Capítulo 1
Metropolitan Opera
[Jaylin Davis]
Estoy sentada en primera fila del mismísimo Metopolitan Opera de Nueva York. Llevo un vestido negro, con unos tirantes gruesos que descansan en los inicios de los brazos. Un escote amplio -pero que no enseña nada-, hace de mi cuello un lugar perfecto para un collar de plata con una perla negra, que descansa a una altura perfecta. El vestido -bastante arrapado hasta la cintura-, se ensancha formando una falda que me llega hasta las rodillas y en los pies llevo unas bailarinas negras, puesto que los tacones no son lo mío. Mi pelo de color pelirrojo brillante se encuentra en una intrincada trenza que me recorre la parte baja de la cabeza, dejando algunos mechones sueltos, que enmarcan mi rostro. Y una base discreta, rímel y un pintalabios bastante natural, hacen que hoy vaya más mudada de lo que he ido en toda mi vida. Según mi madre estoy preciosa. A mi padre no le han salido palabras. Se ha puesto a llorar. Por mi parte, creo que me queda fantástico, pero no es lo que acostumbro a llevar, cosa que hace que me sienta ligeramente incómoda.
Aún así, estoy más feliz de lo que nunca he estado, como si estuviera en un sueño, el sueño perfecto, puesto que se ha cumplido.
Tengo las manos cogidas con fuerza a los brazos de la cómoda butaca, mientras espero con impaciencia que mi ídolo, Arthur Rotenberg, salga al escenario. Estoy nerviosa. Muy nerviosa. Llevo toda mi vida ansiando verlo tocar en persona y que me haya invitado personalmente es el mayor honor que jamás he tenido. Se puede decir que casi tiemblo de la emoción. ¡Lo veré tocar!
Llevo toda mi vida queriendo llegar a ser tan buena como él, y cuando un día te llega una carta diciendo que tienes la oportunidad de presentarte a una prueba para que, ni más ni menos, te enseñe él, todos tus sueños se cumplen. Y más aún si eres la elegida y te invita personalmente a uno de sus conciertos.
En primera fila. Teniéndolo a tocar, a pocos metros. Centímetros.
Creo que me desmayaré.
Las luces se atenúan y los centenares de personas que hay en la sala se levantan y aplauden. Yo no, las piernas no me sostendrían, así que me quedo sentada y aplaudo con todas mis fuerzas. Tanto que me duelen las manos.
Se encienden los focos que enfocan en escenario y allí aparece un chico. ¿Un chico? Mi mundo se desmorona. «¿Y si me he equivocado de sala? ¿O de día? ¿Y si lo entendí mal? ¿¡Y si todo ha sido un sueño?!» Experimento una sensación extraña... Estoy a punto de desmayarme, cuando noto que alguien se sienta a mi lado. «¿Aquí no hay ningún respeto? ¿No se cerraban las puertas cuando empezaba el concierto?» Estoy enfadada, decepcionada, desconcertada... Y entonces reparo en quien es. Arthur Rotenberg. Y me sonríe. ¡A mí! ¡Me dirige la mirada! Se acerca un poco a mi oído.
—No podía tocar —susurra mientras me enseña una mano vendada y se encoge de hombros—. Así que lo he enviado a él —señala al chico del escenario y por primera vez me fijo en él.
Es alto y se le ve bien. Hasta me atrevería a decir que debe tener una buena tableta. Lleva el pelo rubio ceniza bastante largo y muy desordenado. Un par de mechones le caen por la cara, que muestra una expresión de pura de concentración, con el ceño fruncido y los dientes haciendo presión en el labio inferior. El mentón alto, con una ligera sombra de bello facial y unos ojos completamente azules. Increíbles. Brillantes. Vivos. Ojos que se fijan en el violín que sujeta, como si fuera una parte de su cuerpo. Pero lo que más me llama la atención -aparte de su increíble belleza-, es que lleva la camisa medio por fuera de su pantalón, un par de botones mal puestos, la pajarita algo torcida... «¿A caso no se sabe vestir?»
—Él es Jake, mi mejor alumno —dice Arthur.
«¿Cómo puede ser su mejor alumno?» El violín es disciplina. Paciencia. Perseverancia. Parece que él no cumple nada de eso si no se puede ni vestir para tocar en el mismísimo Met. La decepción empieza a hacer mella en mí. Yo quería ver toca al gran Arthur Rotenberg... ¡Y va y me toca este!
Y entonces empieza a tocar.
E inmediatamente cambio de opinión.
Los pelos se me ponen de punta. Se me para la respiración. Y floto. Floto entre las increíbles notas que sale del pequeño instrumento. Me quedo absorta en la hermosa melodía que toca, y como lo toca. Concentrado, como si la vida le fuese en ello. Sintiendo la música. Con pasión.
Su cabeza se mueve inconscientemente al ritmo de la música, al igual que sus fuertes brazos, sus ágiles manos, sus audaces dedos. Caigo rendida a sus pies. «¿Cómo tal sonido puede ser tan maravilloso? ¿Cómo no morimos de placer?» En muchos momentos cierro los ojos y me dejo llevar, pero si no, lo observo, atentamente. Soñando. Y entonces se acaba.
Baja el violín y sonríe con suficiencia. Su mirada se posa en su maestro, sin fijarse ni un momento en el público que lo aclama con todas sus fuerzas y cuando se da cuenta de que su maestro está inclinado hacia mí, sus ojos se clavan en los míos. Desafiantes. Curiosos. Me examina de arriba a abajo, y cuando sus ojos se vuelven a posar en los míos, un escalofrío me recorre de los pies a la cabeza. Su sonrisa se ensancha, aparta la mirada y se retira del escenario.
La gente aún está aplaudiendo cuando Arthur me llama la atención, indicando que lo siga antes de escabullirse por una pequeña puerta de servicio a mi izquierda. Yo me levanto rápidamente, con las piernas un poco temblorosas de la emoción. No tardo en seguirlo.
Recorremos un corto y estrecho pasillo, poco iluminado, y acabamos en la parte de atrás del escenario. Todo el mundo –iluministas, coordinadores, técnicos...–, se felicitan por la faena, haciendo que en el aire se respire un aire de felicidad. Me encanta. Quiero ser parte de esto, pero ¿me atrevería? Esa ha sido siempre la gran pregunta.
Él también se une a las aclamaciones, conversando animadamente con algunos de los presentes y no me importa nada quedarme rezagada, puesto que observo maravillada el ambiente que me rodea. De repente noto un brazo en los hombros y me giro rápidamente para ver quién lo ha puesto. Me encuentro con una chica un poco más alta que yo -normal- que me observa atentamente con una sonrisa de oreja a oreja.
Arthur vuelve a centrarse en nosotras haciendo que la gente de su alrededor vuelva al trabajo animadamente.
—Soy Alice, tú debes de ser "la nueva"—dice haciendo unos movimientos con las manos para darle importancia, y así como así me rodea con sus brazos—. ¡Gracias! Necesitaba influencia femenina —me susurra en la oreja aun abrazándome, y aunque estoy un poco desconcertada e incómoda ante el repentino contacto, me pega la sonrisa.
Arthur levanta una ceja, dando a entender que lo ha escuchado y ella dibuja una sonrisa traviesa en su cara. Es un poco más alta que yo –cosa que no es difícil–, de tez morena y con el pelo ondulado hasta media espalda. Tiene unos ojos enormes de color negro y sus labios son gruesos y brillantes. Por descontado también tiene unas pestañas increíbles, las mías apenas se ven. Es hermosa.
Cuando se separa de mí, me contempla con expectación.
—Tienes 17, ¿Verdad?
—¿Sí? —respondo bajando la mirada mientras mis dedos revolotean por los bajos del vestido, sin saber a qué viene la pregunta y por qué me mira con tan alto nivel de expectación. Aunque en cierto modo entiendo que tenga curiosidad, puesto que yo conozco de memoria todo lo que hay en internet sobre ella y ella debe saber poco más que mi nombre y lo que le ha contado Arthur.
—Supongo que iremos a algunas clases juntas... —murmura para sí misma—. Nos llevaremos bien —concluye finalmente. En el momento que vuelve a abrir la boca para decir algo más, suelta un gritito y sale corriendo hacía Jake, que viene hacía nosotros. Le salta encima abrazándolo mientras lo felicita por el concierto. Él la mira con cariño fraternal, pero cuando me ve, su mirada se vuelve gélida de repente. Se la sacude de encima bruscamente y fulminándome con la mirada tanto a mí como a su maestro, se va con la cabeza en alto.
Tanto Arthur como Alice lo siguen con la mirada, decaídos. Pero cuando ven que los observo con curiosidad, cambian la expresión rápidamente y hacen como si nada hubiese ocurrido.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro