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Do what you want to, do what you want to
Be what you want to, be what you want to
— Step on me, The Cardigans.
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[ 🌌 ]
Sexta parte:
Just say it
[ 🌌 ]
[ 6:1 ]
taehyung.
—Está cerrado.
El autobús se aleja y nos deja solos en esta calle desolada. Empezó a llover hace poco y las calles están mojadas. Los charcos reflejan las luces de la iluminación artificial de la calle. Jungkook y yo estamos parados frente a este enorme restaurante, refugiados de la lluvia bajo la marquesina. Chan's Burguers, que parece un buen lugar a pesar de ser uno que vende comida rápida. Lo poco que veo a través del cristal es que las mesas son enormes y de colores extravagantes, y el menú sobre el mostrador es estúpidamente grande, con opciones para todos. Me acerco al cristal y entrecierro los ojos. Las hamburguesas son costosas.
—No puede ser, revisé un millón de veces los horarios de atención —Jungkook camina de un lado a otro con el celular en la mano. Estresado, escribe algo y suspira—. No puedo creerlo, mi mala suerte es impresionante.
—Eh, Jungkook —le hago un ademán para que se acerque a la puerta y le señalo un letrero que indica que hoy cerraron por una emergencia familiar y se disculpan con sus clientes.
—Lo siento —dice, cubriéndose el rostro con una mano—. Hice que vinieras hasta aquí, con este clima, para nada —creí que había disimulado bien que estaba muriendo de frío desde que bajamos del autobús, pero sigo su mirada hasta mis brazos temblorosos y me encojo.
Jungkook me da la espalda. Supongo que seguirá buscando alternativas en su celular, pero se saca la sudadera azul cielo quedando solo en una camiseta negra. Me la pasa, y yo la sostengo como si no supiera qué hacer con ella.
—Puedes ponértela, no tengo tanto frío y no quisiera que te resfríes —regresa la vista al celular—. Tengo que causar una buena impresión con tu madre, ¿no?
—Ella pensaría que fue culpa de Sunghoon —digo, dejando mi mochila en el suelo. Paso el cuello de la sudadera sobre mi cabeza y meto los brazos en las mangas. Quedan colgando por lo grande que es, devorando mis brazos, y la sudadera me llega hasta un poco más abajo de la cintura como un vestido. Está caliente, aún con el calor corporal de Jungkook impregnado, y no me la quiero quitar nunca.
—Tengo una idea, aunque no sé si estés de acuerdo. Si no quieres hacerlo, te acompañaré a casa —apaga su celular y lo guarda en el bolsillo de su pantalón. Cuando repara en cómo me veo, explota en una carcajada. Lo golpeo con una de las mangas azules de la sudadera— ¡Lo siento! Es... Es demasiado grande... —me pone la capucha— ¿Ya no sientes frío?
—No —la risa deja una sonrisa en su rostro como rastro antes de desaparecer—. Gracias.
El restaurante ya no es una opción, falta mucho tiempo antes de que pase otro autobús y no hay otros lugares para comer cerca, así que Jungkook y yo caminanos unas calles, acelerando el paso gracias a la lluvia, y él vuelve a tomar mi muñeca cuando no puedo seguirle el ritmo. El alumbrado nocturno y las luces de las tiendas nos iluminan el rostro, cada paso que damos hace salpicar el agua de los charcos, que empapa nuestros pantalones. Aquí no tengo que pensar sobre la universidad, no tengo que planificar cuidadosamente mi futuro ni prepararme para el CSAT. Si me concentro en Jungkook, todo estará bien.
Deja de correr cuando estamos frente a un gran supermercado. Familias salen con carritos llenos de compras y otras entran por las puertas automáticas. Recuperamos el aliento cuando estamos bajo un toldo que nos protege de la lluvia otra vez. Jungkook tiene los brazos empapados y el cabello pegado a la frente por la lluvia. Se aparta unos mechones de los ojos. Utilizo una manga de la sudadera para secar la lluvia de sus brazos y él se tensa.
—¿Qué hacemos en un supermercado? —pregunto, sacando valor de quién-sabe-dónde para tomar su mano y secarla también. Él contempla lo que hago con la mente en blanco. Suelto su mano, y él sale del trance para responder.
—Si no podemos comer en un restaurante, pensé —se gira hacia las puertas automáticas. Estamos parados a unos dos metros de ellas, por lo que no se han abierto aún, pero el guardia de seguridad nos observa de cerca, un evidente ¿van a entrar o no, mocosos? Jungkook se aclara la garganta. Definitivamente se resfriará— que podríamos cocinar nosotros. Mi casa está... está cerca de aquí... —su voz se va haciendo pequeña hasta que casi no puedo escucharlo—. Si no quieres, te acompañaré y pediré un taxi que te lleve a casa.
La imagen se forma en mi mente. Jeon Jungkook y yo, en su cocina (iré a su casa, iré a su casa, quiere que vaya a su casa). Conoceré a su madre, conoceré a su perro. En el mejor de los casos, entraré en su habitación y veré todos los libros que me ha prestado bien organizados en su librero. Cocinaremos (estoy seguro de que vi cocinar en pareja en alguna lista de actividades para citas. No es que haya estado buscando cosas al respecto...). Juntos. Él y yo.
—Sí —respondo, más rápido de lo que me gustaría. Eso llama su atención—. Será divertido. Nunca he cocinado con nadie que no sea mi mamá.
—Yo nunca lo he hecho con nadie que no sea mi hermana —aprieta los labios como guardándose una sonrisa para sí mismo y señala la entrada del supermercado con la cabeza—. ¿Entramos?
La mala cara del guardia cambia de repente cuando nos ve entrar y nos da la bienvenida con amabilidad. Las puertas se abren de par en par y entramos al supermercado. Sé que este es el más grande de la ciudad, por lo que no me sorprende la cantidad de gente que hay haciendo sus compras. Las grandes luces que cuelgan del techo son amarillentas y la música que resuena en cada pasillo como sonido de fondo parece sacada directamente de un mix llamado Música de fondo para supermercados. Agarro un carrito y lo empujo por el primer pasillo con Jungkook detrás de mí.
—Bien, ¿qué necesitamos? —pregunto con entusiasmo.
—No tengo idea —responde, con la misma emoción. Ambos nos detenemos en medio del pasillo de enlatados.
—¿Qué prepararemos? —le pregunto—. Mi experiencia en la cocina es nula, siempre ayudo a mamá haciendo el jugo.
—Yo le paso a Minji los ingredientes —nos reímos de lo patéticos que sonamos ahora mismo. ¿Cómo se le pudo ocurrir que era una buena idea juntarnos a cocinar algo? Estoy ansioso por ver lo que haremos, seguro saldrá algo interesante de la combinación de nuestra inexperiencia—. Todo lo que hace Minji, a excepción de los pancakes, es bastante complicado... Oh, ¿te gusta el chilli?
Me abstengo de decirle que las cosas picantes me dan dolor de estómago y otros... efectos secundarios desagradables.
—¿Qué tan picante, del uno al diez?
Jungkook lo piensa.
—Un siete.
Hago una mueca.
—Demasiado.
—Cuando tu madre cocina, ¿hay algún platillo que parezca sencillo para preparar?
—Bueno —tamborileo con los dedos sobre el mango del carrito e intento hacer memoria. Mamá cocina de maravilla, todo le sale increíble, pero hay días en los que está demasiado cansada con el trabajo (trabaja desde casa, pero sigue siendo exhaustivo) y hace cosas más simples. Irónicamente, son estos los platos que más disfruto. Uno en especial ilumina mi mente como una bombilla encendiéndose. Bingo—. Tacos —sonrío en grande y miro a Jungkook—, hagamos tacos.
—Buena idea —me arrebata el carrito y lo empieza a llevar él. Me quejo un poco, pero dejo que tome el mando mientras nos dirigimos a otro pasillo—. ¿Pollo o carne? —dice, deteniéndose en la sección de congelados y agarrando un paquete de tortillas de una estantería la cual, incluso de puntillas, no habría estado a mi alcance.
Pruebo mi teoría cuando él me da la espalda y se dirige a la sección de cárnicos. Doy un salto, pero no alcanzo las tortillas. Dejo de humillarme cuando Jungkook regresa, sosteniendo un paquete de carne molida congelada en una mano y una presa de pollo congelada en la otra. Realmente se resfrará mañana, así que le quito ambas cosas antes de que sus manos se congelen.
—El pollo está en oferta, pero prefiero la carne —dice, y mueve los hombros intentando entrar en calor.
Es cierto que el supermercado está mucho menos frío que la llovizna de afuera, pero estamos junto a los congeladores. Tomo su brazo y lo jalo un poco lejos, detrás del carrito. Él se deja arrastrar.
—¿Cuál es nuestro presupuesto hoy?
—Tengo setenta dólares —abro muchísimo los ojos y alzo las cejas sin querer, asombrado. Él se encoge de hombros—. ¿No es suficiente?
—No, en realidad nos sobrará dinero. Nos sobrará muchísimo dinero, ¿por qué trajiste tanto?
—¿Por ser precavido? Te dije que el Saint Clair pagaba bien —me sonríe y guiña un ojo, echando tanto el pollo como la carne al carrito—, y la vicerrectora se sintió culpable, así que la indemnización no estuvo nada mal.
—No la hiciste creer que eres un adulto independiente que vivía de su sueldo, ¿no? —su expresión me hace pensar que hizo exactamente eso. Lo atrapé in fraganti. Le golpeo el hombro sin fuerza— Eso no está bien.
—Está bien. Iré a devolver el dinero mañana —vuelvo a golpearlo por hacer una broma tan mala y él se ríe—. Olvídalo. Desde hoy, todo lo relacionado con el colegio Saint Clair y yo ha llegado a su fin. Si hablaremos de ese lugar, tendrá que ver contigo —me da un codazo amistoso—. Si te sientes culpable, gastemos todo el dinero hoy. Es dinero mal ganado, ¿qué tal si lo convertimos en dinero mal gastado también?
No pienso demasiado en lo que dice y continúo caminando con una risita escapando de mis labios. Es mucho más infantil de lo que pensé. No inmaduro, pero tiene un sentido del humor que no dejaba a relucir en sus cartas o nuestras conversaciones fugaces en el colegio. Tampoco se comportó así con mis amigos. En su defensa, yo tampoco actúo ahora mismo acorde a mi comportamiento en el papel o en persona.
Siempre fui demasiado serio en las cartas, sin poder sacarme de la cabeza que él era mi superior, y en persona era como un secadora en una bañera (chispas por todas partes, muerte segura, mala combinación). No me parece que mi timidez porque era mi maestro se diferencie a mi timidez porque me gusta. Ambos nos hemos liberado en el transcurso del día, es como si nos volviéramos a conocer desde cero con una nueva faceta que teníamos oculta.
Porque es una broma. Dinero es dinero y, aunque este chico sigue viviendo con su madre (nunca ha mencionado a su padre y prefiero no sacar el tema) y su hermana, con ingresos de sobra en casa, es algo que él ganó con esfuerzo.
—Taehyung —doy dos pasos más y dejo de caminar porque no me está siguiendo. Está quieto en medio del pasillo—, hablo en serio.
—No —respondo, negando con la cabeza. Él asiente.
—Sí —dice, aún moviendo su cabeza y alargando la sílaba.
Camino hacia él e intento jalar el carrito lejos, pero Jungkook lo agarra con fuerza y no cede.
—Eres el adulto responsable aquí, ¿no deberías actuar como tal?
—¿Quién dijo que soy el adulto responsable?
—Eres mayor a mí.
—Por un año, y tú también eres un adulto —no puedo refutar, porque tiene razón. Tomo aire profundamente y lo suelto con lentitud. Él alarga el brazo para agarrar una funda plástica y mete dentro una cebolla, un tomate y un aguacate—. Terminaste tus exámenes, libérate un poco.
—Gastar setenta dólares sin control en el supermercado suena como un regalo de graduación, no uno por terminar los exámenes trimestrales —digo, dándole otra vez el control total del carrito. Él me lleva a pesar los vegetales antes de volver a los congeladores y detenerse frente a una gran variedad de helados—. ¿No deberíamos hacer cuentas?
—¿Hay algo que quieras? —dice, sin prestarle mucha atención a mi preocupación—. Agarra algo si te gusta. No son milkshakes arcoíris, pero sí que podríamos hacer milkshakes. Elige un helado, Taehyung —su voz es gentil, y me derrite. Me aclaro la garganta, intentando disimular, y me acerco a los helados.
Helado. Se va a enfermar, estoy usando su sudadera y estamos pasando más tiempo cerca de los congelados del que me gustaría. Me pongo de puntillas para tomar un litro de helado de fresa y ponerlo en el carrito.
—¿Nunca has acompañado a tu hermana a hacer las compras? —finalmente nos alejamos de esa sección del supermercado similar a la Antártica y me alivia ver que Jungkook deja de temblar. Niega con su cabeza—. ¿Nunca?
—Mi mala época después del CSAT se resume en nunca salir de casa, y cuando Minji por fin consiguió sacarme de mi habitación, era para andar en bicicleta o pasear con Bam. Quería que despejara mi mente. Bastante hipócrita considerando que estaba buscándome un trabajo a mis espaldas.
—Muero por ver a tu perro —digo, antes de poder evitarlo. Bam es adorable en todas las fotos que me ha mostrado. Papá nunca fue fan de tener un animal en casa, y mamá (obsesionada con la limpieza) también se oponía.
—Las fotos no le hacen justicia.
—Me lo imagino... Bueno, regresando al punto —muevo ambas manos enfatizando cada palabra. Que las mangas de la sudadera engullan mis manos no ayuda a que me tome en serio—. Yo sí que he acompañado a mamá, y te puedo decir que lanzar todo al carrito sin ver los precios no es como uno hace las compras.
—Tenemos suficiente dinero —se encoge de hombros—. Si no nos alcanza, ya dejaremos algunas cosas en la caja antes de pagar.
—Les complicaremos la vida a los empleados. ¿No sería más fácil, no lo sé, hacer cuentas rápidas ahora?
—Está bien, hagámoslo —cede mucho más rápido de lo que creí. Estaba preparándome para un buen debate, así que su rendición me deja pasmado. Detiene el carrito en una parte en la que no estorbaremos a los demás compradores y saca su celular. Me enseña el app de Calculadora y sonríe—. Dime los precios y yo calcularé.
—Eh, seguro —trago saliva y empiezo a hacer lo que me dice, esforzándome por ignorar el sentimiento cálido que se asienta en mi estómago.
Estamos cómodos el uno con el otro y no nos tomó casi nada de tiempo deshacernos de las máscaras que llevábamos. Mientras le dicto los precios de la carne y el pollo, me llama la atención una pareja que discute en la sección de dulces. No es una discusión de verdad. El chico quiere llevar unas galletas con chispas de chocolate, pero la chica se niega y le dice que la azúcar es mala para su salud. Él hace un puchero exagerado y, cuando eso no funciona, la abraza por la cintura y empieza a besarle la cara. Ella termina cediendo entre risas y se alejan con las galletas en su carrito.
Jungkook, confundido porque he dejado de hablar, sigue mi mirada y se encuentra con la misma interacción que yo. Nos quedamos en silencio por un incómodo segundo que se alarga demasiado y él carraspea.
—¿Crees que necesitemos algo más? —dice, rodeando el carrito y parándose detrás de mí, inclinándose para ver los precios de la carne y el pollo que no he dejado de sostener. Mis manos se están congelando, pero continúo con la mirada fija en la sección de dulces, negándome rotundamente a verlo aunque me bastaría girar un poco la cabeza para tenerlo frente a mí.
—No —respondo sin voz, pero él me escucha. Me quita de las manos las dos cosas y las deja en el carrito, alejándose y dándome espacio para respirar. Toca un par de veces la pantalla de su celular y me la enseña. Sobre la calculadora, en números verdes, está escrito 18.50.
—Parece que sí tenemos dinero suficiente —sonríe como jactándose y pongo los ojos en blanco, aún sintiendo el rostro sonrojado—. ¿Quieres algo más?
—El helado es más que suficiente.
—No, en serio, Taehyung. Hoy salimos por ti. Lleva algo más.
Me armo de valor para mirarlo a los ojos. Cuando mamá, Hyewon y yo salimos a hacer las compras de la semana, usualmente nos deja comprarnos algo pequeño. Muy pequeño, porque el sueldo de mamá no es una maravilla, papá apenas aporta (cuando tiene esos arranques de llevarnos a comer afuera, por ejemplo) y mi hermana y yo estamos en uno de los colegios más costosos de la ciudad (ilógico, pero papá quería que saliéramos graduadas de un buen lugar).
Es la segunda vez que tengo la oportunidad de hacer algo que siempre he querido, y en ambas situaciones me encontraba con Jeon Jungkook. Cada vez que estoy con él, siento que las pesadas cadenas que me lastimaban las muñecas y los tobillos se aflojan hasta desaparecer.
Sonrío en grande, ¿esto es aprovecharse de él? Me dio permiso. Siempre soy el más preocupado por los precios cuando vengo con mi familia, la culpa de estudiar en el Saint Clair me carcome, pero ahora mismo a este chico no le interesa en lo más mínimo. Supongo que eso es ser un adolescente mantenido con un sueldo. Obviamente no está desgastando todo el sueldo ahora mismo, así que me pregunto qué planea hacer con el resto. Ayudar a su madre, o a su hermana. Conociéndolo, siente una culpa parecida con su madre por haber fallado el examen. Seguramente tiene cadenas similares a las mías.
Espero ser de ayuda para él también de algún modo.
Aún así, aún así, ¿puedo? ¿Puedo tomar lo que Jeon Jungkook me está ofreciendo? ¿Me lo merezco?
Decido dejar de darle vueltas al asunto.
—Aguarda un momento, volveré enseguida —le digo, desapareciendo y corriendo hacia un pasillo que conozco demasiado bien, porque paso por ese mismo lugar disimuladamente cada que venimos a este supermercado. Lo último que veo de Jungkook es una sonrisa confundida mientras niega con su cabeza.
Realmente desearía que este día nunca termine.
¡Nos leemos luego! ♡
[ Noduru, 2024 ]
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