Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30

La cita

[Laia Álvarez]

Me observo atentamente en el espejo, buscando cualquier imperfección o indicio de que no debería ir. Pelo rizado, bastante aceptable dentro de mis estándares normales. Rímel. Pintalabios rojo pasión. Un vestido de fiesta rojo que me llega a las rodillas. Leotardos negros. Las Doctor Martens...

Helen -des de mi cama- me observa atentamente.

—Laia... Vas a llegar tarde.

—Mmm...

—Estás perfecta —vuelve a repetir, pero eso no quita que me vuelva a repasar otra vez.

—¿Y se en vez de estas me pongo las manoletinas? —pregunto al aire.

—¡Laia! —exclama—. ¡Ya! ¡Llevamos cuatro puñeteras horas!

—Verdad... Pero bueno... A ver... Tampoco me va a ver... ¿No?

—¡Laia! Te arreglas para ti, no para él. No pu...

—Verdad, verdad. Pero es que estoy muy nerviosa... Es... Bueno... Nuestra primera cita... —acabo diciendo, y el espejo me demuestra cuan colorada puedo llegar a estar.

Helen suelta una risita ante mi tono de voz: —Miranda mataría por verte así. —comenta—. ¡Pero cuanto tiempo le quita el novio! —exclama, e involuntariamente me tenso. Me tenso porque no me atrevo a contárselo. Me tenso porqué Aina sigue desaparecida. Porque no encontramos la conexión. Porque podemos estar dando palos de ciego. Porque no tenemos nada tangible, pero no puedo parar de buscar. Porque hay algo, lo presiento, pero no lo encuentro, y no me atrevo a moverme hasta descubrirlo.

Un suspiro después -y finalmente- cojo el bolso dando por terminada la larguísimamente eterna tarde que hemos pasado probándome conjuntos, cosa que me atrae de nuevo a la realidad, al hecho de que estoy a punto de verlo de nuevo.

«No pasa nada... No pasa nada... He cenado con su madre... Me he acostado con él... Me contó sobre su familia... Hemos investigado juntos... No pasa nada... Solo es una cita... No pasa absolutamente nada... No pasa nada...» Me repito y con Helen pisándome los talones salgo a la aventura.

Con una sonrisa y miles de nervios surcándome el cuerpo avanzo por las calles de Molins hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento, dónde lo diviso, esperándome.

No puedo evitar mirar la hora y comprobar que, efectivamente, vuelvo a llegar tarde. Eso, sorprendentemente, no me afecta. No me estresa como normalmente me pasa -«supongo que estoy en las nubes»- y mi sonrisa se agranda aún más cuando me acerco lo suficiente a él pudiendo apreciar así sus deleitables detalles. «Los cuales te podrías pasar horas mirando» comenta mi subconsciente y extrañamente -y creo que por primera vez en toda mi vida- le doy la razón.

Cameron viste con su habitual ropaje negro, aunque ha sustituido su típica camiseta oscura por una camisa que, sentándole de fábula, marca sus definidos y deliciosos músculos. «Hablando des de la experiencia» recuerdo con picardía.

Mordiéndome el labio mientras recuerdo de nuevo todo lo que hicimos, acabo llegando a él.

Cuando nota mi presencia una bonita sonrisa aparece en sus deseables labios.

—Hola —saludo nerviosamente cuando considero que estoy suficientemente cerca.

—Hola —susurra él con una voz sorprendentemente ronca y sin dejarme tiempo a procesar el deseo implícito en su tono, sus labios chocan con los míos en un movimiento rápido, brusco. Brutal.

Mi respiración se entrecorta ante la sorpresa, mis músculos se tensan, pero rápidamente me acompaso a él, dejando la sorpresa a un lado y sustituyéndola por anhelo, anisas, avidez. Por deseo impetuoso. Por las inmensas ganas que tengo de volver a unirme a él. Por esa corriente que nos une cada vez que nuestros cuerpos se unen y que tanto ansío. Que tanto recreo en mi cabeza.

Sus labios aumentan aún más el ritmo, haciendo que todo a mi alrededor desaparezca. Todo menos él y mi respiración entrecortada. Todo menos la calidez de sus manos en mi cintura. Todo menos la presión de sus labios sobre los míos.

Y entonces se separa ligeramente de mí.

—Hola —repite mordiéndose el labio.

—Hola —repito con mi voz de tonta enamorada, pero, aunque esta voz se caracteriza por ser llevada por una persona tontamente enamorada que no es capaz de hacer nada más que dejar caer la baba mientras contempla su amado, yo lo atraigo hacia mí, sin dejarlo escapar, y vuelvo a unir mis labios con los suyos, ahora en un beso más dulce, más lento.

—Vamos a llegar tarde —comenta tras gruñir con desespero ante la perspectiva de alejarse, pero sin apartar sus labios de los míos. Sin alejarse ni un microscópico nanómetro de mí.

—Mmm... Vale... —cedo tras unos segundos, haciendo que su sonrisa se amplifique ante mi afligido tono.

Empezamos a andar poco después ymi mente no tarda en recrear nuestro beso, pero como buena capullina que es,empieza a imaginar las posibles caras de los transeúntes ante nuestra... ¿Muestrapública de amor? «Amor no confesado» me recrimina la pesada.Con un gruñido interior la mandoacallar y me centro en la calidez que su mano en la mía me transmite. En lacalidez de nuestros brazos entrelazados, permitiéndole así andar sin su bastón.

Paseamos en un agradable silencio durante unos veinte minutos, cuando paramos enfrente de un bonito italiano que un día mencioné que me gustaría probar.

—Gracias —le susurro en la oreja antes de entrar.

Una chica nos recibe.

—¿Reserva a nombre de Cameron Black? —pregunta mientras lo examina con tristeza.

Él asiente, sin percatarse.

—Seguidme por favor —pide mientras empieza a andar hasta el fondo del restaurante y cuando todos los comensales se giran "disimuladamente" para mirar, reparo por primera vez en lo que Cameron aguanta cada día. Miradas de pena, comentarios similares, ayudas innecesarias, falta de ayudas... Y acabo comprendiendo porque se fue, puesto que las miradas por parte de desconocidos no deben ser nada ante las de los conocidos. Ante las de gente con la que ha tratado durante años. Ante las amigos y familiares.

Recién nos hemos acabado de sentar, cuando la chica vuelve a aparecer.

—¿Qué les gustaría tomar?

—Una Coca-Cola y ¿Nestea? —pregunta dirigiéndose a mí.

—Sí —asiento, enamorada de que se acuerde de todo.

Poco después pedimos los platos y entre debates acalorados y placenteras conversaciones llegamos a los postres. Le leo la carta en voz alta.

— ...tiramisú, Cannoli y Meringa —acabo finalizando.

» Y no tengo ni idea de que son la mayoría de cosas —añado poco después.

Él suelta una risita,

—¿Por ejemplo?

—Los Sfrappole, la Ameratti esta y el Spumone, vamos que menos el tiramisú y el gelato no conozco ni uno

Vuelve a reír y por debajo la mesa le doy una patada, cosa que intensifica aún más su risa.

—¿Te gusta el chocolate negro?

Hago mi típico sonido de aceptación.

—¿Mucho?

—Sí ¿Por?

—Si aquí hacen las Ramas di Napoli igual o similar a como las hacen en Nápoles, te vas a enamorar y mí me dejarás abandonado y solito —dice haciendo pucheros.

Ahora soy yo quién ríe.

—No te cambiaría por nada del mundo —suelto y entonces reparo en lo que acabo de confesar.

«Mierda»

Sus cejas se elevan detrás las gafas.

—¿De de verdad?

Trago saliva sin saber que hacer y pocos segundos después me encuentro besándolo por encima de la mesa, evitando así contestar.

Una voz femenina nos interrumpe.

—¿Laia Álvarez y Cameron Black? —pregunta una chica con tono serio. La examino antes de contestar. Gafas redondas. Moño bajo. Ropa holgada. Muy mona, la verdad. Y seria, muy seria.

—Sí ¿Por...?

—Tenemos que hablar. Tengo información sobre Iván Zhadánov que os podría interesar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro