Extra 1 parte II
Extra 1 parte II
The feeling right, the Paris night
Grecia resultó ser un país hermoso, con aguas cristalinas y paisajes increíbles. Kojiro veía con emoción cada cosa que se le aparecía, hablando con algunas personas usando a Poseidón como traductor y comprando una que otra cosa que llamara su atención. Realmente no veía muchas cosas que le gustaran pero cuando lo hacía se lo hacía saber al dios, quien inmediatamente se lo compraba.
Y no, Kojiro no se aprovechaba de él. La verdad era que el mismo Poseidón le dejó en claro, unas cincuenta veces, que cualquier cosa que quisiera él se la compraría y no debía avergonzarse en pedírselo. Bien, no se avergonzaba, pero Kojiro tampoco sentía la necesidad de comprar demasiadas cosas, en especial porque el viaje continuaría por un tiempo más y no quería ir cargado de chucherías de todos los lugares a los que fueran.
Kojiro admiró el vasto mar mientras esperaba junto con Poseidón a que le llegaran sus pedidos. El restaurante en el que estaban tenía una parte al aire libre, donde podían sentir la brisa marina y admirar al horizonte. El humano había notado que cuando Poseidón admiraba el mar su expresión se suavizaba, como si encontrara paz en el movimiento manso de las aguas. Le gustaba verlo así, en especial cuando pasaban mucho tiempo rodeado de humanos a los que Poseidón apenas soportaba.
—Quiero que vayamos a nadar luego—comentó Kojiro sin despegar sus ojos del mar.
Desde que habían llegado no habían ido al mar y estaba seguro que ahí dentro Poseidón obtendría algo de paz.
—Todavía no planeo matar a nadie—comentó Poseidón.
Kojiro rio y se giró a mirarlo, el dios todavía miraba hacia el mar.
—Solo quiero asegurarme de que no lo hagas—bromeó el humano.
Poseidón sonrió pero pronto frunció el ceño, mirando hacia otro punto diferente del mar. Kojiro se desconcertó por eso y siguió la mirada azul del dios hacia donde estaba mirando, descubriendo dos hombres a unos metros vendiendo unas pulseras en un puesto pequeño. No veía nada raro en ellos, así que se giró hacia Poseidón, tomando su mano para llamar su atención.
—¿Qué pasa? ¿Qué tienen ellos para que los mires tanto?
Poseidón volvió a mirar a Kojiro, ignorando a los hombres que vendían artesanías abajo.
—Son dioses menores. Notaron mi presencia aquí, han estado observándonos desde que llegamos—informó entrelazando sus dedos con los de Kojiro—. Es molesto.
—¿Quieres que vayamos a otro lugar?
—No voy a interrumpir este viaje por este par de dioses sin importancia. No harán nada, de todas formas. Simplemente ignora esto, sigamos con lo nuestro.
Kojiro estuvo de acuerdo y comentó sobre la expresión de paz de Poseidón cada vez que veía el mar. Poseidón le dijo que el mar desde siempre le trajo paz, lo hacía olvidar los momentos estresantes y agobiantes. Como rey del mar, como un dios realmente importante, conseguir esta paz era necesaria para no terminar matando a todos en sus dominios, en especial en esos momentos donde todos parecían ponerse de acuerdo para hacerlo enloquecer. A veces ser rey era molesto.
Una chica apareció con sus pedidos y los dejó en la mesa, mirando demasiado a Poseidón quien ni siquiera le dirigía la mirada. Ella parecía encantada con el dios y Kojiro podía entenderla. Poseidón era un hombre increíblemente atractivo, con un rostro tan hermoso que sería un crimen no mirarlo siquiera una vez, el cabello rubio y brillante y los ojos azules como el mar que los rodeaba. Sin contar el cuerpo musculoso y alto del dios, que ni siquiera las playeras semi holgadas eran capaces de cubrir. Sus almohadas, es decir, sus pectorales eran notorios y sus brazos no podían pasar desapercibidos. Si Kojiro fuera la chica, él también se quedaría mirando a Poseidón.
Ella preguntó algo en griego que Kojiro no entendió, Poseidón simplemente negó con la cabeza y ella se marchó sin más.
El desayuno pasó sin más, con una conversación tranquila que fue mayormente guiada por Kojiro. Al final, luego de pagar, mientras se iban, vio a Poseidón fruncir el ceño y mirar de reojo a las meseras que hablaban entre ellas.
—¿Qué pasa?—preguntó curioso.
Poseidón puso una mano en su espalda para instarle a seguir.
—Nada*.
*
La playa a donde fueron no estaba repleta de gente, solo había unos pocos que estaban ahí por ser la zona más tranquila. Kojiro consideró que era el lugar perfecto para meterse al mar y nadar un rato con Poseidón. El dios miró el movimiento del agua, su mirada azul tranquila de manera cautivadora. Kojiro tomó su mano y lo jaló suavemente hacia el agua.
—Vamos, nademos un rato.
Poseidón aceptó y sin soltar su mano lo guio hacia el interior del agua. Tal y como había pasado, Kojiro no necesitaba respirar cuando estaba bajo el agua, incluso su mirada se adaptaba sin problemas y podía ver a la perfección lo que estaba frente a él. Era capaz de ver los peces que pasaban cerca de ellos, sus colores y sus formas. Los corales y las algas en las rocas del fondo. Podía notar también a Poseidón frente a él, mirándolo a un par de metros de distancia. Incluso sin verlo sonreír, Kojiro sabía que Poseidón era feliz en este momento.
Nadó hacia el dios, cuya agilidad bajó el agua parecía igual o mejor que en tierra. Acarició su rostro suave, cuya palidez resaltaba con el azul profundo del mar. Poseidón tomó sus manos y le indicó con una mirada que lo siguiera. Kojiro lo hizo, nadando cerca de él hacia los lugares donde iba, viendo todo tipo de criaturas marinas y plantas en el lugar. Se metieron en cuevas submarinas, cuyos laberintos eran engañosos pero en compañía de este dios Kojiro no tenía miedo.
Avanzaron más al centro del mar, donde Kojiro notó otras especies más grandes. Tiburones pequeños que pasaban por su lado tras recibir una caricia por parte de Poseidón y vio un par de delfines a unos metros a su derecha. Eran bonitos, pero dejaron de serlo cuando se acercaron a él y comenzaron a golpearlo con sus narices largas y a apoyarse en él. Poseidón se acercó de inmediato y los espantó, casi dándole un puñetazo a uno de ellos. Kojiro consideró que era demasiado, pero no podía hablar por miedo a que le entrara agua en la boca.
Continuaron su camino, o bueno Kojiro simplemente seguía a Poseidón hacia donde él nadaba. La agilidad del dios era en verdad increíble, tanto que Kojiro no podía dejar de mirarlo mientras intentaba seguirlo tan de cerca como le era posible. Pronto Poseidón le indicó que bajara con él hacia una fosa. De cierta manera, era un poco aterrador el fondo oscuro e incierto del mar. Sí, Poseidón nadaba con confianza porque lo más peligroso de ese lugar era él, pero Kojiro no conocía nada del fondo. Sin contar que sus habilidades natatorias comenzaban a decaer mientras más al fondo iba. Llegó hasta un punto donde sus movimientos se tornaban más lentos y torpes, viendo a Poseidón cada vez ir más a fondo con confianza, mientras que Kojiro luchaba por descender un poco más. Era frustrante y le daba un poco de miedo porque estaba en el medio del mar, en medio de la nada porque no había rincón alguno que pudiera reconocer, solo rodeado de criaturas que si no tenía cuidado terminarían por hacerle daño. Era parte de la naturaleza de los animales, eso era algo que Kojiro conocía muy bien.
Sabía que no tenía nada que temer, el mar no le haría nada porque Poseidón no lo permitiría y de los animales quizás podría defenderse. Pero era un miedo interno que no estaba eb absoluto relacionado con la muerte. Su último suspiro Kojiro lo dio bajo el agua, luego de caer al mar. Recordaba el agua sobre sus ojos, la luz y el cielo distorsionado sobre él. Recordaba sentirse ahogado, la sangre tintando columnas carmesí en el agua. Era un sentimiento realmente agobiante, pero su muerte no tenía que ver al respecto.
La paz regresó a él cuando sintió la mano de Poseidón en sus brazos. Realmente no sabía en qué momento dejó de prestarle atención a su alrededor, lo único que tenía frente a sus ojos era lo último que vio al morir. Fue cuando sintió el toque de Poseidón en sus brazos que terminó por reaccionar.
El dios lo miraba preocupado, sosteniéndolo cerca de su cuerpo. Kojiro le sonrió, pero eso no pareció convencer a Poseidón quien con una rapidez que no conocía, terminó por devolverlos de nuevo a la playa de la cual habían salido. Kojiro salió sin decir una sola palabra, en su cabeza todavía procesando las imágenes que había visto y el miedo que lo había recorrido en todo el cuerpo. Había llegado a tener miedo, sí, no era inmune a eso, pero nunca a este nivel. No, no había tenido miedo, había estado aterrado.
—Kojiro—Poseidón lo llamó, tomando su muñeca para que se girara a verlo.
Kojiro desvió la mirada al suelo, todavía sin saber cómo reaccionar. Poseidón lo entendió y lo guio de nuevo al hotel donde se estaban quedando, secándolos de manera disimulada mientras avanzaban por la playa.
Al llegar al hotel, Poseidón le dio su espacio mientras iba al balcón y se apoyaba para ver el mar. Kojiro se quitó los zapatos y se acostó en la cama, su mente aturdida luego de la experiencia. Y posiblemente muy cansada por la actividad, porque no mucho después, Kojiro se quedó dormido.
*
Estaba en algún lugar oscuro, Kojiro no sabía dónde era, pero estaba solo. No veía nada más que oscuridad, flotando en la deriva de un lugar que no conocía. No había nadie más a su alrededor, pero había cosas. Había rocas, había peces y medusas. Estaba profundo en el mar, si su mente no dedujo mal. Pero estaba solo, Poseidón no estaba con él.
Intentó llamarlo, pero su boca no emitía sonido alguno. Intentó moverse, pero sus músculos rígidos se negaban a moverse. No podía ir a buscarlo y no podía llamarlo, simplemente esperar a volver a verlo. Pero ¿cuándo regresaría Poseidón?
Él va a regresar, estoy seguro de eso...
Pero ¿por qué regresaría si estaba siempre a su lado?
Si lo espero aquí, él volverá...
¿Esperar dónde?
No puedo morir sin verlo una vez más...
Entonces hubo una playa frente a sus ojos, una playa solitaria donde solo golpeaban las olas de mar contra las rocas. Kojiro estaba solo, esperando a su amigo, el amigo que debía regresar a él. Se suponía que volvería, tenía que volver. Kojiro esperaba darle un regalo, esperando que esta vez fuera el indicado. Esperaba volver a verlo una vez más, su corazón latía ansioso por verlo una vez más.
Y lo vio, de espaldas a él, con el cabello rubio y corto, el agua de mar llegándole a la mitad de la pantorrilla. Kojiro intentó llamarlo de nuevo, pero su voz no salía y sus músculos estaban de nuevo rígidos. Quería correr tras él, en especial cuando lo vio avanzar hacia el mar, hundiéndose más en las aguas. El terror lo inundó al verlo alejarse de él, sabía que si se metía en el mar Kojiro no volvería a verlo otra vez. Sabía que si él se iba no regresaría jamás. No era lo que quería.
No lo dejes ir...
Kojiro luchó contra la rigidez de sus músculos, contra su nula voz. Luchó por salir adelante, por seguir a Poseidón.
No dejes que se vaya otra vez...
Sus piernas dolían y sangraban al ponerse de pie, pero no importaba, no mientras pudiera alcanzarlo. El agua le llegaba a la cintura a Poseidón, no tenía mucho tiempo. Pero cada paso era una tortura, era como si la arena de repente se hubiera transformado en agujas y se incrustaran en sus pies con fuerza. La sangre salía en ríos rojos que tintaban la arena. Kojiro siguió moviéndose sintiendo el dolor punzante en su cuerpo, mientras forzaba a su voz a salir.
La garganta le ardía con fuerza, sentía el gusto de la sangre en ella mientras intentaba liberar su encerrada voz. Sintió las gotas grandes de sangre inundar su lengua cuando empezaba a ceder, cuando su voz comenzaba a liberarse. Pero Poseidón ya tenía el agua en el cuello y Kojiro estaba muy lejos de alcanzarlo.
—P-Pos...Pos-s-s... ¡P-Poseidón! ¡Poseidón! Yo...—su voz se volvió a cortar con una tos que le hizo vomitar sangre.
Por favor, no me dejes otra vez...
*
Se despertó súbitamente, abriendo sus ojos y viendo a Poseidón sobre él mirándolo preocupado. La mano del dios pasaba por su rostro, limpiando con sus pulgares unas lágrimas que Kojiro no sabía que había derramado. Miró al dios sobre él sin decir una palabra, principalmente porque no sabía qué decir.
—Kojiro—dijo Poseidón, su mano limpiando gentilmente su rostro.
—Poseidón—dijo todavía sintiendo la sangre en su boca.
Pero sabía que no había sangrado.
—¿Qué pasó? Estabas dormido y de repente comenzaste a llorar, ¿qué fue tan malo?
Kojiro no esperaba que luego de la experiencia en el mar las cosas terminaran así. Pensó que simplemente dormiría sin soñar nada o, si tenía un mal sueño, al menos esperaba no exteriorizarlo para no preocupar al dios. Bueno, no lo había conseguido.
Se sentó en la cama, con Poseidón a su lado mientras acariciaba su mano.
—Yo...solo...es una estupidez—Kojiro sonrió intentando restarle importancia, pero Poseidón hizo que lo mirara a los ojos.
—No es una estupidez si te hace llorar.
Entre la vergüenza de tener que confesarle su miedo a Poseidón y sus cálidas palabras, Kojiro sentía su corazón a punto de estallar.
—Yo...—Kojiro tomó aire y decidió decírselo, apoyándose en el hombro de Poseidón para no sentirse tan avergonzado—Cuando estábamos nadando y me indicaste de ir a esa fosa, comencé a tener problemas para seguirte. Mientras más profundo iba, más me costaba moverme y nadar. Tampoco podía hablar, así que solo podía ver cómo te ibas cada vez más lejos de mí. Yo...en ese momento, recordé el día que morí. Y tuve miedo, tuve mucho miedo. No entendía muy bien de qué hasta ahora, con el sueño que tuve.
—¿Te daba miedo el fondo del mar? Es un miedo normal, puedo entenderlo. La próxima vez nos quedaremos cerca de...
—Tenía miedo de que te vayas otra vez—interrumpió Kojiro haciendo callar a Poseidón—. Yo...el día que morí, en lo único que pensé mientras mi cuerpo se hundía en el mar, era en que quería volver a verte otra vez. Y tuve miedo de morir, porque si moría eso quería decir que no te volvería a ver—Kojiro sintió de nuevo el miedo en su corazón, como si apretara en su pecho—. En ese momento no podía llamarte porque no estabas en ningún lado y no podía ir por ti porque no sabía dónde estabas. Fue...igual a lo que pasó en el mar. No te podía llamar, no podía ir por ti y sentí...sentí que te perdía otra vez. Yo...no quiero, Poseidón, no quiero separarme de ti. No otra vez, no como la última vez. Solo...por favor, no.
Kojiro se sentía un niño pequeño, lo cual era tonto porque ni siquiera cuando era pequeño se sintió de esta manera. Era más osado y valiente que esta versión adulta y anciana que temía a que un dios fuera a abandonarlo. No debería tener miedo de algo así, más allá de si Poseidón lo abandona o no, alejarse de ciertas personas era parte de la vida. No todas las relaciones estaban destinadas a un para siempre.
Pero no podía hacer nada con el dolor en su pecho al pensar que Poseidón podría abandonarlo de nuevo en cualquier momento. Yéndose a un lugar donde no podría escuchar el llamado de Kojiro o donde este mismo no podría seguirlo. Alejándose de su vida de nuevo y dejándolo con la incertidumbre de cuándo volverá.
Repentinamente Poseidón hizo que Kojiro se sentara sobre él, con sus piernas a cada lado de la cadera del dios. Tomó el rostro del humano con suavidad, acariciando con sus pulgares la piel de las mejillas antes de acercarlo para dejar pequeños besos en todo su rostro. Kojiro sintió la suavidad de los besos en su frente, nariz, mentón, mejillas, cejas y párpados. Poseidón dejaba pequeño y dulces besos por todo su rostro, haciendo que el miedo mermara lentamente.
Pasaron unos minutos de esta manera, hasta que Kojiro pasó a sentirse más tranquilo, inclinándose hacia el dios para recibir más besos. Poseidón dejó uno corto y suave en sus labios antes de hablar.
—Somos dos idiotas—murmuró Poseidón acariciando el largo cabello suelto del humano—. Kojiro, no eres el único que tiene miedo de perder al otro. Ya te lo he dicho antes, yo también tengo miedo de un día darme la vuelta y ya no verte conmigo. Allá en el mar, cuando nadábamos hacia la fosa, me perdí en la paz que me brindaba estar ahí. Me perdí tanto que cuando me giré para ver si me seguías ya no te veía. Me asusté tanto que casi choco contigo al regresar—el dios se acercó a su cuello, escondiéndose en él mientras lo abrazaba dulcemente—. No tengo forma de arreglar el pasado, Kojiro, pero te juro que no volveré a cometer ese mismo error otra vez. Incluso si un día te das cuenta de que no soy lo que deseas para tu futuro, aun así estaré siempre a tu lado. No volveré a irme de tu vida de esa manera.
Kojiro se aferró a Poseidón, sintiendo en su corazón las palabras de este dios. Un dios, un hombre al que esperó por siglos, al que anheló ver por siglos. Un hombre al que había perdido y que al final lo había encontrado en el lugar menos esperado.
Poseidón era el hombre por el que Kojiro había caído enamorado.
—¿Tú caminarás a mi lado o te irás por un rumbo diferente?—dijo de repente Poseidón, oculto en su cuello—Recuerdo esas palabras muy bien, soñé con ellas por años. ¿Tú lo recuerdas?
—Sí...cada momento contigo fue algo que jamás pude olvidar—confesó Kojiro, su voz ronca por el nudo en su garganta.
—Me alegra no ser el único—Poseidón se separó de su cuello para mirarlo a los ojos—. Kojiro, caminare para siempre a tu lado.
Kojiro sintió su pecho desbordado de tantas emociones que no era capaz de procesarlas correctamente. Así que atacado por los sentimientos, tomó el rostro de Poseidón y lo besó desbordado de amor y felicidad. Poseidón sonrió, tomándolo de la cintura y siguiéndole el ritmo del beso, ignorando las gotas saladas que se colaban entre sus labios. Pero Kojiro no podía evitar llorar por este amor y esta felicidad que sentía por este dios. Era tanto, tan desbordante, tan intenso, que no sabía qué hacer para demostrarlo.
Lo único que podía hacer en este momento era aferrarse a Poseidón y besarlo, sintiéndose en paz al estar acompañado del hombre del que estaba tan enamorado.
*
Regresaron al mar dos días después, volviendo a la fosa que Poseidón había querido mostrarle. En esta ocasión, no soltó su mano en ningún momento y lo guio durante todo el viaje, manteniéndolo siempre cerca para evitar que Kojiro tuviera problemas nuevamente.
Descendieron por la fosa, la oscuridad envolvente le había recordado a Kojiro el sueño que tuvo, pero la mano que envolvía la suya lo hacía sentir seguro. Fue cuando llegaron a una determinada zona, que Poseidón se giró hacia él y se acercó. No podía verlo muy bien, pero Kojiro sabía que estaba cerca.
—Los humanos realmente no conocen nada de estos lugares—comentó Poseidón antes de que el alrededor de la fosa comenzara a llenarse de luces pequeñas.
Las paredes de piedra comenzaron a brillar con pequeñas luces azules que iban apareciendo lentamente. Bolas luminosas comenzaron a aparecer alrededor de ellos, dando una tenue luz que permitía ver mejor el interior de la fosa. La luz azul iluminaba el rostro de Poseidón de manera tal que lo hacía ver mucho más majestuoso de lo que se veía realmente. Pero las luces también iluminaban un montón de extrañas piedras que brillaban en colores y animales pequeños que se escondían entre los recovecos. Kojiro señaló hacia esos seres y Poseidón lo acercó, permitiéndole ver a esos animalitos extraños que lo miraban desde sus escondites. Señaló los animalitos, buscando que Poseidón entendiera que quería que le explicara sobre estos. El dios lucía divertido ante sus señas.
—Puedes hablar bajo el agua.
Kojiro abrió la boca dándose cuenta de que no entraba agua en ella.
—¿Hiciste algo para que pudiera hablar?
—No, con el poder que te pasé no solo puedes respirar bajo el agua, también puedes hablar.
Kojiro frunció el ceño, recordando algo.
—¿Es decir que la última vez también podía hablar?—Poseidón asintió—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—No me parecía apropiado luego del ataque de pánico que tuviste.
—Pero antes de eso, cuando nadábamos por el mar.
—La verdad, si bien me gusta escucharte hablar, ese día solo quería disfrutar del silencio dentro del mar. Así que no te lo dije para no arruinar eso. De haber sabido que tendrías un problema al respecto, te lo hubiera aclarado desde un inicio.
Kojiro se cruzó de brazos, frunciendo el ceño con molestia. Si el idiota del dios no le hubiera ocultado esa información, Kojiro tal vez no hubiera tenido ningún problema hacía un par de días. Incluso podría haber llamado a Poseidón y sentirse mejor al saber que al menos el dios lo escucharía y acudiría al llamado. Pero no, el idiota no le dijo nada.
Poseidón lo jaló hacia él, besando su mejilla mientras lo sostenía de la cintura.
—Deja que te compense la mala experiencia.
—Vas a dormir en otro cuarto de hotel al llegar—sentenció Kojiro dejando que Poseidón lo sostuviera contra su cuerpo.
—No duermo mucho, como sabes. Lo mucho que haré será quedarme en el balcón.
Kojiro seguía molesto con Poseidón, pero de todas formas aceptó que lo llevara por la fosa para mostrarle las maravillas que los humanos no podían ver. Según le contó, estas criaturas no se dejaban ver por los humanos, quienes eran de naturaleza dañina y solamente afectarían al ecosistema marino. Los humanos tendían a llevarse las cosas para dañarlas y explotarlas comercialmente si las creían interesantes. Ya habían contaminado océanos, Poseidón no estaba interesado en que siguieran arruinando su territorio.
Llegando cerca del fondo, Kojiro notó una perla blanca del tamaño de la palma de su mano, lo que fue de por sí interesante. Se acercó y la tomó en sus manos, dándose cuenta de que era más pesada de lo que parecía. Miró a Poseidón, quien fruncía el ceño al notar esa perla.
—¿Qué es esto?
—Una Perla del Génesis, son muy raras de encontrar.
—Mm, ¿son creadas en una ostra gigante?
—No, se necesitan una serie de procedimientos inauditos para que esta perla se cree.
—Entonces deduzco que es un milagro que la encontrara—dijo Kojiro sonriendo y admirando la perla.
Era realmente bonita, le recordaba a la que Hestia le había regalado y que llevaba siempre colgando en el collar. Brillante y suave, con un brillo azulino por las luces de alrededor. Era una maravilla que esperaba que los humanos no hallaran nunca o lo arruinarían.
Dejó la perla en el lugar donde lo vio, tomando de nuevo la mano de Poseidón quien lo miró con curiosidad.
—¿Qué ocurre?
—¿No quieres llevarla?—preguntó mirando la perla.
—¿Para qué querría una perla de ese tamaño?—Kojiro se encogió de hombros—Además, no me pertenece, pertenece aquí, ¿por qué debería robarlo?
Poseidón lo miró, un brillo extraño en sus ojos, antes de asentir y continuar el tour por la fosa marina.
Si tenía que ser sincero, Kojiro tenía que admitir que el fondo del océano era un lugar increíble.
*
Estuvieron en Grecia unas semanas más antes de pasar al siguiente destino. Los países Europeos no eran tan grandes, pero tenían tanta historia y costumbres que tardaban unas semanas en pasar de un lugar a otro. Los idiomas le habían resultado curiosos a Kojiro, quien aprendía palabras sueltas que escuchaba repetidamente durante el viaje. También había comenzado a coleccionar fotografías con la cámara polaroid que Poseidón le había comprado en Grecia. Resultaba que la fotografía era un invento humano interesante e increíble que le permitía a Kojiro guardar momentos en un álbum que podía llevar con él.
Tenía muchas fotos, no solo de los paisajes nuevos que veía, sino también de Poseidón o de ellos dos juntos. Había una foto de ellos dos que era su favorita. En ella aparecían ambos de frente, con las montañas suizas de fondo y la luz de la tarde sobre ellos. Pero lo que más le gustaba de la foto, era que en ella aparecía Poseidón sonriendo, una sonrisa suave y tranquila. El dios de por sí era alguien atractivo, pero sonriendo era diferente. Cada vez que sonreía Kojiro no podía sacarle los ojos de encima. Era algo que secretamente lo avergonzaba.
En ese momento estaban en un país llamado España. Poseidón estaba a unos metros de él, esperando que la comida que habían pedido estuviera lista. Este lugar donde estaban comiendo no tenía meseros que trajeran las cosas y debían esperar para llevárselo. Poseidón había decidido ser quien lo hiciera, principalmente porque había bastantes personas y Kojiro podría llegar a tropezarse con la bandeja y arrojar todo al suelo.
Muchas personas que pasaban cerca de Poseidón o que esperaban su comida igual que él, se quedaban mirándolo. Algunos incluso cuchicheaban, lo que hacía que Poseidón frunciera suavemente el ceño. Qué dirían sobre él, vaya a saberse, el dios no lo compartiría con él aunque Kojiro lo quisiera.
Sonrió al ver a Poseidón cruzándose de brazos para evitar golpear a alguien o decir algo. Kojiro sabía que lo que decían sobre él debía ser molesto como para que llegara a este punto, pero no podía evitar dejar eso de lado para apreciar los musculosos brazos. Los brazos de Poseidón eran gruesos, con los músculos bien marcados. Cuando los flexionaba, esto resaltaba mucho más, lo que llamaba la atención de todos, en especial cuando cruzaba los brazos sobre su amplio y también musculoso pecho. Los pectorales de Poseidón no eran pequeños, eran amplios y suaves, Kojiro lo sabía bien porque dormía sobre ellos algunas noches.
El dios era sin duda alguna muy llamativo y no podía culpar a nadie por verlo. En realidad, Kojiro no tenía ningún problema con eso porque entendía el motivo por el cual las humanas, mayormente, miraban a Poseidón. No desconfiaba de Poseidón ni se sentía inseguro por eso. Su inseguridad venía de otra cosa.
Kojiro no era bueno entendiendo los idiomas, pero era bueno leyendo a la gente. Él se había dado cuenta de las miradas que los humanos le dedicaban cuando los veían pasear, en especial cuando iban de la mano. Muchas veces, en algunas calles, se habían tomado de las manos y eso había atraído muchas miradas. Gracias a esto, Kojiro había separado sus manos y continuaron caminando uno al lado del otro. Pero incluso sin tomarse de las manos, las miradas solían estar en ellos. Tenía sentido, por supuesto. Poseidón era un hombre alto, de alrededor de dos metros, rubio y con un cuerpo increíble, con una cara preciosa y unos ojos llamativos. Kojiro, por otro lado, era un hombre anciano de cabello largo canoso y...bien, eso era todo. Ver a un hombre tan hermoso como Poseidón caminando al lado de alguien como Kojiro sería bastante llamativo.
Entendía si los miraban o miraban a Poseidón, pero no había entendido por qué lo miraban mal a él hasta que una joven, que hablaba japonés, tuvo la gentileza de decirle algo que le aclararía las dudas.
Kojiro recibía miradas malas cuando se comportaba con mucha confianza con Poseidón, en especial con una confianza no amistosa. No entendía por qué ya que realmente no entendía el motivo que hacía que los vieran así. Hasta que un día, cuando estaban en Italia, conoció a una chica que vendía helados y que hablaba japonés. Kojiro había entablado una conversación con ella ya que había pocos clientes en el lugar y Poseidón no estaba cerca para hacer caras por esperarlo para irse. Estaban conversando animadamente cuando ella vio una pareja sentada en una de las mesas y dijo lo incómodo que se le hacía ver a un hombre tan mayor salir con una niña que tranquilamente podría ser su hija. Kojiro se giró y los vio, comentando que él había pensado que eran padre e hija. Ella le dijo que no era así, que ambos eran pareja y los había visto compartir un beso. La conversación pasó a otra cosa hasta que llegó Poseidón y Kojiro tuvo que despedirse de la chica. Ella rio y comentó:
—Ve rápido, tu nieto no parece de humor.
Kojiro sonrió y se despidió sin comentar al respecto, pero esas palabras le hicieron entender el motivo por el cual todos lo miraban mal cuando paseaba con Poseidón. El chico se veía muy joven, más que él, incluso cuando era mucho más viejo que Kojiro. Pero eso era algo que los demás no sabían, por lo único que podían intuir la edad era por la apariencia y si uno se guiaba de eso, Kojiro era claramente el viejo entre los dos.
Fue luego de eso que la inseguridad sobre su apariencia se plantó en su cabeza. La verdad fuera dicha, tenía motivos para sentirse así. Poseidón se veía muy joven, como si estuviera en sus veintitantos. Pero Kojiro no, se veía como un anciano de setenta años, tal vez más, con el rostro arrugado y lleno de canas. Había muerto joven, cuando su piel todavía estaba tersa y su cabello era negro, pero fue después de muerto que adquirió su edad dorada, la edad donde estaba en su mejor momento. No alcanzó esa edad en vida, pero en muerte lo había conseguido y ahora lidiaba con una apariencia de abuelo rebelde.
No le había molestado antes, hasta ahora.
—Es molesto estar rodeado de tantos humanos—comentó Poseidón llegando con la bandeja en su mano y dejándola sobre la mesa.
Kojiro sonrió, tomando su vaso con jugo de naranja para darle un sorbo. Poseidón tomó su vaso casi al mismo tiempo, haciendo que tocaran suavemente sus nudillos. No pudo evitar notar la diferencia entre sus manos. Si bien Poseidón tenía una mano con callos por el uso del tridente, la de Kojiro no solo se veía así sino que también claramente era la mano de un viejo. Tenía los nudillos más marcados, la piel fina y algunas arrugas que dejaba en claro que no era la mano de un muchacho.
—Qué ocurre—preguntó de repente Poseidón notando que Kojiro había tomado el jugo pero no lo había bebido.
Normalmente comía sin problemas cualquier alimento que depositara en su mesa, pero ahora parecía inapetente.
—No es nada—sonrió y dio un sorbo a su jugo, sin disfrutar del sabor dulce y ácido del cítrico—. ¿Escuchaste muchas cosas extrañas mientras esperabas nuestra comida? La última vez recuerdo que un par de niñas hablaron sobre tus "tetas" de hombre.
Poseidón frunció el ceño. Eso había sido hacía un par de semanas, mientras estaban en un enorme acuario. El dios le había traducido lo que esas niñas de escuela habían dicho sobre él, molesto por la manera en que llamaron a sus pectorales. Kojiro le dijo que tan erradas no estaban, después de todo el pecho de Poseidón era abultado y suave, casi como los pechos de una mujer. El dios se olvidó del tema de sus tetas cuando escuchó a Kojiro comparar su pecho con el de una mujer como si realmente supiera sobre el tema. El humano entonces le confesó que en vida había llegado a tener sexo dos veces, ambas con mujeres, y que fue en ese momento en que tocó, por únicas veces, el cuerpo femenino.
Estuvo media hora explicándole al dios que no había significado nada para él y que el único motivo por el cual lo hizo había sido curiosidad. La segunda vez fue solo una forma de confirmarse a sí mismo que el sexo no era relevante para él y que no se trataba de una mala experiencia de la primera vez. También le contó que había sido algo difícil para él porque solo lo hacía por curiosidad, así que no tuvo una respuesta del todo buena por parte de su cuerpo.
—Estás evadiendo el tema, Kojiro.
—No le des importancia, Poseidón.
El dios frunció el ceño pero no dijo nada más al respecto, simplemente comieron mientras hablaban de otras cosas alejadas de las preocupaciones de Kojiro.
*
Luego de pasar dos años paseando por Europa y América, ambos decidieron que era hora de viajar por Asia. A decir verdad, el viaje por los países americanos había sido interesante. Sus comidas habían sido un mundo nuevo para Kojiro y sus historias resultaron ser bastante interesantes. También había aprendido sobre sus bailes y técnicas de combate, sin contar las armas y los idiomas. Había sido una gran experiencia, pero Kojiro ya sentía la necesidad de regresar a su hogar, el país donde creció y donde su amor por la espada había nacido.
Japón era muy diferente a lo que fue, pero era todavía su hogar y donde había conocido a Poseidón. El dios pagó una casa con diseño del antiguo Japón, lo que hacía sentir más cómodo a Kojiro. El lugar estaba rodeado de un bosque, lo que en las noches volvía el sitio muy oscuro y silencioso, pero así era como le gustaba.
—La playa donde nos conocimos queda a unos quinientos metros de aquí, hacia el sur—comentó Poseidón luego de ponerse la yukata que habían comprado en el camino.
Kojiro admiró al dios vestido de esa manera y pensó en lo atractivo que era y lo bien que cualquier cosa le quedaba. La yukata era de color azul y blanco, sin ningún tipo de decoración en la tela, que era lisa completamente. Kojiro, por su parte, había optado por algo de color negro y blanco, simple para estar en casa. Al menos ahí podía estar con Poseidón vestido de la manera cómoda a la que acostumbraba sin verse extraño.
—Podríamos ir mañana—respondió Kojiro, sentado frente a la puerta que daba a la parte trasera de la casa.
Había algo de luz eléctrica que iluminaba tenuemente el lugar donde estaba el humano. Era suficiente en esa noche, donde la luna estaba en su máximo esplendor rodeado de miles de estrellas.
Poseidón asintió, sentándose a su lado.
—El lugar donde vivías, ¿era algo así?
Kojiro sabía que no se refería al lugar donde vivía luego de morir.
—No, era una casa precaria mucho más pequeña que esta. Vivía viajando, no podía construirme una gran vivienda que luego abandonaría para continuar con mi búsqueda de la perfección de mi técnica.
—Ya veo.
—Pero...—Kojiro agregó, viendo las estrellas en el cielo—si hubieras querido una casa así, me hubiera esforzado por tenerla. En especial si me elegías para que estuviéramos juntos—el humano tomó la mano del dios sin dejar de ver las estrellas.
—Prefiero ser yo quien provea, soy de gustos caros.
Kojiro rio, girándose a ver al dios quien sonreía divertido viendo hacia el cielo. Cuando estaba tranquilo de esta manera y sus facciones no mostraban aburrimiento o molestia, era en verdad un hombre hermoso. Su sonrisa era única y sus facciones tranquilas eran mucho más bonitas. Su piel tersa y pálida no tenía una sola imperfección, ni una mínima arruga que arruinara su rostro. Su cabello rubio dorado caía como mechones de seda sobre su rostro, una suavidad que no había sentido nunca antes en otra cabellera.
Era muy diferente al anciano y arrugado rostro de Kojiro, a su cabello canoso. Poseidón era perfección en su estado más puro, él solamente era el perdedor más grande de la humanidad. Por más que el dios lo besara y lo abrazara, que sus manos siempre buscaran tocarlo de alguna manera, el humano no podía entender qué le había visto. Hablando físicamente, claro. Las inseguridades de Kojiro solo pasaban por su físico, no por sus capacidades o su personalidad. En eso al menos se tenía un poco más de fe.
Los labios de Poseidón lo despertaron, un beso suave y dulce que buscaba jugar inocentemente con su boca. Kojiro se separó lentamente, mirando al dios con desconcierto.
—¿Y eso?
—Te quedaste mirándome tanto que creí que querías que te besara—Poseidón sonrió acercándose al cuello de Kojiro para esconderse en él y olerlo—. Qué ocurre, Kojiro. Y no digas nada, sé que no es nada, lo veo en tus ojos.
—Poseidón, no quiero hablar de eso.
El dios no dijo nada, simplemente corrió el largo cabello suelto de Kojiro hacia el otro costado para acercarse a su cuello y besarlo suavemente. Un escalofrío recorrió el cuerpo del humano, quien movió su cabeza para darle mejor lugar a Poseidón. Los labios fríos y suaves recorrieron la piel de su cuello, acariciándolo con cuidado, como si fuera un fino cristal a punto de romperse.
—Siempre que te pregunto es lo mismo, Kojiro—murmuró contra su cuello el dios, sin dejar de repartir besos—. Hay algo que te preocupa hace tiempo pero no quieres decirme. ¿Por qué? ¿Qué es lo que tanto te tiene así, Kojiro?
La voz ronca y grave de Poseidón, más los besos que repartía en su cuello comenzaban a desarmar lentamente al humano. Eran las sensaciones en una parte erógena de su cuerpo y la voz de este hombre lo que lo tenía tan mal. Era como si Poseidón supiera la manera de desnudarlo sin quitarle la ropa. Lo hacía sentir tan bien y vulnerable al mismo tiempo.
Pero la inseguridad de Kojiro respecto a su apariencia lo llenaba de tantas dudas que terminó por alejar suavemente a Poseidón de su cuello.
—Quiero ir a dormir ya, Poseidón—dijo el humano levantándose del suelo.
—Kojiro—llamó el dios levantándose también—, hablo en serio, qué es lo que pasa. Estás así desde hace meses y siempre que te pregunto sales con que no es importante. Si vamos en serio con esto entonces me gustaría que fueras sincero conmigo y me cuentes sobre tus problemas para que pueda ayudarte.
Kojiro desvió la mirada. Era difícil decirle a Poseidón sobre sus dudas, sobre sus propias inseguridades respecto a su apariencia. Algo que nunca antes representó un problema para Kojiro ahora lo hacía. Se avergonzaba de tener que plantearle estas dudas a Poseidón porque eran tontas y no harían más que perder el tiempo del dios.
Pero él también estaba en lo correcto al pedirle sinceridad. Kojiro confiaba en él por lo que no había motivo por el cual no debiera ser sincero.
Sin embargo, era muy difícil.
—Tú... si en un caso hipotético tuvieras que elegir entre esta versión de mí y la que conociste en el pasado, ¿cuál escogerías?
Poseidón se quedó en silencio un momento, Kojiro no era capaz de mirarlo a los ojos.
—¿Por qué pasaría eso? No tiene sentido.
—Pero...si tienes que hacerlo, elegir entre mi yo joven y mi yo viejo, ¿con cuál te quedas?
De nuevo silencio por parte de Poseidón.
—Kojiro, ¿por qué tu apariencia te preocupa tanto?
—No respondiste.
El dios suspiró.
—Lo que planteas no tiene sentido porque solo existe una versión de Sasaki Kojiro, y sea cual sea esa versión siempre voy a escogerla.
—Pero ¿no es raro?—Kojiro frunció el ceño, dando un paso hacia atrás sintiéndose inseguro—Tú te ves tan joven, tu piel se siente tan suave y tersa, pero yo no me veo así. Mi piel está arrugada, mi voz incluso fue afectada por esta vejez post mortem. Si tuviera mi apariencia de antes, todo sería diferente y no nos verían tan mal por estar juntos. Literalmente me veo como tu abuelo, no tu pareja.
—Kojiro, ni tú ni yo somos humanos**. ¿Qué importan los estándares humanos cuando nosotros no lo somos?
Kojiro se abrazó a sí mismo, dando un paso atrás cuando Poseidón dio un paso hacia él.
—Pero fui un humano y sí, antes este tipo de relaciones no eran extrañas y no estaban mal vistas. Pero ahora todo es diferente.
—¿Y qué importa lo que un montón de humanos piensen sobre nosotros? Tú y yo nos conocemos, sabemos que de entre los dos yo soy el más viejo. Así que siendo así, ¿qué importa lo que otros opinen al respecto?
—No se trata de edad, Poseidón, se trata de apariencia. Tú te ves tan...ridículamente guapo. ¡Solo mírate! Tan joven y tan perfecto, eres literalmente el sueño húmedo de muchos. Pero yo...perdí mi juventud, no soy más que un anciano tonto que cree que puede atraer algo todavía. Anfitrite se veía mejor para ti, ella claramente es hermosa y joven, lo que un rey como tú necesita—Kojiro no fue capaz de mirar a Poseidón, incluso cuando sentía su mirada sobre su persona—. Creo que me equivoqué al querer intentar algo contigo, tal vez debería buscar alguien más acorde a mí o...
Kojiro chilló sorprendido cuando Poseidón repentinamente lo tomó con uno de sus brazos desde los muslos, lo levantó del suelo y comenzó a avanzar hasta el cuarto. El humano solo se podía sostener de los hombros del dios para mantener el equilibrio.
—¡Poseidón! ¿Qué haces?
—Estás hablando puras estupideces—dijo Poseidón, su voz se notaba molesta—. ¿Que Anfitrite es indicada para mí? ¿De dónde sacas esa insensatez? Si ella fuera la indicada para mí jamás me hubiera fijado en ti—de un jalón abrió las puertas corredizas de la habitación—. Te ves así, ¿y qué? ¿Por qué eso tiene que ser importante para mí?—incluso con la molestia que Kojiro escuchaba en su voz, el dios fue gentil al dejarlo en el futón del cuarto y al posicionarse entre sus piernas—Kojiro, no me importa que te veas así. Que te veas de esta manera o más joven, no me importa, para mí siempre serás el hombre más hermoso que haya conocido.
El corazón de Kojiro se estremeció ante esas palabras, latiendo con rapidez cuando Poseidón comenzó a dejar besos en todo su rostro, susurrando palabras dulces que calentaban sus mejillas. Como un hombre adulto, no debería comportarse de esta manera, pero Kojiro realmente no podía evitar verse de esta manera tan patética frente al dios que lo trataba de manera tan sublime. Besos pequeños y suaves por todo su rostro, por su arrugada piel. Labios suaves y fríos tocándolo con devoción, dejando rastros amorosos por un rostro que Kojiro no veía atractivo. Pero Poseidón sí, a él le gustaba su rostro como si fuera especial, como si tuviera algo especial.
Los labios suaves de Poseidón no tardaron en unirse a los suyos, su fría boca contra la suya cálida. Labios acariciándose, una lengua juguetona pidiendo permiso, un permiso que Kojiro brindaba gustoso. Recibió la lengua de Poseidón, su boca siempre era tan pura como el agua de manantial y Kojiro amaba eso. Fresca y suave, todo lo contrario a este cruel y tirano dios. Su mano de anciano se posó sobre la cabeza del dios, sus dedos jugando entre los mechones rubios de cabello. Poseidón bajó sus manos hacia sus costados, acariciando por sobre la yukata. Sus manos tocaban su cuerpo como si fuera poesía, con tal majestuosidad que Kojiro sentía que se derretía en sus brazos. Se aferró a Poseidón, usando su mano libre para tocar su ancho pecho, metiendo su mano entre la yukata para tocar directamente la piel. La piel de Poseidón era fría incluso bajo el rayo del sol, pero era suave y a Kojiro le gustaba sentirla en sus dedos. Una piel que parecía tan delicada pero que envolvía músculos firmes y duros. Kojiro delineaba estos músculos mientras disfrutaba de la boca experta de Poseidón que jugaba con la suya.
Las manos de Poseidón aflojaron la ropa de Kojiro, abriéndola suavemente para dejar al descubierto los hombros y gran parte del pecho del humano. Kojiro suspiró cuando sintió los besos descendiendo por el cuello hasta sus hombros, donde Poseidón se dio la libertad de clavarle los dientes sin llegar a ser excesivamente doloroso. Era más una mordida juguetona con la que buscaba castigarlo por sus preguntas tontas anteriores. Bien, Kojiro podía tomar este castigo sin ningún problema.
Aflojó las prendas de Poseidón, bajando el yukata y dejando al descubierto sus hombros también. Con lo poco que podía ver, principalmente porque estaba más concentrado en las sensaciones, la imagen de Poseidón con el yukata más debajo de los hombros era definitivamente muy sensual. Los hombros musculosos del dios eran un espectáculo digno de admirar y a Kojiro le estaba gustando ser el único en disfrutar del show.
Un suave gemido escapó de su boca cuando Poseidón mordió una zona sensible de su cuello que conocía muy bien. Lo sintió sonreír contra su piel antes de volver a morder esa misma zona, haciendo que las manos de Kojiro se aferraran a su espalda y su cadera se elevara un poco, tocando la de Poseidón.
El dios lamió la zona mordida y subió con su traviesa lengua por su cuello hasta el lóbulo de su oreja el cual chupó.
—Estás tan sensible ante mis toques, Kojiro—murmuró el dios, bajando una de sus manos por el torso del humano—. Me encanta.
Los labios de Poseidón descendieron por su pecho, lamiendo y repartiendo besos por su bronceada piel. Los dientes traviesos del dios se clavaban en su pecho, el ligero dolorcito causando una extraña sensación placentera en su cuerpo. Los dedos de sus pies apretaron el futón debajo de él y dio un respingo sorprendido al sentir la boca del dios sobre uno de sus pezones. La cavidad húmeda encerrándose contra ese trozo pequeño y sensible de carne. La lengua del dios jugueteó, causando pequeños espasmos de placer que hacían a Kojiro morderse el labio inferior por la vergüenza. Era inevitable sentirse así cuando Poseidón hacía este tipo de cosas, algo que él hizo hacía siglos con las mujeres con las que se acostó porque consideraba que eso podía gustarle a una mujer. Nunca pensó que un hombre pudiera recibir el mismo trato y disfrutarlo.
Poseidón parecía bastante entretenido chupando sus pezones mientras sus traviesas manos pasaban por todo su cuerpo, acariciando su piel con devoción y deseo. Kojiro clavaba sus dedos en la espalda del dios, una de sus manos subiendo hasta las hebras rubias. Los dedos del humanos se enredaron entre el cabello mientras un par de suspiros escapaban de sus labios. Las nuevas sensaciones lo hicieron mover la cadera hacia arriba de nuevo, rozando la de Poseidón. Un suspiro bajo salió de la boca de Poseidón cuando su entrepierna fue rozada por la de Kojiro. El humano sintió la hombría dura de Poseidón contra la suya, una vergonzosa oleada de placer lo recorrió al pensar en que este dios, este hombre con el orgullo por las nubes, estaba así solo por él.
—Kojiro—Poseidón se detuvo, alzando la cabeza para mirarlo a los ojos—, ¿hasta dónde quieres llegar esta noche?
Anteriormente, ambos habían compartido besos y caricias. Esta noche era la primera en donde avanzaban tanto. Y aunque nunca tocaron este tema, Kojiro sí estuvo pensando al respecto. Sabía que tarde o temprano se encontrarían en una situación así porque ninguno de los dos era indiferente al tema, incluso cuando Poseidón le contó que nunca antes tuvo sexo con nadie. Pero eran los roces, los besos, las caricias lo que hacía que entendiera que este deseo era mutuo. Kojiro amaba a Poseidón y deseaba llegar a tener este tipo de encuentro con él cuando ambos estuvieran listos. Pero como nunca tocaron este tema, entonces ahora el dios no sabía si él estaba verdaderamente listo o bien se estaba dejando llevar por el calor del momento.
Kojiro lo pensó hasta que jaló a Poseidón de la nuca hacia abajo tras llegar a una conclusión. Sus labios se encontraron en un juego suave y dulce.
—Poseidón, ¿estás seguro de seguir avanzando?—preguntó acariciando el rostro del dios.
—Aunque no parezca, lo he estado pensando durante este tiempo—Poseidón lo miraba a los ojos, su pulgar acariciando el labio inferior de Kojiro—. Quiero recorrer el camino completo contigo, Kojiro. Pero no lo haré si tú no lo deseas. No es así como quiero hacer el amor contigo.
A veces se preguntaba qué hizo bien en su vida para que el destino le pusiera a un hombre como Poseidón frente a él.
Sonrió con el corazón derritiéndose de ternura, su mano puesta en la mejilla de Poseidón. Cualquier duda que tuvo, cualquier pregunta que tenía desaparecieron en cuanto vio los ojos llenos de amor y preocupación del dios.
—Entonces hagamos el amor, Poseidón. Recorramos el camino completo juntos.
Un beso dulce, cargado de sentimientos y cariño inconmensurable los unió de nuevo, sus manos aferrándose al otro como si fuera un ancla a tierra. Un ancla a la realidad, la hermosa realidad que ambos estaban viviendo.
Kojiro realmente quería hacer el amor con Poseidón, quería estar con él, disfrutar de este placer carnal con él. Quería desnudar su cuerpo y su alma ante él, ante este dios, este hombre que lo esperó por cuatro siglos sin saber incluso si volvería a verlo. Quería amarlo como nunca nadie había hecho, dejar su marca en su piel, en su cuerpo entero. Kojiro quería ser de este hombre y adueñarse del mismo también. De su cuerpo, su corazón y su alma. Era un sentimiento asfixiante y primitivo, un sentimiento posesivo que no había experimentado en el pasado hasta que se enamoró de este dios. Cuando todavía estaba vivo y empezaba a gustarle Poseidón, el sentimiento era leve, incluso podría denominarse dulce. Kojiro quería ser de los pocos en conocer su voz, en escucharlo reír, en ver esos ojos oscuros brillar de emoción al verlo. Kojiro quería ser dueño de pequeños momentos de la vida de este chico que le gustaba.
Ahora que estaba enamorado, quería ser el dueño completo de Poseidón y que este fuera el suyo. Un sentimiento tan primitivamente masculino, tan enfermo y egoísta. ¿Qué pensaría Poseidón al respecto? ¿Se sentiría asfixiado por esto? ¿Se sentiría presionado? ¿O pensaría igual que Kojiro? ¿Sería tan enfermamente posesivo como él?
Una mordida en su cuello lo hizo arquearse con un gemido sonoro. Sus dedos se clavaron en la desnuda espalda de Poseidón, en los músculos firmes que se tensaron cuando Kojiro rozó su entrepierna con su muslo.
—Poseidón—gimió Kojiro inclinándose para morder el hombro del dios—, hazlo de nuevo.
El dios volvió a morderlo en el cuello, en la misma zona. Un placer electrizante recorrió el cuerpo entero de Kojiro, sus dedos volvieron a clavarse en los fuertes músculos y su voz salió sin pudor de sus labios. Esta sensación era única y deseaba, más que nadie, que Poseidón probara esta misma sensación. Quería causar estos mismos gemidos en él. Quería brindarle este placer al hombre que tenía su corazón.
Empujando suavemente a Poseidón le dio a entender lo que deseaba. El dios se levantó, quedando arrodillado frente a él. Kojiro se mantuvo frente a él, de rodillas en el futón. Se acercó al cuello del dios, comenzando a besar la fría piel que comenzaba a tornarse cálida. Poseidón lo dejó, inclinando su cabeza para darle más acceso a su cuello. Las manos grandes y fuertes, que acostumbraban a empuñar un tridente, estaban ahora aferradas a sus costados mientras permitía que Kojiro recorriera su cuerpo con sus labios, buscando los puntos sensibles. Kojiro lamió la piel blanca, sacándole un suspiró al dios. Las manos callosas avanzaron por los costados del cuerpo divino, terminando de deshacerse de la yukata que tenía puesta y dejando que esta misma descansara en el futón olvidada. Con la piel del dios libre de ropa, las manos de Kojiro tenían mayor libertad para tocar cada rincón de ese cuerpo. Así que mientras sus manos descubrían cada zona que la yukata mantuvo oculta, sus labios creaban un camino desde el lóbulo de la oreja de Poseidón hasta sus clavículas. Pasó su lengua por la nuez de Adán del dios, subiendo hasta su mentón donde dejó un beso sucio, haciendo que Poseidón bajara la cabeza para atrapar su boca y entrelazar sus lenguas. Kojiro aceptó el juego, mientras su mano acariciaba la cadera de Poseidón hasta llegar a su miembro despierto. Nunca antes había tocado un pene ajeno, tampoco había tocado demasiado el suyo porque se centró más en entrenar, así que en el momento en que tomó el miembro pesado y caliente de Poseidón lo hizo con timidez y duda. El dios gimió contra su boca cuando comenzó a mover la mano, llevando una de sus grandes manos a las de Kojiro para decirle cómo era que quería que lo tocara. Kojiro aceptó la ayuda sin despegarse del beso, moviendo su mano como Poseidón quería. Pequeños gemidos escapaban de la boca del dios, incentivando a Kojiro a seguir con sus besos y sus caricias.
Dejando la boca de Poseidón de lado, Kojiro pasó a besarle el cuello, dejando chupetones por la blanca piel. Sus dientes mordían cada sector, escuchando los gemidos de la boca de Poseidón salir sin vergüenza alguna. Pero fue en el momento en que sus dientes se clavaron en el hombro del dios que este se aferró a él, deteniendo su muñeca un momento para que dejara de acariciar su despierto y caliente miembro.
—¿Qué ocurre?—preguntó con voz ronca mientras sus labios seguían cerca del cuello del dios.
—Lo que hiciste antes—dijo Poseidón metiendo su mano por dentro de la yukata de Kojiro—, hazlo de nuevo.
La muñeca de Kojiro fue liberada y entonces repitió sus acciones con mordida incluida. Poseidón bajó su mano y apretó su trasero cada vez que lo mordía en ese sector, sus dedos apretando sus nalgas con fuerza. Pero la fuerza no era tanta como para lastimarlo, era la suficiente como para que Kojiro se sintiera motivado para continuar hasta que su mano fue manchada con la esencia del dios. Pero no se había dado cuenta de eso, demasiado distraído con el gemido de Poseidón al culminar. Había sido tan sensual que realmente Kojiro sintió que se correría ahí mismo con solo escuchar ese gemido.
Antes de darse cuenta, Poseidón lo había girado y dejado boca abajo contra el futón. El dios, el cuerpo del enorme dios sobre el suyo, corriendo su largo cabello blanco con una mano para dejarlo a un costado.
—λατρεία μου—Kojiro no sabía mucho griego, pero estaba seguro que estas palabras Poseidón no las había dicho antes—, realmente me volverás loco—murmuró con la voz ronca y grave Poseidón.
Kojiro sintió un estremecimiento recorrerlo completo. Un par de suspiros escaparon cuando Poseidón comenzó a llenar de besos su espalda, pero los gemidos o jadeos no tardaron en aparecer cuando la lengua y los dientes del dios comenzaron a jugar con su piel. Poseidón parecía entretenido creando un mapa de marcas en su espalda, un mapa que solamente él vería y él desearía volver a recorrer. Kojiro no tenía problemas con eso.
Los besos de Poseidón descendieron por toda su espalda, causando sensaciones que hacían olvidar a Kojiro de todo. Incluso las dudas del inicio murieron cuando Poseidón comenzó a repartir besos y caricias en su cuerpo.
Los labios de Poseidón llegaron a sus nalgas, donde dejó mordidas por las redondeadas formas, dejando sus dientes marcados en ellas. Kojiro apretó el futón debajo de él, encantado con el dolor que esos dientes causaron, extasiado con saber que tendría las marcas en su piel.
Poseidón volvió a subir por su espalda con besos y lametones hasta llegar a su cuello, donde besó hasta que su boca atrapó el lóbulo de su oreja.
—Levanta la cadera.
Kojiro obedeció porque la voz de Poseidón estaba siendo demasiado sensual como para ignorarla. La mano del dios entonces bajó por su piel, pasando tentadoramente los dedos por su espalda hasta llegar a su trasero, donde acarició con las yemas su entrada.
—Poseidón—suspiró girándose para intentar ver al dios.
El dios se acercó a su rostro y lo besó de manera sucia, mordiendo su labio inferior al separarse.
—¿Quieres que siga avanzando?—preguntó alejando sus dedos.
Kojiro movió su trasero para atrás, buscando a esos dedos traviesos.
—Por favor—rogó haciendo sonreír al dios.
—Como ordenes, cariño.
Cuando los dedos volvieron, lo hicieron humedecidos con algo que se sentía resbaloso. Acariciaron su entrada superficialmente, como si desearan que se acostumbrara poco a poco a lo que se vendría. Kojiro decidió que relajarse era lo mejor para no pasar un mal momento por los nervios de la primera vez. Había leído lo suficiente como para saber que relajarse era lo mejor.
Cuando el primero entró, lento y con cuidado, los labios de Poseidón lo ayudaron a distraerse. Besos fueron depositados en su nuca mientras el dedo en su interior buscaba acostumbrarlo para poder seguir avanzando. Kojiro se dejó llevar por los besos que siguieron siendo depositados sobre su piel, en especial cuando se sumó el segundo dedo en su interior. Un suave dolor pasó por su parte baja, haciendo que apretara el futón debajo de él. Pero entonces Poseidón tocó una parte en su interior que mandó una corriente eléctrica por su columna, causándole un suave gemido que hizo sonreír al dios.
—Así que ahí está.
Realmente Kojiro no podía pensar muy bien en lo que Poseidón encontró en su interior que lo hacía ver estrellas, lo único que podía hacer era sentir el placer que ese par de dedos le estaba causando. Un placer que lo había vuelto a poner duro y que hacía que deseara tener algo más grande en su interior.
—Poseidón, por favor—gimió girándose para ver a su pareja.
Poseidón lo vio un momento antes de besarlo intensamente, metiendo un tercer dedo en su interior que movió ya conociendo el rincón placentero que hacía a Kojiro gemir. El placer no tardó en superar el escozor en su parte baja, haciendo que moviera la cadera hacia atrás para sentir a los intrusos más profundo en su interior. Su mente comenzaba a nublarse, incapaz de hilar demasiado bien dos ideas sencillas. No sabía qué tenían los dedos de Poseidón, pero fuera lo que fuera Kojiro no quería que dejaran de estar en su interior.
Cuando los tres dedos salieron, Kojiro movió la cadera hacia atrás para devolverlos a su interior. Pero en su lugar solo se encontró con la mano de Poseidón que mantuvo su cadera en alto y una risa grave cerca de su oído.
—Si te duele solo dime y pararé.
Kojiro no tuvo que esperar demasiado para sentir a Poseidón metiéndose en su interior. El dolor de antes regresó, principalmente porque el miembro de Poseidón no podía compararse con sus tres dedos. El tamaño era diferente, más grande, y se sentía más caliente y pesado. Presionaba muy bien el rincón placentero en su interior, haciendo que el dolor se mezclara con el placer y fuera, de cierta forma, soportable. Pero lo que más ayudaba a olvidar el dolor eran los besos que Poseidón dejaba en su nuca y en sus hombros. Sabía que el dios buscaba distraerlo y relajarlo, algo que estaba consiguiendo sin duda alguna. Quizás porque su presencia era ya suficiente para mantener tranquilo a Kojiro o quizás porque estaba haciendo un buen trabajo, no podía saberlo muy bien.
Cuando Kojiro consiguió relajarse y acostumbrarse al miembro de Poseidón en su interior, el dios comenzó a moverse de afuera hacia adentro, lento y suave para no lastimarlo. Kojiro se aferró al futón, sintiendo las embestidas aumentar de velocidad a medida que él comenzaba a sentirse mejor. Mientras más mutaban sus gemidos a gemidos de placer, con más rapidez se movía Poseidón en su interior. Con más frecuencia tocaba ese rincón en su interior que solamente volvía agua sus pensamientos.
Sin embargo, lo más placentero de todo eran quizás los gemidos que Poseidón no temía dejar oír. Gemidos de placer al estar en el interior tibio de Kojiro. Su voz era sin duda alguna una de las debilidades del humano, pero sus gemidos competían de cerca por ganarse el puesto.
—Kojiro—gimió Poseidón antes de morder su hombro mientras sus caderas se movían con fuerza en su interior.
—Poseidón—gimió Kojiro, sus ojos nublados por el placer—, yo...quiero verte...
No sabía si Poseidón entendería lo que quería, pero cuando salió de su interior para girarlo y dejarlo de frente, supo que lo había hecho. Aferrándose a su cadera y sus hombros, Kojiro sintió el miembro de Poseidón metiéndose de nuevo en su interior para continuar con las fuertes y rápidas embestidas.
De esta forma, Kojiro podía admirar el rostro del dios en pleno placer. Un rostro que no se diferenciaba mucho de uno humano, pero que de alguna manera era tan hermoso que podías saber que no se trataba de un humano. El sudor pegaba el cabello rubio de Poseidón a su frente, mechones dorados que seguían viéndose tan sedosos como siempre. Las mejillas del dios estaban sonrosadas, un color suave que contrastaba con la siempre pálida piel. Los ojos azules brillaban en placer y éxtasis, con un inconfundible amor que solamente aparecía cuando Sasaki Kojiro estaba presente.
Fue esa mirada quizás la que desarmó por completo al espadachín, dejándolo tan vulnerable y expuesto que lo único que deseaba era ser abrazado y resguardado en esos fuertes brazos.
—Kojiro—su nombre gemido por este dios era sin duda alguna un placer extra que disfrutaba—, mi dulce Kojiro—los labios de Poseidón besaron su mejilla, perdido en el placer—, te amo tanto.
Kojiro se aferró a la espalda de Poseidón, clavando sus uñas en ella cuando se corrió entre sus vientres. Era vergonzoso que una confesión como esa lo hubiera hecho tener su orgasmo, pero había sido inevitable para él no correrse cuando la voz enamorada y llena de placer de Poseidón le había dicho que lo amaba.
Mordió el hombro de Poseidón cuando este continuó moviéndose en su interior buscando su liberación y causándole un placer que lo estaba haciendo llorar. Fue suficiente para que el dios terminara en su interior, tensándose por el orgasmo y gimiendo cerca del oído de Kojiro.
Ambos respiraron agitados, buscando regular sus respiraciones. Poseidón salió de su interior y se acostó a su lado, mirándolo con sus intensos ojos azules. Kojiro giró la cabeza hacia él, sonriéndole al dios mientras llevaba su mano hacia la contraria.
No necesitaron decirse nada, simplemente entrelazaron sus dedos, sintiéndose mucho más unidos que antes.
*
Si Kojiro tenía que ser sincero, nunca imaginó que su vida pudiera cambiar de esta manera tras tener sexo por primera vez con Poseidón. Sí llegó a escuchar de parejitas jóvenes que se volvían imparables en ese tema luego de la primera vez, como una especie de luna de miel que podía durar meses. Él creyó que eso era solo para los hormonales jóvenes que apenas estaban empezando a conocer sus cuerpos y que no tenían control sobre ellos mismos.
Nunca pensó que eso mismo le pasaría con Poseidón.
Antes de que tuviera su primera vez con Poseidón, pensó que dos veces por semana sería algo normal. Incluso creía que era demasiado para una semana tener sexo dos veces. Pero ahora mismo, pensaba que eso era demasiado poco. Mínimo, ahora tenían sexo una vez al día, en cualquier momento del día. Normalmente en el cuarto de hotel, solo unas pocas veces se atrevieron a hacerlo afuera. En cualquier posición, no importaba realmente, lo único en lo que podía pensar Kojiro era en tener la boca, las manos y el miembro del dios en alguna parte de su cuerpo.
Nunca pensó en ser insaciable en este tema. No había pasado nada parecido cuando estuvo con esas dos mujeres humanas, pero creía que eso se debía al nulo interés que tenía en ellas. Muy diferente al interés que sentía por Poseidón.
—Espera—rio Kojiro sintiendo la boca de Poseidón en su cuello.
Se había duchado luego de salir a conocer Seúl y se había sentado a peinarse el cabello en medio de la cama. Poseidón se había terminado de duchar también y se había acercado a la cama, sentándose detrás de él para comenzar a besar la parte expuesta de su cuello.
—No pareces muy convencido con que pare—dijo burlón el dios continuando con los besos en esa zona.
—Lo hicimos esta mañana.
Lo habían hecho en cuanto se despertaron, luego de que Kojiro tentara al dios con unas caricias y unos cuantos besos en el pecho.
—¿Y?
—Mi trasero no aguantará demasiada actividad.
Poseidón sonrió, atrapando el lóbulo de la oreja de Kojiro con los dientes.
—Hay otras maneras de hacerlo sin necesidad de que te penetre—murmuró.
Una mano grande fue al interior de sus muslos y los acarició, separando ligeramente sus piernas. Kojiro no tenía el más mínimo interés en seguir negándose.
—¿Es así?—sonrió girándose para mirar a Poseidón—Enséñame entonces.
Al final, sí hubo un método de hacerlo sin necesidad de penetración que ambos disfrutaron mucho.
*
Las revolucionadas hormonas se fueron calmando con los meses. Ya para el final del quinto año de viaje, ambos mantenían una vida sexual activa pero sin que fuera excesivamente activa. El tiempo que gastaban antes en desnudarse y hacer el amor, lo invirtieron en actividades conjuntas que Kojiro consideró más íntimas que el acto sexual en sí.
Por ejemplo, habían tomado la costumbre de leer juntos el capítulo de un libro. El libro estaba en griego, por lo que Kojiro lo leía lento. Poseidón era paciente y le enseñaba aquello que no supiera, esperando el tiempo que fuera necesario para que Kojiro terminara bien con la página antes de pasar a otra. También pasaban tiempo tomando té. Kojiro le enseñó todo el ritual del mismo, así que en ocasiones preparaba algún tipo de té que fuera del agrado de ambos y se sentaban a beberlo en la tranquilidad de la tarde.
Incluso había momentos más pequeños, como cuando Poseidón le cepillaba el cabello antes de dormir o cuando Kojiro masajeaba la cabeza del dios luego de un largo paseo lleno de humanos. Eran momentos pequeños que se volvían parte de la rutina, momentos que nadie consideraría importante pero que para ambos lo eran.
El beso en la frente al despertar, la pequeña burla al salir de la cama, los dedos que se entrelazaban al bajar juntos a desayunar, el silencio cómodo mientras recorrían las calles, la mirada disimulada cuando creían que el otro estaba distraído. Eran cosas pequeñas y tontas, pero que Kojiro no podría imaginarse sin ellas.
Como cada mañana al despertar, Poseidón besó su frente, corriendo los mechones de cabello blanco que le caían sobre el rostro.
—Buenos días—saludó tallándose los ojos y sentándose en la cama.
—Buenos días—Poseidón se levantó de la cama.
Cuando Kojiro lo vio, descubrió que se acercaba con una bandeja con el desayuno ya servido.
—¿Desayuno en la cama?
—Creí que era lo mejor para nuestro último día de viaje.
Cierto. Poseidón le había advertido que si bien podía estar un tiempo lejos de sus responsabilidades, no podía hacerlo toda la vida. Como rey de los mares todavía tenía que estar presente y desde hacía dos semanas le advertía que este viaje estaba llegando a su fin.
—Mm...es una lástima, voy a extrañar verte vestido tan casualmente.
Incluso si para los estándares humanos Poseidón no lucía muy casual, para lo que se acostumbraba en el mundo de los dioses, lo era.
—¿Vas a extrañar verme disfrazado de humano?
Kojiro se acercó a él en cuanto se sentó a su lado y le robó un beso.
—Un poco. Pero me gusta tu otra ropa, muestra mucho más que esta—se burló acariciando superficialmente el pecho del dios.
Poseidón sonrió divertido, tomando la mano del humano para besar su palma.
—No te vayas a poner celoso.
Kojiro rio, tomando las gachas de avena.
—Haré mi mayor esfuerzo.
Título del capítulo parte de la canción Our last summer de Abba.
*Esto no es algo que Poseidón iba a decirle a Kojiro, así que lo aclaro aquí. Las chicas hablaban respecto a ellos. Lo que hace que Poseidón frunza el ceño es que se refieren a Kojiro como un sugar daddy y a Poseidón como el sugar baby. Si supieran que el verdadero sugar daddy era otro...
**A lo que se refiere Poseidón con que ninguno de los dos son humanos es que él es dios y Kojiro si bien es humano, está muerto, por lo que no es como los humanos normales.
λατρεία μου: latreia mou, según lo que encontró mi hermana significa Mi adorado y es una expresión de profundo amor.
Y el smut de estos dos al fin llegó jajaja sinceramente estoy harta de los tops que no gimen, es como ¿por qué gruñen? No son perros, los gemidos no son solo de los bottoms
Como sea, espero que les haya gustado esta parte dos, el la tercera parte volverán al castillo de Poseidón, ¿cómo creen que le vaya a Kojiro con los que habiten ahi?
Nos vemos! Besos!
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