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taehyung.

Debí saberlo antes, desde el segundo exacto en el que me acomodó la tiara de cartón sobre la cabeza. Ese día, la única persona que logró callar mis nervios fue él. Por supuesto, fue él mismo el causante de mi colapso nervioso en los siguientes días, pero aún así. 

Lo arregló. Con palabras y notas y sonrisas y lágrimas. Es suficiente con pensar en él, con leer una vez más lo que escribió para mí, para que mi cerebro entre en un temporal estado de increíble y silenciosa paz. Él me da paz, y al mismo tiempo es quien hace que mi corazón de volteretas imprecisas dentro de mi pecho. 

Contradicciones.

Jeon Jungkook está lleno de contradicciones.

Y también está lleno de otras cosas. Emociones que guardaba en su interior y que escondía tras una máscara bien tallada. Sentimientos ocultos que llegaron a su límite y se desbordaron.

Cayeron, sobre mí.

Y estoy más que dispuesto a ayudarlo a cargar con ese peso.

Porque dentro de poco se cumplirá un mes desde que nos conocimos, y quizás un poco menos desde que me enamoré de él.

Ya no me cuesta admitirlo. Quizás sí en voz alta, pero ya no me afecta decir la verdad para mis adentros. Ese maestro estúpido me gusta. Me gusta tanto que no sé qué hacer conmigo. No sé qué hacer con él.

Pedirle prestado un libro fue una idea que se me ocurrió en el momento menos pensado, cuando mi cabeza era un desastre de paredes caídas y escombros en el club de arte. Una excusa para que tuviera que pensar en mí. Cuando guardara el libro para dármelo, cuando viera el espacio vacío en su librero, quería ser la imagen que invadiera su mente.

No mentí al cien por ciento cuando le dije que quería leerlo. Jungkook un día empezó a hablar sobre filósofos que también habían pisado el camino de la literatura, y mencionó El Extranjero como un ejemplo. La historia es genuinamente interesante, por eso fue el primero que saltó a mi cabeza cuando pensé en pedirle prestado un libro.

Terminé el libro el domingo, y esa noche me senté a las tres de la mañana en mi escritorio, encendí la linterna de mi celular para no despertar a Hyewon y saqué una hoja de cuadros del cajón. Fue pura buena suerte no tener tareas por entregar para el lunes, porque pude dedicar el fin de semana entero a leer. Tardé mucho en conseguir el valor para escribir algo y aguantarme las ganas de arrugar el papel y solo dejarlo a un lado. Ya tiraría las siete hojas que arruiné con borradores fallidos por la mañana. Tenía que concentrarme y escribir.

Me gustó.

Vi la hora en el reloj: Eran las cuatro de la mañana y tenía dos palabras.

No quería volver a tratarlo como un maestro (era físicamente incapaz sin sentir arcadas), pero hablarle con naturalidad me seguía pareciendo extraño. Ese momento en el salón de arte cambió la perspectiva que teníamos el uno del otro (para mí, lo cambió todo, y espero desde el fondo de mi corazón que haya causado un cambio mínimo en cómo me veía él). Pero eso no cambiaba el hecho que yo era un mocoso de dieciocho y él un joven de veinte años.


¿Usted considera que tiene motivaciones? Yo, a veces. En ocasiones me siento como el personaje principal: No me importa nada. Si fuera por mí, me da igual si todos mueren (incluyéndome). En otros momentos... me importa todo, demasiado. Y desearía ser como Meursault. Desearía que las cosas me importaran menos.

Me gustó, en serio. Le daría un 8.5/10. ¿Qué puntación le daría usted?


Le devolví la copia del libro con la nota dentro el lunes, con el temor latente de que no lo abriera y solo lo guardara en una estantería sin revisarlo. Que nunca me respondiera. Le dejé el libro en su escritorio sin siquiera mirarlo cuando nos levantamos para salir a la hora del almuerzo. No me fijé en su expresión, tal y como él había hecho cuando me lo entregó: dejando la novela disimuladamente sobre mi escritorio cuando entró al salón y nadie le prestaba demasiada atención.

Mi corazón dejó de latir, para empezar a galopar erráticamente pocos segundos después, cuando volvió a dejar el libro con disimulo sobre mi escritorio el miércoles, antes de empezar la clase como si nada.

Decidí que lo mejor sería leerla cuando volviera a casa, así que me abstuve de sacarla. Porque, lo que sea que hubiera dentro de ese libro, me haría reaccionar mucho peor cuando tuviera que enfrentar a Jeon Jungkook en el club por la tarde.

El club ese primer lunes fue bastante normal. No me sentí tanto como su ayudante. Él había llegado con la idea general e hizo que yo la explicara a la clase. No había mucha gente en el club de arte, así que no me trabé al hablar. Quería que hiciéramos un retrato, con la técnica que quisiéramos, de una persona que consideráramos importante para nosotros. El punto especial del trabajo era que no podíamos usar referencias. Es decir, no podíamos elegir como modelo a ningún alumno presente ni ver fotografías. Yo dibujé a mamá en mi cuaderno de bocetos. Avancé hasta la tinta ese día.

Jungkook y yo casi no hablamos el lunes, y eso me estaba empezando a preocupar. Podía significar que él quería ignorar lo que sucedió el viernes, actuar como si nada hubiera sucedido. Antes, por lo menos me miraba y sonreía. En ese momento, con su silencio e indiferencia mortal, me estaba cuestionando si haber escrito esa nota fue una buena idea.

El miércoles, ya con la notita enviada y con una respuesta suya en la mochila, todo cambió.

—Olvidé las acuarelas —le dije, plantado frente a él con el rostro ardiendo de lo rojo que estaba. Él no traía los lentes puestos, y había elegido un suéter verde con rayas. Lucía menos adulto, y eso me agradaba. Me hacía sentir más normal verlo como un chico más (porque eso era).

Parpadeó.

—Ehm, ¿tienes algo más en lo que trabajar? Un cuaderno de dibujo, o...

—Sí, tengo uno —me agaché para sacar de mi mochila mi cuaderno de bocetos. No sabía qué estaba haciendo, pero recordaba bien que, con cada uno de mis amigos, ya había hecho eso. Era mi forma de establecer un vínculo con alguien, de hacer amigos.

Bajo su mirada atenta, abrí el cuaderno en una de las últimas páginas y lo dejé frente a él.

—Aún no he terminado este.

Él se aguantó una risita, lo pude ver en la forma en que apretaba los labios. Sonreí.

—Creí que dijiste que no era yo.

—Mentí, porque me dio vergüenza. No piense que —lo vi tragando saliva— es raro. Lo hago con todo el mundo. Bueno, no todo el mundo. Con... Con mis amigos. Eh... ¿puedo sentarme aquí? Desde atrás no... podía verlo bien.

Esa vez no lo contuvo y se rio, parpadeando rápido.

—Seguro.

Traje un banco de madera, pero no lo puse frente al escritorio. Lo puse junto a él. Jungkook continuó trabajando y calificando trabajos, pero podía notar la tensión en su mandíbula cada vez que notaba mi mirada sobre él. Yo estaba hecho un desastre total, pensando de dónde mierda había sacado el coraje para hacer todo eso. Él puso jazz suave a muy bajo volumen y tenía un termo lleno de café. No pude evitar sonreír inconscientemente.

Me gustaba, me gustaba mucho.

Y me gustó más cuando leí la nota al llegar a casa.


Me alegra que te haya gustado. Yo lo leí hace bastante, así que no recuerdo todo con exactitud jaja, pero sé que no soy como el protagonista en lo absoluto. Siempre me ha importado todo, demasiado, desde que tengo memoria. Me gustaría que las cosas que me suceden dejaran de tener ese efecto sobre mí. Pero leer a alguien con una perspectiva así sobre la vida... supongo que fue interesante. Terminarás haciendo que lo lea otra vez :)

Creo tener motivaciones, pero no estoy seguro de que sean las correctas. Se supone que son aquello que te impulsa a seguir adelante y no rendirte. Mis motivaciones son lo que me arrastra hacia un abismo. (Debería cambiar de motivaciones, ¿no? Jaja...)

Hmm.

Yo le daría un 9/10 provisional, porque tendría que re-leerlo para darle una puntuación correcta. ¿Te gustaría que te prestara otro libro? No es necesario si no quieres, pero supuse que... no sé qué supuse. Estoy escribiendo esto en la última página de mi libreta, así que solo estoy balbuceando. No me hagas mucho caso.

Pd. Lamento los manchones ^^

Pd. 2. El usted me agarró desprevenido. Creo que prefiero volver a ser solo Jungkook.


Lo primero que hice al terminar de leer fue guardar con cuidado su nota en un cajón de mi escritorio, ponerle seguro a la puerta de la habitación y sentarme a escribir una respuesta.

Jungkook.

El aire se escapaba por cuenta propia por los labios ante la presencia de ese nombre.

—Jungkook. Jungkook —dije, alargando las sílabas y prestándole atención a mi voz. Sonaba extraña. Suspiré otra vez. No tenía solución. A menos que lo llamara así frente a frente, no me acostumbraría. Y no podía llamarlo así en persona, porque estábamos en el colegio. Maldición.

Creo que habíamos disminuido nuestro contacto en el colegio a casi cero debido a eso. Nos aterraba enfrentarnos a la realidad, a ese mundo en el que tenía que llamarlo maestro Jeon. Llamarlo así rompería todo lo que construimos (lo que empezábamos a construir). Yo había estado armando un castillo de arena añadiendo un granito todos los días, pero esa tarde Jeon Jungkook agarró un balde, lo llenó de arena mojada hasta el tope y asentó la primera torre.

Las palabras maestro Jeon serían como una ola gigante que emergía del mar, creciendo y creciendo, y arrasa con nuestro castillo de arena en un suspiro.


Jungkook, ¿así está mejor?

Esto es muy extraño. Lo lamento, pero no creo poder pasar ese límite -aún-. Usted es Jeon Jungkook, sí, no dejará de serlo, pero sigue siendo mayor y sigue existiendo esta pared invisible que me hace imposible romper las formalidades.

Quizás...

Quizás el veinticinco de marzo reúna el coraje suficiente. Le prometo que lo intentaré.

Espero que algún día pueda contarme sobre sus motivaciones, se deshaga de ese peso y busque unas nuevas. Nunca es bueno aferrarse a algo que le hace daño, y se lo digo como la persona menos indicada. Usted me está ayudando a dejar las cosas malas atrás, a abrir un horizonte y buscar otro Sol alrededor del cual orbitar, así que espero ser de ayuda para usted también, Jungkook.

Me sentiría muy feliz si me prestara otro libro. Usted elija cuál, todos los que ha mencionado en clase se escuchan interesantes.


Al día siguiente, otra nota (claramente arrancada de una libreta diferente) apareció entre las páginas 14 y 15 de una copia bastante gastada de La metamorfosis de Kafka.


Está bien. De nuevo, no quiero obligarte a hacer nada que no quieras hacer. Quiero que lo que sea que estemos haciendo fluya con naturalidad, y el usted me hizo sentir... No lo sé. Como si fuera un maestro de verdad de veintinueve años que se está enviando notitas con un estudiante (no lo soy. Si lo fuera, tendrías que llamar a la policía). No me quiero sentir así.

Soy un chico de veinte que apenas sabe sobre la vida y solo quiere entrar a la universidad el año que viene. Ni siquiera luzco de veinticinco...

Sí luzco de veinte, ¿verdad?

El libro tiene bastantes historias de Franz Kafka, pero te lo di específicamente por La metamorfosis. No te dejes engañar por el escarabajo gigante, es un poquito más profundo que eso.

Creo que te gustará.

Pd. No importa cuánto tardes en leerlo, devuélveme el libro el miércoles en clase y te lo daré en la hora del club. Me dejaste muy claro que lees estúpidamente rápido con El extranjero, pero quisiera que hagas que este dure un poco más de tiempo. Que lo disfrutes de verdad, que te des pausas para reflexionar. Aún así, encontrar una nota tuya ha sido lo más interesante que me ha pasado desde que entré en este colegio, así que... sigue escribiendo. Sigue dejándome notas. Las responderé sin falta y te devolveré el libro, lo prometo.


Las horas del club eran cada vez más entretenidas. Jungkook tenía ideas muy creativas y empecé a soltarme y a explicar de forma más natural lo que él no sabía cómo expresar. Los chicos de la clase me pedían ayuda a mí cuando la necesitaban, y empecé a sentarme cerca de Jungkook cada vez más seguido, hasta que inevitablemente terminaba junto a él con la excusa torpe de que había olvidado el material.

Sunghoon no parecía notarlo. Agradecía infinitamente que parecía ensimismado en sus trabajo y en la pintura, porque habría sido un suplicio tener que explicarle qué diablos estaba pasando entre Jeon Jungkook y yo, porque ni yo era capaz de entenderlo.

Una tarde, trajo al Dóberman que vi en el parque para que lo dibujáramos. Su nombre es Bam.

La curiosidad pudo conmigo y, cuando estábamos sentados frente a su escritorio y yo tenía un boceto bastante descuidado de Bam, la pregunta salió de mis labios por cuenta propia.

—Jungkook.

—¿Hmm? —hizo un ruidito con la garganta, mirándome. Me gustaba como me miraba.

—¿Tiene, eh, hermanos? —dije, nervioso. Su sonrisa se amplió y miró hacia arriba.

—Tengo una hermana mayor. Su nombre es Minji.

Suspiré, e intenté disimularlo con una risita aireada y un ya veo. Él no dejó de mirarme.

—¿Qué hay de ti? ¿Tienes hermanos?

—Oh, tengo una hermana menor. Estudia aquí, en sexto grado. Su nombre es Hyewon.

—No creo haberla visto... ¿se parece a ti?

—No mucho. Minji... ¿se parece a usted?

—Me han dicho que sí. Cuando éramos pequeños, pero ella empezó a teñirse el cabello y a maquillarse, así que el parecido se empezó a desvanecer.

—Suena como una chica interesante —apreté los labios en una sonrisa—, quisiera conocerla.

Se acomodó los lentes. Si no hubiera estado tan cerca, hubiera pasado por alto la aparición del sutil sonrojo en sus mejillas.

Un mes entero pasó desde ese viernes.

Él cumplió su promesa, y yo cumplí la mía. 

¡Nos leemos luego!

[ Noduru, 2024 ]

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