XV
Estamos todos con la maleta al lado tomando nuestra última merienda antes de irnos. Al terminar hacemos la fila para que la profesora pase la lista antes de irnos y subirnos en los mismos puestos de la ida. Extrañare a Osorno.
Nos demoramos en acomodarnos un tiempo hasta que unos minutos antes de las 17:30 horas partimos.
—¿Vas a dormir? —le pregunto a Nataly sacando la almohada de la mochila mientras ella juega con el celular.
—En un rato, cuando me aburra de esto y nunca me aburro de esto a menos que tenga un sueño extremo.
—Bueno, yo me voy a dormir. —contesto y me acurruco usando como almohada la ventana ya que la otra se la deje a Nataly y para que la gente no me vea dormir pongo toda la cabeza por abajo.
Duermo tranquilamente hasta que un gran estruendo me despierta; veo como a un ángel pasando por arriba. Siento que algo duro me roza la cabeza, eso me quita parte del pelo y me sangra según lo que siento. Veo que pasa al lado un tronco que rueda por la calle hasta que cae a un bosque. El bus se detiene. Me asusta todo esto. Me da miedo ver qué pasó. Me toco por encima de la cabeza y siento pérdida de cabello, lo que provoca que se me vea el parche en el ojo.
Finalmente me armo de valor y giro la cabeza lentamente hasta llegar a ver a Nataly. Sólo esta su cuerpo pero no está su cabeza; sólo esta su cuello cubierto de sangre como una pequeña erupción volcánica en que sólo se cubre el cráter. Pongo los ojos en blanco. No evito soltar unas lágrimas. Me subo al asiento y me elevo a observar a los demás. Todos están igual que Nataly, degollados. Me bajo del asiento a recorrer los asientos tratando de comprobar si la vista me está fallando. Compruebo que es verdad.
No lo soporto, se han muerto las personas que han estado conmigo por casi un año. No dejo de gritar y llorar, me derribo en lágrimas y gritos. Las personas que van atrás en los autos se bajan de ellos, algunas tocan la bocina (de los que van atrás y no saben lo que pasa), otras se ponen a observar y otras me tratan de tranquilizar.
Dejo de llorar cuando llegan los carabineros y me tranquilizan. Me llevan a la comisaría más cercana a relatar lo sucedido.
Cuando me siento escucho sus voces, los sonidos del momento, las sensaciones, el ruido, no dejo de pensar y recordar lo que paso una y otra vez, no logro concentrarme en lo que pasa ahora, desenfoco una y otra vez la mirada al recordar el momento. Hago grandes esfuerzos por dejar de hacerlo hasta que vuelvo a la realidad.
No logran sacarme una palabra, no logran sacarme una palabra.
Al amanecer llega mamá, mi hermana y Ricardo en su camioneta a la comisaría y me llevan a la casa. El viaje dura 8 horas. Cuando llego no bajo la maleta ni nada, sólo voy a mi habitación a extenderme en la cama, a repasar todos los recuerdos y a dormir.
Despierto y me veo en la cabaña en Osorno. Salgo a buscar a Nataly; la encuentro tomando desayuno. Corro hacia ella pero una barrera que no veo me lo impide. Sigo avanzando pero la barrera no me deja.
—Nataly —digo.
—Despierta. —me contesta.
Abro los ojos y me veo en mi habitación. Todo fue un sueño. Pero tal vez el sueño fue el accidente y quizás cuando Nataly me dijo eso me desmaye y llegue hasta acá. Mi mente me evita creerlo. Vuelvo a recordar los hechos y vuelvo a sentir todo de nuevo como si recién estuviera pasando. Vuelvo a ver el techo de la habitación de golpe, con una rapidez que me deja un tiempo quieta asimilando el lugar.
—Hola Nicole. —escucho la voz de Nataly.
Miro a la puerta del baño y la veo parada sonriendo.
—¡Tú no existes! ¡Tú estás muerta! —le grito.
—Todo está en tu imaginación. —me dice y desaparece.
—¿Qué está en mi imaginación, tú o el accidente? —le pregunto pero no aparece.
Quizás ella está en mi imaginación o el accidente está en mi imaginación.
—¿Qué pasa? —murmura mamá abriendo lentamente la puerta. Creo que tuve que poner atención cuando escuchaba sonidos de llave.
No me levanto ni nada. Sigo extendida en la cama pensando en lo que paso, como si volviera a pasar una y otra vez de diferentes ángulos, a veces de mi perspectiva y a veces en tercera persona.
—Te escuche gritar ¿qué pasó? —me pregunta sentándose en la cama.
Nuevamente no contesto.
—¡Ricardo! ¡Ven! —grita y se escuchan unos pasos subiendo la escalera y luego acercándose a la habitación.
—¿Qué pasó? —dice Ricardo.
—No me contesta, y mira —dice mamá señalándome, o eso creo—, tiene los ojos desorbitados.
—Déjala, fue muy difícil lo que pasó. Dale tiempo para superarlo. —le contesta.
Se van los dos. Los escucho murmurar afuera.
—Tenemos que ayudarla, pero no sé cómo. —murmura mamá.
—Anímala, dile que siempre la has querido o que hay gente que la quiere mucho, cosas así uffff no sé. —murmura Ricardo.
—No sé si funcione.
—Confía. Dejémosla descansar hasta por lo menos mañana. —murmura Ricardo y según lo que escucho se van.
Me duermo. Al siguiente día llega uno de los primos de Nataly a la casa, creo que Christopher. Entra con mamá a mi habitación, dice que lo llamaron para que me animara, él entra y se sienta sobre mi cama.
—¿Por qué estas tan deprimida? —me pregunta.
No le contesto.
—Háblame, por favor, me siento como si hablara solo. —dice.
Me quedo un rato en silencio y luego murmuro:
—Nataly murió.
—Mmm... Sí, lo sé, y es entendible que te sientas así. Lo que tienes que hacer es llorar todo lo que quieras y así no guardarte el dolor —me dice muy serio.
—Es difícil, es que todavía me cuesta creer que mi mejor amiga murió así.
—¿Tú lo viste todo? —me pregunta.
Hago un signo de aprobación.
—Ahora ya entiendo. Mira, no fui con mi prima muy amigable, realmente casi no la veía, creo que por eso me da menos pena que a ti, ya que era tu mejor amiga.
—Lo sé. ¿Puedes dejarme sola?
—Está bien, pero no olvides desahogar tus penas.
De nada sirvió que él viniera a consolarme. Murmura algo con mi mamá y creo que luego se va. Entro al baño a verme al espejo. Me encuentro un gran parche en la cabeza, eso demuestra lo que fue el accidente.
El día lunes al fin como algo, pero de mala gana, y voy al trabajo de mamá, en el colegio.
Mamá me deja ir a cualquier lugar del colegio menos a la oficina de la directora, la contable (ella), la subdirectora, etc. Voy a la sala en que estaba antes. Entro.
—Señorita Sáez ¿por qué llego tarde? —me dice la profesora.
—Porque... —contesto.
—No se preocupe, como queda poco tiempo de clases se aceptara llegar tarde pero por menos de una hora y también venir sin uniforme. — me dice la profesora y me miro la ropa -vaya a sentarse.
Busco mi puesto con la mirada hasta que encuentro uno al lado de Nataly. Sabía que el accidente había sido una pesadilla.
—¡Hola! —le grito a Nataly.
—Señorita Sáez, no grite. —dice la profesora.
Nos empieza a hacer clases. Lo raro es que lo hace de materia que ya pasamos escribiendo lo mismo que la clase anterior. Por eso levanto la mano.
—Nos está pasando la misma materia que la clase anterior. —digo en cuanto me deja hablar.
—¿Cómo Nicole? Esto es materia adelantada del próximo año.
—Bueno... —digo resignada y continúa con su clase.
Después vamos a recreo con los demás cursos. A la salida (la hora de almorzar) me despido de Nataly y voy sola a la oficina de mamá a almorzar para después irnos.
Este día ha sido de lo mejor, me demostró que el accidente fue sólo una pesadilla que, como muchas otras pesadillas, me la estaba creyendo. Salimos y nos vamos en la camioneta de Ricardo. Cuando llegamos a una esquina en que hay semáforo y parece que le quedan mucho rato, veo en la esquina a Constanza con su mochila, solo me da una mirada rápida y el semáforo da en verde.
Cada vez creo más que lo del accidente no fue más que una pesadilla.
Ricardo va en el camino de siempre hasta la casa pero en un momento se desvía y entra al cementerio, en el lugar de los autos.
—¿Qué pasa? ¿Por qué estamos aquí? —pregunto cuándo detienen la camioneta.
—Hoy es el funeral de todo el curso. Tienes que estar presente...con todos esos padres llorando. —dice mamá dándole la llave a Ricardo.
Mi hermana sale de la camioneta corriendo.
Detesto a mi madre, como se le ocurre llevarme al funeral de personas que están vivas, bueno, creo que esta bromeando. Todo fue una pesadilla, sé que lo fue, sólo una pesadilla sin significado. Vamos caminando con toda esa gente que sigue a los ataúdes con el traje negro y la mayoría llorando.
Seguimos lento con la mirada baja hasta llegar donde hay 28 agujeros rectángulos en la tierra con una cruz blanca ancha en que aún no se han escrito los nombres. Cerca está la mamá de Nataly con los ojos rojos y todavía llorando. Me acerco a cada ataúd con el muerto presente y me despido de cada uno de ellos, quizás así no los siga viendo y así me convenza de la realidad, si es que está es la realidad. Estoy confundida, no sé lo que realmente ha pasado.
Se da una oración en honor a todos y luego unos hombres empiezan a meter a todos por los agujeros, escribir sus nombres, fecha de nacimiento y de muerte en las cruces. Luego el sacerdote dice algo que no me gusto:
—Agradecemos que no te hayas llevado a una hermana tan joven a tu reino en los cielos y por favor permítele vivir hasta la edad que le corresponda. Amén. —dice y lloro lamentando que no haya sido yo la que murió.
La madre de Nataly se acerca.
—Sé que fuiste muy amiga de Nataly, la mejor amiga en toda su vida. Ojala superes esto mejor que yo y no termines en un manicomio como yo. -dice y llora - Mi esposo se enteró y murió de una sobredósis de la droga krokodil. Lo perdí casi todo, sólo me queda mi hijo y el que estoy esperando. Si él se muere no lo podré soportar. Mañana me internaré, por el bien de los dos. —dice llorando cuando su hijo Miguel viene, también con los ojos rojos, la abraza y la consuela. Me sorprende que él afronte todo de forma tan madura. Voy a la tumba de Nataly, le pongo unas flores plásticas en un macetero en que puse una foto con las 2 el día en que me dijo lo de su padre.
—No lo merecía. —dice Christopher colocando uno de esos recuerdos de goma eva con una paloma— Ni ella ni nadie.
—Te equivocas, ella no murió —le contesto—, hoy la vi en clases, a todo el curso incluso a la profesora.
—¿Cómo es eso? Tú ves aquí su tumba, está muerta, comprobado por el servicio médico legal que fue degollada por un tronco que cayó de un camión.
—Tuvo que pasar, tenía que pasar pero ¿por qué?
—Ni que yo supiera las razones del destino.
—No puedo seguir aquí.
Me levanto y voy a la camioneta de Ricardo en donde están los tres. Entro. Por la pérdida de pelo ahora si se me nota el parche. En el viaje me quedo llorando en silencio y tapada, como lo estaba cuando el sueño me salvo la vida por mucho aunque algunos piensen que dormir mucho es malo. Un momento levanto la cabeza y veo a Nataly con Constanza creo que discutiendo en una bencinera aunque eso sea imposible. Vuelvo a ocultar la cabeza.
En la casa me vuelvo a encerrar en la habitación. Mamá me grita que me vaya a bañar pero no quiero, eso no me devolverá al curso, la vida de antes que no sabía que tenía. Tomo el notebook y reviso el facebook de Nataly en que las más recientes publicaciones son que la extrañan y cosas así. Decido unirme a ellos y escribir "en mi vida tuve muchas amigas que deje por decisión propia, a ti no te dejo ni en la muerte, los dos extremos que nos separan no son más anchos de lo que podemos atravesar pero mi voluntad me llevara a llegar a tu extremo, el que algún día atravesaré". Lo público esperando algún comentario.
Me acuesto a dormir. Tengo otro sueño extraño.
Estoy durmiendo en lo profundo de una fuente con todo el curso hasta que llega mamá con una moneda, la tira, pide un deseo que no escucho y en ese momento dejo de respirar bajo del agua y me veo en la necesidad de salir a respirar pero cuando salgo la tierra está trisada con magma en casi toda su superficie, giro a ver la fuente y ahí está mi hermana, mi mamá y Ricardo encerrados en ella. Siento que el brazo de uno de los encerrados me agarra fuerte y aunque haga todas mis fuerzas por seguir en tierra firme, me llevan al agua. Me falta el oxígeno y pierdo energía. Cuando pienso que voy a morir, despierto. Sigo en mi cama como si nada hubiera pasado. Estoy confundida. Ya no sé lo que es una pesadilla o la realidad. Ahora veo un cadáver con un poncho negro y una hacha como la muerte entrando sigilosa a mi habitación.
—Ahora es tu turno. —dice ella acercándose a mi cama, tomando el hacha y al parecer hará uso de ella.
Doy un gran grito y despierto en los brazos de mi mamá, quién trata de consolarme.
—Hija ¿Qué pasó? ¿Por qué gritabas así? —me pregunta ella, algo desconcertada.
—Era la muerte, la muerte me persigue. Ahora es mi turno de morir, me toca a mí. —digo llorando sobre su hombro.
—No vas a morir Nicole, nada te pasará. Tu familia te cuidará y no dejará que nada te pase. —me contesta logrando tranquilizarme un poco.
Llego otro día al colegio con mamá y hago lo mismo: escabullirme hasta la sala a aprender y sentirme más segura de todo peligro aunque está semana todos los profesores han estado pasando la misma materia de las clases pasadas, escribiendo lo mismo y explicando lo mismo. Nataly no me cuenta nuevas cosas suyas, siempre es lo mismo, lo que me contó hace poco, le digo que ya me lo había dicho pero ella siempre contesta que es algo nuevo, que paso hace muy poco tiempo.
Salgo del colegio después de almorzar con mi mamá. Quisiera que ella siguiera confiando en las niñeras, de todos modos no todas son como la anterior. Todos los días me quedo jugando con Nataly en la casa, con una pelota en el patio.
—Hija, te llevare al psicólogo mañana, lo necesitas, para superar algo tan horrible. Te saque la hora hace una semana pero no te lo dije inmediatamente para que no hagas algo para evitarlo. —dijo mamá un día cuando jugaba al voleibol con Nataly— Le pediré a tu hermana que juegue contigo para que no sigas revotando la pelota en la muralla.
¿En la muralla? ¿Cómo es capaz de creer que Nataly es una muralla? Que insensible. No se da cuenta que Nataly está bien o tal vez mamá tiene problemas a la vista, siendo una suerte tener de marido a un cirujano oculista.
—¡No soy una muralla, estoy viva; míreme! —grita Nataly.
Mamá no se inmuta ni nada, ni siquiera se voltea o cambia el ritmo de caminar. Sigo jugando con mi hermana. Nataly se pone triste y se va saltando la cerca de plantas que nos separa del vecino del lado izquierdo.
Mañana faltare a clases, por el psicólogo. Ojala no me pidan en el colegio justificativo porque no me lo darán. Me acuesto tarde aunque mañana tenga que levantarme temprano. Lamento que mamá haya pedido el día siendo que pudo hacerlo en la tarde y así no pedir el día administrativo, pero ella lo quiso así.
Al siguiente día mamá me intenta despertar y me hace lo que jamás imagine: tirarme un balde de agua. Después de secarme el pelo y el pijama con la secadora poniendo una toalla sobre el parche en la cabeza, me visto, me peino, bajo a desayunar y me subo a la camioneta de Ricardo. Ahora mamá maneja ya que le entregaron ayer la licencia de conducir y creo que tiene ansias de usarla.
Conduce estupendo a excepción de la velocidad, que es bastante lenta, pero mejor lento y seguro que rápido y mortal. Llega y se estaciona. Salimos de la camioneta y dejamos a mi hermana en el jardín. Luego entramos de nuevo a la camioneta y nos dirigimos al centro médico.
Salimos de la camioneta a una cuadra ya que allá se cobra el estacionamiento muy caro. Caminamos a paso rápido para no perder la hora. Entramos. Mamá saca el número y esperamos. A los 5 minutos nos toca, primero me preguntan el RUT y pongo el dedo para confirmar con la huella digital.
Nos quedamos en la sala de espera viendo la televisión, sin hablarnos.
Veo a Nataly al lado de una vendo matica tratando de meter un billete que la máquina siempre le devuelve, con la muerte a su lado mirándome. Ella se queja, patea la máquina y se va con la muerte acompañándola.
—Nicole Sáez. —me llama la psicóloga.
Me paro junto a mi mamá...
—No señora, ella tiene que ir sola. —dice.
Mamá pone los ojos en blanco y luego me deja ir. Vamos caminando por el pasillo hasta entrar. Tomo asiento.
—¿Qué te lleva por aquí Nicole? —me pregunta preparando las manos para escribir.
Quedo un momento en silencio, creo que fueron 3 segundos que parecieron más largos de lo que aparenta, eso siempre me pasa en un momento incomodo.
—No sé. —contesto.
Se queda unos segundos en silencio.
—Bueno, entonces cuéntame de tu vida diaria a ver si encontramos el problema que a tu mamá le ha hecho tomar la decisión de llevarte acá ¿ya?
—Bueno.
—¿Qué haces comúnmente?
—Voy al colegio y luego a la casa. Allá juego con mi amiga Nataly.
—¿Ustedes son muy amigas?
—Sí.
—Bien. Ahora veamos tus sueños ¿de qué tratan?
—Algunos son pesadillas. Uno fue que de vuelta de mi viaje a Osorno se caía un tronco de un camión al bus y degollaba a todo el curso menos a mí.
—Ya veo por qué.
—Pero en la pesadilla también se muere mi amiga.
—Quizás piensas que ella está en peligro.
—No lo creo, imposible.
—Bueno, ¿has tenido otras pesadillas?
—Sí.
—¿Cuál?
—Una en que yo y el curso estamos encerrados en una fuente de agua...y cuando despierto veo a la muerte que dice que seré la próxima en morir.
—Me parece que estas desarrollando una paranoia. Bueno, ahora llamaré a tu mamá.
—Ya.
Me deja sentada mientras sale a buscar a mi mamá. Unos minutos después llegan. Me hacen salir para hablar en privado. Me quedo pegada a la puerta tratando de escuchar.
—¿Por qué decidió llevarla aquí? ¿Es por las pesadillas? —le pregunta la psicóloga a mamá.
—No me ha dicho nada de eso. —contesta mamá.
—Podría ayudarla su amiga Nataly, la que siempre va a su casa a jugar.
—Imposible, Nataly está muerta. —dice mamá.
Se oye un silencio.
—¿Cómo dice? —pregunta la psicóloga muy asombrada según demuestra su tono.
—Ella está muerta. Murió hace una semana más o menos.
—¿Cómo murió? —pregunta la psicóloga. La escucho escribir.
—Murió degollada por un tronco como todo el curso.
No evito soltar unas lágrimas.
—Esa fue una de sus pesadillas que... —alcanzo a escuchar cuando una de las señoras del aseo me hace salir. Creo que piensa que estoy haciendo algo malo ¿lo será?
Cuando se va me vuelvo a pegar a la puerta y a retomar la conversación.
—¿Por qué cree eso? —le pregunta mamá a la psicóloga.
—Es lo mejor que la atiendan a tiempo. No sabe lo que puede hacer alguien que está viviendo en un mundo de fantasía en que la esquizofrenia está siendo una especie de escudo a la depresión. No acepta la muerte.
—No creo que tenga eso, tal vez eso de que ve a su amiga son solo sueños. —contesta tranquila mamá.
—Ella cree que el sueño fue el accidente. No sabe distinguir la realidad de las fantasías.
—No necesito a alguien que diga que mi hija está loca porque sé que no lo está. Muchas gracias pero sé que mi hija está bien, sólo necesito que no ande deprimida así que encárguese de eso la próxima sesión. Bueno, tengo que irme. —dice mamá cuando se escucha que se mueve la silla y luego sus pasos acercándose. Me separo de la puerta y me enculille al frente en la parte de la muralla.
Ella sale y dice que nos vamos.
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