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6


Hacía calor. Mucho calor. El sol brillaba más que otros días. O eso suponía Yoongi porque Jimin llevaba más de media hora quejándose de lo mismo. Ese sábado en particular, el hombre se había levantado muy temprano-bastante animado tenía que decir-, obligándolo a levantarse también para acompañarlo en sus actividades.

Como siempre, se mantenía activo con un buen semblante; cantaba despreocupado mientras preparaba el almuerzo y, de vez en cuando, bailaba al compás de una canción extraña que había puesto desde su celular.

Por un espacio de dos horas, se mantuvo así, alternándose entre cocinar, bailar, hablar y en el ir y venir hacia el patio de la casa, llevando consigo mil cosas que Yoongi reconoció más tarde.

—Estás muy pálido, me preocupas. Tal vez te hace falta un poco de sol—le dijo el chico, finalmente explicando lo que estaba haciendo. Resultó que había despertado con la sensación de ser un girasol, por lo que le pareció buena idea comer afuera para recibir los rayos del sol y así llenarse de energía.

Yoongi quiso decirle que su palidez se debía a que estaba muerto, que no tenía que molestarse con algo así, pero como obviamente no podía confesarle eso a Jimin (o al menos no le creería), accedió en silencio y se arrastró hacia el patio para sentarse junto a él en las sillas que éste había cargado hasta ahí.

Tenía que reconocerle, a pesar de no importarle del todo, que de verdad se había esforzado. Jimin había colocado en el jardín una mesita rosa pálido, que ni siquiera sabía que tenía, y en el centro había puesto un florero lleno de, sí, girasoles. En cuanto a la comida, había preparado de todo: Café, jugo de naranja, panqueques, avena con frutas, ensalada, sándwiches, en fin, Yoongi no estaba seguro de poder acabarse todo, por lo que intuyó que esperaban visitantes, como ya se estaba volviendo costumbre con Taehyung merodeando todos los días en su cocina.

—Los girasoles me gustan mucho, son bonitos, ¿no? —Jimin le comentó con un gesto satisfecho cuando por fin empezaron a comer. A pesar de haber hecho muchas cosas esa mañana, arreglarse no había sido una de ellas, porque seguía con esa pijama de aliens rojos que siempre usaba.

—Pero están muertos—Yoongi no hacía comentarios muy acertados. No era un buen conversador, pero eso a Jimin no pareció molestarle porque le sonrió con lo que él reconoció como amabilidad.

—Estos que compré sí están muertos, pero no por eso dejan de ser bonitos—le dijo con voz paciente, tal vez con el tono que usaba para dar clases—. A veces ni la muerte puede llevarse al amor.

—No te estoy entendiendo, Jimin—Yoongi no podía darle sentido a la conversación. Los sentimientos se habían ido esfumando de su corazón muy lentamente a través de los años. El último recuerdo que tenía de haber querido a alguien se lo dedicaba a sus abuelos, pero de eso ya tenía muchos años.

—Que yo aún le lloro a George... —prosiguió Jimin, limpiándose una lágrima imaginaria—Hablo de George Harrison, eh. Por si pensabas en George Weasley, no es él.

—No importa, no conozco a ninguno.

Jimin exhalo con fuerza, viéndose muy sorprendido, y llevó sus manos hasta su boca para cubrirla con cierto dramatismo. Yoongi podía jurar que había perdido el color de su rostro.

—No sabes quién es George Harrison—casi gritó. Yoongi asintió.

—Ni George Weasly.

—Oh por Dios, Taehyung tiene razón... Estás muerto.

—Eso mismo les he estado diciendo.

Jimin guardó silencio, todavía luciendo preocupado. Su cabello se había desordenado por el viento de la mañana por lo que su apariencia había adquirido cierto brillo de decadencia que hubiera preocupado a cualquiera con un poco de simpatía hacia él, pero no a Yoongi, obviamente, que podía notar las emociones, pero no se preocupaba por ellas.

Fue así que los siguientes minutos fueron, sorprendentemente, muy silenciosos. Ambos se concentraron en comer sin emitir algún comentario. Jimin abría y cerraba la boca varias veces, como urgido por decir algo, pero se mantenía sin decir nada. Yoongi se dio cuenta de que, por primera vez,  se había quedado sin palabras.

Como no sabía que estaba pasando exactamente, pensó que quizá él tenía que tomar la iniciativa por alguna vez. La incertidumbre era una cosa fea, molesta, y era algo que muy  comenzaba a frecuentar cuando estaba con Jimin; finalmente dijo:

— ¿A qué hora llega Taehyung?

Jimin, quien seguía con su semblante tormentoso, se giró para verlo y su expresión cambió a una más relajada, agradeciendo en silencio por el indulto al tortuoso silencio.

—No va a venir hoy porque fue a visitar a sus padres, ¿querías que viniera?

—No, no quería.

—Oh... Bien, pero... ¿Por qué la pregunta?

—Hiciste mucha comida.

—Ah sí, sobre eso...—el pelinegro desvió la mirada, jugando con los anillos de sus dedos—Es que he notado que no te gusta lo que cocino, pensé que tal vez era yo, pero-y sí estoy presumiendo- yo sé que lo hago bien. Tengo un sazón muy rico. Entonces se me ocurrió que el problema debía ser la comida que hacía. Le pedí a Taehyung que te preguntara qué comida te gusta y él sólo dice que la sangre y yo-

—Es que él tiene razón. Es mi comida favorita—lo interrumpió Yoongi, un poco mareado por la rapidez con la que Jimin hablaba. El pelinegro negó con desesperación, harto quizá de lo que él creía era una broma.

—Por favor, Yoongi...

Yoongi desvió la mirada. No es que le importara, pero una parte de él le decía que debía de ser más considerado con el hombre que sólo había sido amable todo ese tiempo.

—Si necesitas de verdad saber—dijo, con precaución, mirando a lo largo de toda la mesa—. A mi, eh... Me gustaron tus... panqueques—para darle validez a sus palabras, tomó el alimento en cuestión y se llevó un gran pedazo a la boca. Jimin suspiró.

— ¿De verdad, Yoongi? ¿De todo lo que hice?

—Soy un hombre simple.

—Eres pésimo mintiendo, pero gracias, supongo. Lo que pasa es que yo creí que-

La sombra que repentinamente abordó el rostro de Jimin después de decir esa oración fue digna de recordar. Parecía que había dicho la peor declaración de todas y que por fin se había dado cuenta de la cruda realidad porque su rostro se endureció. Sus labios estaban apretados entre ellos y su ceño demasiado fruncido. Pero, contrario a lo que se pudiese pensar, no dijo nada más. No hizo nada.

Terminaron de comer y guardaron en recipientes todo lo que había quedado para después acomodarlo en el refrigerador. Jimin seguía viéndose preocupado, pero ya no habló más de lo necesario. Se plantó en la sala junto a su computador y se dedicó por el resto del día a su investigación, consultando fuentes, analizando datos e interpretando algo que debía de ser muy interesante por la pasión de sus gestos. Por lo menos, Yoongi lo notaba más animado.

Como él ya no tenía trabajo pendiente-rara vez tenía-, se sentó en la silla d e la isla de la cocina y se mantuvo ahí por la mitad de las horas que Jimin estuvo trabajando. Había tratado de no mirar a su acompañante, pero la falta de algo más llamativo, hizo que de vez en cuando fijara su atención en él que sólo leía y escribía en silencio.

Cuando creyó que podría parecer un acosador, decidió levantarse y encerrarse en su mueble. Ya una vez le había pasado con una persona, por accidente se había perdido en la nada de sus pensamientos y sus ojos se habían quedado puestos sobre un compañero de trabajo que lo acusó de desagradable y pervertido. Por supuesto, él entendía y aceptaba su lógica, por lo que no se había defendido, pero haberse tenido que mudar había sido la peor consecuencia de aquella vez.

Fue alrededor de las diez de la noche que Jimin apareció en su habitación. Como si no le temiera a las represalias, abrió la puerta sin haber tocado antes y preguntó:

—Yoongi, ¿qué tan malo eres mintiendo?

Yoongi, que estaba acostado sobre su cama sin hacer nada más que mirar el techo, se recargó sobre sus codos y levantó la mirada hacia Jimin.

—No tengo idea—fue su respuesta más sincera. De vivo, había sido muy franco y directo, justo como le habían enseñado sus abuelos. Ya como vampiro, había tenido que aprender a mentir o, por lo menos, a no decir la verdad completa. Si era bueno o no, no lo sabía. Las personas tendían a cerrarse y a no creer más allá de sus narices, por lo que nadie realmente sospechaba sobre su condición. La prueba estaba en que constantemente le decía a Taehyung que era un vampiro y Jimin parecía ni siquiera prestarle atención.

—Leí que los humanos decimos de cuatro a doscientas mentiras por día. Pensé que podrías ayudarme con eso—como era de esperarse, Jimin ingresó a su habitación, como un gato sigiloso con complejo de dueño, y se sentó a sus pies, atreviéndose a apretarle, quien sabe porqué, los tobillos— ¿Cuántas mentiras dices al día?

—No las he contado, la verdad.

—Entonces aceptas que mientes.

— ¿No dijiste que los humanos dicen de cuatro a doscientas mentiras?

Yoongi terminó por sentarse completamente y miró fijamente a su compañero de piso. Su línea de pensamientos se dirigían a lo extraña que estaba siendo toda la situación y a lo mucho que necesitaba beber algo caliente.

—Pero si es cierto que eres un vampiro, ¿te puedo considerar como humano?

—No. Uh, me refiero a que sí. Alguna vez lo fui. La apariencia me quedó.

Jimin ahora pasaba su mano a lo largo de uno de sus tobillos, inconsciente de que lo hacía. Yoongi de pronto tuvo algo más en su mente: De haber estado vivo, esa caricia hubiera hecho que se calentara por completo. Pero como ya no lo estaba, seguía sintiéndose frío. Si pudiera sentir envidia, la sentiría en ese mismo instante.

—Quizá es que sigues siéndolo, pero como con superpoderes... Claro, en el caso de que fueras un vampiro de verdad. Es que los vampiros fueron humanos alguna vez, ¿por qué dejarían de serlo sólo por consumir sangre? Es como volverse vegano... O algo así.

—Sería un humano con una dieta distinta.

—Pasarías a ser un...

—Un depredador—dijeron al unísono. Jimin palideció y se removió incómodo en su lugar.

—Todo esto es hipotético, ¿no? Quiero decir, por supuesto que lo es. Hago preguntas muy extrañas, no tienes porqué hacerme caso. Yo-

Yoongi no pudo evitarlo: Suspiró. Lo hizo tan profundo que Jimin terminó haciéndolo junto a él

— ¿Cuántas mentiras has dicho hoy, Jimin? —dijo en lugar de cualquier otra oración. El chico echó la cabeza hacia atrás y sonrió sin entusiasmo.

—Más de las que me gustaría admitir.

🍷

En los siguientes días, Jimin se mantuvo demasiado calmado para sorpresa de Yoongi. Seguía hablando mucho, divagando de un tema a otro y volviendo a conversaciones pasadas para volver a opinar al respecto, pero sin esa chispa característica de él. Yoongi pensó que finalmente se había arrepentido de vivir con él; siendo tan aburrido como era no le parecía increíble que decidiera irse, pero el chico siguió viviendo ahí sin mencionar siquiera alguna indirecta sobre mudanzas.

Incluso Taehyung había estado muy tranquilo y no había asistido a desayunar todos los días como era su costumbre. Si acaso había ido una vez a dejar pastelillos, cortesía de su abuelita, y se había ido, diciendo que estaba en una época muy difícil en su vida familiar. Jimin, como el buen hombre que era, había ido a pasar las tardes con él. Mientras que Yoongi se había quedado descansando en casa, mirando el techo y sin entender por qué se encontraba pensando que la casa era demasiado silenciosa sin Jimin ahí.

Finalmente, el pelinegro volvió a ser el mismo el jueves. Apareció en una clase de Yoongi y, sin importarle que se encontrara en medio de una apasionante explicación sobre el imperio mongol, se metió al lugar para sentarse hasta delante, al lado de una chica que lo miraba como si se tratase de un dios encarnado.

— ¿Tienen alguna duda? —dijo como de costumbre, con su rostro estoico y su voz plana, mirando a sus alumnos que parecían haber entendido todo lo explicado por lo callados que estaban.

Sin embargo, una mano levantada hizo que todos dirigieran su atención hacia el dueño y que ganara el genuino interés de Yoongi.

—Sí, yo tengo una pequeña duda—ahí en frente de todos, Jimin estaba sonriendo pícaramente, ignorando al resto de alumnos que murmuraban entre ellos—. ¿Podría repetir absolutamente todo lo que dijo? Es que creo que he llegado un poco tarde, profesor.

Yoongi, completamente fuera de lugar, se quedó en silencio, mirando fijamente a su compañero de piso. ¿Qué se suponía que debía decir en una situación así? Jimin era, sí, el hombre con el que vivía, su supuesta pareja en la relación poliamorosa que se habían inventado, pero también era su colega profesor. No podía ser irrespetuoso, pero tampoco muy amigable. Tenía que ser profesional y neutral.

—Si puede quedarse después de clases, con gusto le explico personalmente.

Por supuesto, su salón de clases casi estalla en vítores y risas, de no ser porque en realidad le tenían respeto y nadie quería reprobar con él. A pesar de no ser exactamente un profesor déspota, Yoongi inspiraba algo de miedo con un solo carraspeo de garganta.

Jimin en cambio amplió su sonrisa juguetona y asintió, guardando silencio por alguna vez, totalmente indiferente sobre el suave coqueteo que los jóvenes acababan de presenciar. Si bien prefería guardar las apariencias y comportarse en el trabajo, no dejaba de ser alguien que todavía no llegaba ni a los treinta, por lo que no había podido evitarse todo ese juego.

Cuando los universitarios por fin salieron del aula, Yoongi lo miró fijamente y le preguntó con un gesto silencioso la razón para haberlo interrumpido en medio de una clase. Jimin, sin embargo, no se inmutó por la mirada sombría que recibió, ya que recién acababa de descubrir que Yoongi usaba gafas cuando trabajaba.

—Quiero invitarte a comer—dijo Jimin después de un rato y sin afán de levantarse de su silla, mordiéndose el dedo pulgar con cierta devoción—. Creo que hice un nuevo amigo, pero no me apetece ir solo. Es el profesor Young Woon, ¿lo conoces?

—Sí, pero no le agrado.

Yoongi decía la verdad. El profesor Young Woon y él se habían conocido tiempo atrás, después de una cena a la que habían sido invitados. Como habían compartido mesa, Yoongi había tratado de parecer normal entablando conversación con él, y le había dicho lo primero que le llegó a la cabeza: "Me gusta tu novia", porque había sido una verdad a medias. Resultó que a su novia sí la conocía de antes porque había sido su compañera en el comité del sistema bibliotecario. Dahyun, una mujer hermosa y muy amable que siempre hablaba por él cuando se quedaba sin palabras ante los comentarios extraños de sus demás compañeros.

A Yoongi le gustaba. Estar con ella.

Por eso no entendió cuando el hombre se puso de pies y comenzó a despotricar en su contra, con la cara enrojecida y la voz elevada; le había dicho lo que pensaba hacerle si se metía con ella siendo un hombre tan raro y desagradable, pero como a Yoongi no le había interesado realmente saber la razón de su enojo, simplemente se había levantado y lo había dejado hablando solo. Después de eso, Dahyun no apareció de nuevo en la biblioteca y no supo de ella hasta unos meses después cuando se enteró que había roto con él. Si hubiese podido sentir algo profundo en ese entonces, él se hubiera enorgullecido de su valentía.

—No estaremos solos—continuó Jimin muy emocionado—. Él va a llevar a otros dos amigos. Pensé que podríamos pasar una tarde agradable entre colegas. Queremos hablar del discurso amoroso de Barthes*.

— ¿Roland?

—Ajá. Sé que te gusta. Encontré algunos libros en tu casa. Además, hay un bar que quiero conocer que está cerca de donde nos vamos a reunir. Tiene música en vivo y todo.

—Perdón, es que no entiendo, ¿para qué me quieres ahí?

Jimin se sonrojó. No con tenues manchas sobre sus mejillas o con un ligero rosado sobre sus orejas. No. Su cara estaba completamente roja y sus ojos estaban en cualquier otro lugar que no fuera el rostro de Yoongi.

—Ya te dije que será divertido. Será después de las cinco, ¿me esperas para irnos juntos? —dijo y dió por terminado el tema.

Se reunieron de nuevo casi a las seis. Jimin había pasado a lavar su coche, por lo que se veía brillante y muy limpio y llamaba la atención del estudiantado que poco estaba acostumbrado a ver a un profesor con un estilo como el que él tenía. Aunque Yoongi nunca se había fijado en si lo miraban o no, le pareció curiosa la manera en la que todos parecían interesados en su vida desde que había conocido a su compañero de piso.

—Siempre tan pensativo—le dijo Jimin con una mueca curiosa mientras giraba en una curva. Se había cambiado de ropa por una más interesante que cuando estaba en la facultad, y chupaba una paleta roja con cierto desinterés—. Si no quieres de verdad venir, podemos regresar. Lamento si te presioné.

Yoongi miró por la ventana y negó, recordando de pronto a su vieja compañera de trabajo.

—Dahyun siempre decía que su novio era un idiota—dijo sin poder reprimir la maraña de imágenes que resurgían en su mente—. El profesor Young Woon es... Desconcertante.

— ¿Dahyun es la novia del profesor? Creí que era soltero.

—Dahyun era su novia y fue mi compañera por un tiempo. Nunca entendí porqué ella lo había escogido a él.

Jimin asintió comprensivo, con una mirada cálida.

—Ella te gustaba.

—Sí—a Yoongi le gustaba estar con ella—. Siempre quise decirle que había hecho bien en dejarlo.

— ¿Ah sí? ¿Por qué?

—Ella solía llegar llorando al trabajo.

— ¿Y eso te molestaba?

—Lo más lógico era que dejara a un tipo que ella consideraba como un idiota. No tuve la oportunidad de decírselo, pero ella fue muy fuerte al irse.

Jimin sonrió, girando la paleta dentro de su boca y sin apartar la mirada de enfrente.

—Eres un buen hombre, Yoongi. De verdad. Espero que puedas decirle a ella esto que me estás diciendo a mi.

—No es que importe—Yoongi tampoco le veía el caso a decirle, después de tantos meses, algo que consideraba como obvio.

—Por supuesto que no—Jimin se burló—. Eres un vampiro muy humano.

Había poco ruido proveniente del restaurante al que llegaron. Música de jazz y susurros en diálogo. Al otro lado del techo, había un rincón que miraba hacia la ciudad y en donde estaban acomodados los colegas de Jimin. Cuatro, por lo que contaba. Era un lugar que Yoongi supuso que normalmente se usaba para esa clase de reuniones donde los catedráticos se sentaban a platicar sobre sus nuevos logros académicos y en donde fingían divertirse con el código obligatorio que dictaba que ahí todos debían de verse súper importantes.

Se acercaron. El profesor Young Woon no lo vio, al principio. Luego levantó la cabeza y dejó escapar un resoplido molesto y, tal vez, una mala palabra disfrazada de elegancia.

—Llega un poco tarde, Park—dijo uno de los hombres, moviéndose para pararse y recorrer las sillas para que ambos se sentaran. A pesar de su evidente rechazo hacia Yoongi, nadie hizo más que fingir que en realidad no estaba ahí—. Me temo que empezamos sin usted.

Jimin se disculpó también con su elocuencia habitual y se incluyó en la conversación fácilmente. Aunque, conforme los minutos fueron pasando, comenzó a volverse bastante visible que todos los hombres ahí presentes -todos mayores en edad- se mofaban -no sutilmente- de la poca formación que todavía tenía en el área.

Sin embargo, era difícil saber si a Jimin le afectaba o no porque siempre mantuvo una sonrisa mientras hablaba sin dificultad sobre los temas que uno tras otro iban poniéndose sobre la mesa. Yoongi participó en unos cuantos, pero, como siempre, se aburrió casi de inmediato, por lo que prefirió no decir mucho al respecto, a pesar de que se sintiera más letrado que todos ellos.

—Por cierto, Park, ¿de dónde conoce a Min? —Young Woon dijo por fin y le sonrió, con malicia, y se bebió  de golpe el carajillo que había pedido—. Cuando los vi me sorprendí un poco, ya sabe, Min es un poco... raro. Pero ahora pienso que van bien.

Jimin se echó hacia atrás, todavía sereno. Sus ojos escudriñaban a todos los presentes con algo de cautela.

—Vivimos juntos—admitió Jimin, con la voz calmada—. No me corresponde decirlo, pero acá entre nos, y ya que precisamente hablamos de Barthes y el amor, Min y yo estamos en una especie de relación poliamorosa.

— ¿Poliamorosa? —preguntó Young Woon.

Yoongi asintió.

—Porque el enamorado no deja de ir por lo nuevo, por intrigar contra sí mismo—dijo, haciendo alusión al autor y sorprendiendo hasta a Jimin. Bien pudo haberse quedado callado, como siempre, pero como su compañero de piso claramente se estaba burlando de los hombres, pensó que tenía que aportar algo. Al igual que Dahyun, Jimin era valiente y Yoongi quería que lo supiera. Este, tan brillante como siempre, le dedicó una mirada que bien pudo haber costado un millón de dólares. 

Más tarde, ya muy lejos del restaurante, mientras manejaba hacia el bar que Jimin había dicho,  le preguntó:

—Oye, Yoongi, ¿esto nos traerá problemas con la Universidad? ¿Pueden despedirte?

Yoongi lo meditó.

—No es que me importe.


🍷🍷🍷

Bloqueo de escritor T_T 


*Fragmentos de un discurso amoroso por Roland Barthes.

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