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Capítulo 15

La fiesta

[Jaylin Davis]

Corro. Corro tanto como mis cortas y borrachas piernas me permiten, pero él anda demasiado rápido llevándome mucha ventaja.

—¡Jake! ¡Jake! ¡Para por favor! —acelera el paso—. Venga... ¡Jay! —grito por error cuando me invade un corto déjà vu de mí persiguiendo a mi primo pequeño (con el que comparten nombre) durante un cálido día de verano.

Se gira. Su expresión inescrutable. Sus ojos fijos de nuevo en los míos.

—¿Cómo me has llamado? —pregunta con una voz desmesuradamente gélida.

Me quedo completamente en blanco mientras empieza a andar hacia mí. Sus ojos gélidos son el primer signo de emoción que observo. Trago saliva.

—Yo... Yo... Yo... Me-me-me he equivocado... —acabo diciendo mientras retrocedo, algo asustada.

Una sonrisa sarcástica aparece en su rostro.

—Ya te advertí que no deberías haber venido —dice con un tono que no logro identificar.

Entonces sucede.

Dos horas antes...

«Aquí no hay lobos» «Aquí no hay lobos» «Aquí no hay lobos» «Aquí no hay lobos...» Me repito una y otra vez, pero un ligero movimiento en los arbustos de mi derecha hace que mi corazón empiece a bombear mucho más rápido de lo que ya iba. Empiezo a correr con todas mis fuerzas hasta Alice, quién no parece aterrada en lo absoluto, aferrándome a su brazo.

—Alice... No es buena idea... Deberíamos volver... —susurro mientras examino mi entorno en profundidad, aunque en estas horas de la noche y con los árboles tapando la luna, no veo gran cosa. Solo sombras. Oscuras y tenebrosas sombras.

No me hace caso y aumenta el ritmo, haciendo que tenga que casi correr para estar a su altura y no quedarme rezagada en medio de esta absoluta nada.

Un ruido vuelve a llamar mi atención.

Mi cabeza se gira bruscamente hacia allí.

Alice también para, lo ha escuchado.

Examina la oscuridad.

Examino la oscuridad.

Gritos.

Grito.

Grita.

Maldiciones.

Luz.

Silencio.

«Inspira, expira. Inspira, expira. Inspira, expira... Relájate» Me ordeno mentalmente. «Es solo una pareja que también se ha asustado. No pasa nada. No es un lobo. No pasa nada...»

Estoy aún intentando tranquilizarme cuando Alice suelta una estruendosa carcajada, dejando salir el miedo y la tensión que -estúpidamente- hemos experimentado.

La otra chica, la primera que ha gritado, nos observa con el rostro lívido, y el que parece ser su novio la sujeta con no mucho mejor aspecto, al mismo tiempo que nos enfoca con la linterna de su móvil.

—Luke ¿Podrías parar de dejarnos ciegas? —pregunta Alice, unos segundos después. No puedo evitar mirarla con sorpresa. «¿Cómo puede recuperarse con tanta rapidez?» Aunque la respuesta no tarda en manifestarse. «Ella sí que quiere ir a la fiesta, y yo, no».

El chico, Luke, baja la luz, haciéndome parpadear una y otra vez para adaptarme a esta nueva oscuridad y mi amiga, la fiestara compulsiva, empieza a andar como si nada hubiese pasado.

Tropiezo un par de veces. Mi horrible vestido se engancha en una zarza. La chica suelta un grito cuando un conejo pasa corriendo por delante de nosotros... Y maldigo. Maldigo una y otra vez, por el simple motivo de que no quiero ir. No deberíamos ir. Deberíamos estar durmiendo para despertarnos mañana a una hora decente que nos permitiese practicar antes de las actividades. Practicar para no quedar en ridículo delante de miles de personas. Practicar para que salga. Practicar. Todo se reduce a practicar. Aunque parece que no para ella.

Suspiro al saber que no podré hacer cambiar de opinión a Alice y la única manera de irme sería adentrarme sola en el bosque, cosa que quiero hacer todavía menos. Maldigo también por eso.

Estoy soltando mi sarta de maldiciones mentales, cosa que me han educado para no hacer, pero Nueva York me ha borrado del cerebro, cuando empezamos a oír música.

Alice vuelve a aumentar el ritmo, ansiosa, haciendo que perdamos de vista a la pareja.

Un par de minutos después llegamos a una espaciosa playa plagada de adolescentes y de vasos rojos llenos de alcohol. Un par de flamantes hogueras adornan el conjunto dándole un toque mágico, pero la potente y horrenda música -que resuena a todo volumen- lo estropea haciendo que lo odie al momento.

Sigo a Alice, quién esquiva a diversos adolescentes que bailan, hasta llegar a un rincón ligeramente apartado donde se encuentran todos.

Aún no hemos llegado cuando escucho a Ivy: —¿Por qué todo el mundo va tan hermoso? Y yo con esto... —añade mientras mira con repelús su vestido rosa.

—Es bonito... —murmuro para mí misma, ya que es un vestido, que -a diferencia del mío- tiene una longitud decente.

Su mirada se ilumina.

—¿De verdad?

Asiento ligeramente mientras me siento en uno de los troncos que hay.

—Os estábamos esperando —comenta un chico que reconozco de la mesa de la cena, con una sonrisa sospechosa en el rostro al mismo tiempo que saca una botella de lo que parece whisky.

Empiezo a negar con la cabeza. No beberé. No pienso beber.

El chico levanta las cejas con diversión y veinte minutos después me estoy tomando mi primer trago consiguiendo que finalmente centren la atención en alguien que no sea yo.

—¡Me toca! —grita haciendo que retroceda ante su horroroso aliento olor alcohol—. Oliver. ¿Verdad, o reto? —pregunta con dramatismo.

Se lo piensa durante unos segundos.

—Reto.

Una sonrisa se dibuja en la cara del chico.

—Te quiero haciendo un baile sensual a alguien de fuera de este circulo sin decirle que es un reto.

Los ojos de Oliver se abren con sorpresa, se esperaba una represalia por parte de él, puesto que le ha hecho confesar cosas algo salidas... Pero no esto. Hasta yo he descubierto que Oliver es bastante reservado.

—Ah... —añade—. Y nosotros lo tenemos que ver.

Él la fulmina con la mirada, pero se levanta decidido y se pierde entre la multitud.

Un par de minutos después, lo vemos internarse ligeramente en el bosque con una chica que no reconozco. Todos menos Jake, el único que no ha bebido y la única persona -a parte de mí- que no quería jugar, nos levantamos rápidamente para seguirlos. Solo me he tomado un chupito, parte de un reto que me ha hecho Ivy y para acallarlos, pero... ¡Madre de dios como me ha quitado la vergüenza!

Nos internamos en el bosque lo más silenciosamente que podemos estando semiborrachos y conseguimos verlos.

Cojo a Alice de la mano, parándola.

—Tenemos que quedarnos aquí —susurro—. Sino nos escucharan.

Todos asienten y nos dedicamos a observar.

Oliver deja a la chica y se separa un par de metros de ella. La rodea lentamente y la coge de la cintura mientras le besa el cuello y se desliza hacia abajo lentamente.

Me estremezco y aparto la vista, avergonzada de verlo e intento ignorar las exclamaciones que sueltan mis amigos. Es obligado y privado. Necesitaría más alcohol en mis venas para verlo. Aún así, espero, puesto que no quiero volver sola. Unos minutos después por fin se acaba.

Vuelven animadamente y me quedo unas pasas por detrás, demasiado arrepentida como para participar.

Cuando llegamos donde estábamos Jake nos examina en profundidad, con hastío en la mirada, aunque me parece que se demora un poco más en mí.

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