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Capítulo 1

Capítulo 1

The first lightning

Lo primero que Thor recordaba del inicio de su vida, era un momento en donde él, de cuatro años, y su padre estaban a solas en el gran comedor. Su padre le hablaba sobre su deber y que tenía que hacerse más fuerte, ya que eso era parte de su destino y el destino era irrevocable, incluso para ellos que eran dioses.

Thor recordaba este momento no por las palabras de su padre, sino porque había pensado en que estaba demasiado aburrido y esperaba que su padre tuviera una idea para que dejara de estarlo.

Lo tuvo, por supuesto. Pero a pesar de que el entrenamiento fue divertido los primeros años, pronto comenzó a tornarse aburrido. Cada oponente que tenía para practicar era eliminado con ridícula facilidad. Su fuerza y su habilidad con Mjölnir era incomparable y provocaba que cualquiera que luchara contra él terminara muerto o rindiéndose en poco tiempo.

Al inicio había sido divertido, las luchas eran más largas y provocaban un sentimiento de felicidad en Thor, de satisfacción. Hasta que empezaron a terminar prácticamente con el primer golpe y entonces, la diversión se terminaba.

Era frustrante.

La pequeña llama en su pecho, esa que brillaba en un inicio, comenzó a volverse cada vez más pequeña, al punto en que terminó por extinguirse, dejando un hueco frío en su interior que nada podía llenar.

Incluso después de luchar contra tantos titanes, Thor no encontró la satisfacción que había esperado. La llama no volvió a arder.

Un poder sin comparación, aunque un regalo codiciado por muchos, puede ser también la maldición de otros—había escuchado decir una vez a Freya.

Thor no dijo nada, simplemente se quedó en silencio mientras los demás hablaban. Pero por dentro pensaba en que había mucha razón en sus palabras.

¿De qué servía tener tanto poder si no había un oponente digno con quien probarlo? No poder pelear usando todo su poder era frustrante, un sentimiento molesto que picaba dentro de Thor casi a diario, derivando todo en un aburrimiento constante y una indiferencia notoria. Era difícil que algo se ganara su atención o que mostrara una reacción ante algo por lo cual los demás estarían boquiabiertos o lo que sea. Thor solo miraría y se preguntaría qué era lo interesante de eso. Y, si lo hallaba, probaría su fuerza para darse cuenta pronto de que todo era una inmensa decepción. Un oponente caído de un solo golpe, dos si tenía mucha suerte y tres en excepcionales casos. Nada demasiado interesante, nada duradero. Solo alguien más que caía de un solo martillazo.

Su padre era de los pocos dioses con los cuales Thor jamás había luchado y con los cuales tampoco sentía la necesidad de luchar. Odín era su padre y un dios respetado. Si bien él no lo tomaría como una ofensa, especialmente si pedía su permiso de batirse en duelo, tampoco Thor sentía la necesidad de luchar contra su propio padre.

Para empezar, solo sería una lucha y, aunque posiblemente lo mantendría entretenido, pronto terminaría y Thor caería de nuevo en lo mismo. Tampoco podía esperar que Odín entrenara con él porque estaba constantemente ocupado.

Así que Thor solo podía aceptar su destino y vivir aburrido por la eternidad. Ni siquiera su matrimonio llenó el vacío en su pecho, aquel que cada día se enfriaba más gracias a los años de aburrimiento y desinterés. Un hueco oscuro y lleno de hielo con el que cargaba diariamente. En las batallas solía llenarse con un mínimo de calor, pero pronto eso desaparecía y volvía a quedar en un frío total.

Thor miró el Mjölnir en su mano, luego de la práctica de ese día. Quería culpar a su arma por su inmenso poder porque gracias a eso no encontraba ningún oponente digno.

Pero eso era estúpido, después de todo, él era el problema.

Él tenía un poder incomparable y había días en que, realmente, eso no le gustaba.

*

Su esposa, Sif, había organizado una cena. Ella era reservada y apenas solían dirigirse la palabra cuando estaban juntos, pero ese día Sif tuvo el valor y la osadía de realizar dicho banquete para cenar a solas con su esposo. La mesa larga estaba repleta de exquisiteces y alcohol mientras que su esposa estaba vestida con costosas sedas con hilos de oro y plata. Su larga melena rubia estaba decorada con joyas relucientes.

Thor ni siquiera le prestó atención. Aceptó la cena sin decir una palabra, dejando a su Mjölnir a un costado para que no sea una molestia y sacándose sus pesados guantes. Sif tampoco dijo nada al comienzo de la cena, por lo que mientras comían y bebían, solo se escuchaban sus cubiertos y copas tintineando. Thor estaba bien con eso, pero parecía ser que Sif no.

—He escuchado que has librado a Asgard de la invasión de sesenta y seis gigantes.

—Mn.

Sif sonreía, sus brillantes ojos celestes lucían incómodos. Pero ella seguía sonriéndole a pesar de que a Thor le importaba poco si le sonreía o le gritaba.

—Debió haber sido difícil, querido.

—Fue aburrido.

La sonrisa de Sif titubeó, su mano jugó con el tenedor de plata.

—Todos estaban agradecidos contigo, debe ser gratificante ser adorado por los Asgardianos.

—Es lo mismo.

Sif, sabiamente, decidió continuar su cena en silencio. Thor solo esperaba a terminar para poder retirarse a entrenar. Había entrenado esa mañana, pero necesitaba volver a hacerlo para matar ligeramente el aburrimiento.

Los platos dorados que contenían su comida poco a poco se fueron vaciando. El apetito de Thor era bestial, un espectáculo ver a un hombre con su cuerpo engullir platos y platos repletos de comida con los que podrían alimentar a veinte o quizás treinta personas. Sif apenas había probado bocado, pero Thor había terminado con el banquete casi él solo.

Cuando la comida desapareció, se levantó de la mesa encaminándose hacia Mjölnir para tomarlo y marcharse. Pero entonces Sif se levantó apresurada de su asiento y atrapó su mano. Era la primera vez que su esposa tenía ese atrevimiento.

—Querido, discúlpame por mi osadía, pero desearía que esta noche te quedaras a mi lado y me brindaras tu compañía. He mandado a abrir el licor más exquisito de todos para acompañarnos esta noche, por favor, no desperdiciemos tal regalo de tu padre y disfrutémoslo juntos.

El licor regalado por Odín era de los más extraños, pero deliciosos de todos. Como regalo de boda les obsequió galeones enteros de dicho licor y Thor los guardaba en su bodega, abriéndolos en momentos especiales. No sabía por qué Sif decidió abrir uno y servirlo, pero decidió no decir nada e ir con ella al salón para degustar la bebida.

Dejando a Mjölnir en el comedor, fue con Sif quien continuaba sosteniendo su mano. Thor no devolvió el agarre y simplemente caminó a su lado. Notó el cuerpo delgado y bien proporcionado de su esposa presionarse contra él. Su ancha cadera golpeaba su costado al caminar, el contoneo constante que hacía era pronunciado y pensaba que era a propósito. Sif nunca antes había caminado de esa manera ni tampoco había buscado contacto con él prácticamente desde que se casaron. Incluso consumar el matrimonio había sido un acto rutinario, Thor solo se había acostado con ella sin quitarse más ropa de la necesaria porque era algo que el matrimonio requería. De haber podido evitarlo, él estaba seguro de que lo hubiera hecho. No sentía ningún tipo de pasión o cariño hacia Sif, así que no había manera en que deseara tener relaciones carnales con ella ni con nadie más.

Se sentaron en amplios sillones, dos copas ya preparadas con el licor que Odín les había obsequiado. Thor tomó la copa y tomó de un sorbo la bebida, sintiendo el cuerpo de Sif acomodarse a su costado, apoyándose contra él. La miró de reojo, su largo cabello dorado caía en cascada por un costado de su cuerpo mientras ella se estiraba para tomar la segunda copa.

—He estado pensando...—comenzó Sif, haciendo una pequeña pausa—en que podríamos pasar más tiempo así los dos. De vez en cuando, por supuesto. Sé qué estás ocupado la mayor parte del día y no quiero ser una molestia.

Thor no dijo nada, simplemente dejó la copa sobre la mesa de nuevo y pensó en que este tipo de reuniones no le parecían divertidas. No entendía por qué debería pasar tanto tiempo con su esposa cuando no se trataba de ningún asunto oficial o una fiesta donde debían ir juntos. Su matrimonio fue un arreglo, Thor solo lo aceptó porque le daba igual con quien estuviera casado.

Eso no quería decir que quisiera pasar tiempo a su lado o que tuviera un mínimo deseo hacia su persona.

—¿Eso es todo?

—¿Mm? ¿A qué te refieres, cariño?

—¿Para esto solo me quieres aquí?

Sif titubeó cuando la miró a los ojos. Su cuerpo se tensó y alejó lentamente el contacto que tenía con él.

—Yo...no. Necesitaba hablar contigo de algo.

—Habla.

Sif dejó de apretarse contra su cuerpo y se sentó más decentemente, sus piernas cruzadas una sobre la otra.

—Creo que sería un buen momento para pensar en tener hijos que sean capaces de ayudar a Asgard tanto como lo haces tú. Además, estoy segura que tu padre espera nietos de nuestra parte y, hasta el momento, no hemos podido proporcionarle ninguno.

Tener hijos era una de las cosas que Thor tenía en último lugar en su lista de necesidades. Si es que tuviera una lista de necesidades, por supuesto. Respetaba a su padre, pero no le importaba darle nietos. No quería tener hijos y no veía la necesidad de tenerlos solamente para que sirvieran a Asgard. Si fuera por eso, lo mejor era encontrar a alguien capacitado a quien darle el puesto, no a sus hijos. ¿Por qué condenar a su descendencia a vivir días de aburrimiento total solamente para cumplir con una obligación que a Thor no le interesaba?

Se levantó del sillón y se encaminó de nuevo al comedor para ir por Mjölnir. Entrenar era mejor que seguir perdiendo el tiempo ahí con Sif.

—¿Thor?

—No me interesa tener hijos, no vuelvas a mencionar el tema.

Y se marchó sin escuchar o desear escuchar cualquier cosa que ella tuviera para decirle.

Realmente no le importaba.

*

Llevaba meses sin luchar, solo a base de entrenamiento, y eso estaba haciendo que Thor comenzara a cansarse. Su humor había decaído a tal punto que cada vez que Loki se acercaba, terminaba con uno o dos golpes de su parte por abrir la boca. Literalmente solo por abrir la boca. Antes de que dijera algo, Thor ya estaba dándole un fuerte golpe que lo enviaba a volar de norte a sur. Odín había regañado esa actitud, pero Thor encontró que no le estaba importando en lo más mínimo.

Ese día en especial, su humor había descendido a niveles insospechados y tuvo que irse de Asgard para no terminar matar a Loki por su actitud molesta.

Terminó en el límite del territorio humano donde tenían poder. Sabía que pasar más allá era invadir el territorio de otros dioses y eso podría llegar a generarle problemas no solo a él, sino también a su padre. Si bien no tendría problema de pelear con ningún dios, quizás eso podría matar su aburrimiento, todavía tenía la empatía suficiente para evitar cualquier conflicto por su gente y su padre.

Miró el basto cielo, el vacío helado en su pecho congelando su corazón. No había manera de que la llama de pasión que alguna vez existió renaciera. La pequeña llama murió hacía miles de años, poco después de que surgiera, y no había regresado nunca. La esperanza de que alguna vez regresara el calor en su pecho había muerto hacía tiempo.

En su lugar, ahora solo quedaba una profunda frustración que, con el pasar de los años, solamente se hacía más grande. Y cada día esa frustración lo devoraba mentalmente, agravando su humor hasta un punto en que Thor pensaba en matar a cuanta cosa viva se le presentara enfrente.

Harto de todo, en medio del desolado territorio, Thor gritó de frustración.

Y un rayo cayó del cielo, justo sobre el árbol más cercano.

***

Lü Bu miró al hombre que había intentado robarle su comida. Tenía diez años y parecía ser que eso era motivo suficiente para que un adulto que le doblaba en edad y tamaño quisiera arrebatarle su alimento. Pero no contaba con que este niño era capaz de defenderse y, en un chasquido, lo había dejado en el suelo inconsciente y con algunos huesos rotos.

No era de extrañarse el motivo por el cual tuvo que alejarse. Su padre decía que debía buscar a alguien que pudiera entenderlo, alguien a quien pudiera considerar un verdadero amigo. Además donde vivía no tenía a nadie, solo a su padre y este había muerto. No le quedaba nadie por quien debiera quedarse.

Durante ese tiempo, había enfrentado criaturas salvajes con sus propias manos y hombres que le doblaban el tamaño. Algunas batallas le habían costado un poquito más que otras, pero en todas había salido victorioso. Si su padre lo viese, diría que esa era la fuerza que debía usar para el bien y que Lü Bu estaba destinado a ser más de lo que los demás decían que sería.

Tomando las riendas de su caballo, uno que robó de la casa de un mercader rico, partió hacia las praderas, continuando con su camino.

Día tras día, Lü Bu cabalgaba sin rumbo fijo, pasando por pueblos y lugares recónditos escondidos a los ojos del hombre. En su camino se encontró con todo tipo de personas y criaturas, enfrentándose a los más fuertes y saliendo victorioso, incluso cuando era mucho más joven que las personas contra las que se enfrentaba.

Para sobrevivir muchas veces había apostado en una pelea y con eso conseguía comer algo más decente que lo que fuera que se encontraba en los bosques. También cazaba animales pequeños los cuales asaba para devorar su carne. Solo en pocas ocasiones había pasado hambre, pero no era nada que no hubiera podido solucionar peleando.

—Hey, te traje algo—le dijo al caballo cargando consigo un conejo muerto y un poco de hierba fresca en un saco.

El caballo relinchó y se alegró cuando Lü Bu le mostró su comida. Masticó su hierba mientras su dueño despellejaba al conejo, disfrutando de la hierba fresca que, hacía días, no habían estado consiguiendo. La zona a la que se había ido había sido un poco seca y eso había hecho que la hierba que crecía en ese lugar no fuera la más deliciosa. El caballo comía, sí, pero no disfrutaba para nada lo que estaba comiendo.

Cuando ambos tuvieron la panza llena, Lü Bu se acostó en el césped y miró el cielo. Se preguntaba si algún día encontraría a un oponente capaz de igualarle en fuerza, alguien tan fuerte como él, alguien que fuera un guerrero que también buscara la perfección de su propia fuerza.

Si hallara a esa persona, Lü Bu estaba seguro de que se volverían amigos. Un amigo con quien entrenar, alguien que no cayera ante su fuerza con facilidad, alguien con quien crecer.

Pero por experiencia, sabía que alguien así no era fácil de hallar. Solo tenía a su caballo ayudándolo y soportando las noches calurosas y los días sin comida.

Acarició la cabeza del animal la cual estaba apoyada cerca de él. Él era su única compañía y eso era demasiado aburrido.

—Qué aburrido—dijo mirando el cielo sin ningún tipo de emoción.

Su caballo resopló, como si estuviera harto de escuchar siempre lo mismo.

Lü Bu suspiró.

*

Luego de meses de viajar buscando oponentes, Lü Bu se dio cuenta de que había llegado demasiado lejos. No fue por los paisajes, sino por las extrañas palabras que salían de la boca de los pocos campesinos con los que se había encontrado. Algunos hablaban el idioma que acostumbraba, pero otros hablaban de manera más ruda y tosca, lo que le daba a entender que había llegado posiblemente a otro país o bien estaba cerca.

Cuando el paisaje comenzó a verse desolado, consideró bajar la velocidad del caballo con la esperanza de encontrar a alguien en el camino para pelear. Cualquier oponente que pudiera entretenerlo. Alguien con quien probar su fuerza.

Mientras se encaminaba a paso lento, notó a la distancia un hombre alto. No sabía quién era o por qué estaba ahí solo, lo único que vino a la cabeza de Lü Bu fue que esperaba que fuera alguien fuerte contra quien enfrentarse.

—Vamos—le dijo a su caballo, el cual relinchó en respuesta y se encaminó hacia el hombre parado cerca de un enorme árbol.

El enorme hombre parecía perdido en sus pensamientos, mirando el cielo. No estaba seguro si gritarle para llamar su atención o atraparlo por sorpresa. Pensó en gritarle, pensando que de esa manera sería más sencillo convencerlo de tener un combate, cuando entonces el hombre gritó. Un rugido de furia que retumbó hasta el cielo, del cual bajó un poderoso rayo sobre el árbol cercano al hombre.

A la distancia, Lü Bu notó que los brazos del hombre, cubiertos por unos guantes negros, emitían unos pequeños rayos. Su sorpresa inicial, que lo dejó mudo sobre su caballo, se transformó en admiración total.

A su mente llegó el recuerdo del día que vio un rayo caer y destruir un árbol. La emoción que recorrió su cuerpo al pensar que ahí en el cielo, en algún lugar, había un ser fuerte que podría entenderlo.

¿Este enorme hombre era ese que había destruido aquel árbol mucho tiempo atrás? ¿Era aquel a quien había estado buscando? ¡Lü Bu definitivamente tenía que enfrentarlo!

—¡Hey, tú!—gritó, tan fuerte como le era posible, mientras le indicaba al caballo que corriera en dirección al hombre de los rayos—¡Hey, aquí!

El hombre lo miró, unos ojos oscuros y dorados, con un largo cabello rojo que volaba con el viento. Era musculoso y muy alto, un cuerpo que intimidaría a cualquier otra persona, pero no a Lü Bu.

Él solo pensaba en pelear con este hombre. En probar si sería aquel que fuera a entenderlo.

Apenas llegó se bajó del caballo y corrió hacia él, alzando su cabeza para poder mirarlo a los ojos.

—¿Tú hiciste eso?—preguntó señalando el árbol que seguía quemándose.

El hombre miró tranquilamente el árbol antes de volver a mirarlo.

—¿Te asusta?

Lü Bu lo miró, negando frenéticamente con la cabeza.

—¡Para nada! ¡Me emociona! ¡Hace tiempo que busco a una persona fuerte para luchar!—exclamó emocionado, poniéndose en posición—¡Por favor, luchemos!

El enorme hombre lo miró sin inmutarse demasiado, manteniendo el silencio mientras seguía observándolo. Lü Bu pensó que lo estaba subestimando, así que para demostrarle que estaba muy equivocado al pensar que Lü Bu era solo un niño más, decidió darle un puñetazo en el vientre.

El hombre grande se inclinó hacia adelante por el golpe, pero no escupió sangre ni retrocedió como los anteriores hombres. No había sido derribado de un solo golpe, había resistido solamente inclinándose un poco hacia adelante.

Dio un segundo golpe con más fuerza que la anterior, apretando su puño con ferocidad y estampándolo contra el musculoso vientre de este alto hombre. Esta vez el hombre si dio un paso hacia atrás, sus ojos abiertos sorprendido por el golpe.

—Hey, es aburrido si no te defiendes—dijo Lü Bu resoplando molesto.

El alto hombre entonces alzó su mano y la dejó caer contra él. Fue una bofetada rápida, pero había mandado a volar a Lü Bu unos cuantos metros. El niño se sorprendió porque, en toda su vida, nunca nadie fue capaz de hacerlo caer. Mucho menos hacerlo caer de un solo golpe.

Escupió la sangre que se le acumuló en la boca por el golpe y se levantó, sintiendo su energía renovada. ¡Este hombre no era como los demás!

Corriendo hacia él Lü Bu preparó sus puños para atacar. El alto hombre no se puso en ningún tipo de posición y eso lo hizo sentir insultado, como si lo estuviera subestimando, como si lo tratara como un niño enclenque. Lü Bu no lo era.

El alto hombre quiso volver a abofetearlo, pero Lü Bu esquivo el golpe y atacó la rodilla del alto hombre. El golpe lo hizo doblar la pierna y cuando cayó, sin tocar el suelo, se levantó y le dio con su puño en el mentón. Fue entonces cuando recibió un puñetazo directo en el vientre por parte de este hombre, lo cual le sacó el aliento como nunca antes.

Cayó de rodillas en el suelo, intentando recuperarse. El golpe todavía dolía cuando alzó su cabeza, viendo al alto hombre mirándolo desde arriba. En lugar de llorar o quejarse por el dolor, Lü Bu sonrió.

—¡Te encontré!—dijo antes de callarse para recuperar algo más del aire perdido.

El alto hombre enarcó una ceja sin entenderlo. Lü Bu se levantó, todavía sosteniéndose el adolorido estómago antes de volver a exclamar con felicidad.

—¡Al fin te encontré!—sonrió, mostrando sus puntiagudos dientes—Todo este tiempo he buscado a alguien que pudiera igualarme en fuerza. Es aburrido no poder encontrar a nadie que sea capaz de enfrentarme. He estado aburrido todo este tiempo, ¡pero ahora te encontré!

Su padre tenía razón, solo debía buscar a alguien que pudiera entenderlo, alguien con su fuerza a quien pudiera llamar un verdadero amigo.

—¿Aburrido?

—Sí, ¿no te parece aburrido no encontrar a nadie con quien poder pelear de igual a igual? ¡Es horrible! ¡Muy aburrido!

El hombre alto lo miró, Lü Bu no podía saber en qué pensaba. Pero entonces el enorme hombre sonrió suavemente.

—Tienes razón, es muy aburrido.

Lü Bu sonrió, pensando que por fin había encontrado a alguien que podía entenderlo.

—Mi nombre es Lü Bu, ¿cómo te llamas?

—Thor.

—Thor... ¡Bien, volveré mañana para pelear otra vez! ¡Prepárate porque pienso ganar!

Lü Bu corrió hacia su caballo el cual lo esperaba donde lo había dejado y se subió de un salto, emocionado por regresar mañana para pelear con Thor.  


Y con esto comenzamos la primera parte de este ff :D

Me hace muy feliz poder traerselos de una vez jaja aunque la segunda parte esta en proceso, así que subiré la fecha en que se los traeré una vez que lo tenga avanzado.

Espero que les guste! 

Próximo capítulo: 2/6

Nos vemos!

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