Me pareció tierno de su parte, el que tratara de comunicarse. No sé de qué trata su enfermedad, es decir, me explicaron que eso afecta su movilidad y por eso es tan... 'rarito', que con mucha dificultad se pone de pie y el mantenerse es todavía peor.

Respondí con un 'hola' también, parecía entre contento y feliz. ¿Si le sigo hablando... me entenderá?

"¿Cómo estás?" hice el intento, nunca se sabe.

Sonidos raros, da pena que se frustre por no poder hablar.

Levantó su mano hacia mí, la aproximó a mi rostro, sin tocarlo. Mi estómago experimentaba sensaciones raras, de esas que dan cuando estás muy enfermo de los nervios. Otra vez, retrocedí. Me gruñó. Es como interactuar con un animal de la calle que jamás ha sido domesticado.

Agarró mi brazo izquierdo y me empujó contra la cama, sentí como mi pulso se aceleró de manera exagerada, mierda, mierda, mierda...

Entrelazó sus dedos en mi cabello, que es largo, negro y rizado, muy rizado. Lo tocaba como si fuera un nuevo descubrimiento, supongo que en el asilo las abuelitas tienen el cabello corto y por lo que he visto, las señoras que trabajan ahí se hacen una coleta. Mi hipótesis es que jamás vio un pelo desordenado como el mío, aparte del suyo, que es lacio y castaño, largo también, pareciera que odiara peinarse.

Siempre con los pelos para un lado y para el otro, ningún orden.

Comenzó a reír como un niño pequeño, cosa que me hizo sonreír, no lo niego, es adorable y aterrador al mismo tiempo. Cerré los ojos y permití que hiciera lo que quisiera, andaba calmado así que no creí que se le ocurriera hacer escándalo, venía en paz.

A ver si podía dormir un rato más, tenía sueño.