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Encuentros y despedidas

THUNDERCATHIANS

Capítulo 13: Encuentros y despedidas


Tara, la alta, muscular y bronceada mecánica en jefe de la tripulación de Risu, se hallaba ultimando las últimas reparaciones al tanque felino junto con Pantro.

―Ya hable con los berbils ―decía Pantro, mientras manipulaba afanoso algunas herramientas en su labor de poner a punto el tanque felino ―les di las gracias por otorgarme brazos robóticos, pero me someteré a la operación para recuperar mis brazos orgánicos.

―Hubiera deseado que te realizaras antes la operación ―le contestó Tara, quien cesó su trabajo para poder ver a Pantro a los ojos.

―No hay más remedio, después de todo la misión va primero..., no te preocupes, no sabemos lo que nos espera al buscar la ciudad de El Dara, incluso mis brazos robóticos puede que nos sean de gran ayuda.

―¿Ya decidieron por fin quiénes irán en la misión?

―Sí, irán Linzo, Bengali, Tigro, Cheetara (esa parejita no quería separarse), yo, y aunque no lo creas también ira Pumara.

―¿Pumara, no es la thundercat que los traicionó en avian?

―Al parecer no era consciente de sus actos. ¿Qué hay de ustedes, quienes irán a la búsqueda de El Dara?

―Iré yo como bien sabes (ni pienses que te iras sin mí), además, irán el capitán Risu y Rauri. El vicecapitán Yuubi permanecerá aquí para reemplazar a Linzo y Bengali en las labores de captación de recursos de la fortaleza de Mum-ra.

―Será excelente tener una aventura con el bueno del General Linzo, a Bengali no le conozco mucho, pero escuché cosas buenas de él. Veo que solo los pequeños se quedarán aquí.

―Así es, Felina, Jesssie, Felino y Sebastián son muy jóvenes para ir en esta aventura..., les guste o no.

Pantro asintió con una sonrisa y luego dirigió una preocupada mirada al palacio real, preguntándose cómo Leono tomaría la decisión de Pumara de alejarse de él.

―¿Seguro que esto es lo que deseas? ―preguntaba descorazonado el joven rey de thundera.

―Sé que todos ustedes me dicen que no era consciente de mis decisiones, pero lo era en al menos una parte y las consecuencias de mis actos no pueden negarse. Por favor, mi señor, permítame ir en esta misión para de alguna manera convencerle y convencerme a mí misma que aún tengo oportunidad de lograr la redención.

―No tienes que convencerme de nada, pero si esto es lo que deseas, te dejaré ir con los otros thundercats. Espero que a tu retorno ya estés en paz contigo misma ―le decía Leono, mientras ponía un rostro sereno pero al mismo tiempo apretaba de forma imperceptible ambos puños a los costados, no fuera que pusiese ambas manos sobre los hombros de Pumara y luego la abrazase, negándole de manera egoísta separarse de él.

―Muchas gracias, mi rey ―dijo Pumara mientras lágrimas recorrían su rostro.

―No se preocupe mi señor ―dijo Linzo―, esté tranquilo que nada malo le pasará a ningún miembro de la expedición.

―Linzo y yo le agradecemos, mi rey, por esta oportunidad de mostrar nuestra valía ―le dijo Bengali con una reverencia.

―Ustedes no tienen que demostrar nada, fue gracias a su ayuda que ganamos el tiempo suficiente para fortalecernos y ganar a Mum-ra. Linzo, Bengali, les pido que cuiden de Pumara y de mi hermano.

―Tranquilo, Leono ―le calmó Tigro―, no pasará nada malo, además, sabes muy bien que puedo cuidarme solo.

―Por favor, Cheetara ―dijo Leono, mientras hacia una reverencia y juntaba las palmas de las manos a modo de súplica ―no permitas que Tigro salga herido apenas dejen thundera o apenas crucen las puertas del palacio.

―No te preocupes ―le contestó Cheetara con una sonrisa malvada ―que yo le tengo bien, pero que bien amarradito a mi meñique.

Tigro fruncía el ceño mientras los demás thundercats reían divertidos, incluso Pumara asomó una pequeña sonrisa.

En otra sección del palacio, Felino, Felina, Jessie y Sebastián, trataban de convencer al Capitán Risu de dejarles ir en la misión, puesto que Leono les negó ir en tan peligrosa aventura.

―¡Por favor, Capitán Risu! ―decía Felino, mientras ponía carita de pena―, ¡no sea malo, déjenos ir también en la misión!

Miau, miau, fuimos nosotros en primer lugar quienes buscaban la ciudad perdida de El Dara ―decía esta vez Felina, quien ponía la carita más tierna que podía ofrecer.

―Lo siento mucho, niños, pero si Leono les prohibió ir en esta misión, no hay nada que pueda hacer ―les contestó Risu, mientras alistaba unas cuantas cosas para embarcarse en el viaje.

―¡Pero si tú, capitán, eres el líder de la expedición! ¡Ni Linzo ni Tigro estarán por encima de ti! ―le reclamó Jessie, mientras arreglaba de forma picara su largo cabello rojo sangre.

Porfis ―le suplicaba angustiado Sebastián, mientras hacía brillar sus enormes ojos esmeralda―, si usted, Capitán, le pide al Rey Leono que nos deje acompañar a Tigro, seguro que aceptará, ¡porfis!

―Tigro tendrá muchas responsabilidades a lo largo del viaje y no tendrá tiempo para jugar con ustedes, niños, comprendan.

―¡Cheetara seguro que nos cuidará! ―dijo Felina.

―¡Y el General Pantro también puede hacerlo, es más, ellos dos nos enseñaron a cazar!..., bueno, más o menos ―dijo Felino.

―¡La jefa Tara nos cuidará a nosotros! ―suplicó Jessie.

―La jefa Tara, al igual que Pantro y Cheetara, tendrán mucho trabajo y no podrán velar por ustedes.

―¡Ya sé! ―gritó emocionado Sebastián, mientras daba saltitos nerviosos por la emoción―, ¡seguro Rauri nos cuidará, ella no tiene una labor especifica como los otros adultos!

―Ella..., tiene otras cosas que hacer...

―¿Cómo qué? ―dijeron los cuatro niños a la vez y mirando al cathiano con ojos enormes como platos y rostros expectantes.

―Pues..., cosas... ―decía Risu mientras gotas de sudor recorrían su nuca al ver como los niños ahora le miraban de manera inquisitoria.

«Apuesto a que sé qué otro tipo de cosas te refieres, Capitán echi», pensaron los cuatro jovencitos a la vez.

―Mire, Capitán Risu ―dijo Jessie con desparpajo―, si nos permite ir ayudaríamos mucho, usted y Rauri tendrían seguro mucho más tiempo para...

―Para tomar el té ―se apresuró a decir Sebastián, antes de que su prima metiese la pata.

―¿Qué parte de "no irán" no entienden? ―dijo esta vez enojado Risu.

«Hora del ataque final», pensaron los niños mientras intercambiaban miradas malvadas.

―¡Miau, miau!

―¡Nya, nya!

―¡Umnya, umnya!

―¡Umnyanya!

Suplicaban los chicos mientras daban rienda suelta a todas sus expresiones junto a miradas de ternura y abrazos cálidos.

Fu, fu, fu ―sonreía Rauri, quien entraba en ese momento y miraba la graciosa escena―, por favor, niños, ya basta, dejen tranquilo al pobre capitán.

―¡Pero Rauri! ―suplicaron al unísono los cuatro jovencitos mientras desplegaban un ensayado y falso llanto.

―Niños, niños, el Rey Leono y el Capitán Risu tienen sus buenas razones para que ustedes cuatro se queden aquí, además, necesito que todos ustedes atiendan como es debido a nuestra invitada especial.

»Pase por favor ―decía la asistedroide, mientras que los cuatro niños intercambiaban miradas respecto a quién podría ser la persona a quien se estaba refiriendo Rauri.

―¡Mamá! ¡mami! ―gritaron de pronto Felino y Felina al ver que su madre ingresaba a la habitación.

―¡Felina, Felino, mis preciosos hijos! ―dijo la madre de los dos niños thundercats y ambos chicos fueron a abrazar a su madre.

―¡Mami, mami, eres tú! ―decía lloroso Felino mientras frotaba su rostro lloroso contra su madre.

―¡Perdónanos mamá, perdónanos por huir de casa y no regresar! ―lloraba Felina, quien también abrazaba a su madre.

―¡Queríamos volver, pero nos daba vergüenza por no haber encontrado la ciudad de El Dara como lo habíamos prometido! ―se disculpaba Felino, mientras hipaba por el llanto lo mismo que su hermana.

Shuuu, eso ya no importa ―decía la madre mientras besaba las cabezas de sus hijos de manera dulce ―la señorita Rauri me lo explicó todo. Ahora podemos volver a estar juntos..., ahora saluden a sus dos hermanos.

Unos pequeños y tiernos rostros salieron de detrás de la falda de la mujer, eran el hermanito y la hermanita que habían dejado atrás.

―¡Minino, Minina! ―gritaron emocionados los hermanos mayores y abrazaron a sus hermanitos.

La madre abrazó a sus cuatro hijos mientras Rauri sonreía de manera cálida aunque sus ojos reflejaban cierta tristeza ya que estos no podían derramar ninguna lágrima de verdad.

«Felino, Felina..., ahora Minino y Minina..., algunos padres deberían pensarlo mejor a la hora de ponerles nombres a sus hijos», pensaba Risu

Las puertas se abrieron y por ellas ingresó Yuubi, quien venía con el reporte pertinente a las preparaciones para la misión.

―Capitán, aquí está el reporte... ¿Quién es esta persona?

―Es la madre de Felino y Felina ―le contestó Risu, mientras leía el reporte.

―Se ve muy joven para ser la madre de dos..., cuatro hijos. Debió ser un embarazo adolescente ―susurró esta última parte Yuubi a su amigo para no interrumpir la tierna escena del abrazo grupal de la familia thundercat.

―Yo diría que los tuvo a los doce..., no, a los once ―le susurró Risu a su amigo, mientras estiraba el cuello para apreciar mejor la belleza de la mamá.

Yuubi le dio un pisotón a su amigo que hizo que frunciera el rostro.

―¡Auch!, ¡¿y ahora qué dije?!

―Creo que deberíamos salir todos para darles algo de privacidad ―sugirió entonces Rauri con una sonrisa.

¡Eh, perooo! ―empezaron a quejarse Jessie y Sebastián.

―Vamos, ya escucharon a Rauri ―dijo Risu―, démosles un tiempo a solas.

.

.

El tanque felino iba marchando a velocidad lenta para que todos pudiesen otorgarse una última mirada.

―¡Leono! ―gritaba Tigro―, ¡que Thundera no caiga mientras esté ausente!

El joven rey solo levantó el brazo derecho con su puño cerrado y luego extendió el meñique haciéndolo girar sobre sí mismo.

Tigro frunció el ceño, pero luego sonrió divertido al mismo tiempo que tomaba a Cheetara por la cintura y le daba una buena palmada en las nalgas.

Esta vez fue Leono el que frunció el ceño, pero luego sonrió divertido al ver como la silueta de Cheetara le daba una bofetada a su hermano mayor.

El Capitán Risu y Rauri, la asistedroide, levantaban sus manos para despedirse de Yubbi, el cual golpeó los talones uno contra el otro y luego realizó un saludo militar en toda regla.

«Por favor, hermano», pensaba Yuubi. «No te metas en problemas, deja de hacerte el héroe y siempre haz caso de lo que te dice Rauri..., y si en el camino te encuentras con mujeres..., ¡deja de hacer el putero!».

El rostro de Rauri sonrió con dulzura, como si hubiese leído los pensamientos del severo cathiano y luego apoyó su cabeza en el brazo de Risu.

Pantro y Tara estaban en los controles del tanque felino y veían por el monitor como los muros del reino se empequeñecían cada vez más y más.

Lo último que se vio, fue la oscura y pequeñísima silueta de Pumara, quien se estiraba y se despedía de Leono agitando su delgado y largo brazo.

CONTINUARÁ...

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