay, lo juro. Me creen la loca pero usted puede serlo, todos lo están, yo soy la única que ve la realidad.

—Quiero que entre tu mamá.

Nos paramos, me abre la puerta, me despido y me voy. Ahora me estoy convenciendo que lo que veo son solo alucinaciones. Llego a la sala de espera y le digo a mamá que entre. Ella asiente y la veo entrar a la consulta. Me quedo esperándola en la sala de espera. En poco tiempo regresa.

—Pediré la semana o lo que queda con tu certificado médico, y tendré que comprarte unos anti psicóticos. —me contesta.

Almorzamos en la cafetería del centro médico, luego mamá llama a Ricardo, quién, unos minutos después, nos viene a buscar con mi hermana dentro de la camioneta. Me voy a mi habitación cuando llegamos y me acuesto en la cama.

—Hola. —escucho la voz de Constanza.

Miro a todos lados buscando el origen de la voz. Abro el closet. Allí esta.

—¡Deja de aparecerte, sé que tú no existes, estas muerta! —le grito.

—No lo estoy. —me contesta.

—Lo estas, estuve en el funeral de todo el curso y estas incluida. —le contesto.

—¿Nicole?-escucho la voz de mamá. Abre la puerta.— ¿Con quién hablabas?

—Con nadie. —le contesto.

Veo a Constanza riéndose de mi madre.

—¡Cállate! —le grito a Constanza.

—¿A quién le dices eso? —pregunta mamá desconcertada.

Constanza se sigue riendo.

—A... Nadie. —contesto perpleja.

—¿Cómo que a nadie? ¿Me hablabas a mí? —pregunta mamá.

Sale del baño Nataly.

—No sigas Constanza. —le dice Nataly a Constanza.

Constanza se niega y, de forma muy extraña, se comienzan a pegar. No comprendo porque lo hacen.

—¡Suéltense! —grito y me lanzo al armario a intentar separarlas, poniendo una mano por delante. Duele mucho. Me miro la mano con sangre. Veo delante de mí sólo la muralla con manchas de sangre. Me creí de nuevo la ilusión y Mamá me mira con cara de horror.

-Esto es mucho, iré a solucionarlo. —dice mamá y sale muy nerviosa.

Nataly vuelve a aparecerse delante de mío. Luego mamá vuelve con un folleto de un manicomio hablándome de que ese será mi futuro hogar.

—¡No estoy loca! —le grito a mamá comenzándola a pegar.

Ella grita. Escucho los pasos imponentes de Ricardo subiendo las escaleras. Por el miedo que le tengo pienso en soltarla pero él llega antes de que consiga hacerlo. Me empuja. Mamá tose y jadea mucho, Ricardo la tranquiliza. En ese tiempo me encierro en el baño.

—Hay que llamar al psiquiatra y preguntarle qué hacer. —escucho que dice Ricardo.

—No, hay...que...llevarla...al manicomio. —dice mamá tomando varias bocanadas de aire según lo que escucho.

—Primero llamémoslo. —dice suavemente Ricardo. Se nota que trata de tranquilizarla.

—Está bien, como tú digas. —contesta mamá, un poco más repuesta.

Escucho como se levanta tambaleante y sus pasos alejándose. Abro sigilosa la puerta hasta ver la habitación vacía y salir. Me tumbo a la cama a llorar. Me tapo con las sabanas tratando de conciliar el sueño. Vuelvo a sentir mis parches en la cabeza y el ojo y me siento terrible al recordar como adquirí esos parches. Me llevo las sabanas al armario a esconderme y me duermo dentro.

Luego llega mamá con Ricardo y el psiquiatra según lo que escucho de esas voces familiares. Están en la sala de estar, los oigo hablar.

—Sensatamente, lo mejor es llevarla al manicomio. Así se mejorara y no le volverá a hacer daño. —escucho decir al psiquiatra.

Al escuchar esto me quedo paralizada. Escucho a mamá llamando al manicomio y al parecer dando la dirección. Pongo sobre mí bastante ropa para que así no me encuentren. Me quedo dormida ahí dentro.

Me despierto cuando unas voces desconocidas se van acercando hablando sobre mí. Me quito la ropa de encima. Abro un poco el closet y los veo observando debajo de la cama, en el baño, y uno se acerca al closet a abrirlo. Dos personas me toman con fuerza los brazos. Me retuerzo intentando escapar pero no lo consigo. Me meten a una camioneta en que alcanzo a leer "Manicomio del doctor Pedro Fontova". Dentro me asomo a despedirme de mi hermana que llora.

Luego llegan a ese edificio. Abren la puerta y me llevan de la misma manera en que consiguieron meterme junto con mis intentos de huir. Llegan conmigo a una habitación donde me meten y encierran junto con una camisa de fuerza.

Todo el curso está ahí.

—Yo quería salvarlos, en verdad quería.

Hay un tiempo de silencio.

—Lo siento Nicole pero el tiempo está agotado. Lo quieras o no, ya estamos muertos. —contesta Nataly.

—Yo los quiero. No me importa que esto sea una enfermedad, porque estaré con ustedes toda la eternidad. —digo.

Todas nos abrazamos.

—Las extrañe mucho.

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