Capítulo 17
Capítulo 17
Everybody's looking for something
El Helheim no era territorio desconocido para él, se lo había dicho a Zerofuku antes de aceptar ayudar a Sakata Kintoki. Por años deambuló por el Valhalla, escuchando historias y rumores de los calabozos y el tártaro. No vivió en el Helheim, pero podría decirse que tuvo contactos que lo llevaron de paseo al Helheim y le dieron un par de paseos por el mismo. Jataka fue capaz de conocer la estructura y las trampas que rodeaban muchas de las celdas importantes gracias a esos contactos. Entre ellas, se encontraba la de Sigfrid.
Nadie, salvo excepciones, sabía la verdad detrás de por qué Sigfrid estaba tan fuertemente custodiado. Incluso nadie tenía el derecho de hablarle, lo que tornaba todo mucho más misterioso. Sin embargo, nadie decía nada ni hacía nada para averiguar por qué un solo hombre tenía que estar tan custodiado. Nadie nunca se atrevió a hablarle. La amenaza de Hades había sido tan firme que nadie se animaba a contradecirlo. Todos tenían miedo de ir contra el rey del Helheim.
Pero Jataka, luego de varios paseos en ese sitio y viviendo lo que nunca fue capaz antes, aprendió sobre su verdadera naturaleza osada y aventurera. Había sido un descubrimiento realmente impresionante y lo había hecho sentir aliviado. Si no fuera por eso, no hubiera aceptado jamás sumarse a esta misión arriesgada. Sabía muy bien que si su hermano se enteraba iba a sermonearlo como nunca antes hizo.
Por eso, lo más sensato para evitar que Kintoki lo descubriera era vestirse de manera en que nadie pudiera reconocerlo. Y para eso optó por ropa oscura que le cubriera hasta el cuello. Algo elegante y no humano, con guantes de cuero para evitar dejar sus huellas. También decidió colocarse una máscara que dejaba a la vista su boca, pero cubría todo el resto. La capucha de su abrigo era muy útil también para cubrir su cabello blanco el cual iba muy bien atado para evitar que se cayera uno solo de ellos y lo delatara.
Ah, tantas molestias solo para salvar al ex novio de una valquiria. Bien, era más divertido que seguir viendo las peleas del ragnarok.
Conociendo bien el castillo, Jataka se infiltró por solitarios pasillos hasta llegar a una zona poco transitada donde depositó una bomba. Tan pronto la activó salió corriendo porque solo tenía tres minutos y él no estaba realmente seguro del desastre que la bomba podría causar, por lo que si no era capaz de salir a tiempo entonces algo del castillo se le caería encima.
Nada se le cayó encima porque escapó a tiempo, escuchando el estallido a lo lejos mientras se mantenía oculto detrás de una estatua. Desde su posición consiguió ver a gran parte de los guardias que fueron hacia el sitio de la explosión. Cuando no vio a ninguno más cerca colocó otra bomba en la estatua y salió corriendo hacia la entrada al tártaro, lugar donde Sigfrid estaba.
Dos guardias, que no parecían fáciles de derribar, estaban custodiando la puerta. Jataka pensó en el método que podría usar para distraer a estos dos guardias y hacer que Kintoki ingresara. Tenía que sacarle también a los guardias la piedra y las llaves mágicas que usaban o Kintoki seguramente no llegaría muy lejos.
Piensa, Jataka, piensa.
Mientras escuchaba la explosión de la estatua, Jataka entonces tuvo una brillante idea. La más brillante de todas sus ideas.
—¿Eh?—dijo el guardia de la derecha viendo uno de los pájaros del Helheim volar hacia él.
El ave se posó en su cabeza mientras picoteaba algo en su pata. Su compañero se burló de él y entonces...
BUM.
Jataka le pidió disculpas a la pequeña ave que sacrificó por este bien mayor. Pero él conocía este tipo de aves del Helheim. Eran animales pequeños y dóciles que solían rondar sin hacer daño alguno. Eran animales también muy inteligentes que se usaban como mensajeras, uno solo tenía que indicarle hacia quién ir y el ave iría sin más. Era una especie de fortuna a su favor que utilizó sin pensarlo mucho.
Con uno de los guardias moribundo y el otro muerto, Jataka consiguió hacerse con las dos piedras de cada uno para dársela a Kintoki, quien se había acercado a él luego de ver el desastre que hizo.
—Increíble que eso funcionara. Realmente nunca confié en que esas aves fueran útiles—dijo el chico aceptando las piedras—. ¿Ingresarás conmigo?
Jataka asintió sin decir palabra alguna para evitar ser descubierto. Tenía que entrar con Kintoki para ayudar a generar más caos que distrajera al resto de los guardias. Por más que pudieran entrar eso no quería decir que dentro no hubiera más guardias por los cuales preocuparse. La seguridad de esta zona era en verdad muy alta.
Ingresaron usando las piedras, dejándose una cada uno. Jataka imitó el sigilo de Kintoki y obedeció cada vez que él le decía que lo siguiera. No quería arruinar la misión siendo un idiota así que se aseguró de poder seguirle el ritmo a su compañero. Cuando llegaron a un cruce, Jataka le pidió que se escondiera mientras él hacía su magia. Una magia muy explosiva.
Corrió varios metros hacia atrás, bastantes metros hacia atrás, y colocó una fuerte bombas que solo haría más ruido que destrozos. Solamente le dio dos minutos antes de correr y llegar con su compañero para esconderse a su lado. Cuando la bomba estalló, una gran cantidad de guardias salieron del camino izquierdo y ambos no dudaron en ir hacia él. Donde más guardias había era donde lo más importante estaba escondido.
Pero cuando estaban a la mitad del camino, recordaron que el lugar no solo estaba lleno de guardias sino que también había varias trampas. Trampas letales.
Jataka logró esquivar por pura suerte una de las flechas envenenadas que fueron lanzadas hacia él y que dejaban un agujero putrefacto en la pared de piedra. Dios, si eso podía causar algo tan imposible en la pared, no quería imaginarse que le haría si tocaba su cuerpo.
Había cosas que eran mejores no saber.
Para su suerte, Kintoki sí estaba más atento a todo y logró esquivar las trampas y salvarlo en varias ocasiones de caer en ellas. Los rumores que escuchó ya no podían ayudarlos porque claramente nadie había llegado tan lejos, así que solamente les quedaba rezar por sus pobres almas y esperar a no activar más trampas. Cada paso que dieron desde entonces fue con extremo cuidado y mirando cada rincón por el que pasaban.
Fue la hora más larga de toda la vida de Jataka. Imaginaba que los guardias no regresaban porque creían que las trampas serían suficientes para ellos o...por lo que sea, no importaba. Solamente tenían que llegar hasta el calabozo de Sigfrid y sacarlo de ahí. No sabía cómo lo haría, pero Jataka estaba seguro de que lo haría.
—Estoy seguro de que es por aquí—escucharon la voz de un guardia que retumbaba en el eco.
Jataka se detuvo y miró hacia atrás, donde se escuchaban los pasos que retumbaban en su dirección. Kintoki lo miró impaciente.
—Vamos, hay que seguir—susurró jalando su brazo.
Pero Jataka sabía que si seguían juntos, entonces no llegarían a Sigfrid.
—Ve por él, yo los distraigo—susurró también, porque su voz susurrada no sería reconocida por Kintoki.
Corriendo de regresó por el camino por el que vinieron, Jataka preparó un par de bombas para lanzarles a estos guardias. No podía pelear directamente contra ellos, pero todavía podía hacerle estallar unas bombas a la cara. No pasó siglos aprendiendo el arte de la pólvora solamente para saber hacer fuegos artificiales.
Apenas lo vieron, los guardias prepararon sus armas para atacar. Pero ya prevenido, Jataka tomó dos pequeñas bombas que les lanzó a la cara. Ellos usaron sus armas para cubrirse, pero al tocar las bombas estas estallaron, permitiéndole a Jataka pasar entre medio de ellos derrapando en el suelo y dejando dos bombas contra sus piernas que tenían un tiempo de cinco segundos antes de estallar.
Logró liberarse de esos dos, pero sabía que más adelante habría más y tendría que buscar una nueva estrategia contra ellos. En algún momento sus bombas serían insuficientes y Jataka tendría que recurrir a rezarle a su hermano Buda por protección.
Para su suerte, los siguientes guardias solo estaban armados con alabardas y espadas, por lo que un ataque explosivo sorpresa había sido suficiente para abrirle camino a Jataka y permitirle explotarles alguna parte del cuerpo en su huida. Así Kintoki no tendría muchos problemas al tener que regresar. Quizás los guardias estarían medio moribundos o ya muertos luego de desangrarse en el suelo del tártaro.
O tal vez Kintoki también fuera un cadáver si no era precavido y una trampa lo tomaba por sorpresa.
Realmente deseaba que el chico tuviera éxito.
Jataka logró salir del tártaro, explotando guardias a diestra y siniestra, y corrió hacia el castillo que era lo más cercano donde podía esconderse. En el castillo la cantidad de guardias no era exagerada como en el Tártaro y luego del desastre que hizo ahí posiblemente la mayoría estaría dirigiéndose a ese lugar. O bien estarían asegurando mejor el castillo. Realmente no era algo que pudiera saber hasta poder llegar a destino.
En el castillo al menos podría descansar hasta saber si Kintoki había tenido suerte o no. Además, ahí podría ver el movimiento de los guardias y saber si tenía que regresar a ayudar o simplemente quedarse en su lugar.
O también estaba la opción de enterarse de que Kintoki había muerto. Todas eran opciones válidas.
Afuera del castillo, la cantidad de guardias era mayor a la que vio al inicio. Pero dentro, la cantidad era menor. Claramente infiltrarse no había sido un problema, estos guardias parecían dejarse llevar por los sonidos y Jataka utilizó varios de ellos para llamar la atención de muchos guardias. Pensó que las bombas no serían lo mejor, así que tomando una piedra rompió una ventana mientras un guardia bostezaba. Rápidamente unos seis o siete guardias fueron en esa dirección, dejando una ventana libre por la que Jataka ingresó tras hacerla estallar. Y ya dentro, Jataka corrió por los pasillos y subió escaleras hasta hallar la primera habitación donde se escondió.
Bien, había querido meterse sin ser detectado y ahora todos lo estaban buscando. Genial, que buena idea, de verdad tendría que rezarle a Buda ahora para no morir. Y no creía que su hermano fuera a hacer algo ahora que tenía novio. Jataka no era idiota, podía notar el interés de Buda en el pequeño dios y no era un interés cualquiera.
Al fin Buda se casaría por amor. Jataka esperaba ansioso la boda.
Su pequeña burbuja de felicidad se rompió cuando sintió a alguien empujarlo contra la pared con fuerza mientras llevaba una mano a su hombro para mantenerlo fijamente en esa posición.
—Que interesante polizón tenemos, ¿eh?—dijo su captor, un ser con una extraña armadura que cubría su rostro—Dime, basura, ¿qué estás haciendo aquí?—Jataka no podía responder porque su mente estaba pensando en una salida para este problema sin tener que usar la fuerza bruta.
No era que Jataka no quisiera usar la fuerza bruta, era que realmente no podía hacerlo. Él no era un dios como Buda, era un humano con una extraña habilidad para hacer bombas. Nada más.
El extraño ser apretó un poco más su hombro, haciendo que siseara por el dolor. Entonces, el que lo sostenía se destapó la cara dejando ver sus rasgos.
Jataka creía firmemente que el mundo era realmente pequeño.
—Señor Adamantino—dijo un guardia abriendo la puerta—, ¿ha encontrado a...?
El guardia que acababa de abrir la puerta: ...
Sí, Jataka no solía ser el mejor cuando tenía que pensar bajo presión. Cuando había estado vivo, hacerse cargo de un reino era mucho más simple. Había estudiado por años para llegar a donde estaba por lo que podía resolver un problema político y económico con facilidad.
Esta situación, no era algo que se pudiera estudiar. Su vida en el Helheim le enseñó que él no servía para pensar en un buen plan bajo presión, mucho menos cuando se trataba de una situación como la que estaba viviendo.
Para su suerte, conocía a las personas. Gracias a esto, sabía perfectamente que las personas, vivos, muertos o divinidades, se sentían incómodas cuando presenciaban la escena de dos amantes besuqueándose a escondidas. Que el dios este se quitara la máscara y tuviera un rostro más humano que muchos otros que conoció, ayudó demasiado.
Separándose del fogoso beso, en el que el dios no participó por la sorpresa, Jataka gimió de manera suave pero con el suficiente volumen como para que sea incómodo para otros.
—Eh...no sabía que usted estaba...no interrumpo más señor—y el guardia que había entrado, se fue sin más.
Jataka tuvo que pensar rápido porque si bien se libró de un guardia, todavía tenía a este dios que parecía dispuesto a matarlo si descubría la razón por la que estaba ahí. Tenía que buscar otro motivo, otra cosa... ¿qué podía usar a su favor?
...
Oh, ya.
—Me alegra encontrarlo, señor Adamantino—Gracias pequeño guardia por decirme su nombre—. O mejor dicho, me alegra que me encuentre—Jataka estaba haciendo todo lo posible para que su voz saliera juguetona y sensual, muy diferente a la voz serena que usaba normalmente.
Todo sea para no morir y poder seguir ayudando a Kintoki.
—Tú... ¿qué mierda...?—Jataka puso el índice en sus labios, aprovechando que el dios parecía realmente desconcertado.
—Me ha hecho cometer locuras para llamar su atención, señor—Jataka se juntó más al cuerpo metálico, lamentándose de que no fuera el real para tentarlo mejor—. Pero me alegra que el objetivo se haya conseguido.
Su mano viajó por el pecho de este dios, mientras mantenía una sonrisa en sus labios.
—¿De qué mierda hablas?—preguntó el dios intentando alejarse de él.
Parecía desconcertado por el trato que estaba recibiendo de su parte.
—¿De qué hablo?—Jataka se volvió a juntar a él, tomando su rostro suavemente—Hablo de que he escuchado mucho sobre usted, señor, y que conocerlo se transformó en mi prioridad. Un dios como usted, es digno de mi interés.
El dios lo miró desconcertado un rato antes de reír y tomar sus muñecas para alejar sus manos.
—No hables mierdas, dime la verdad antes de que empiece a romper tus huesos.
—Solo hablo con la verdad, señor—cuando el dios apretó sus manos, Jataka se obligó a gemir como si le gustara en lugar de quejarse, lo bueno fue que el método funcionó para que dejaran de apretar sus muñecas—. ¿Qué puedo hacer para que me crea?
El dios sonrió, claramente sin creerle sus motivos para estar ahí. Hacía bien, pero Jataka no podía permitirse que lo descubrieran.
—Así que estás interesado en mí, ¿eh? Bien, bien, pequeño bastardo mentiroso, si te gusto tanto, entonces dejarás que te folle.
Jataka: ...
Bien, el sexo con hombres no era raro para Jataka. El amante que lo había llevado hasta el Helheim de paseo era un hombre. El problema radicaba en que no sabía si este dios sería amable con él o no. Todavía necesitaba sus piernas para salir corriendo en caso de que Kintoki lo necesitara.
—Que el señor Adamantino me guste no quiere decir que me guste ser violado también—dijo entre divertido y mordaz.
El dios rodó los ojos.
—Dije que te dejaras follar, no violar. Son dos cosas diferentes.
—¿Qué diferencia hay?
Realmente no veía diferencia, no con este dios que parecía bastante agresivo.
—En que en uno te gustará lo que te haré y en el otro no. Así que, si no estás mintiendo, dejarás que te folle—el dios sonrió engreído, cruzándose de brazos.
Jataka entonces se dio cuenta de que si no decidía bien y rápido, Kintoki podría sufrir las consecuencias.
***
Kintoki no supo cómo, pero al final, luego de una larga travesía, consiguió dar con la celda de Sigfrid. No sabía cuánto tiempo tenía, pero estaba seguro de que el amigo de Zerofuku no podría hacer demasiado así que tenía que ser rápido.
Los guardias que estaban cerca habían sido derribados con facilidad, no por nada Kintoki era uno de los representantes de la humanidad. Las trampas también fueron esquivadas, aunque estas en verdad fueron complicadas y en cierto punto hicieron dudar a Sakata de seguir adelante. Pero siguió y consiguió llegar al objetivo.
—¿Sigfrid?—llamó al hombre que estaba atrapado en una posición incómoda.
El cabello largo de Sigfrid se movió ante su voz y pronto un rostro suave se alzó ante Kintoki.
—Tú... ¿eres un humano?—preguntó Sigfrid.
Su voz era ronca y parecía como si no la hubiera usado en mucho tiempo.
—Lo soy. Te estaba buscando—mientras buscaba una forma de abrir la celda, Kintoki continuó hablando—. Imagino que sabes sobre el ragnarok, ¿o esas noticias no te llegaron hasta aquí?
—Sí, he escuchado lo que Brunhilde hizo.
—Perfecto—Sakata maldijo en voz baja mientras seguía buscando—. Eso me ahorra algunas explicaciones. Como sea, tenemos que sacarte de aquí. No sé por qué estás en este lugar, pero sea por lo que sea, Brunhilde hizo todo esto por ti así que sería bueno que te presentaras en el ragnarok. No sé si lo conoces, pero Buda es quien me mandó a buscarte. Creo que confía en que puedas ayudarnos con todo este problema.
—No tendría problemas de ayudar a la humanidad, pero antes me gustaría saber mejor todo el contexto.
Sigfrid parecía un hombre amable que, extrañamente, no había caído en la locura. Luego de años en ese lugar, era increíble que no hubiera sucumbido a la demencia.
—Los dioses querían aniquilar a la humanidad, pero Brunhilde intervino y los provocó para que aceptaran el ragnarok. Hay trece representantes de cada bando. Por el momento los humanos van ganando, pero eso es solo porque un par de dioses se rindieron ante sus oponentes humanos. Como sea, llevamos ventaja. Pero tanto Buda como yo creemos que eso no es bueno. Los dioses no han hecho nada todavía en contra de los humanos por esto, pero no creemos que se queden de brazos cruzados mientras nosotros llevamos la ventaja—finalmente, Kintoki dio al costado de los barrotes llenos de púas—. Maldita sea, ¿no hay alguna cerradura por aquí?
—No exactamente. Es una puerta especial que solamente Hades puede abrir.
Sakata se preguntó por qué no tuvieron en mente eso cuando era demasiado obvio que Hades tendría acceso a un prisionero como Sigfrid.
Bien, tendría que buscar una forma de abrirla o todo esto sería en vano. Y no dejaría que la ayuda del extraño amigo de Zerofuku se desperdiciara solo por una puta puerta.
—¿Algo que deba tener en cuenta sobre esto antes de golpearlo?
—Está diseñado para no ser destruido a la fuerza.
...
Bien, hasta aquí llegaba su travesía.
Sakata se sentó en el suelo, mirando hacia donde Sigfrid estaba. No tenía una forma de deshacerse de esas cosas y no creía que un milagro cayera de repente del cielo.
—Bien, genial. ¿Por qué te encerraron? ¿Qué fue lo tan malo que hiciste como para que nadie pudiera tener acceso a ti?
¿Cuál fue su crimen de guerra que lo había llevado a estar en esta situación? ¿Qué crimen contra los dioses cometió que lo dejó en esta situación?
—Rechacé a un dios.
Kintoki:...
—No creo que eso sea motivo para estar aquí.
Hades no parecía ser un dios irracional como para encerrar a alguien en este lugar solo por rechazarlo. Esperen... ¿rechazar qué?
—¿De qué tipo de rechazo hablamos?
Sigfrid sonrió divertido.
—Del tipo amoroso.
—¿Me estás diciendo que solo estás aquí por rechazar el corazón de Hades?
Sigfrid negó con la cabeza.
—No, no fue él a quien rechacé. Hades cree que estoy aquí por haber asesinado a uno de los hijos de Odín.
—Pero la verdad es que estás aquí porque le rompiste el corazón a un dios.
—No diría que le rompí el corazón, creo que fue su orgullo de dios el que salió más herido.
Sí, no le sorprendía a Kintoki eso. Los dioses parecían seres extremadamente y peligrosamente orgullosos. Cualquier ofensa podría significar un castigo por demás de injusto.
—Y por eso estás aquí.
—En pocas palabras, sí.
—¿Y por qué no intentaste explicarle esto a Hades? Rechazar a un dios no es una ofensa real, no como matarle un hijo. Es injusto este castigo.
—Uno de los castigos que me impusieron fue el que nadie me dirigiera la palabra. No he tenido una conversación con nadie en mucho tiempo.
Oh, eso en verdad podía volver loco a cualquiera. No entendía cómo Sigfrid podía verse tan cuerdo luego de siglos en ese estado.
—¿No tienes alucinaciones o escuchas voces?—preguntó curioso.
Sigfrid rio.
—Todavía mantengo gran parte de mi cordura. Creo que la ira es mi mayor motor para mantenerme cuerdo.
—¿Sabes? Ahora con mayor motivo quiero liberarte. Ese dios se merece que le des una buena paliza por esto.
Sigfrid resopló divertido.
—Tendrías que conseguir sacarme de aquí y como van las cosas, parece que esperas a que te atrapen. No me importa mucho, al menos pude conversar con alguien luego de tanto tiempo.
Eso solo hizo que Sakata se sintiera peor. Luego de pasar por tanto, al final sería vencido por esta celda personalizada. Él, uno de los trece representantes de la humanidad, siendo vencido por una maldita celda. Todavía podía regresar por donde vino, pasar por el extraño amigo de Zerofuku y regresar a la arena del Valhalla. Pero sentía que sería un gran fracaso llegar tan lejos, ocasionar tanto alboroto, para llegar con las manos vacías. Si hacía eso, estaba seguro de que la seguridad se duplicaría y volver a ir por Sigfrid sería imposible esta vez. Estaba seguro que las bombas de su compañero no les permitiría llegar tan lejos si debían regresar. Y empezar una guerra contra el Helheim sería empezar una guerra contra Hades, lo que sería un grave error.
Tenía que pensar en una manera de sacar a Sigfrid de ahí. El mismo prisionero le dijo que usar la fuerza sería en vano. En ese caso, tendría que usar el ingenio.
—¿Alguna vez viste a Hades abrir esta celda?
—Siempre que lo hace me dejan inconsciente.
Sakata asintió, retomando su búsqueda. Tenía que buscar una manera de buscar la cerradura de la celda, tenía que estar en algún lugar cercano. No podía ser que simplemente se abriera con la presencia de Hades. Si ese fuera el caso, entonces Sakata tendría que planear una estrategia para romper la celda a golpe limpio.
El destino pareció estar a su favor porque mientras tanteaba la pared más cercana, una porción de piedra se movió y liberó tres paneles numéricos. Parecía ser que debía poner códigos en las tres y que, de esa manera, lograría abrir la celda. Genial, al menos había un buen método. No tan rápido como el de romper la barrera, pero al menos era algo.
Bien, bien, tenía que pensar en un código que el rey del Helheim pudiera usar. ¿Qué es lo en lo que pensaría Hades para poner en la celda de Sigfrid? ¿La fecha de cumpleaños de sus hermanos? ¿Tal vez la fecha de sus hermanos o los de sus hermanas? Pero ni siquiera sabía cuándo habían nacido ninguno de ellos, no era algo que fuera de conocimiento público. ¿Qué se suponía que hiciera?
Bien, no tenía tiempo que perder, tenía que pensar en una posible contraseña antes de que los guardias decidieran regresar.
...
No fue tan buena idea.
Por cada contraseña errada, Kintoki era víctima de una trampa nueva. Jamás creyó que la imaginación de Hades fuera tanta como para idear un millón de trampas. Literalmente ninguna trampa fue igual a la anterior, todas eran diferentes y todas fueron esquivadas por muy poco. Había llegado a un punto donde Kintoki tenía miedo de colocar la siguiente contraseña.
—Vuelve, muchacho, solo terminarás muriendo si sigues intentando—escuchó que Sigfrid le dijo.
Pero Sakata se negaba a dejar a Sigfrid ahí. Lo sacaría, claro que lo haría. Solo tenía que pensar en la contraseña. No debía ser difícil, había apretado tantos botones que todavía era capaz de escuchar el sonido que los botones hacían al ser presionados. Eran agudos y su sonido parecía escucharse por un par de segundos, lo que hacía que al presionar más botones se formara una desentonada melodía que más parecía un silbido.
Un silbido.
Fue casi una revelación en ese momento para Kintoki. El recuerdo fugaz de la tercera ronda del ragnarok pasó por su mente, el silbido del dios del mar. Un silbido que nunca antes en su vida había escuchado.
No sabía por qué Hades usaría el silbido de su hermano como contraseña, pero Sakata se arriesgó. En el primer intento fracasó rotundamente, porque había algunas teclas que no sonaban parecidas ni siquiera a lo que esperaba. Así que tras esquivar la trampa, Sakata lo volvió a intentar, pero tocando teclas de los otros paneles, combinándolos. A medida que lo iba haciendo, el silbido que había escuchado empezaba a tomar forma. Claro, se equivocó tres veces más antes de conseguir el silbido que buscaba, pero al conseguirlo la celda se abrió.
Sakata jamás se sintió tan feliz y victorioso como en ese momento.
Metiéndose en el interior de la celda, Kintoki liberó a Sigfrid y lo atrapó en el momento que cayó al suelo. Luego de años en la misma posición, podía entender si no era capaz de moverse.
—Vamos, tenemos que salir de aquí—Sakata lo acomodó en su espalda y salió de la celda—. Estoy seguro que tu novia se pondrá feliz de verte.
Sintió a Sigfrid sonriendo contra su hombro antes de escucharlo susurrar.
—Gracias.
***
Adamas miró la máscara en su mano que aquel polizón había dejado caer en su huida. Realmente, no había esperado tener sexo con él. En realidad, Adamas no tenía sexo desde hacía milenios. No era porque él no quisiera, sino porque todos aquellos con los que él quería algo se alejaban. Y Adamas, por muy cruel que pudiera ser a veces, no era un violador. Eso realmente no era lo suyo.
Por eso fue que, cuando este intruso aceptó su propuesta, se sorprendió demasiado. Si antes de tener toda esta armadura nadie lo quería, luego de tenerla había sido peor. Realmente no había demasiados amantes con los que pudiera desahogarse porque a la mayoría no le resultaba atractivo. Que este chico aceptara acostarse con él, fue casi inaudito.
No podía decir que la pasó mal, porque claramente estaría mintiendo. Fue uno de las mejores folladas que tuvo en toda su vida, lo único malo fue que apenas pudo quitarle algo de ropa al chico. Ni siquiera le quitó la máscara, la cual dejó caer cuando dijo que ya debía marcharse y se cubrió bien con la capucha, la cual se dejó en todo el momento que compartieron juntos.
Literalmente fue sexo con ropa. Pero fue mejor que las veces que Adamas desnudó a sus contados amantes. Qué lástima que ni siquiera tenía el nombre de su amante secreto o podría bien volver a comunicarse con él para repetir. Al chico claramente le había gustado, tal vez aceptaría volver a pasar tiempo juntos y, quizás, sin la máscara de por medio.
Adamas suspiró mirando por la ventana de su cuarto. Su mente no dejaba de dar vueltas en este chico atrevido cuando tocaron la puerta. Rodando los ojos y pensando en los inútiles con los que trabajaba, Adamas se levantó y acomodó un poco la armadura brillante que Belcebú había creado para él.
—¿Qué?—preguntó tras abrir la puerta.
El guardia parecía agitado, como si hubiera corrido una gran maratón para llegar a él.
—El...prisionero...Sigfrid...
—¿Qué con él?—apresuró Adamas, maldito guardia mal entrenado, debería hacerlo correr veinte kilómetros todos los días para que esté en forma.
—¡Ha escapado!
Adamas tardó un momento en reaccionar, pero al hacerlo salió corriendo de su cuarto para dirigirse al Tártaro donde tenía que estar Sigfrid. Maldita sea, uno de los prisioneros más importantes ya no estaban ahí.
Tenía que informarle a Hades de inmediato.
.
.
.
Título del capítulo parte de la canción Sweet dreams de Eurythmics
Cancion relacionada con todo el capitulo
Si...mucha libertad creativa jajaj En mi opinion, la armadura de Adamas es un traje que lo mantiene, de cierta manera, vivo. Puede retirarla, pero debe colocarsela tarde o temprano por las heridas que el ataque de Poseidón le dejó.
Y bueno, por su distraccion y por lo inusual del asunto, Adamas no se dio cuenta de que estuvo con un humano. Con el hermano de Buda casualmente jajaja Linda anecdota para contar a la familia :v
Nos vemos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro