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jungkook.
—¡Kim Taehyung! ¡He escuchado muchísimo sobre ti! —dice Minji sobre My Heart Belongs to Only You de Bobby Vinton. Bajó el volumen de la radio cuando Taehyung y yo nos subimos al auto, pero sigue siendo demasiado alto. Tenemos que levantar un poco la voz para escucharnos. Taehyung está en el asiento trasero hecho un auténtico manojo de nervios. Lo puedo notar, pero también sé que se ha puesto su máscara de chico perfecto. Hará lo posible para agradarle a mi hermana, y me parece ridículo y halagador— Es un verdadero placer conocerte.
—Digo lo mismo, señorita Jeon. Espero no estar molestándola, y le agradezco otra vez por llevarme.
—Llámame Minji. No soy su contemporánea, ya lo sé, pero puedes sentirte cómodo conmigo, ¿sí? —le sonríe con los ojos por el espejo retrovisor y Taehyung asiente con vergüenza. Minji me lanza una mirada divertida y yo pongo los ojos en blanco—. Jungkook dijo que eres un excelente alumno y que hoy terminaste tus exámenes, ¿es cierto?
—Sí, pero no es para tanto, solo... me esfuerzo. Me halaga que Jungkook dijera eso de mí —responde Taehyung con una muy-bien-actuada sonrisita autocomplaciente. Solo yo sé que su sonrojo es la única cosa honesta sobre él ahora mismo—. También me ha dicho cosas muy buenas sobre usted.
—Oh, ¿de verdad? —dice Minji, volténdose hacia mí cuando se detiene frente a un semáforo en rojo— ¿Qué le dijiste sobre mí, hermanito? Espero que sea solo la parte buena.
—¿Hay cosas buenas para decir de ti? —me da un golpe en el hombro. Taehyung se ríe desde atrás— Tienes un trabajo aburrido y no tienes novio, Min. Lo más destacado en tu currículum es tu cabello teñido y que tienes auto.
—Estudié en tu colegio, Taehyung. No creo que me recuerdes. Debiste tener quince años cuando me gradué, casi la edad de este pequeñito —dice, ignorándome y concentrándose en el espejo retrovisor. Me da un apretón en la mejilla y la aparto de un golpe. Minji se ríe y regresa su atención al camino— ¿Sabías que fui la mejor graduada de mi generación? —Taehyung luce genuinamente sorprendido y se inclina un poco hacia adelante—. Incluso di el discurso en la graduación y la ceremonia de clausura. Eso sí debes recordarlo.
—Jeon Minji —Taehyung tiene los ojos muy abiertos y se cubre la boca con ambas manos—. No la reconocí por su cabello. Usted es Jeon Minji, la mejor graduada de la generación de 2015 —se mira las manos, sin poder creerlo—. Fue presidenta del consejo estudiantil y del club de fotografía. Hay... Hay unos diez trofeos y certificados con su nombre en la vitrina del colegio. Ay, por Dios. Su discurso hizo que quisiera ser como usted.
—¿Recuerdas mi discurso? —Minji también se cubre la boca y finge empezar a llorar— ¡Jungkook! —me da otro manotazo en el hombro— ¿Por qué no me dijiste que tu alumno estrella era tan lindo? Taehyung, oficialmente te convertiste en mi persona favorita.
—¿Eso significa que mi hermana es la razón por la que te estresas tanto por tus estudios? —me giro hacia el asiento trasero, a punto de darle una buena charla motivacional sobre que no vale la pena, que Minji supo disfrutar de su adolescencia y aún así ser la mejor en todo, pero Taehyung me da un golpe en el hombro, pone un dedo sobre sus labios (¿acaba de decirme que cierre la boca?) y vuelve a concentrarse en Minji. Esto es impresionante y ofensivo.
A ninguno de los dos le importa en absoluto cómo me siento. Es como si mágicamente hubiera desaparecido del auto y solo quedaran ellos dos.
—Este chico no recordaba ni una palabra de mi discurso cuando fuimos a comer hamburguesas tras la graduación. No sabes cuánto me alegra que alguien sí lo haya apreciado —le dice Minji, al borde de las lágrimas.
—¡Eso es mentira! Te ayudé a practicar por días, literalmente puedo recitar la última parte de memoria. ¿Quieres que lo diga? Y, a pesar de todo, le agradezco de todo corazón al colegio Saint Clair. Porque, así como fue el responsable de...
—Ese discurso cambió mi vida. Usted cambió mi vida. Fue mi modelo a seguir por mucho tiempo. Incluso intenté entrar al equipo de natación por usted, pero no salió tan bien —ambos se ríen, compartiendo un momento íntimo que me hace sentir un revoltijo en el estómago.
—Ahora es tu turno, Taehyung. Si lo que he escuchado es cierto, el siguiente discurso será tuyo —le sonríe con ternura casi maternal—. Espero que tu discurso también inspire a muchos.
Ahora sí que Taehyung parece a punto de llorar, pero sigue sonriendo.
—Muchísimas gracias, Minji.
Ambos se adentran en una conversación a la que le presto poca atención. No diré que me preocupaba el momento en el que Taehyung y mi hermana se conocieran, porque sabía que se llevarían de maravilla, pero es verdad que me siento un poco abandonado (y necesitado de atención) después de una semana entera sin saber de él. No son celos, pero ver como se va abriendo a Minji con una facilidad impresionante hace que los meses que tardé en conseguir que me tuteara se vayan por el caño.
El día soleado nos recibe con los brazos abiertos cuando llegamos al Asian Bay. Minji se despide de Taehyung como si fueran mejores amigos de toda la vida, y a mí solo me da un golpe en la cabeza y me susurra con voz amenazante que cuide de él. ¿Desde cuándo dejó de ser mi hermana mayor y se convirtió en la de Taehyung? Me despido de mala gana con la mano mientras Minji se aleja con el auto.
Taehyung y yo estamos solos en la acera, y lo que sí puedo agradecerle a Minji es que su amena conversación en el auto hizo que Taehyung se relajara. Sonríe con naturalidad, como si hubiera olvidado que lo está haciendo, y continúa moviendo la mano en el aire aún cuando ya pasan unos segundos desde que Minji desapareció calle abajo. Aún tiene la cajita rosada con el pastelito en la mano y la sostiene contra su pecho. Contengo la respiración al no ver la nota pegada. Supongo que la guardó en su mochila.
—¿Entramos? ¿Sabes si ellos ya están aquí? —pregunto, aunque de todas formas ya estemos caminando por el sendero de piedra que lleva a la entrada del restaurante. Hay dos faroles a cada lado de la puerta que están apagados por ser aún las primeras horas de la tarde. Taehyung se detiene y saca su celular, echándole un vistazo rápido.
—No me han escrito aún. El autobus es lento, así que —se aclara la garganta, mirando con atención el par de zapatos negros que usa. Me pregunto cuánto calza Taehyung; tiene pies más pequeños que los míos— podemos entrar y esperarlos, si quieres.
No puedo evitar sonreír cuando me mira por fin. La timidez regresó en un santiamén después de que se abrió tanto con Minji, y contengo las ganas de suspirar. Ahora que he podido ver cómo se comporta con otras personas me siento un poco... confundido con cómo se comporta conmigo. Es decir, hay confianza entre nosotros. Una confianza enorme e indiscutible después de que hemos visto los peores momentos el uno del otro, y las cartas me mostraron que cada vez me veía más como un igual.
Empezó a hacer bromas en las cartas, e incluso a veces en persona (obviamente el ambiente escolar no nos daba mucho espacio para interactuar con libertad). Pero hoy ha estado teniendo estos arranques de timidez que me hacen considerar el terrible escenario en el que regresamos al día uno, cuando no podíamos hacer contacto visual sin que él entrara en cortocircuito.
Entramos en el restaurante y Taehyung sigue cabizbajo, concentrado en el patrón de ajedrez del suelo, así que yo me encargo de encontrar una mesa libre. Hay una junto a la ventana con asientos de cuero rojo, así que jalo con mucha suavidad la manga de su camiseta para llamar su atención. Taehyung me mira con el rostro salpicado de un leve sonrojo. Le señalo la mesa con un movimiento de cabeza y él asiente. Toma asiento junto a la ventana y se encoje un poco cuando yo hago lo mismo a su lado.
—Hmm, ¿crees que entremos todos aquí? —pregunto, señalando el asiento libre frente a nosotros— Somos cinco, ¿cierto?
—Eh, sí. Normalmente me siento al lado de Hanbin porque Jake y Sunghoon siempre van juntos a todos lados —se ríe un poco, jugando con la calcomanía del logo de la pastelería que se ha despegado un poco de la cajita—, pero los asientos del Asian Bay son grandes, de seguro los tres entran sin problema.
Estoy a punto de tomar su los asientos son grandes como una indirecta para que me distancie de él (es verdad que estoy acorralándolo un poco contra la ventana), pero lo que dice después me confunde más. Está bien con que estemos sentados juntos, eso es lo único que me quedó claro.
Una mesera nos trae los menús. Le echa una ojeada a la caja frente a Taehyung, nos mira a los dos y nos ofrece una sonrisa cómplice, usando un tono de voz curioso al decir que vendrá en un momento a tomar nuestra orden. Cuando se marcha, Taehyung reímos.
¿Qué pensó la mesera? Si pensó que éramos pareja, es un verdadero alivio. Según los amigos de Taehyung parezco un chico de veinticinco y él sigue en uniforme escolar. Además, somos demasiado distintos como para que alguien sospeche que soy su hermano. Y la mirada coqueta de la mesera no delató que pensara que soy un depravado detrás de un colegial, así me alegra pensar que por fin aparenté mi edad en esta horrible camisa.
—Mencionaste que la limonada de fresa es mejor que la de coco, ¿verdad? —él asiente. Abre la caja del pastelito y le sonríe al osito de chocolate. Espero que no le haya incomodado el mensaje del corazón que sostiene; era el único modelo que tenían para los pastelitos de fresa y estoy seguro de que a Taehyung no le habría gustado el de piña con un conejito que decía ¡Felicitaciones!— ¿Deberíamos pedir algo mientras esperamos? Hace calor.
—Seguro —empieza a ojear el menú y miro de reojo que mueve los pies de adelante hacia atrás, como balanceándolos. Cabe perfectamente, pero está sentado con la espalda contra el respaldar del asiento y extiende las piernas de forma que sus pies no tocan el suelo. Me sorbo la nariz intentando esconder mi expresión. La última vez que se vio tan adorable fue vestido de príncipe en la feria del colegio—, ¿qué pedirás?
—Un café helado —le digo, mirando la sección de bebidas de su menú. Él frunce un poco el entrecejo—, ¿esperabas que pidiera la limonada de fresa? Perdón por no seguir tu recomendación —le revuelvo el cabello y él intenta alejarme—, la pediré cuando lleguen los demás. Asumo que tú...
—¿Fresa? No, hoy no —se oculta tras su menú cuando enarco una ceja—. Un milkshake arcoíris.
Me deja estupefacto. Reviso rápidamente el menú y suelto una carcajada profunda al ver lo que pedirá en la sección infantil. Él me da un golpecito en el hombro con su menú, pero no dejo de reír. La misma mesera viene y parece encantada al vernos así.
—Los opuestos se atraen, definitivamente —comenta, anotando nuestras órdenes y poniéndose el bolígrago detrás de la oreja. Se lleva consigo los menús—. Sus bebidas estarán listas en un momento.
Desaparece tras el mostrador, y Taehyung vuelve a golpearme cuando la risa amenaza otra vez con brotar desde el fondo de mi garganta.
—¡Ya! No es tan gracioso...
—Lo siento, es que no pensé que... —me aclaro la garganta y respiro profundamente para dejar de reírme—. Pensé que la obsesión con las fresas sería lo más sorprendente de ti. Había uno de esos con un unicornio, ¿debería haberte comprado ese? —digo, señalado la caja abierta del pastelito. Él pone los ojos en blanco sin poder ocultar la sonrisa.
—No me gustan los unicornios, pero... —une las manos sobre su regazo y hace contacto visual con el osito de chocolate. Debería decirle que cierre la caja o se lo coma, porque pronto empezará a derretirse con el calor—. Nunca lo he probado. Siempre que venimos, papá dice que es demasiado costoso para algo tan estúpido. Y Sunghoon menciona que es muy infantil y me pregunta si estoy bromeando cuando intento pedirlo —el sonrojo vuelve a extenderse hasta sus orejas y parece apenado—. Creo que me lo merezco después de esta semana, ¿no?
Parpadeo, tomando aire y soltándolo. Este chico es malditamente increíble. Y también tiene un padre imbécil. Sé que Sunghoon es un chico impulsivo que puede resultar un poco grosero a veces, pero me molesta de forma peculiar que haya hecho que Taehyung se sintiera así. Trago, escondiendo este odio repentino que burbujea en mi interior y le pongo una mano en el hombro.
—Definitivamente te lo mereces.
No tardan en traernos nuestras bebidas y el contraste es lo más hilarante que he visto. El milkshake no se llama arcoíris en vano. El enorme vaso de cristal es un espiral de todos los colores existentes, la pajita tiene franjas blancas y verdes y un unicornio de plástico muy pequeño agarrado del cilindro. La crema batida que tiene encima está cubierta por una lluvia de grajeas coloridas. Todo en conjunto opaca de sobremanera al aburrido vaso lleno de café con hielos flotantes que está frente a mí. Taehyung observa su milkshake con ojos brillantes, sacando la pajita y probando un poco de la crema batida. La vuelve a introducir antes de darle un largo sorbo.
—¿Está bueno? —le pregunto cuando se aleja y permanece inmóvil, mirando al unicornio de plástico.
Él, sin parpadear, se gira hacia mí en cámara lenta. Tiene los labios entreabiertos y un poco de crema batida en el inferior. Mi mano está a punto de ir y limpiarla con el pulgar, pero él se adelanta y se relame los labios. Me cuesta ignorar el latido errático de mi corazón ante esa minúscula acción. Completamente decepcionada, mi mano vuelve a caer sobre mi regazo.
¿Qué diablos estoy pensando? Me hacen falta más interacciones humanas. ¿Acaso mi cerebro está desviándose solo porque ya no soy su maestro? No he hablado con nadie que no sea un maestro, mi hermana o un alumno en meses. Mucho menos con intenciones románticas. Mi cabeza está jugando conmigo, en definitiva.
—Es la cosa más deliciosa que he probado en mi vida —dice, y luce como un niño pequeño. La imagen llena de desesperación de la biblioteca ahora es un recuerdo lejano. Luce tan vivo que (casi) desaparecen las ojeras de su rostro. Le da otro sorbo y hace un sonido satisfecho—. ¿Quieres un poco?
—Nunca fui muy fan del dulce, pero... —poco convencido, agarro el vaso de cristal y lo acerco a mí.
El unicornio me pone incómodo, contemplándome mientras le doy un sorbo, y no me ayuda para nada tener los ojos de Taehyung clavados en mis labios con una expresión espantada (¿se arrepintió? ¿Acaso está pensando ¡no, mi preciado milkshake!?). Me alejo de la pajita y le intento sonreír aunque todo mi rostro se contrae y me hace falta tragar un par de veces para disipar el sabor a vómito de unicornio.
—Está... muy bueno —miento descaradamente, pero Taehyung no reacciona. Está petrificado examinando la pajita. La inspecciono también, intentando descifrar qué es tan extraordinario para causar una reacción así. No es el unicornio (es muy feo, para ser sincero), así que debe ser...
La pajita. Acabamos de beber de la misma pajita.
Es algo de niños alarmarse al haber compartido un poco de saliva por comer o beber del mismo lugar. Los amigos lo hacen. Mis amigos lo hacían todo el tiempo. Yo no porque simplemente lo que Beomgyu llevaba al colegio de almuerzo nunca fue algo que me apeteciera, pero Yoongi siempre estaba abierto a compartir. Y no es que Beomgyu partiera el sándwich a la mitad, sino que comían del mismo sándwich. Nunca, ni una sola vez, los vi haciendo una broma o comentario sobre un beso indirecto. Porque es algo de niños. Los amigos lo hacen todo el tiempo.
No solo me parece increíble haber recordado a mis amigos en un momento como este, pero mi reacción de estudiante en una historieta romántica también me parece absurda. Me enrojezco hasta las orejas, igual que Taehyung, y ambos desviamos la mirada. Carraspeo y toso, como intentando quitarme de encima el sabor dulce del milkshake, y bebo de mi propio café.
No sé cómo continuar después de lo que acaba de suceder y parece que Taehyung tampoco. Bastó menos de una hora con él para que sus reacciones exageradas y su timidez repentina terminaran pegándose a mí también. Es contagioso (¿qué es contagioso? ¿Actuar como un adolescente enamoradizo aunque tengo veinte años? Por Dios).
Si seguimos comportándonos así, el pre-universitario va a ser una verdadera tortura. Hemos pasado tanto tiempo juntos, ¿por qué de repente es incómodo? Aunque no lo describiría como incómodo, precisamente...
Reviso el estado de Taehyung disimuladamente y confirmo que, aunque he contado hasta cinco en mi cabeza para armarme de valor, él sigue igual. Admira el exterior por la ventana como si nunca lo hubiera visto antes y está inclinado hacia adelante como si tratara de encogerse y desaparecer. Por suerte, antes de que suelte el comentario más estúpido para romper el hielo (¿Qué tal estuvo el examen de matemáticas?), sus amigos aparecen por la entrada del restaurante y revisan las mesas hasta dar con nosotros.
—¡Taehyung! —grita Park Sunghoon, levantando la mano. Los tres se acercan a la mesa, dejan sus mochilas en el suelo como pueden y se acomodan en el asiento de enfrente (Taehyung tenía razón, es lo suficientemente grande para que entren tres personas). Sunghoon está en el medio. Apoya los codos en la mesa y me escruta— Jake dijo que invitó al maestro... a Jeon Jungkook —se corrige en medio segundo—, pero no creí que de verdad vendría —ahora analiza a Taehyung. Alza las cejas de forma extraña y Taehyung vuelve a encogerse a mi lado.
Hanbin le da un codazo en las costillas. Sunghoon le devuelve el golpe y los dos parecen estar disfrutando de la situación demasiado.
—Oh, entonces eso era un pastel —dice Hanbin de repente, mirando la caja rosa abierta de par en par—. El osito es adorable, Jeon Jungkook. ¿El corazón tiene algo escrito? Dice... —Hanbin se inclina hacia adelante para ver mejor al osito, pero Taehyung es más rápido y se lo mete en la boca en cuestión de un parpadeo. Todos en la mesa nos quedamos en completo silencio mientras Taehyung mastica y traga.
—Se estaba derritiendo —se excusa él. Está por limpiarse una mancha de chocolate del labio con la mano, pero le paso rápido una servilleta.
—Está bien —dice Hanbin, sonriendo con aire travieso—. Así que no nos esperaron para ordenar...
—Teníamos sed —intento dar una explicación, poniendo mi mejor sonrisa, esa que practiqué tantas veces dándoles clases a estos mismos chicos.
Es cierto que resulta desafiante pasar de llamarlos alumnos a... ¿conocidos? De un momento a otro. Al único al que definitivamente ya no veo como un estudiante es a Taehyung, entonces aún siento que estos chicos me entregarán un trabajo cuando menos lo espere. El cumpleaños de Taehyung no fue suficiente para hacernos cercanos, y es mucho peor por el uniforme escolar.
—¿Qué es eso, Taehyung? —Sunghoon se fija en el vaso lleno de vómito de hada que Taehyung tiene frente a él, y una risa empieza a surgir desde el interior de su garganta— No me digas que pediste esa cosa. No tenemos seis años, Taehyung... ¡Wow, incluso tiene un unicornio!
La expresión que pone Taehyung ya no es la timidez inocente de antes, sino que se convierte en humillación cruda. La risa de Jake no ayuda, y podría sentir a kilómetros de distancia lo incómodo que se siente. No quiero que se sienta así. Sé lo que es sentirse completamente humillado, y no quiero ni imaginarlo sintiéndose así. No él.
—Lo pedí yo —me atrevo a decir, y ese par se calla enseguida, atónitos. Taehyung también luce sorprendido. Me esfuerzo por sonar lo más natural posible y no dejo de sonreír—. Es mi primera vez en el Asian Bay —mentira—. Me encantan las cosas dulces, así que le pregunté a Taehyung qué era lo más dulce del menú —mentira, otra vez. Tolero los dulces y los evito si puedo—. Al final fue demasiado para mí y los cambiamos.
—Eso tiene... más sentido —dice Sunghoon. Ahora, incómodo y apenado, él. Tose un poco y se fija en el menú cuando la misma mesera (mostrándose decepcionada al confirmar que esto, de hecho, no era una cita) nos pone cinco menús en la mesa—. Espera —dice, de repente, llamando la atención de todos—. Taehyung, ¿no dijiste alguna vez que viste a Jungkook en el Asian Bay... ?
Tiene razón. Fue poco después de empezar a enseñar en el Saint Clair. ¿Cómo pude olvidarlo... ? No sirvo para mentir, no debería intentar hacerlo de nuevo.
Taehyung y yo entramos en pánico, así que él se apresura en agarrar su menú y abrirlo de par en par.
—Eh, ¿qué van a pedir? —dice, fingiendo interés en la sección de ensaladas. Hanbin entiende la situación enseguida y le pregunta a Sunghoon sobre su presupuesto para hoy, distrayéndolo. Taehyung le sonríe con disimulo después, agradecido, y Hanbin le devuelve el gesto.
Los tres se sumergen en una conversación acerca de qué hamburguesa es mejor y más económica. Taehyung juega con la tapa de su menú, ojeando sin muchas ganas la sección de niños. Parece interesado en la porción de papas fritas del menú infantil, y no entiendo cómo a ellos no les parece tierno que a este chico increíble y capaz le gusten las cosas de niños. Pongo una mano con cuidado sobre su hombro, y él da un pequeño brinco.
—¿Estás bien? —le pregunto en voz baja. Él asiente y (aún con un ligero sonrojo) sonríe. Esta vez me fijo un poco más en cómo lo hace, en la escena que se forma. Sonríe con todo su rostro: ojos y boca y cabello alborotado y pestañas largas. Todo en una perfecta sincronía que se transforma en mi imagen favorita.
—Sí. Gracias, Jungkook, en serio.
No aparto la mirada. No cuando él se concentra otra vez en la sección infantil del menú ni cuando la mesera toma nuestra orden. No puedo, no dejo de pensar en lo mucho que necesito que me sonría otra vez.
Capítulo largo y bonito para pedir perdón por la tardanza jeje c:
Les prometo que me concentraré al 100% en Thump! apenas termine Killing Butterflies (¡falta muy poco!). Una vez más, ¡lo siento! :(
¡Nos leemos luego!
[ Noduru, 2023 ]
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