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Extra 1 parte III

Extra 1 parte III

I do, I do, I do

Al regresar al enorme palacio submarino de Poseidón, Proteo los recibió a ambos con un respeto que a Kojiro se le hacía extraño, pero el extraño hombre parecía feliz de verlos. Poseidón no tardó en pedirle un resumen de lo importante por el momento ya que mañana pediría una explicación más detallada de todo lo que tuviera que saber.

Luego del resumen, Poseidón lo llevó al cuarto que ahora compartirían, un cuarto que Kojiro estaba seguro al que nadie entraba. Poseidón no era muy simpático y dudaba mucho que alguien, además de Proteo, ingresara a ese lugar a nada más que limpiar.

Tal y como esperaba, el cuarto estaba impecable. Tenía una cama inmensa con sábanas suaves y azules. El cabezal de la cama se elevaba en animales marinos de oro entre los que destacaba una especie de caballo de tierra mezclado con un caballito de mar. Los muebles eran los necesarios para una sola persona, pero eran realmente lujosos y costosos, tanto que a Kojiro le daba miedo ensuciarlos un poco. También había un gran placar con puertas amplias de color blanco perlado. Era todo tan grande, tan lujoso, tan pulcro que Kojiro se sentía un poco fuera de lugar. Él siempre fue un nómada, alguien que vivía con poco y apenas tenía una casa de un solo ambiente con una estera de paja para dormir en el suelo. No era nada comparado al gran cuarto de Poseidón, mucho menos podía compararse con el palacio de este dios.

—Conozco esa cara—dijo Poseidón abrazándolo desde atrás—. ¿Qué ocurre? ¿Qué te preocupa?

—Yo...me siento un poco fuera de lugar aquí.

—¿Por qué?—Poseidón besó la mejilla del humano, sus manos acariciando su vientre con ternura.

—Todo es tan...—había tantas palabras para decir pero Kojiro no podía elegir una—No me hace sentir muy cómodo.

—Puedes cambiar lo que quieras. No estoy encariñado con nada de este lugar—propuso Poseidón sin soltarlo.

—Es tu cuarto.

—Nuestro—Poseidón tomó una de las manos de Kojiro y la elevó para besar el dorso—. Puedes volverla nuestra para que te sientas cómodo.

—No es trabajo para un solo hombre. Necesitaré tu ayuda—Kojiro se giró hacia el dios, sonriéndole travieso—. Tal vez podamos hacer algo para darle un ambiente más nuestro.

Poseidón sonrió y con su otra mano le pellizcó el trasero a Kojiro.

—¿Me estás pidiendo que mancille mi habitación con un acto tan indecoroso?—jugó el dios divertido mientras sus manos pasaban a las caderas de Kojiro.

—Tal vez.

El dios dirigió sus labios al cuello del humano para darle un jugoso beso.

—Desvergonzado.

Kojiro sonrió. El mayor desvergonzado era otro, que estaba metiendo la mano por debajo de su ropa para tocar su piel directamente.

—Bien que así te gusto—murmuró antes de atrapar la boca de Poseidón con la suya.

Era una buena manera de estrenar el cuarto de ambos.

*

Despertó solo al otro día, en una cama inmensa donde había hecho el amor con Poseidón el día anterior. Seguía teniendo la bata del dios que había usado para acostarse con él y compartir una amena charla hasta que el cansancio lo venció.

Se acercó al reloj en una de las mesas de noche y descubrió que pasaba de las diez de la mañana. Era tarde, más de lo que acostumbraba Kojiro a levantarse. Normalmente se levantaba temprano para entrenar, pero aquí no sabría por dónde empezar. Posiblemente sería bueno preguntarle a Proteo o a algún sirviente dónde había un lugar para entrenar.

Luego de cambiarse, descubriendo que toda su ropa estaba en el placar que ahora compartía con el dios, salió del cuarto pensando cómo encontraría a alguien para buscar un lugar para comer algo. Pero no fue necesario porque Proteo estaba afuera del cuarto, tan solemne como se mostró el día anterior.

—Señor Kojiro, tal y como dijo el señor Poseidón, despertaría a esta hora—una suave sonrisa se plasmó en el rostro de Proteo—. Mi señor está haciéndose cargo de unos asuntos pendientes de su territorio, me pidió que lo llevara a desayunar antes de presentarle el palacio. ¿Eso está bien para usted?

Ser tratado con tanta formalidad era extraño, pero Kojiro creía que no tenía muchas opciones más que aceptar este trato. Luego podría hablar con Poseidón al respecto.

—Por supuesto.

El comedor al cual Proteo lo llevó era inmenso. Para una sola persona era demasiado, pero Kojiro no dijo nada y simplemente desayunó los deliciosos platillos que el cocinero o los cocineros habían hecho. Luego de eso, cuando estuvo listo, Proteo lo llevó a un tour por el palacio, presentándole diferentes habitaciones. Kojiro solo memorizó los más importantes, como el comedor, los baños y el despacho de Poseidón.

Tal vez su error fue decirle a Proteo que todo le había quedado claro cuando no era así. Si no fuera por eso, le hubiera pedido que le recordara dónde estaba la maldita sala de entrenamiento. Ahora estaba como un idiota intentando encontrar el lugar, temiendo abrir la puerta y ver algo que no debía.

—¿Kojiro?

Kojiro se giró hacia la voz que le habló, viendo a Anfitrite en el pasillo. Sonrió agradecido y se acercó a ella.

—Señorita Anfitrite, me alegra encontrarla. ¿Me ayudaría a encontrar la sala de entrenamiento? Me perdí y ahora no sé dónde estoy siquiera.

La hermosa mujer sonrió divertida y asintió, dando media vuelta para que la siguiera.

—Sígueme.

Kojiro sonrió feliz, comenzando a seguirla por el pasillo mientras entablaban una amena conversación. Algo tranquilo relacionado con el viaje largo al mundo humano. Kojiro reía sobre una anécdota cuando se dio cuenta de algo muy importante: estaba hablando con la esposa de Poseidón.

Anfitrite y él no se habían divorciado todavía por lo que ella era legítimamente su esposa. Kojiro se estuvo acostando con un hombre casado todo el tiempo, olvidando por completo a la esposa que se había quedado en el castillo. Kojiro había tomado el papel de amante sin darse cuenta y sin quererlo.

—Kojiro, ¿puedo decirte algo y no lo tomas a mal?

Kojiro despertó de sus pensamientos.

—Sí, claro.

Oh, genial, ahora vendría el reclamo por sus aventuras indecorosas con su esposo.

—Bueno, tiene sentido teniendo en cuenta que pasaron cinco años lejos de todo, pero ¿te has dado cuenta de que has engordado?

Anfitrite sonreía con ternura mientras lo miraba.

—¿Eh?

—Sí, no sé si lo has notado, pero tu cuerpo ya no se ve tan tonificado como antes. Incluso tienes algo más de relleno en las mejillas—ella acercó sus dedos a las mejillas de Kojiro y las pellizcó suavemente—. Luces adorable.

Kojiro le sonrió y cambió la conversación a otra cosa antes de que Anfitrite lo dejara en la sala de entrenamiento. Adentro había un espejo grande, posiblemente uno que ayudaba a ver las posturas correctas o quizás era solo decoración. Fuera como fuera a Kojiro le servía para verse y notar que las palabras de Anfitrite eran ciertas. No se había dado cuenta antes porque realmente no le había prestado atención, pero ahora que se lo hacían notar Kojiro no podía dejar de verse. Su cuerpo había perdido la forma de sus músculos, se veía mucho más relajado que durante su batalla con Poseidón. Incluso tenía unos kilos de más que se reflejaban en su vientre más abultado. ¿Acaso Poseidón no notó su panza? ¿No vio sus pectorales suaves y blandos? ¿Por qué no comentó nada sobre sus mejillas más redondeadas?

¡No era justo! ¡Poseidón seguía igual de musculoso y tonificado que siempre! ¿Era por su condición de dios?

Kojiro suspiró derrotado. Lo único que le quedaba era entrenar y perder ese peso indeseado ganado.

*

—Kojiro—lo llamó Anfitrite yendo por él a la sala de entrenamiento horas más tarde.

El humano se detuvo y se giró hacia ella, dejando a un lado la espada que había tomado de entre las armas que estaban ahí.

—Señorita Anfitrite, ¿ha pasado algo?

—Nada grave, solamente me han informado que seré su tutora durante un tiempo hasta que sea capaz de tomar mi lugar—sonrió ella.

—¿Lugar? ¿De qué habla?

—Mi lugar como reina del mar, por supuesto. Aunque en tu caso sería rey del mar.

Ella lo decía todo con tanta naturalidad y tranquilidad que hacía sentir a Kojiro raro.

—Yo...¿no le molesta?—entonces recordó lo que había pensado horas atrás—Por cierto, yo...quiero disculparme con usted. Juro que lo había olvidado por completo, no fue a propósito. Nunca quise mancillar su nombre de esta manera, así que si decide tomar represalias al respecto está en todo su derecho.

—¿De qué hablas?

—Con respecto al viaje que hice con Poseidón.

—¿Qué hay de malo con eso?—Anfitrite ladeó la cabeza confundida.

—Yo...me acosté con él...durante el viaje.

Anfitrite abrió los ojos sorprendida. Kojiro esperaba una bofetada de su parte, en especial cuando se acercó a él.

No fue lo que recibió.

—¿Tuviste sexo con Poseidón?—Kojiro asintió, desviando la mirada—Wow, te mereces un premio.

—¿Eh?—Kojiro se giró a mirarla desconcertado.

—Yo nunca tuve sexo con él, ni siquiera para consumar el matrimonio. Tampoco tuvo amantes ni intereses amorosos de ningún tipo. Pensé que era de aquellos que eran indiferente con respecto al tema sexo, pero veo que el problema era que no encontraba a la persona indicada—Anfitrite sonrió divertida, picando con un dedo el vientre de Kojiro—. ¿Y qué tal es la muñeca maldita de los mares en la cama? ¿Está bien dotado como dicen que lo está su hermano Zeus o entre las piernas le cuelga un guppy?

La comparación hizo que Kojiro largara una carcajada involuntaria. Qué ocurrencias las de esta diosa.

—No sé qué dicen de Zeus, pero si algo sé es que Poseidón no está mal de ahí abajo.

—Uh, y parece que eso te gustó—Anfitrite sonrió pícara—. Ahora entiendo por qué estás más relleno. Estuviste comiendo muy bien durante el viaje.

Kojiro rio, pero eso no quitó el sonrojo en su rostro por la insinuación de Anfitrite. Así que por su bien decidió que lo mejor era cambiar de tema.

—Dijiste que serías mi tutora.

—Sí. Como pareja de Poseidón tienes que aprender sobre el territorio que él controla y su composición. Incluyendo leyes y costumbres. No precisamente para que intervengas, pero es bueno que sepas sobre el lugar de tu futuro esposo y padre de tus hijos para que no parezcas un tonto.

—¿Cómo puedes tomar con tanta normalidad el que esté acostándome con tu esposo?

—Kojiro, nuestro matrimonio fue por conveniencia. Nunca me quiso, nunca lo quise. Lo único que esperaba era el momento en que pudiera liberarme de él y resulta que tú eres ese momento. ¿Por qué me enojaría contigo por eso?

Kojiro no pensó en que Anfitrite podría pensar así, no cuando había escuchado sobre historias de esposas vengativas que a pesar de no querer a su esposo, de todas formas se metía con sus amantes. Los dioses eran volubles, eso era un hecho, por lo que pensó que ella sería así. No consideró que Anfitrite sería del tipo razonable.

—Lo siento, creí que te molestaría el que estuviera con tu esposo.

—¿Con Poseidón? ¿Con el señor Soy Mejor Qué Tú?—Anfitrite rio—Kojiro, no me molesta, es más, estoy agradecida de encontrar una excusa para terminar nuestro matrimonio. Así que no lo pienses tanto y simplemente olvida que estamos casados. Realmente no importa.

—No será tan sencillo.

Anfitrite le picó la frente con un dedo, su sonrisa seguía intacta en su joven y bello rostro.

—Solo debes acostumbrarte.

Kojiro esperaba poder acostumbrarse pronto.

*

Por más que Kojiro había hablado con Anfitrite con respecto a su relación con Poseidón, de todas formas seguía sintiéndose un poco incómodo al respecto. Ella nunca compartió la cama con Poseidón, ni siquiera estuvo en su cuarto por lo que tenía entendido, mientras que él dormía e iba y venía por esa habitación, con el permiso de cambiar lo que deseara si no se sentía cómodo.

Sentía que le estaba robando a Anfitrite su lugar, el lugar que siempre debió tener, incluso si ella le decía que no había problema al respecto. Pero Kojiro no podía sentirse cómodo en un palacio que no era suyo y compartiendo la cama con un esposo que tampoco era el suyo. Así que luego de salir de la sala de entrenamiento, fue por Proteo.

—Señor Kojiro, me alegra verlo—dijo el sirviente sonriéndole amablemente—. En quince minutos estará la cena. Sería bueno que vaya al comedor ahora para que pueda probar los alimentos cuando todavía están calientes.

—Yo...me gustaría pedirte algo antes, Proteo.

—Por supuesto—Proteo asintió, servicial y educado.

—Yo... ¿hay algún cuarto libre al que pueda cambiarme para dormir?

—¿Disculpe? ¿El cuarto de mi señor tiene algo que le disguste hasta ese punto? Si ese es el caso, mi señor me ha comunicado que tiene el permiso de cambiar lo que desee. Solo diga qué es lo que le molesta y nos encargaremos de cambiarlo.

—No, no hay nada que me moleste respecto al cuarto. Es solo que...—Kojiro no sabía qué tanto podía confiarle a este sirviente, después de todo por más que fuera el sirviente más fiel de Poseidón no estaba seguro de si podía contarle algo privado o no.

—¿Sí?

Bien, Kojiro creyó que lo mejor era hablar. Era eso o morir en el intento de inventar una excusa.

—No creo que sea apropiado dormir con Poseidón estando todavía casado con la señorita Anfitrite.

Proteo lo miró en silencio un momento antes de asentir.

—¿Lo ha hablado con el señor? Creo que sería importante hablarlo con él antes de tomar una decisión importante como esta.

—Es solo un cambio de habitación.

—Mi señor nunca antes compartió el cuarto con nadie más. Que lo haya elegido como compañero y le haya dado el privilegio de compartir su privacidad con usted es un evento importante en su vida. No debería tomarlo a la ligera.

—No lo tomo a la ligera, solo que creo que es un insulto para la señorita Anfitrite. Después de todo, ella sigue siendo su esposa.

Proteo se volvió a quedar en silencio un momento antes de hablar otra vez.

—Señor Kojiro, no puedo decir mucho al respecto, pero antes de elegir esto le aconsejaría que hable con el señor Poseidón. Tal vez una charla con él consiga despejar sus dudas.

Kojiro asintió, desviando su camino hacia el comedor para la cena.

*

—Estás sobre pensando, Kojiro—dijo Poseidón cuando Kojiro ingresó al cuarto del dios luego de darse un baño.

Como había esperado, Poseidón no se presentó en la cena, sin embargo sí lo vio en el cuarto cuando se acercaba la hora de dormir.

—Solo pienso que ya le faltamos el respeto a tu esposa lo suficiente como para seguir así.

—A ella no le molesta por lo que tengo entendido. ¿Por qué a ti sí?

—No quiero que ella sea como la esposa de tu hermano Zeus.

Había escuchado, no solo de boca de Poseidón, que la esposa de Zeus era conocida como la cornuda más grande del Valhalla. Claro, era un apodo dicho a espaldas de los reyes, pero era un apodo insultante para la reina. A Kojiro no le gustaría que la señorita Anfitrite, una diosa realmente encantadora y amigable, fuera conocida de esa manera por su culpa.

—Si esa es tu preocupación, puedes dejarla de lado. Mis asuntos privados no se ventilan por ahí como los de Zeus. La reputación de Anfitrite está a salvo.

—Pero recuerdo que en el viaje tú mismo viste dioses que te reconocieron.

—Sí, fue así—antes de que Kojiro dijera algo, Poseidón agregó—. Me encargué de ellos hace tiempo. No tienes nada de qué preocuparte.

Kojiro seguía dudando al respecto, principalmente porque sería la reputación de Anfitrite la arruinada y no la de Poseidón. Pero entonces el dios lo tomó entre sus brazos, alzándolo del suelo para dejarlo en la cama.

—Piensas demasiado. Si algo malo llega a pasar, yo me haré cargo, no necesitas preocuparte por nada.

Kojiro suspiró, pensando que posiblemente tenía que calmar su mente y creer en las palabras de la señorita Anfitrite y las de Poseidón. Tenía que dejar de pensar tanto en cosas que no iban al caso. Anfitrite le dijo que todo estaba bien, Poseidón también, no tenía nada de qué preocuparse.

Esperen, sí había algo.

—¿No crees que estoy fuera de forma?

Poseidón rodó los ojos y lo besó.

*

Aprender sobre el territorio de Poseidón no era tarea sencilla, pero Kojiro se esforzó por ser un buen aprendiz. Anfitrite tenía mucha paciencia también para explicarle todo lo que tuviera que saber y para ayudarlo a memorizar varias cosas. Solía invadir sus momentos de prácticas para tomarle pequeños repasos mientras Kojiro estaba entrenando con la espada. Incluso algunos datos los conseguía de Poseidón, quien no tenía problemas de decirle todo lo que quisiera saber. A diferencia de Anfitrite quien aprendió todo con lectura y tiempo, Kojiro tenía la ventaja de poder preguntarle al rey del mar sobre cualquier cosa que quisiera saber y obtendría respuesta. No cualquiera podría presumir de eso.

Era en uno de esos días, en los que Kojiro estaba entrenando con su espada mientras mentalmente repasaba los nombres de los pueblos del norte, que recibió una visita inusual.

Cuando la puerta se abrió él realmente esperaba ver a Anfitrite. No esperó que por la puerta pasara otra diosa que no fuera ella. Pero así fue, por la puerta ingresó una diosa de cabello rubio casi blanco, largo hasta la cadera y con decoraciones que Kojiro describiría como pretenciosas. Tenía los ojos lilas claros, un brillo de arrogancia brillando en ellos, un brillo muy similar al que alguna vez vio en Poseidón. O mejor dicho, el que veía en Poseidón en casi cualquier momento, salvo cuando lo miraba a él.

Ella lucía una vestimenta modesta, con un largo vestido rojo que marcaba su figura. Era indudablemente hermosa, pero no se veía amigable en absoluto. Kojiro podía sentir su aura de desprecio sin necesidad de que se acercara más a él.

—Sasaki Kojiro—dijo ella mirándolo desde arriba.

Lo cual no estaba mal porque era más alta que él. ¿Quién era esta mujer?

—Lo siento, pero no la conozco. Si nos conocimos en otro lugar tal vez pueda recordar...

—Yo soy Hera, hermana mayor de Poseidón, escoria humana—dijo ella con desprecio, arrugando sutilmente la nariz en disgusto—. Si pretendes estar con mi hermano, mínimamente deberías conocer a sus hermanos.

—Lo siento si la ofendí, señora Hera—dijo Kojiro recordando esto como parte de las enseñanzas de Anfitrite—. Pero si bien conozco los nombres de todos los hermanos de Poseidón, desconozco por completo sus rostros.

—¿Qué tan corta es tu memoria que no recuerdas a quien los ayudó durante la lucha con los primordiales?—bufó burlona—Como se esperaba de una basura humana, su memoria es un asco.

Kojiro no tenía duda alguna que esta debía ser la hermana que más se parecía a Poseidón con respecto a actitud. Sabía muy bien que su novio no era un buen dios y que tenía un cierto desprecio por los humanos, especialmente por aquellos que ensucian su territorio. Anfitrite se lo había contado alguna vez, incluso Hestia, en una de sus visitas, le confió que Poseidón era uno de los dioses en desacuerdo con la creación de los humanos.

Bueno, de cierta forma era irónico que estuviera ahora con Kojiro, pero no importaba.

—Señora Hera, ¿puedo saber a qué vino hasta aquí?—preguntó porque lo único que deseaba era seguir entrenando y no escuchar las palabras de una diosa con problemas.

—¿Acaso necesito una invitación o tu permiso para venir a ver a la pareja de mi hermano menor? La pareja por la cual está tirando a la basura su matrimonio con una diosa que claramente le conviene más. Tch, un humano, no pudo elegir peor mierda para sustituir a la perfecta Anfitrite—Hera alzó el mentón con desprecio y arrogancia—. ¿Qué vio en un intento de criatura? Una aberración, un insulto a nuestra divinidad y legado. No está nada más que mancillando nuestro nombre. No seremos más que la burla del Olimpo.

Kojiro quería replicarle que si con todo lo que hacía Zeus no lo eran, no lo serían por esto. Pero sabía que eso solo complicaría las cosas y ahora mismo él no tenía a Hrist cerca para tener un arma divina con la cual defenderse al menos.

—¿Algo más que desee decirme? Lamento interrumpirla, pero estaba ocupado aquí.

—¿Acaso me estás corriendo del palacio de mi hermano? ¿Con qué derecho me corres de un territorio que ni siquiera es tuyo? Que seas la puta de mi hermano no te da ningún derecho aquí.

Si Kojiro fuera la puta de Poseidón incluso se sentiría orgulloso porque eso quería decir que era el único capaz de lograr que el famoso rey de los mares temblara de placer. Un logro del cual nadie más que él podía gozar. Pero bueno, no creía que Hera quisiera saber ese detalle íntimo de su hermano menor.

—Lo siento, pero no tengo tiempo de lidiar con usted ahora mismo, señora Hera—Kojiro quería terminar con todo pronto, principalmente porque no estaba en sus planes tener que soportar insultos de gratis de una diosa amargada.

Pero a Hera pareció no gustarle para nada su respuesta, ya que en menos tiempo de lo que podía imaginarse, había sacado un escudo dorado y lo había atacado con él. Si no fuera por el escáner de Kojiro, posiblemente no hubiera esquivado el ataque.

—Tú, sucio y asqueroso humano, ¿cómo te atreves a tratarme así?—dijo molesta Hera, su escudo brillando a la par en que su molestia aumentaba.

Era algo curioso y Kojiro podía deducir que posiblemente el arma divina de esta diosa estaba ligado a sus sentimientos. Ahora que veía el escudo, podía recordar a Hera en la pelea defendiendo a su hermana mayor. Solo que en esa ocasión tenía un traje diferente al vestido que llevaba hoy, sin contar su cabeza cubierta por un casco guerrero. Si no fuera por el escudo, Kojiro nunca la hubiera recordado porque ni siquiera le había visto la cara.

No fue un solo ataque, Hera volvió a usar su escudo contra Kojiro quien la esquivaba fácilmente. La velocidad de Hera no se comparaba a la de su hermano. Durante estos meses estuvo entrenando algunas veces con Poseidón y en esas ocasiones fue capaz de apreciar mejor su velocidad. Y sí, definitivamente Hera no podía compararse a su hermano. Ella claramente estaba por debajo de él. Esquivarla no era difícil.

Lo único malo de todo era que algunos ataques requerían de que Kojiro se defendiera con un arma, pero las armas que estaban en la sala de entrenamiento no eran armas divinas, eran armas simples para entrenar. Armas así no podrían contra el escudo de Hera, algo que le quedó claro a Kojiro cuando se vio en la obligación de defenderse de un ataque con la espada que tenía en mano. La espada se rompió en mil pedazos y el escudo dio directo contra él, haciéndolo volar hacia una pared con fuerza. Su cuerpo se estrelló contra la superficie dura, agrietándola por el impacto. Sangre salió de su boca, manchando sus dientes y dejando unas grandes manchas en su ropa. Le dolía la espalda por el impacto y por el dolor que surcaba su torso podría decir que tenía una costilla rota. Incluso cuando intentó levantarse su pierna le falló porque se había esguinzado el tobillo. Los golpes de los dioses, incluso de aquellos que no eran tan fuertes, sin duda alguna dolían.

Se apoyó contra la pared, manteniendo el equilibrio sin apoyar demasiado su pie en el suelo. Si tan solo tuviera a Hrist con él seguramente no estaría en esta situación deplorable. Podía defenderse de ella, lo malo era que como humano necesitaba un arma divina en su poder para conseguirlo.

—Mírate, maldita basura, era claro que Poseidón podía ganarle a una criatura inferior como tú. Qué hiciste para cambiarlo, no lo sé, pero solo sé que lo arruinaste. Mi perfecto hermano menor no es más que un patético dios persiguiendo los huesos frágiles de un humano.

Ella no estaría diciendo eso si Kojiro tuviera un arma adecuada para enfrentarla. En ese caso posiblemente estaría insultándolo en el suelo por golpear a una diosa tan perfecta como ella.

Ahora entendía por qué Poseidón le había dicho que de todos sus hermanos Hera resultaba ser la más molesta. Ella tenía claramente problemas para vivir en paz. ¿Sería por ser una diosa inmortal y estar aburrida? Posiblemente.

—Sea como sea—dijo Kojiro sosteniéndose con su otra mano del estómago—, estoy seguro que tu hermano no estará feliz porque te metas en sus asuntos. Sé muy bien que no eres su hermana preferida—Kojiro rio, la mirada de Hera brillaba con más molestia que antes—. En realidad, ni siquiera te considera su hermana.

—Tú, maldito gusano despreciable.

Hera apretó su escudo y se lanzó hacia Kojiro, quien ya tenía un plan de escape. Pero no fue necesario.

Hera retrocedió varios metros, manteniendo el equilibrio de milagro cuando Poseidón contraatacó para evitar que el escudo diera contra Kojiro. Su tridente se enfrentó al escudo de Hera, ambas armas colisionaron pero la fuerza del rey del mar era superior al de su hermana, por lo que consiguió hacerla retroceder. Ella miró a Poseidón con una ligera sorpresa. Kojiro se dio cuenta de que Poseidón le devolvía la mirada a los ojos.

Eso no solía ser bueno, salvo que fueras Sasaki Kojiro, Hades o Hestia.

Notó también que cerca de la puerta se encontraban Proteo y Anfitrite, ambos agitados al parecer tras ir corriendo hacia la sala de entrenamiento.

—Hera, no recuerdo haberte invitado a mi palacio en ningún momento—dijo Poseidón, estaba claro que estaba siendo "amable" solo por una pequeña consideración hacia sus hermanos mayores.

Y por hermanos mayores Kojiro se refería a Hestia y Hades.

—No necesito invitación para ir a los hogares de mis hermanos—dijo ella, su aura arrogante chocaba bastante con la de Poseidón.

Pero eran dos arrogancias diferentes, de cierta manera. La de Hera resultaba ser agresiva, explosiva. La de Poseidón era más tranquila y elegante.

—La necesitas para mi palacio.

—Eres mi hermano menor—dijo ella con firmeza—, tengo todo el derecho de venir a verte cuando quiera.

—Este es mi palacio, mi territorio, mi palabra es ley aquí y tú no eres la excepción a ella, Hera. No vuelvas a mi palacio a menos que yo te lo permita.

—Tú, ¿en serio estás haciendo esto por un humano? ¡Poseidón, estás siendo insensato!—con su escudo, Hera señaló a Kojiro—¡No puedes dejar a Anfitrite por este despojo humano! ¡La elegí para ti porque hacían la pareja perfecta! ¿Echas todo mi trabajo a la basura solo por esa escoria?

El agua afuera se agitó. Incluso estando a varios metros por debajo del nivel del mar, Kojiro notó la agitación de las aguas desde los ventanales de la sala de entrenamiento.

—Que seas la diosa del matrimonio no quiere decir que sepas lo que haces. Tu elección fue un simple deseo de tu parte sin considerar mi opinión al respecto. Tú no me conoces, no sabes nada de mí, lo único que quieres es intentar ser útil en algo, pero no lo eres. Solo eres una decepción para el puesto que ocupas.

Las palabras calaron hondo en Hera cuyos ojos brillaron intensamente por la molestia. Empuñó su escudo con fuerza, dudando de atacar a Poseidón. Kojiro sabía que no lo haría, podía verlo en la duda de sus movimientos. Incluso con el enojo corriendo por sus venas, Hera no atacaría. Quizás era un método de supervivencia aprendido luego de lo de Adamas.

La diosa aflojó el agarre en su escudo y lo hizo regresar a la forma de guante dorado de metal que adornaba su mano derecha.

No dijo una sola palabra, simplemente se fue caminando con pasos resonantes. Proteo fue tras ella, posiblemente para asegurarse de que se fuera. Anfitrite corrió hacia Kojiro, lucía tan preocupada y culpable que Kojiro solo quería abrazarla.

—Kojiro, ¿cómo estás? ¿Dónde te lastimó? No te preocupes, el equipo médico debe estar llegando, esperaban que Hera se marchara.

—Kojiro—Poseidón se giró hacia él, no tardó en notar su tobillo—, ¿en dónde más estás herido?

—Creo que una costilla no salió bien—sonrió para restarle importancia, principalmente porque sería atendido pronto—. Vamos, no es para tanto, pude haber terminado peor si no hubieran aparecido antes.

Poseidón lo tomó en brazos para ayudarlo a sentarse en el suelo y que dejara de forzar su tobillo herido.

—Anfitrite, sal y asegúrate de que el equipo médico esté viniendo—ella no tardó en salir de la sala de entrenamiento para dejarlos solos—. Lo siento, se supone que tendría que haber llegado antes.

—Está bien, sé que estabas ocupado en una reunión. ¿Cómo te enteraste que tu hermana estaba aquí?

—Anfitrite la vio llegar y dio aviso a Proteo, ambos fueron por mí. Fue una falta de respeto lo que Hera hizo, ni siquiera fue recibida por Proteo, simplemente ingresó a mi palacio como si fuera de ella y te hizo daño. Tiene suerte de que Hestia y Hades la quieran, de lo contrario hoy hubiera sido su último día.

Un aura sombría cubría los ojos de Poseidón, una molestia notable que crecía cada vez que miraba su pierna. Kojiro tomó su mano y acarició con su pulgar el dorso.

—Está bien, no creo que regrese luego de lo que pasó, no creo que tu hermana sea tan tonta.

—De todas formas, comentaré a Hestia sobre el comportamiento de Hera. Es la única a la que Hera escucha realmente.

Kojiro asintió, la verdad fuera dicha, no estaba interesado en volver a encontrarse con Hera otra vez.

*

Luego del incidente con Hera, la diosa no volvió a aparecer por el castillo. Según dijo Hestia, no volvería a hacerlo por respeto a su hermano menor. Poseidón le confió después que Hestia habló seriamente con su hermana y la regañó por el problema que causó. A Kojiro no le quedaba duda alguna del poder que tenía la mayor de los hermanos sobre el resto.

Poco después incluso de ese inconveniente, Poseidón apareció con una hermosa espada, perfecta para Kojiro. Le dijo que luego de lo ocurrido con Hera, no podían confiarse de que la valquiria estuviera siempre cerca, así que con Hefesto y otros dioses de la forja le hizo hacer su propia arma divina para que pudiera enfrentarse a cualquiera que quisiera desafiarlo. Kojiro había considerado el regalo como demasiado, después de todo, un arma divina no era poca cosa. Había aprendido que no todos los dioses tenían armas divinas y que incluso entre esas armas divinas había niveles. Armas como el tridente de Poseidón o el bidente de Hades eran de alto nivel, por lo que su obtención no sería sencilla.

El arma que tenía ahora Kojiro era de alto nivel, por lo que a Poseidón no le habría costado poco.

—Es demasiado—le había dicho Kojiro.

—No lo es, no puedes depender siempre de la valquiria. Es más seguro para ti tener un arma así—había respondido Poseidón.

—Lo sé, pero estoy seguro que un arma así no fue nada barata.

¿Cuánto cobraría un dios de la forja para crear un arma divina de tal nivel? Kojiro no quería imaginarlo.

—No lo es, es cierto. Pero no es como si el dinero me faltara.

—Sigo pensando que es demasiado.

Poseidón solamente rodó los ojos y lo mimó esa noche para que dejara de pensar estupideces.

Desde entonces, Kojiro cargaba con su arma divina por el palacio en caso de volver a tener otro inconveniente como el de Hera. Aunque no volvió a ser el caso, para su suerte. No quería que Poseidón lidiara con tantos problemas por su culpa.

La paz que vivía en el palacio era agradable. Poco a poco se fue instalando una rutina nueva entre ellos que les brindaba seguridad. Si bien Kojiro desayunaba mayormente solo, porque Poseidón siempre estaba ocupado lidiando con cosas de su territorio y no necesitaba comer, no le molestaba. Sabía que el dios como rey del mar tendría demasiadas cosas con las cuales lidiar, lo entendía, por eso buscaba usar su tiempo para entrenar y estudiar con Anfitrite.

La diosa era muy paciente y amable con él, siempre ayudándolo y alentándolo en sus estudios. Le echaba porras mientras entrenaba y repasaba pueblos y costumbres. Incluso le estaba enseñando el idioma de Atlantis, uno de los idiomas más hablado bajo el mar. Era extraño y no sonaba como nada a lo que Kojiro alguna vez escuchó, lo único que sabía era que en boca de Poseidón sonaba como un idioma muy interesante. Incluso mucho más que el griego.

Pero además de ser su tutora, Anfitrite era también una muy buena amiga. Tanto ella como Hrist, quien solía ir a visitarlo seguido, solían acompañarlo en sus entrenamientos o en algunos paseos. Los tres hablaban mucho sobre diversos temas, siendo Hrist la que traía todas las noticias de fuera del mar. Muchas cosas que le contó sorprendieron a Kojiro, pero le alegraba que todo estuviera yendo bien para los humanos.

Además de ellas dos, Kojiro consiguió otros amigos dentro del palacio de Poseidón. Proteo era el sirviente más fiel y leal a Poseidón, por lo que era quien cargaba con la mayoría de las tareas. El pobre casi siempre estaba haciendo algo, pero solía encontrar tiempo para hablar con Kojiro. Fue el primer sirviente que se transformó en su amigo, la confianza con los demás sirvientes vino después.

La mayoría no le hablaba porque pensaban que, como pareja de Poseidón, no permitiría tal cosa. Conocían a Anfitrite y sabían que Poseidón no la quería, por lo que pensaron que si quería a Kojiro sería porque tenía una personalidad similar a él así que lo mejor era no entablar demasiada conversación con su persona. Fue con el tiempo que Kojiro les demostró que no era nada parecido a lo que ellos pensaban. El humano era mucho más amable y simpático de lo que habían imaginado y pronto muchos se sintieron a gusto a su lado, conversando con él cada vez que se encontraban en los pasillos o en la cocina cuando Kojiro iba por algunas frutas o un bocadillo.

—Señor Kojiro—dijo uno de los sirvientes acercándose a Kojiro cuando lo vio en uno de los pasillos.

—Hey, Teokle, ¿cómo estás?—saludó amable el humano, acomodando su coleta alta para poder entrenar tranquilo.

—Bien, bien, solo quería agradecerle mucho por el permiso que me concedió para ir a ver a mi madre el día de su cumpleaños. En verdad era muy importante para mí poder celebrar con ella ese día.

Oh, cierto. Kojiro recordó cuando este sirviente le contó sobre el cumpleaños de su madre a quien no veía desde hacía bastante tiempo. Le pareció que darle el día libre no era malo, menos para que festejara un cumpleaños con su familia. Pero no le dijo nada hasta que no habló con Poseidón al respecto. No se consideraba todavía con el poder para poder tomar estas decisiones por su cuenta, así que primero lo consultaba con su pareja. Poseidón le dijo que hiciera lo que quisiera, pero que hablara antes con Proteo quien era el encargado de los demás sirvientes y nadie mejor que él sabría si Teokle sería útil ese día o no. Fue así como Kojiro habló con Proteo al otro día y luego de asegurarse de que todo estaría bien, le pidió que le dijera a Teokle que podría ir a ver a su madre el día de su cumpleaños.

—Está bien, me alegra que pudieras festejar con ella, seguro se puso muy feliz de verte.

—¡Demasiado! Mi hermosa madre lloró de felicidad al verme—del bolso que cargaba al costado de su cadera sacó un paquete envuelto que extendió a Kojiro—. No es mucho, pero mi madre quería agradecerle el gesto. Estos son bocadillos típicos de mi pueblo y un trozo del pastel de cumpleaños de mi madre. Espero que sea de su agrado.

—La comida siempre lo es—sonrió Kojiro aceptando el paquete—. Muchas gracias, me alegra tener un bocadillo para comer algo luego de mi entrenamiento.

—No, gracias a usted, señor Kojiro—Teokle se inclinó ante él—. Seguiré con mis tareas, cualquier cosa que necesite sabe que puede pedírmelo.

Kojiro asintió y el sirviente se fue para continuar con sus tareas.

Al final comió los bocadillos en compañía de Anfitrite, quien le enseñaba los nombres de cada uno y le explicaba algunos de los principales ingredientes que tenía. Si tenía que ser sincero, Kojiro prefería este tipo de lecciones que incluían comida.

*

Luego de pasar alrededor de un año viviendo en el palacio de Poseidón, Anfitrite consideró que para complementar sus estudios lo mejor era llevarlo a uno de los pueblos cercanos para que Kojiro viera las cosas que estudiaba. Además así podría salir un poco más y dejar atrás la monotonía del palacio. Sabía que Poseidón hubiera querido llevarlo con él, pero con todo el trabajo que tenía no podía llevarlo. Sin contar que con su reputación no permitiría que Kojiro se divirtiera como debía en una salida fuera del palacio.

La mejor opción que tenía era Anfitrite.

Viajaron en un lujoso carruaje tirado por caballos de mar. No, no caballitos, caballos de mar. Estos eran parecidos a los caballos que Kojiro conocía, solo que en lugar de sus patas traseras tenían una cola parecida a la de los caballitos de mar. Los imponentes caballos eran negros y sus ojos brillaban de color rojo. Eran en verdad increíbles y por más que quiso tocarlos, no pudo por consejo de Anfitrite.

—Si bien son mansos, son bastante desconfiados. Solo aquellos que los entrenan y Poseidón pueden tocarlos sin problema.

Luego le pediría a Poseidón que lo ayudara a tocar uno de estos caballos, pero por el momento lo mejor era mantenerse al margen.

Anfitrite lo ayudó a moverse hasta el carruaje, porque si bien Kojiro podía respirar, hablar y ver perfectamente bajo el agua, su movimiento no era fluido. Para eso tendría que beber de la sangre de Poseidón, lo cual podría ser arriesgado para él. Por ese motivo sus movimientos eran lentos. Si alguien lo ayudaba, Kojiro era capaz de moverse con más fluidez, pero necesitaba de alguien que lo llevara. De cierta manera, era un poco molesto.

El viaje no duró mucho, media hora como mucho. El carruaje se detuvo a la entrada del pueblo, Anfitrite le informó que los esperaría ahí porque ingresar sería causar mucho revuelo, así que lo mejor era entrar a pie. Kojiro lo aceptó y bajó, ayudado por Anfitrite para poder hacerlo con mayor rapidez.

Era el primer lugar que conocía, el primer lugar bajo el poder de Poseidón. Las casas tenían formas diversas y colores vivos que le recordaban a las esponjas de mar. Había una calle ancha y larga donde se alzaban puestos que vendían cosas varias, desde comidas hasta baratijas que Kojiro sabía que eran inútiles para cualquiera.

Caminando con Anfitrite vio también algunos restaurantes o tiendas de ropa, parecidos a los que vio en el mundo humano, muy diferentes a los puestos colocados en la calle principal. Su tutora le explicaba sobre este pueblo que habían visto ya, señalando algunas cosas que le había enseñado durante esos meses. Kojiro pidió comprar algo de la comida típica para probar las enseñanzas de Anfitrite. Ella rio y fue con Kojiro a un puesto para comprar unos bocadillos llamativos de colores rosados y verdes. Los bocadillos resultaron ser salados, pero más deliciosos de lo que parecían.

Anfitrite le explicó de qué estaban hechos y el nombre con el cual lo conocían. Kojiro nunca pensó que algo hecho a base de corales pudiera ser siquiera comestible, pero lo era y resultaba ser delicioso.

Durante el paseo Kojiro notó que la gente del pueblo saludaba a Anfitrite respetuosamente. Tenía sentido, ella había sido reina del mar por tantos años que todos debían conocerla. Se preguntaba si algún día pasaría algo así con él. Por el momento estaba feliz con ser medio ignorado por las criaturas del pueblo, cuyas características le recordaban a las de los sirvientes del palacio.

—¿Todos tienen estas características?—preguntó en medio del paseo con Anfitrite.

—¿A qué te refieres, Koji?

—Hablo físicamente. Ellos se parecen a los sirvientes del palacio de Poseidón. ¿Alguno de ellos es de aquí?

Anfitrite rio y negó con la cabeza.

—Ningún sirviente del palacio proviene de aquí. La mayoría son del mismo pueblo que Teokles. ¿Viste las características de Teokles? Las aletas en las sienes, las franjas azules en la piel, el cabello parecido a algas. Eso es un rasgo típico de su pueblo.

—Oh, ya veo.

Kojiro miró a la gente de ese pueblo y se dio cuenta que las características de Teokles no iban con ellos. La piel de estos individuos estaba llena de escamas y sus manos estaban palmeadas. Era interesante notar esto, luego podría anotarlo para no olvidarse. Pero por el momento, lo mejor era disfrutar del paseo.

*

Llegaron cuando ya estaba anocheciendo, luego de un gran día lleno de enseñanzas y risas. Kojiro sonreía feliz, viendo las mejillas sonrosadas de Anfitrite luego de que estuvieran riendo tanto. Los ojos de la diosa brillaban con felicidad, lo que la hacía ver mucho más hermosa de lo que ya era. Kojiro recordaba todavía la primera imagen que tuvo de esta diosa. Sus ojos apagados y una resignación constante a su infeliz matrimonio. Ahora incluso lucía más joven de lo que se había visto aquella vez, a pesar de que se notaba que nunca había envejecido un solo año en su larga y extensa vida.

Proteo los esperaba en la puerta, una sonrisa suave en su rostro.

—Señora, el baño está listo por si desea relajarse antes de la cena.

—Gracias, Proteo, iré enseguida.

Proteo asintió antes de dirigirse con la misma amabilidad a Kojiro.

—Señor Kojiro, el señor Poseidón lo espera en los establos. Si lo desea puedo acompañarlo hasta ahí.

—Por favor, Proteo.

Por más que llevara un año ahí, había lugares a los que Kojiro nunca había ido y Proteo lo sabía bien. Los establos habían sido uno de esos lugares.

Los establos resultaban estar al sur del palacio, muy cerca de los vacíos jardines del ala oeste. El palacio era gigante y tenían tres jardines: uno en el ala oeste, que era el más vacío; otro en el ala este, que estaba lleno de flores y plantas hermosas; y uno en el centro del palacio donde había una estatua dorada de Poseidón. La estatua, según el dios, fue un regalo de Hades cuando tomó el control de los mares. Kojiro lo había molestado diciéndole que seguramente él mismo hizo hacer esa estatua para saciar su ego divino y usaba a Hades como excusa. Esa noche Poseidón lo nalgueó por primera vez. Descubrió que ser nalgueado no era tan malo después de todo.

Los establos eran un lugar realmente grande, con más caballos de mar de los que Kojiro había visto en su vida. Casualmente en el medio del establo estaba Poseidón, acariciando la gran cabeza de uno de esos animales. Kojiro caminó hacia él, sintiendo que Proteo ya se había marchado.

—Me dijeron que me esperabas.

—Escuché que querías tocar a los caballos—comentó Poseidón girándose hacia él.

—A veces me asusta que sepas todo lo que hago en el día.

—No todo—cuando estuvo cerca, Poseidón le dio un rápido beso en los labios como saludo—. Solo lo importante.

—¿Es importante que haya querido tocar un caballo?—Kojiro sonrió, amaba secretamente que Poseidón lo saludara con confianza de esta manera.

—Lo es si te gusta—Poseidón tomó suavemente su mano y la acercó al caballo—. No te hará nada.

Kojiro sabía que no le haría nada porque Poseidón estaba ahí con él. Confiaba en el dios, sabía que no le haría tocar un animal que fuera a hacerle daño.

El caballo dejó mansamente que lo tocara, sintiendo su crin gruesa y suave. Era un animal hermoso y fuerte, como Poseidón. Bueno, Poseidón no era un animal, pero era fuerte y hermoso.

Como fuera.

—Es hermoso—dijo Kojiro tocando con más confianza al caballo.

—Lo sé, son mis animales favoritos.

—¿Los caballos en general o estos caballos de mar?

—Los caballos en general—aclaró Poseidón acariciando el lomo del animal—. Son animales increíbles.

—No he estado en contacto con muchos en toda mi vida, pero si algo aprendí de tanto estar en la naturaleza, es que no encontrarás ser más sincero que un animal.

Kojiro observó al caballo que bajaba la cabeza para que continuara con sus caricias. Incluso en un momento llegó a lamer su mano para que continuara. Lo encontró adorable y siguió con las caricias, halagando la crin del animal y su elegante porte.

—Su nombre es Arión, es mío, lo crie desde que nació. Es un poco mimado, pero es mucho más amable que los demás.

Arión apoyó su enorme cabeza en la mano de Kojiro, buscando sus caricias. El humano rio.

—Se nota que es tuyo, busca bastante mis mimos.

—Está tomando demasiada confianza que no debería—Poseidón palmeó el lomo de Arión pero este ni siquiera se inmutó—. ¿Te gustaría montarlo?

Kojiro no pudo evitar recordar una frase similar que Poseidón le dijo noches atrás. Dejando ese recuerdo de lado, asintió mirando dónde podría sentarse sobre Arión. El caballo de mar por más que tenía lomo lo mantenía casi en vertical, no como los caballos de tierra. Kojiro tenía la sensación de que si se sentaba sobre Arión se caería.

Pero entonces Poseidón fue por una silla de montar, una oscura y que se veía realmente hermosa. No se parecía en nada a las sillas de montar que alguna vez vio en los caballos que ya conocía, parecía especial para este tipo de caballos. Los movimientos de Poseidón denotaban conocimiento, posiblemente hubiera montado a su caballo cientos de veces. También se notaba en la confianza de Arión al quedarse tranquilamente en su lugar, esperando que Poseidón terminara de pasarle la silla de montar.

Cuando terminó le indicó a Kojiro que se acercara y le mostró la manera en que debía subirse al caballo. No era complicado, lo difícil sería tener que manejarlo. Nunca antes manejó un caballo, menos uno de mar como este. Pero sus preocupaciones desaparecieron cuando Poseidón subió detrás de él, sosteniendo las riendas de Arión.

Con un mando simple, Arión comenzó a caminar con sus patas delanteras. Kojiro sentía el movimiento suave de la cola de caballito de mar, lo que le resultaba extraño, pero considerando que este no era un caballo normal entonces esto debía ser normal también.

—¿Quieres aprender?—preguntó Poseidón, su aliento cálido contra el oído de Kojiro.

—¿Serás mi maestro?

—¿Prefieres otro?

Kojiro se giró y besó a su pareja.

—No, contigo está bien.

Estuvieron dos horas en el establo, Poseidón enseñándole a montar un caballo de mar y mostrándole las capacidades de Arión, orgulloso del caballo que crio. Kojiro no sabía que un caballo podía alcanzar tales velocidades, pero le resultó interesante. También pensó que sería una buena manera de transportarse a los pueblos cercanos en caso de querer pasear un rato.

Fue así como luego del baño, Kojiro se quedó profundamente dormido en la cama, sin llegar a desearle las buenas noches a Poseidón.

*

Con esta rutina agradable, a la cual se sumaron los paseos a los diferentes territorios bajo el control de Poseidón, pasaron los años. Luego de cinco años viviendo juntos, Poseidón se divorció de Anfitrite y la diosa terminó regresando a su antiguo hogar en Atlantis, donde su padre la esperaba. A pesar de haberse ido, los visitaba una o dos veces por semana para pasar tiempo con Kojiro y continuar con las lecciones. En esos encuentros, le confesó que la hermana mayor de Poseidón, Hestia, solía ir a visitarla seguido para pasar tiempo con ella. Le confió que le resultaba una mujer muy agradable y que las tardes a su lado eran en verdad confortables.

Fuera de esas visitas, Kojiro también se dedicaba a visitar a algunos de los amigos que tenía. Su maestro Seigen, por ejemplo, residía en el Edén y solía recibirlo una vez al mes en su hogar. También visitaba a Okita Souji y a Kondo, con quienes solía practicar nuevos movimientos de espada. Okita se veía encantado con el arma divina de Kojiro y cada vez que se veían le pedía un enfrentamiento. Al inicio Kojiro no quería por la desventaja que era que tuviera un arma divina y Okita no, pero luego de que su amigo le confesara que el dios Susanoo le regaló una katana que resultaba ser un arma divina, Kojiro aceptó.

Mantener sus amistades y entablar nuevas resultó ser algo positivo en su vida. No solo con espadachines, sino también con sus compañeros del ragnarok. Conocerlos y hablar con ellos lo ayudó a comprender mejor muchas cosas y a mejorar muchas de sus técnicas. Cada vez que regresaba al palacio lo hacía con una alegría que no podía callarlo y su pobre pareja pagaba el precio teniendo que escucharlo durante horas contándole sobre lo que había hecho en el día. Poseidón no se quejaba, por supuesto, porque la alegría de Kojiro era suficiente para alegrar su día.

Ni siquiera después de quince años Poseidón dijo nada al respecto.

Koipsari*, quiero que vayamos a Japón, a la playa donde nos conocimos—dijo Kojiro ese día, mientras ambos estaban en el jardín del palacio pasando un momento juntos.

El apodo que aprendió por Anfitrite en sus clases de Atlantiano se había convertido en el apodo de Poseidón. Una palabra que se usaba exclusivamente entre amantes y que, según Anfitrite, significaba mi otra mitad o algo parecido.

—Podemos ir la semana que viene. Esta semana estoy muy ocupado.

—¿Pasó algo malo?

—Dos pueblos de Atlantis están queriendo comenzar una guerra civil. Estoy intentando evitarla por los medios buenos, pero si siguen así no me dejarán muchas opciones.

Kojiro asintió, viendo las flores del jardín. Ambos estaban sentados en el suelo, Poseidón apoyado en el pecho de Kojiro mientras descansaba luego de una extenuante reunión.

—¿Por qué pelean?

—Una vieja disputa entre las dos familias más importantes de cada pueblo. Una guerra de egos.

—Je, tu especialidad—Poseidón le pellizcó la mano con la que le acariciaba la cabeza.

—Descarado. ¿Qué derecho crees que tienes para hablarle al rey del mar de esta manera?

Kojiro rio, su mano nunca dejó de acariciar la cabeza del dios.

—Tengo todo el derecho de hablarle así a mi pareja, por más rey que sea.

—Mm, creo que te di demasiadas libertades—comentó Poseidón todavía apoyado contra el humano—. ¿Debería quitarte algunas?

—Mm, tal vez la de dormir juntos. Un cuarto para mí solo no sería una mala opción.

—No, me arrepentí, tus libertades están bien.

Kojiro rio, escuchando una pequeña risa de parte de Poseidón. Pasar tiempo así calmaba a su mente, en especial con la idea que le daba vueltas la cabeza y por la cual deseaba ir al lugar donde conoció a Poseidón.

*

Tal y como Poseidón dijo, fueron la siguiente semana a la playa de Japón donde se conocieron. Kojiro hablaba de todo un poco, principalmente para mantenerse tranquilo. Cada pocos minutos se aseguraba de que el anillo en el bolsillo de su pantalón, un pantalón moderno y no de su era, estuviera en su lugar. Conseguirlo había sido complicado y fue gracias a Anfitrite que pudo obtenerlo.

Gracias a Poseidón podía acceder a una ridícula riqueza que no le hacía falta. Pero fue gracias a ella que consiguió el anillo. Bueno, no todo el anillo en sí. Con ayuda de Anfitrite encontró una gema extraña que crecía en un lugar recóndito del océano. La gema era como un cielo estrellado en medio de la oscuridad de las profundidades. Era hermosa y Kojiro había leído sobre ellas en un libro de la biblioteca del palacio. Luego de hacerlo fue que pensó que posiblemente sería una gema hermosa para un anillo de compromiso. El problema radicaba en encontrar esa gema. No pensaba gastar una cantidad exorbitante de dinero de Poseidón para conseguirle algo...para Poseidón. Así que tomó su arma divina y bajó con Anfitrite por la gema, usando dinero solamente para el joyero que haría el anillo para Poseidón. Era simple, plateado, pero con un grabado al lado de la gema con la forma de una flor de cerezo.

El tema ahora, era hacer la propuesta sin ser obvio. La idea era sorprender a Poseidón, lo complicado sería hacerlo.

Poseidón tomó su mano y ambos caminaron por la playa. El agua acariciaba sus pies desnudos mientras iban conversando sobre diversas cosas. No fue hasta que Kojiro miró hacia la zona de los árboles que lo recordó.

—Creo que no calculé bien el día, quería hacer coronas de flores—su mente no dejó de maquinar una forma de conseguir su propósito—. Coronas como las de aquella vez, ¿lo recuerdas?

—¿Esa corona fea? Recuerdo algo todavía—se burló el dios.

—He mejorado con los años, podría hacer coronas inmensas y coronas pequeñitas si pudiera—y entonces, el foco se le prendió—. Coronas tan pequeñas como para tus dedos.

Sí, era una buena forma de sorprenderlo. Kojiro se felicitaba internamente por su plan.

—¿No serían anillos?

—No, serían coronas de dedos. Creo que tengo uno por aquí.

La mano que no sostenía la de Poseidón buscó el anillo en su bolsillo.

—¿Uno como este?—preguntó Poseidón alzando sus manos juntas.

Kojiro dejó de buscar el anillo, confundido por esa pregunta. Y entonces vio en su propia mano un anillo plateado en su dedo anular con una pequeña piedra azul en forma de gota. Era simple pero increíblemente hermoso.

—¿Qué? ¿Cómo...?—y al notar la sonrisa de Poseidón lo entendió—Lo sabías, ¿verdad?

—Te conozco, obviamente lo notaría. Aunque la idea de casarme contigo la tengo hace mucho tiempo, es recién ahora cuando encuentro el momento indicado para proponértelo—Poseidón alzó la mano de Kojiro para besar sus nudillos—. ¿Qué dices, λατρέια μου? ¿Quieres ser mi rey?

Kojiro miró el anillo en su dedo, la muestra de que Poseidón había pensado en él y en casarse todo este tiempo. La prueba de que este hombre de aquí lo conocía mejor que nadie y que a pesar de eso lo amaba profundamente. Un amor tan profundo como el océano mismo.

—El título de rey es demasiado para mí, pero me gustaría tener el título de tu esposo. Eso es suficiente para un espadachín como yo.

—No hables como si fueras poca cosa y no te merecieras todo en el mundo—dijo Poseidón acercándose a él para dejar pequeños besos en su mandíbula—. Tú eres más de lo que piensas, de lo que dicen.

—Poseidón, no conseguirás que mi ego sea tan grande como el tuyo—bromeó Kojiro disfrutando de los pequeños besos que el dios le daba.

Poseidón sonrió contra su piel antes de dejar un pequeño beso en los labios.

—¿Vas a darme mi anillo o quieres arrodillarte ante mí para hacer la propuesta más mundana y clásica de la historia?

—Ya arruinaste la propuesta, así que solo me queda darte el anillo. Lo siento si no es la gran cosa, pero soy un humano mantenido que no quiere gastar dinero ajeno.

Kojiro sonrió, buscando el anillo en su pantalón. Dudó un segundo en entregárselo a Poseidón, principalmente porque sentía que el anillo no era tan hermoso como el que él había recibido. La piedra era pequeña y no tenía una forma específica, estaba en su estado más rudimentario, mientras que la piedra azul de su anillo estaba perfectamente moldeada para que se viera como una gota de agua.

Al final, pensando que si no lo hacía ahora Poseidón insistiría más tarde, terminó por sacar el anillo y lo dejó en la palma de la mano de Poseidón. Desvió la mirada al mar, sin ánimos de ver la reacción del dios.

—Kojiro—llamó Poseidón—, ¿cómo conseguiste esta piedra?

La voz de Poseidón mostraba sorpresa y duda. Kojiro se giró a mirarlo, los ojos azules brillaban con incertidumbre.

—Ahm, bueno, Anfitrite me ayudó. Ella me llevó hasta el fondo del océano, donde leí que puede generarse esta piedra, y ahí la encontré. No fue fácil y si no fuera por mi arma divina, seguramente no hubiera conseguido ese pequeño trozo. Sé que no es mucho, pero prometo conseguir uno más grande para...

Poseidón tomó su rostro y lo besó, una costumbre que tenía cada vez que Kojiro hablaba demasiado y decía cosas que el dios consideraba estúpidas. Kojiro simplemente se dejó llevar, los besos de Poseidón eran algo que siempre le encantaba recibir. Sus labios eran suaves y siempre hacían emocionar a su corazón.

—Dices que no es mucho, a pesar de haber leído sobre esta piedra. Eres un idiota, Kojiro.

—Entonces, ¿eso es un sí, me gustó y un sí, quiero ser tu esposo?

Poseidón suspiró, tomando a Kojiro de la cintura para atraerlo en un abrazo y enterrar su rostro en el cabello blanco y suelto del humano.

—Sí, Kojiro.

Kojiro suspiró, apoyando su frente en el pecho de su futuro esposo.

Si tenía que ser sincero, no podía sentirse más dichoso que en este momento.


Título del capítulo parte de la canción I do, I do, I do de Abba

Guppy: Es una variedad pequeña de peces. Los machos adultos miden alrededor de 2 centímetros, si bien pueden llegar a medir hasta 4 centímetro en algunos casos. Las hembras son siempre más grandes, miden alrededor de 3 centímetros o incluso pueden llegar a medir 5 centímetros de máximo en las variedades más grandes.

*Koipsari: son dos palabras. Koi, cariño en japones, y Psari (o psaria me aparecía también) que es pez en griego.

Y hasta aqui llegan los extras de esta pareja uwu Los demás no sé cuando las traeré. Recién estoy trabajando en el de Zeus y Calix. Más tarde subiré el extra 2 que es el de Hera, ahí se verá a Calix. Subiré en ese extra las imagenes de Hera y Calix, aunque la de Hera es solo para recordarles como era uwu

Espero que les esten gustando estos extras! Nos vemos! Besos :D

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