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Capítulo 7

Lo que las palabras pueden causar

[Arthur Rotenberg y Jaylin Davis]

[Arthur Rotenberg]

—¿Cómo puede ser tan egoísta? —suelto para mí mismo mientras recorro los inmensos pasillos de Julliard—. ¡Joder! —giro a la derecha, hacia los pasillos de dirección, hacia mi despacho, hacia el de Tom, el de Cynthya—. ¡De verdad que no lo entiendo...!

Una mano se posa en mi brazo, me giro bruscamente y me encuentro con unas sonrientes Megan y Hillary.

—¡Hey! Mañana tenemos esta charla sobre el acercamiento de la música clásica a los adolescentes, te veremos allí ¿no? Deberías traer a Jake y Alice, ¡ah! y a Jaylin. ¡Tenemos muchísimas ganas de conocerla! ¿Vendrá a...?

—No la tendrás en clase. No estará aquí el suficiente tiempo —le suelto bruscamente. Sus ojos se abren con sorpresa, incertidumbre. Hillary mira a Megan antes de volver la vista a mí.

—¿No? Yo... —aparto su mano de mi brazo y sigo hacia el despacho de mi antigua alumna. Las escucho murmurar detrás de mí. Nunca me habían visto así. Nunca lo estoy, nadie lo consigue, pero Cynthya... Cynthya lo consigue. Es otro nivel.

Abro la puerta de su despacho con un fuerte golpe. Dos cabezas se giran hacia mí. Le está dando tutoría de bienvenida a un nuevo alumno. O puede que se lo esté tirando. Con ella todo puede ser.

—¡Fuera! —le grito señalando la puerta con furia. Mi cara debe de estar de un rojo brillante porque asiente con miedo y nerviosismo y rápidamente se escabulle por debajo de mí brazo.

—¿¡Pero qué coño te pasa!? —me grita ella, y por primera vez no me contengo.

—¡¿Que qué coño me pasa!? ¿¡De verdad!? ¿¡Eres tan imbécil de preguntar eso?! ¡¿Ineffable?! ¿¡De verdad no se te ha ocurrido nada mejor para sacarme de mi puesto?! ¡Eres increíble! ¡No conseguirás que me despidan! ¡La única mierda que conseguirás es que la mejor violinista que hemos tenido quede en ridículo! ¡Aún no está preparada! ¡Y lo sabes! ¿¡Pero sabes qué?! ¡Lo que no sabes es que cuando todo se vaya a la mierda miraran quien demonios la puso a toca la puta pieza! ¡Y verán que no he sido yo! ¡Que la cambiaste sin mi puto consentimiento! ¡Y no seré yo al que despidan! ¡Serás tú y nos habrás hecho perder a la mejor! ¡¿Cres que volverá por aquí después de tu humillación!? ¿¡Qué crees que pensaran los seleccionadores?! ¿¡Los inversores!? ¡La prensa! ¡La acabas de joder y no sabes cuánto!

Me mira sin decir palabra, con el rostro completamente inexpresivo, como si no acabase de fastidiar uno de nuestros espectáculos más mediáticos.

—¡Será su primera exhibición! ¡La primera actuación de la chica que Arthur Rotenberg seleccionó! ¡Y la caga monumentalmente! ¡La puta canción ya ha sido publicada! ¡Ya se debe haber corrido la voz! ¡Cinco personas han tocado Ineffable! ¡Y tú no eres precisamente una de ellas! ¡Ella sí, pero no aún! No está preparada. ¡No aún...! Tiene miedo de actuar, no volverá a salir al escenario... Las otras universidades tomarán provecho... ¡No puedes anunciar que tocarás Ineffable y luego rajarte! ¡Vendrán todos y será un puto desastre! Ella... ella puede hacerlo, podrá, pero no aún... ¡Tiene diecisiete joder!

Salgo del despacho de la "directora artística" con cólera corriendo por mis venas. Tiemblo de furia. No espero a que se defienda. No se lo merece, pero cuando salgo y giro en el pasillo me topo con ella.

Jaylin.

[Jaylin Davis]

Arthur sale de la sala con pasos furiosos, entonces... Entonces me ve.

— Jaylin... Es...

—Una cagada monumental para una persona que tiene miedo de actuar y no está preparada. Un puto desastre —le sonrío sarcásticamente alejándome sin que pueda decirme nada. Las lágrimas corren por mis mejillas.

Solo habiendo recogido el violín vuelvo corriendo a la residencia de Julliard donde me alojo. Tras pasar el control de seguridad me encierro en mi habitación con lágrimas surcándome el rostro. No he escuchado toda la conversación, pero los gritos se sentían des de lejos. Las palabras se clavaban en el pecho y te arrancaban la última autoestima que te quedaba, y si te la quitan toda, es muy difícil volverla a recuperar algún día.

...Quede en ridículo.

Aún no está preparada.

...Cuando todo se vaya a la mierda miraran quien demonios la puso a tocar la puta pieza.

...Yo no seré al que despidan...

...Humillación...

...¿Que pensaran los seleccionadores? ¿Y la prensa?

...La caga monumentalmente...

¿Y esperas que lo haga ella?

Tiene miedo de actuar...

No volverá a salir al escenario...

Las otras universidades tomaran provecho...

Mi mente repite una y otra vez todo lo que escuché antes de irme. Una y otra vez. Y otra. Las lágrimas corren descontroladamente por mis mejillas. Mis sollozos son lo único que escucho, o al menos fuera de mi cabeza.

«¿¡Por qué demonios me escogió si soy tan mala?! ¿Si lo dejaré en ridículo?»

Por qué... Yo... No... Es...

La frustración desplaza parte de la tristeza, la rabia también. Y después, después de muchas horas de llanto, llega la determinación.

Puede que no tenga mucha autoestima, pero la determinación a mejorar no me la quitaran. Que saldrá mal, sí, pero que se verá que me lo he currado, también. Solo cinco personas han sido capaces de tocar la maldita pieza ¿Por qué debería yo?

Me levanto de la cama y tras lavarme la cara busco las partituras de Ineffable. Las coloco en el atril, doy un par de respiraciones para tranquilizarme y empiezo. Mis manos se mueven patosamente. Las notas tiemblan. Salen a trompicones. Voy muy lenta.

Realmente es bueno estar sola, cuando empiecen a llegar los estudiantes universitarios (ya que su curso empieza un par de semanas después del de los institutos) habrá horarios para tocar y hoy me los salto completamente. Tampoco importa, soy la única persona en muchas plantas.

Me paso horas repitiéndolo una y otra vez. Trabajando algunos trozos miles de veces. Aun así, suena completamente horrible y por si no fuera suficiente, ni paso del sexto pentagrama. Nunca antes una pieza me había desesperado tanto, normalmente todas me salían con muchísima facilidad, solo era ponerme y escuchar una hermosa melodía que requería solamente algunos toques, pero nada más. Es exasperante. Un reto con todo lo que implica. Mi mayor reto. Pero lo conseguiré.

No ceno, a las dos de la mañana, cuando los dedos me duelen tanto que yo no me sale ni una triste nota, me doy una ducha ligera y rápidamente tras contemplar la ciudad que nunca duerme por el increíble ventanal de mi habitación, el sueño me reclama. 

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