Di vuelta a la calle y toqué el timbre del hogar de ancianos. Otra mujer me abrió la puerta, no tuve que explicar la situación, de inmediato me condujo a una sala. Ya conozco este lugar, en el pasado he tenido que venir por programas de caridad en la escuela, el carácter acogedor que desprende el ambiente hace que te sientas de misma manera.

Por más agitado que me ponga el saber que alguien quiera invadir mi privacidad... es como magia negra... o blanca, que me llena de vida y felicidad. Tomé asiento en un sillón, aguardé a que la mujer que me llamó llegara.

Cuando eso sucedió, me pidió disculpas por todo lo ocurrido, claro que las acepté. Además, me pidió que fuera más amable con Lars, que es un chico especial, muy sensible, que es como un bebé atrapado en el cuerpo de un chico de mi edad.

Confundido, pregunté más acerca de ello, eso sí, no niego mi actitud tímida y curiosa. Digo, ¿qué hace un niño aquí?

Oh, vale... lo abandonaron sus padres a las afueras del hogar hace unos seis años, Lars es el nombre que eligieron en comunidad, porque ni eso tenía. Tiene una extraña enfermedad que lo hace actuar así y por ello lleva esa brazalete, en caso de que se pierda, se debe reportar a la policía, el que acabe herido es muy fácil. Lo compararon con el pétalo de una rosa.

No sabían porqué quería hacer eso, escapar, si apenas logra caminar unos cuantos pasos antes de caer, querían que colaborara en ser calmado puesto que eso asusta al muchacho y lo pone peor aún.

Asentí, en mi mente sigo pensando en que deberé llamar a la policía si esta mierda sigue. ¿Qué quiere de mí este tonto?