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16


Yoongi despertó cuando, la cada vez más radiante, luz del sol acarició su rostro. Se movió suavemente para estirarse, pero como se negaba a iniciar su día, se mantuvo laxo con el brazo bajo la almohada y su pecho contra el colchón.

La presión de los cobertores enredando sus pies, y la muy ligera humedad que había en ellos, hizo que se sintiera incómodo. Era una sensación a la que ya no estaba acostumbrado, por lo que tuvo el fugaz impulso de sacudir sus piernas para deshacerse de las telas que lo cubrían; tan pronto como desarropó sus dedos, volvió a congelarse.

Abrió uno de sus ojos para ver si la ventana estaba abierta y descubrió que no había sido su débil intento por destaparse lo que hizo que volviera a sentir el habitual frío, sino el hecho de que Jimin había dejado la habitación pocos minutos atrás.

Aún sin revisar el reloj, Yoongi sabía que las manecillas debían marcar alrededor de las seis de la mañana. Jimin pocas veces sucumbía a la flojera, así que, aunque sus clases comenzaban hasta las ocho, seguramente había bajado a la cocina para preparar su acostumbrado desayuno especial.

Si tenía que ser sincero, Yoongi admitía no haber disfrutado realmente de la comida que hacía casi todos los días. No era falta de habilidades. Jimin era bueno en todo lo que hacía. El problema era él. Podía sentir vagamente cuando algo estaba dulce, salado o amargo, pero no lograba discernir con exactitud el sabor y la esencia única de cada ingrediente. Como su dieta nutricional consistía básicamente en sangre, cualquier otro alimento le parecía pesado y soso. A veces, incluso llegaba a sentir que masticaba cartón húmedo.

Sin embargo, para su sorpresa, en los últimos días había notado algo nuevo. Lo descubrió con precisión un viernes después de su clase vespertina. Jimin le había dado un poco de pastel casero dentro de una terrina y le había indicado que se lo comiera antes de que se echara a perder por el calor. Como Yoongi no quería que el hombre se desanimara y se quejara por algo tan simple (Jimin parecía ser sensible), lo obedeció al pie de la letra y, apenas se quedó solo en el aula, sacó el trasto y se puso a comer.

Con el primer bocado supo, como bien podía distinguir, que se trataba de algo dulce. El pastel era de zanahoria, le había dicho, y estaba cubierto con un montón de trocitos mal cortados de nueces. Yoongi se tomó su tiempo para masticar y escuchar el sonido qué hacían sus dientes al triturar los frutos secos.

Con el segundo bocado, notó el relleno cremoso del pastel, pero con el tercero se detuvo de golpe. De pronto, y sin previo aviso, sus papilas gustativas habían captado un sabor muy suave de algo que más o menos recordaba: Vainilla. Habían pasado más de setenta años, pero podía reconocerlo, ya que en el pasado le había gustado mucho.

A Yoongi le había tomado desprevenido el descubrimiento para su paladar, pero no se dejó intimidar y tomó más del postre para llevárselo a la boca. Con cada nueva probada, lograba diferenciar el pobre sabor que parecía desaparecer con el paso de los segundos. Motivado por un deje de desesperación, se llevó un bocado enorme a los labios y terminó con las mejillas completamente llenas de pastel, prácticamente sin poder mover la quijada por el exceso.

Para su mala suerte, el profesor Kim llegó a su salón de clases justo en el momento en el que intentaba tragar torpemente para poder respirar.

—Hombre, venga, necesita beber algo—Seokjin le dijo con un gesto preocupado, acercándose para ofrecerle un trago de su acostumbrado latte—. ¿Por qué las ansias por comer? ¿Tanta hambre tiene?

Yoongi negó suavemente y, cuando pudo finalmente separar los labios, susurró un débil "gracias" que hizo que Seokjin sonriera con ternura.

—Vamos, lo invito a comer.

En esa ocasión, Yoongi llegó tarde a casa porque a su colega parecía también gustarle hablar demasiado, y lo había retenido en un restaurante hasta pasada la media noche.

Fue así que Yoongi se enteró de que el hombre trabajaba en dos universidades distintas, en una como profesor y en otra como administrativo, que era muy malo para hacer chistes y que amaba comer. Hasta se había aprendido los nombres de los dos petauros de azúcar que había adoptado. De hecho, habló tanto que de alguna forma lo convenció para ir a pescar al día siguiente y de agendar una segunda cita dos días después.

Esa noche, Jimin, Taehyung y él cenaron pescado. Su vecino había comenzado a burlarse después de ver la rojez que el sol le había dejado sobre su piel, y también se había regocijado diciéndole que no era el único infiel en la relación poliamorosa. De cualquier forma, a Yoongi le daba igual lo que el castaño pensara porque estaba más interesado en descubrir si su paladar había recordado el sabor de otros alimentos.

Por lo que comenzó a comer tanto que ya se podía notar un aumento sustancioso en sus mejillas y en su abdomen, que ahora se abultaba muy poquito al sentarse.

— ¡Yoongi! ¿Estás despierto? Ven a desayunar.

El vampiro se levantó perezosamente y caminó hacia el baño para asearse. Calculaba que, si Jimin había terminado de cocinar, debían de ser las siete de la mañana.

Cuando por fin bajó, Jimin ya tenía preparada la mesa con una taza de café evidentemente cargado. Yoongi suspiró y se tocó el estómago. Esa mañana tenía muchísima hambre. Aunque no de la comida en frente de él.

— ¿A qué te hora te levantas a dejar el girasol? Nunca te encuentro en el acto.

Jimin se veía particularmente atractivo ese día. Se había acomodado el cabello de lado y se había puesto un poco de delineador. Usaba un traje gris ajustado y una corbata naranja que en lugar de verse fuera de lugar lo hacía contrastar y verse más llamativo de lo que de por sí era.

—Soy un vampiro. Es fácil para mí moverme en la oscuridad.

Yoongi había decidido no ocultar lo que era. Jimin había prometido comenzar a creerle si él hablaba abiertamente de lo que le gustaba, así que eso estaba haciendo. Además, si Taehyung lo había tomado bien, probablemente Jimin también lo haría.

—Bien. Pero eso no te hace invisible. No sé si lo haces en la mañana o en la noche. No tenía idea de que los girasoles fueran tan fáciles de encontrar.

No lo eran. Pero Taehyung le recomendó que jamás le dijera la verdad, así que no lo contradijo.

—Los acomodo cuando duermes.

Jimin comenzó a reír como siempre y tomó su lugar en la mesa, sirviéndose jugo de la jarra.

—Daré una conferencia esta tarde. Explicaré a un puñado de jóvenes mis avances en la investigación y tendré una sesión retroalimentativa con Seokjin y otros colegas. Ojalá pudieras venir.

Yoongi casi se lamentó por no poder acompañar a Jimin. Le atraía la idea de verlo desarrollarse dentro de su área. De escucharlo mientras explicaba lo que le apasionaba tanto y le daba luz a sus ojos.

Pero se había tardado mucho en decidirse que, cuando llenó su registro, el sitio ya estaba lleno. Aunque era mejor así. Él no deseaba quitarle el lugar a alguien que de verdad buscara el conocimiento y no satisfacer la necesidad de ver a una persona.

—Te vi practicar ayer. Lo haces bien—le dijo, lo que hizo que Jimin se pasara una mano por el cabello.

—Estoy muy nervioso...—admitió—Y muy emocionado a la vez. ¿Podemos hacer algo esta noche para celebrar?

— ¿Celebrar por una conferencia?

Jimin volvió a carcajearse y se metió un bocado del pan francés que había preparado.

—Celebrar que por fin me tomen en cuenta como catedrático. Y por cierto, Taehyung llamó. Dijo que se quedaría otro día más con sus padres. Nos pidió que diéramos una vuelta por la casa de su abuela para ver que esté bien.

Yoongi asintió.

—Iré hoy. No tengo que dar ninguna clase. Mis alumnos terminaron el parcial y los dejé descansar.

— ¿Descansar? El semestre está muy lejos de terminar.

—Por eso. Los humanos colapsan mentalmente todo el tiempo. Especialmente a finales de parcial. Descubrí que si les doy un día libre, regresan más relajados a clase.

—Eso es muy lindo de tu parte, tal vez podrías darle leche caliente todas las mañanas—el pelinegro bromeó.

— ¿Eso serviría?

Jimin lo miró lo que pareció una eternidad, hasta que su gesto plano pasó a ser uno lleno de cariño.

—Eres realmente un hombre muy cálido. Gracias por existir.

— ¿Por qué agradeces?

Jimin se hundió de hombros. No dijo nada mientras comía de su plato. Yoongi lo imitó, pero cuando se dio cuenta de que su comida seguía sabiéndole a cartón, la apartó a un lado. Finalmente, su compañero volvió a hablar:

—Yoongi, yo no... Yo no sé cuántos años tienes realmente. Pero... Todos esos años existiendo han sido por decisión tuya. Y estoy muy feliz por eso. Gracias a qué sigues aquí pude conocerte y pude... —titubeó inseguro— Tener un momento contigo. Y quiero tener muchos más momentos así. Sólo tú y yo... Por el tiempo que me tengas.

Yoongi parpadeó, palideciendo, como si su cuerpo sí pudiera recordar lo que era sentirse asustado, a pesar de que su cerebro siguiera viendo todo desde un punto objetivo.

—Un momento—dijo, y desvió la mirada. Repentinamente, su pulso se había acelerado como no recordaba antes.

No era por nada bueno.

Jimin había dicho "un momento", pero, ¿a qué se refería? La vida de Yoongi estaba hecha de momentos fugaces que con el tiempo olvidaba. Había vivido tanto tiempo, sin ninguna otra razón más que alimentarse, que había dejado atrás cualquier otro aspecto vital para su desarrollo. Había olvidado sus necesidades. Sus deseos.

Ahora Jimin le hablaba de "momentos" y él no sabía lo que se suponía que tenía que hacer. Podía tener mil "momentos" con Jimin y disfrutarlos. Ya antes había decidido aferrarse a ellos, aunque siguiera sin poder reconocer con exactitud sus emociones.

Para él había estado bien... Hasta que recordó que vería a Jimin irse. Que lo vería envejecer y olvidar hasta su propio nombre.

Se suponía que ya lo había asimilado. Yoongi estaba acostumbrado a perder todo lo importante una y otra vez.

¿Pero Jimin estaba preparado?

O mejor dicho: ¿Podía ser tan cruel como para dejarlo albergar esperanzas en alguien que ya estaba muerto? Hasta hace unos minutos, había querido confesarle a Jimin que era un vampiro porque no quería esconderle nada más.

Sólo que Yoongi podía ignorar muchas emociones, podía no comprender algunas situaciones, pero no era tonto. Tenía años de experiencia y un cerebro funcional: Jimin merecía algo mejor.

Y Yoongi casi había estado a punto de perseguir esa posibilidad junto a él, pero...

Pero...Pero seguía teniendo hambre. Mucha. Cada vez más. No importaba lo mucho que intentara cambiarlo. La urgencia por beber sangre estaba ahí y cada vez era más latente. Había añorado dormir con Jimin cada noche, pero también se había imaginado bebiendo de él.

Y aunque trató de ignorarlo, las ansias por probarlo estaban ahí. Jimin no podía estar con alguien tan horrible. Jimin merecía a alguien igual de calientito que él. Alguien como Taehyung.

—Yoongi, ¿estás bien? Luces como al borde de un colapso nervioso.

Jimin lo regresó a la realidad. Lo miraba preocupado, como sólo él. Yoongi tragó saliva.

—Vete.

El silencio entre respuestas se volvió pesado.

—¿Por qué?

Yoongi trató de hacerlo mejor. Se lo debía.

—Se te hace tarde. Se me hace tarde también. Iré con la señora Kim.

—Yoongi, ¿qué pasa?

El vampiro ladeó la cabeza, se sacó del bolsillo una barra de chocolate y la dejó sobre la mesa.

—Leí que el chocolate ayuda a pensar mejor. Pensé que podría servirte en tu conferencia.

Y con eso, salió de la casa como alma que lleva el diablo. Con su abrigo de felpa en brazos, caminó por el adoquín maltrecho hasta el hogar de la señora Kim, quien ya lo recibía en su pórtico, mirándolo por encima de la pequeña valla. Él le dedicó un saludo con la mano y ella lo dejó entrar en silencio.

Aunque su intención no había sido quedarse mucho tiempo, Yoongi tomó la oportunidad y se escabulló dentro, preguntándose si acaso la mujer sabía que iría a visitarla.

Se sentaron alrededor de una mesa pequeña y cuadrada, en unas viejas sillas de madera con cojines aterciopelados.

Su casa era como ver un viejo cuadro victoriano. La cocina daba paso al comedor y al salón, y estaban decorados con un estilo medio elegante, medio soberbio. Yoongi inhaló el aroma a incienso y captó la fija mirada de la anciana sobre él.

—Taehyung me pidió que viniera a ver si necesitaba algo—le dijo, mirando el centro de la mesa que era una foto de, efectivamente, Taehyung de bebé.

La señora Kim suspiró tan fuerte que por un momento Yoongi pensó que sufría de un ataque respiratorio o algo similar.

—Mi nieto cree que moriré en cualquier momento—dijo malhumorada, quitándose las gafas para limpiarlas con el dorso de la manga—. Se imagina que voy a caerme mientras me baño, o al bajar las escaleras. Se preocupa también de lo que como. No me deja comer picante, ni grasa. A veces no me deja salir sola porque piensa que olvidaré mi dirección y ya no volveré.

Yoongi asintió. Lo que la señora Kim decía sonaba exactamente a cómo era Taehyung. Angustiándose antes de tiempo.

—Él es así.

La mujer hizo una pausa, se puso los lentes de nuevo y siguió hablando:

—Es un buen muchacho. No lo culpo.

Yoongi tampoco lo culpaba. Se había sentido exactamente así con sus abuelos. En sus últimos días, había procurado cuidarlos y protegerlos del mundo exterior, creyendo que si se esforzaba arduamente lograría que se quedaran para siempre con él.

La abuela de Taehyung volvió a suspirar y dijo:

—Sólo quisiera que supiera que estoy bien. Así que si vuelve a llamarte, dile que estoy perfectamente saludable, que me viste dando una vuelta en motocicleta con el muchachito que conocimos en el banco, ¿cómo dijo que se llamaba? ¿Jungkyo?

—Jungkook—le facilitó Yoongi. La señora Kim asintió.

—Ese mismo. Un gerente muy amable, parece que es amigo de mi nieto.

Por alguna razón, Yoongi se sintió mejor con la conversación variada que la señora Kim comenzó. Le hablaba sobre su nieto y cómo había sido de mucha ayuda el que se fuera a vivir con ella. Que desde que su esposo se había muerto había sentido la casa muy grande y que incluso había considerado mudarse a una más pequeña, pero que gracias al chico el sitio había vuelto a tener vida.

También le contó sobre los próximos proyectos vecinales en los que estaba metida y lo invitó a participar en uno. Como Yoongi seguía sin saber decir que no, aceptó y se comprometió a prestar su jardín para la parrillada de fin de mes que algunas señoras mayores del club de lectura organizaban para reunirse.

En el momento en el que el sol comenzó a descender, Yoongi se encontraba lavando las ventanas de la casa, mientras la señora Kim se cortaba las uñas, sentada en el pasto de su patio trasero.

—No le digas a Taehyung que estuve sentada aquí. Él piensa que lo húmedo del pasto hará que muera de pulmonía.

Yoongi negó—: Secreto.

La mujer tarareó irritada y dejó de lado el cortauñas. Faltaba alrededor de una hora para que oscureciera, así que aprovechó el tiempo que todavía tenía para platicar antes de que enfermera, de verdad, por el clima.

— ¿Está todo bien con Jimin? —se atrevió a preguntar. Había visto el estado nervioso en el que el chico había llegado, por lo que había deducido que había peleado con el joven de sonrisa bonita que siempre iba a saludarla por las tardes y que miraba a Yoongi como si fuera su cielo personal.

El chico se tensó en frente de ella.

—Estamos bien.

Como no le creyó, decidió cambiar la estrategia.

—Todos necesitamos desahogarnos de vez en cuando—dijo, usando su voz más calmada—. Para eso están los amigos.

—Amigos—Yoongi aventó al piso el trapo que había estado usando para limpiar y se acercó a la mujer. Curioso.

Ella enarcó una ceja.

—Es verdad lo que dice mi nieto. Repiten todo lo que les dicen.

—Es que no entiendo.

Ella carraspeó.

—Que sea lo que sea que estés sintiendo, sería bueno que lo hablaras con un amigo. ¿Por qué no usas el teléfono de la sala y le marcas a Taehyung? Él se pondrá muy feliz de oírte.

Yoongi no supo qué responder, pero sí, le hizo caso a la mujer. Con timidez y pasos cortos, fue hacia el teléfono que estaba en el interior de la casa y marcó el número que ella le había proporcionado. No estaba muy seguro de porqué hacía lo que hacía, pero como no tenía nada que perder, esperó pacientemente hasta que Taehyung respondió dos pitidos después.

Abuelita, ¿estás bien? —dijo al otro lado de la línea, escuchándose nervioso y alterado—. ¿Te duele otra vez el pecho?

Yoongi cortó una respiración, pero respondió de cualquier forma.

—Soy Yoongi.

De fondo, escuchó que la respiración del castaño se alteraba.

Dios, ¿le pasó algo a la abuela? ¿En qué hospital está? Yo-yo voy para allá.

—No. Ella sigue viva.

Taehyung lloriqueó.

¿Se accidentó o algo? ¿Está con Jimin?

—Ella está en su jardín, comiendo fresas. Vine a verla y me prestó su teléfono para marcarte.

¿Cómo? ¿Marcarme? ¿Por qué?

—Ella cree que necesito desahogarme con un amigo y me aconsejó marcarte.

—Jooderrr... Son un par de... —la frustración era palpable— ¿Pero ella está bien?

—Sí. No es necesario que te adelantes a los hechos.

Como sea, hombre. Cuéntame de una bendita vez qué pasa que necesito distraerme de mi posible ataque al corazón.

Yoongi le contó todo. Le explicó lo de esa mañana. Que había descubierto que no quería que Jimin sufriera por su egoísmo de tenerlo. Que no quería que se ilusionara con alguien tan oscuro y frío como él. Le habló sobre sus noches juntos. Sobre su necesidad de escucharlo y verlo brillar. Le habló de casi todo.

Y bueno, nada que no se sepa ya—le explicó Taehyung cuando terminó de hablar, suspirando con pesadez—. Es bastante obvio que entre ustedes... Salgo sobrando—lo último lo dijo con diversión.

—No sobras—Yoongi respondió—. Somos tres.

Sí, pero... Como sea. Me dijiste hace unos momentos que no me adelantara a los hechos, pero eso es exactamente lo que estás haciendo. Te estás preocupando por algo que no ha pasado aún.

—Pero va a pasar. Jimin y tú morirán y yo no. Mis abuelos sufrieron por mi culpa. No quiero ver la mirada de mi abuela en Jimin. Ella lloraba porque no quería dejarme solo.

Taehyung hizo un sonido lastimero.

Creo que te estás proyectando, Yoongi. La decisión de quedarse le corresponde solo a Jimin. Dale la oportunidad de escoger qué hacer. Tus abuelos se preocupaban por ti porque te amaban. Eso es algo que ocurre con inmortalidad o no.

—Pero-

Cállate. Creo que en realidad tu verdadero miedo es que no quieres verlo morir a él. No quieres perderlo, ¿cierto? Yoongi, es más fácil irte y no pasar por algo tan cruel, pero... ¿Qué sentido tendría haber vivido tanto tiempo?

Yoongi susurró un sí sin fuerza. Tan delicado que pudo haber pasado desapercibido, y además... ¿Por qué precisamente en ese momento podía sentir en su boca el sabor de las fresas que la señora Kim le había hecho comer unas horas antes?

—Gracias, Taehyung—le dijo, sosteniendo con fuerza el auricular. El hombre se rió.

Dices que no quieres que Jimin esté con un muerto como tú, pero estás todo asustado por perderlo. Eso para mi no es ser frío. Creo que no estás tan tieso como creí.

—No estoy tieso. Me muevo perfectamente bien. Tu abuela en cambio...

Eish...—gruñó, sin pescar el intento por hacerlo enojar— Cómprate un celular. De esa forma podrás llamarme cuando necesites un amigo... —Taehyung permaneció unos segundos sin decir nada, pero retomó su diálogo—: Este es el momento en el que repites "amigo" y te quedas callado, ¿cierto?

Yoongi alargó un sí, y agregó:

—Tu abuela se sentó en el pasto húmedo—y colgó.

Cuando finalmente regresó a casa, descubrió que Jimin ya estaba en ella. Lo encontró en la barra de cocina, tomándose un café y comiendo galletas de animalitos.

—Siempre me he preguntado qué tienes en el frigorífico con candado—le dijo Jimin, sin girar hacia él. Estaba viendo algo en televisión que parecía necesitar toda su atención.

Yoongi miró el electrodoméstico.

—Tengo bolsas de sangre—respondió, caminando lentamente hacia él—. ¿Cómo te fue en tu conferencia?

—Muy bien, gracias.

El pelinegro se quedó ahí, apoyado en la barra de cocina mientras movía la pierna arriba y abajo, nervioso. Yoongi quería explicarle lo que había hablado con Taehyung, pero, en lugar de hacerlo, siguió en silencio a una distancia considerable.

— ¿Cenaste? —le preguntó Jimin, comiéndose otra galletita.

—No. Dijiste que querías salir a celebrar.

—Es que yo ya no estoy de ánimos.

— ¿Estás... Estás enojado?

Jimin se pasó los dedos por las hebras de su cabello.

—Sí, creo que sí. Supongo que sí.

Yoongi deseó que la luz se fuera de nuevo para que Jimin por fin lo mirara a él y no a la televisión.

—Lo siento.

—Está bien. Creo que tuviste una crisis nerviosa por lo que sea que esté pasando entre nosotros, ¿me equivoco? Y huiste. Puedo entenderlo.

—Tenía miedo—admitió.

Jimin finalmente apagó la televisión, pero su cabeza seguía en la dirección equivocada.

—Yo sólo... Sólo necesito que me digas si estamos en la misma página.

Yoongi al fin se encontró con su mirada; tenía una expresión indefensa y abierta. Se dio cuenta de que Jimin le estaba dejando ver esa parte vulnerable porque confiaba en él.

Decidiendo corresponderle de la misma forma, habló:

—Estamos en la misma página, Jimin. Estoy... Yo quiero que... Sigamos con esto. Es que hace mucho tiempo que no... Olvidé cómo debo comportarme.

Jimin asintió escuetamente.

—Tal vez si me invitas a cenar... Quizá se me quita lo enojado.

Y así lo hizo. Fueron a cenar juntos.

Y esa fue su primera cita.

Perdón por posibles errores, tengo mucho sueño asdfghjklñ{ 

Miau

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