Capítulo 22
Conjeturas
[Laia Álvarez]
De: AiCuAi
Para: K
Enviado: 3 junio 2017, 15:32
Si estás leyendo esto, vuelve de una puñetera vez. Podemos con él. Iremos a la policía, pero por favor, vuelve. Te echo de menos.
AiCuAi
Salgo de casa decidida a hablar con Cameron. Necesito su claridad en este asunto, su intuición detectivesca, pero cuando faltan unos doscientos metros los nervios me empiezan a invadir. Está será la primera vez que lo vea des de nuestro beso, des de su confesión y debo admitir que estoy nerviosa, muy nerviosa. Demasiado nerviosa.
Empiezo a andar como si fuera un robot al que le falta algún que otro tornillo. Las manos se me agitan con un estúpido tic que sale cuando menos necesito. Mi respiración se acelera. Sin ser consciente empiezo a morderme el labio. En fin, un desastre, pero dejo que las ansias de respuestas, de verdades, me dominen, tranquilizándome. Debo hacerlo, necesito su ayuda para unir todas las piezas que se me han revelado.
Cuando diviso la cabina en la lejana distancia una pregunta invade mi mente. «¿Cómo me acerco a él sin asustarlo?» Quiero decir... «Es ciego ¿cómo me acerco para que me reconozca?» Aunque no tardo en darme un buen hostión mental. Ha sido ciego durante todo el tiempo que no lo conozco y aunque yo no lo sabía, no hice nada especial. No es necesario. «Estúpida» me recrimino.
Aún sabiéndolo, me acerco lentamente, sin saber que decir. Con los nervios acompañados de un nuevo miedo «¿Y si la cago? ¿Y si soy tan estúpida de decir algo humillante? ¿De soltar algo que no pienso?»
—Mmm...
—¿Laia?
—¿Cómo...? ¿Tu...?
Lo escucho reír por lo bajo mientras sale de la cabina.
—Todos tenemos un modo único de andar. Además, nunca he conocido a nadie que huela tanto a aceite de coco.
Mi cara se tiñe de rojo.
—Lo siento... Yo...
—Tu... ¿Nunca has conocido a un ciego realmente atractivo? —pregunta con una sonrisa maliciosa en el rostro para romper la tensión que se acaba de formar.
Mi parte del cerebro dedicada a responder preguntas y buscar contestaciones se queda en blanco. No, con más exactitud, diría que desaparece. Desaparece sin dejar ni un maldito rastro.
—Era broma —dice riendo—. Puedes preguntar lo que quieras, es normal. Además, que... ¿A qué viene este nuevo tartamudeo? ¿No lo habíamos superado ya?
Una pequeña sonrisa se instala en mis labios y me siento a su lado, en el banco, en silencio.
—Hoy no es domingo ¿No?
Niego con la cabeza, pero rápidamente me doy cuenta de mi error.
—No, no somos domingo. Pero necesitaba verte antes... Necesito tu ayuda... —digo con timidez, siento como si estuviera abusando de él. Aún no hemos tenido ni la primera cita y ya me ha ayudado con la desaparición de Aina lo que parece una infinidad de veces.
—Dime.
Pide mientras se inclina ligeramente hacia mí, supongo que guiado por mi voz.
—Revisé la cuanta de Instagram de Aina y encontré a un Iván... Mmm... Cuando entré en su cuenta, comprobé que el Iván de Aina es también el de Miranda. ¿Se entiende? Es decir... Es el mismo Iván y hace mucho que lo sigue... Eso quiere decir que ya... Que ya... Que ya se conocían, pero Aina no dijo nada, o sea, debe ser él, el Iván del que hablaba en el correo —y de pronto, la vergüenza, el miedo... desaparecen—. Conseguí así su nombre y apellido y lo busqué en Google, aunque no salió nada.
Asiente con la cabeza, procesándolo.
—Estuve revisando todas sus redes sociales, todas las de Aina... Pero no había nada. Y se me ocurrió una idea. Una de esas no muy legales... Ya sabes. Conseguí que mi hermano hackease la cuenta de correo de Aina y allí encontró un correo que había enviado a una cuenta sin nombre. No hubiera sido relevante, hay muchas cuentas sin nombre, pero en el correo -que fue enviado el día que desapareció- había un vídeo borroso, como grabado con prisas, donde salía Iván despotricando. No sabemos el por qué, pero está sin volumen.
» Mi hermano quiso investigar esa cuenta, ya que está relacionada con él y todo el tema, así que... La hackeó también. Dentro no había rastro del nombre del propietario, aunque suponemos que también es de Aina, ya que el correo corresponde a las dos primeras letras de nombre y apellido. Todos los correros estaban borrados, irrecuperables para mi hermano, pero había uno de una compañía área. Por lo visto, antes de desaparecer compró un billete de avión a Alemania.
Sus ojos se abren con sorpresa detrás de las gafas de sol.
—Suponemos que borró también un montón de correos que había enviado, porqué la cuenta se abrió a finales de 2015 y no hay ningún mensaje enviado hasta abril de 2017. Así que... —tras unos segundos cogiendo aire, prosigo—. Había una treintena de mensajes, enviados todos a otra cuenta sin nombre, y todos iban de lo mismo. Le pedía a "K" que volviera, que podían con Iván y cosas por el estilo. Ningún mensaje fue respondido.
» Daniel entró también en la cuenta del tal "K" para ver que había. Los mensajes de Aina no fueron abiertos y todo lo demás fue borrado. Es como un puñetero fantasma.
Procesa la información durante unos segundos.
—¡Wow! —exclama con incredulidad—. Primero de todo... Mejor no comentar lo de tu hermano, ya sabes... —dice haciendo mención de mi tan usada expresión—. Segundo: aún estoy procesándolo. Tercero: Creo que estamos jodidos
No puedo evitar soltar una risa ante su afirmación.
Cameron, recostado en mi cama se pasa su bastón apodado Ambrosio, ahora plegado hasta medir unos treinta centímetros, de una mano a otra. Lo observo atentamente sentada en la silla de mi escritorio.
No esperaba que la primera vez que viniera a casa, fuese precisamente por estas circunstancias, pero es agradable tenerlo. Le sienta bien a mi habitación.
—¿Lo he entendido bien? Aina envió el día de su desaparición un vídeo de Iván a una cuenta de correo.
—Correcto —corroboro.
—Digamos... Investigasteis esa cuenta, dónde todo estaba borrado salvo un correo del día que desapareció dónde compró un billete de avión a Alemania y montones de correos enviados a partir del...
—5 de abril del 2017.
—...a un tal "K". Cuenta que lo tiene todo borrado salvo estos correros que están sin abrir.
—Correcto.
Es increíble tenerlo aquí, pero llevamos dos horas discutiendo lo mismo sin llegar a nada concluyente.
—El billete era a...
—Núremberg, Alemania.
—Siento pedírtelo tan a menudo, pero es difícil recordarlo todo de memoria sin poder mirarlo.
—Lo entiendo —digo con una media sonrisa y el silencio se interpone entre nosotros mientras intentamos encajar todas las piezas.
—¿Y si se fue porqué encontró a K?
—Podría ser —responde mientras suspira—. Busca Núremberg en Google. ¿Qué sale en las imágenes?
Hago lo que me indica, rezando para que el wifi funcione.
—Es muy bonito y todo eso, pero parece un pueblo alemán cualquiera.
Asiente ligeramente.
—K podría ser su pareja.
—O su hermano, o un amigo, o un primo. Yo que sé —añado inútilmente llevándome las manos a la cabeza. Es desesperante.
—Entonces tenemos a K, que parece que desapareció por algo relacionado con Iván, y a Aina, quien lo está buscando.
Asiento y vuelvo a darme cuenta de mi error.
—Seguramente.
El silencio vuelve a aparecer y de repente una música invade la habitación. Cameron saca el teléfono, y dando dos toques a la pantalla se lo lleva a la oreja.
—¡Mierda! Lo siento... Ahora voy. Estoy ahí en 10 minutos —murmura pasados unos segundos y se levanta de la cama estirándose como un gato, cosa que hace que la camiseta se le suba ligeramente revelando una pequeña porción de tersa piel que contemplo sin reparos—. Tengo que irme, me reclaman.
Recoge una pequeña bandolera que llevaba y se gira hacia mí.
—¿Me acompañas hasta la plaza del Ayuntamiento? —me pide con vergüenza—. Aún no me sé el camino hasta aquí
—¡Claro!
Lo cojo del brazo, como me ha enseñado antes y despliega el larguísimo bastón, aunque como ya ha hecho antes, no lo coloca en el suelo, no es necesario si va guiado por una persona.
Salimos de la habitación con prisas y en el recibidor me encuentro con mamá, papá y Daniel, quienes llegan del supermercado.
En los cortos segundos en que nos vemos, Daniel me dedica una sonrisa burlona, pero Cameron y yo salimos con prisas, sin presentación alguna.
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