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26

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taehyung.

Me guío por el sonido y me voy acercando a la puerta del salón. Está medio abierta, y puedo oler el café caliente desde aquí. Si me concentro lo suficiente, puedo escuchar una melodía suave, un piano y un saxofón. Cierro los ojos, y me da la sensación de estar entrando a una cafetería en el centro de la ciudad. Aguanto una risa. Es jazz, la típica recopilación de cuatro horas que pondrías de fondo para estudiar.

Mis instintos y un valor que no sabía que tenía me impulsan a entrar en el salón. Jeon Jungkook está sentado frente al escritorio con una laptop abierta de par en par, unos quince papeles desparramados por el escritorio y tres (tres) tazas de café humeantes a un lado. El volumen no es alto, así que mis pasos resuenan por todo el salón vacío, pero él está tan ensimismado en su trabajo que no nota mi presencia. Tengo que carraspear cuando estoy parado frente a él para que despegue la vista de la pantalla. Luce estupefacto, una expresión que acentúa las horribles ojeras que tiene y la palidez enfermiza de su rostro.

—Taehyung —dice, apenas con voz, e intenta sonreír. No sonrías, pienso. No sonrías porque sé que es un gesto de mentira y me duele verlo—, creo que no te avisaron, pero hoy no habrá club. Puedes regresar a casa.

No doy ni un solo paso, no muevo ni un solo dedo y lo miro por lo que parece un millón de años. No puedo dejar de verlo, de notar en cada milímetro de su rostro que no está bien. Parpadeo, obligándome a mí mismo a salir del trance, y mis ojos vagan por el techo intentando encontrar las palabras correctas.

—Eh, maestro Jeon.

—¿Sí, Taehyung?

Me aclaro la garganta. La siento completamente seca, y estoy tentado a pedirle un sorbo de café.

—Sé que sonaré... muy entrometido, pero —me quedo callado y entrelazo mis dedos. No quiero mirarlo a los ojos, pero mis impulsos pueden conmigo y levanto la cabeza por un instante para hacer contacto visual—, ¿está bien? —la pregunta lo deja helado, como si fuera lo que menos esperaba escuchar de alguien como yo. Se queda en silencio, asimilándola, y la sonrisa falsa vuelve a aparecer. Es una señal de que me dará una respuesta de mentira, así que sigo hablando antes de que pueda responder— Digo, ha estado faltando a clases toda la semana y el señor Lee dijo que es porque le dolía la cabeza. Todos nos hemos estado preguntando —mentira. Soy el único— si usted está bien.

No me responde y lo único que se escucha es el jazz suave proveniente de su laptop. Se sorbe la nariz y se rasca la nuca, algo nervioso, y recorre los papeles desperdigados por el escritorio con la mirada. Se acomoda los lentes y vuelve a mirarme. Ya no sonríe.

—Me atrasé un poco con la planificación de las próximas semanas, y la vicerrectora quiere que empiece a preparar los exámenes parciales. He estado... muy estresado últimamente, eso es todo.

Tiene razón, dentro de poco empezarán los exámenes parciales. Si no recuerdo mal, serán la primera semana de abril, y los maestros tienen que empezar a entregar los exámenes listos desde mucho antes. Yo me he librado del examen de Jungkook gracias a la feria, pero casi nadie escogió el área de Literatura. Si todo el salón se ponía de acuerdo y escogíamos una sola materia, ese examen se anularía. Pero somos muy malos para organizarnos y ningún examen fue anulado, así que le dimos a todos los maestros más trabajo. Incluido Jeon Jungkook.

—¿Eso es todo? —digo yo, poco consciente de las palabras que abandonan mi boca— ¿Hay algo que lo ha estado molestando últimamente?

Se pasa una mano por el cabello. Tiene algo atrapado en el pecho que no lo deja respirar, y se le está presentando la inesperada oportunidad de sacárselo de encima, pero no sabe cómo hacerlo. Y tampoco lo obligaré. Quiero intentarlo, pero no quiero forzarlo.

—No creo que lo mejor sea desahogarme contigo, Taehyung —se ríe amargamente. Un sonido sin gracia que termina convertido en un suspiro.

No confía en mí, y es obvio por qué no lo hace. Me ve como un niño por estar usando un uniforme escolar, uno que él mismo usó hace menos de un año. Tomo una respiración profunda antes de dar media vuelta. Seguramente cree que me he ofendido por sus palabras y que me iré, pero me desvío hacia la parte trasera del salón y agarro un banco de madera. Jungkook me pregunta en medio de una risa anonadada que qué estoy haciendo, pero no le hago caso y planto el banco frente al escritorio. Me siento frente a él.

—Soy solo su alumno, ya lo sé. Pero este no es el salón de clases, es el salón del club. Y ni siquiera estamos en horas de club —digo, temeroso de hablar demasiado rápido y que no me entienda—. Usted tiene veinte años, yo cumpliré diecinueve dentro de poco. Estamos... No... no hay tanta diferencia. Usted está empezando una nueva etapa en su vida, y yo justamente estoy cerrando la etapa anterior a esa —sus ojos cansados ahora están sobre mí con curiosidad. Decirle todo esto tratándolo de usted me resulta tan extraño—. Lo que quiero decir... Es que, puede ser y solo puede ser, que sus problemas y preocupaciones sean similares a los míos, o que yo pueda entenderlos de alguna manera. Dijo que —recuerdo la nota y me sonrojo sin querer. Espero que no se dé cuenta— yo podía hablar con usted si tenía problemas. ¿Por qué un alumno no puede hacer lo mismo por un maestro, si se presenta la oportunidad? O, planteándolo diferente, ¿por qué yo no puedo ayudarlo a usted? —inhalo y exhalo lentamente— ¿Me hice... entender?

Quedo helado cuando Jeon Jungkook empieza a reírse. Por Dios, se está riendo. Y no es una mentira, no es el gesto que finge cuando un chico de las primeras filas hace una broma de mal gusto en plena clase, no. La expresión se expande por su rostro, sus ojos se entrecierran y echa un poquito la cabeza hacia atrás. Se quita los lentes y se agarra el puente de la nariz, sin dejar de reírse, y el sonido me llena los oídos de una forma única.

Me llena, se desborda, y hace que sienta todo el cuerpo hirviendo.

—Eres un chico muy... especial, Kim Taehyung. En definitiva —lo dice por decir, para expresar que soy extraño, pero la palabra especial saliendo de sus labios y siendo dirigida a mí hace que mi corazón lata más rápido—. Está bien. Fingiré que no eres un alumno, que yo no trabajo aquí, y que eres... una persona más, ¿está bien?

—Está bien.

Pero hay una cosa que necesitamos hacer para que ambos nos adentremos en el papel —su rostro adquiere un poco de color con cada palabra. Eso hace que me relaje, pero lo que está por decir es lo que menos esperaba—. Tienes que dejar de lado los honoríficos.

—¿Qué? —digo, sin aire. Jungkook se ríe por mi expresión estupefacta— No... No puedo. No está bien.

—Dijiste que no estábamos en horario escolar, además... ¿Cuándo es tu cumpleaños?

Trago saliva.

—El veinticinco de marzo.

—Falta... un mes. Bien, imaginemos que es veintiséis de marzo. Tienes diecinueve, tengo veinte —me señala a mí y luego se señala a sí mismo, como si le estuviera explicando un problema de matemáticas a un niño de cinco años utilizando manzanas y peras—. Digamos que... somos amigos, y nos encontramos en una cafetería —agarra una de las tazas humeantes y me la pasa, después de revisar bien cuál está llena e intacta, una que no tenga el rastro de sus labios en el borde—. No necesitas ser tan formal conmigo.

—Es... demasiado extraño. No puedo —respondo, con la vista fija en mi reflejo sobre la superficie del café—. Es como estar cruzando un límite que nunca debería cruzar.

—Taehyung.

—¿Sí?

—¿Quieres ayudarme, o no? —aunque suena como un reclamo, el tono que usa para preguntarlo no lo hace parecer uno. Sigue sonriendo— Será incómodo para ambos si intento contarte lo que me pasa y me sigues tratando de usted.

—Pero...

—Taehyung, no es tan difícil —se ríe muy suave—. Deja de pensar en mí como el maestro Jeon. Solo... soy Jeon Jungkook. Por hoy, por ahora, llámame Jungkook.

Llevo llamándote así en mi cabeza desde que te conocí. Nunca fuiste un maestro en mi cabeza. Nunca fuiste solo eso, pero no puedo llevar esta fantasía que llevo semanas construyendo en mi mente al plano de la realidad. No puedo, no si quiero lograr que las voces de mi cabeza se callen, esas que me dicen que...

Que no paran de decir que...

Le doy un sorbo al café. Está dulce, y el vapor se pega a mis mejillas.

—Jungkook —digo, cada sílaba saliendo de mis labios y llegando a él, abriendo puertas que no debían abrirse, rompiendo el dique y causando una inundación. Es tarde, es muy tarde. Algo también parece cambiar en su rostro, una pequeña contracción. Me meto en la historia que quiere que actuemos, imagino que estamos sentados en la mesa junto a la ventana de una cafetería, con ropa casual en lugar de la que estamos usando. Voy a agotar todo el valor, toda la valentía y todo el atrevimiento que pudiera albergar mi cuerpo en este preciso momento—. Entonces... ¿quieres fingir que somos amigos? ¿Como... viejos amigos que acaban de encontrarse por casualidad?

—Sí, sí, exacto.

Está más que impresionado, como si hubiera esperado que hacerme ceder fuera muchísimo más difícil. Mis palabras tardan en llegar a él, tarda en asimilar el hecho de que he dejado todas las formalidades a un lado. Me parece que incluso (no creo que sea cierto, solo estoy metido en un trance) se sonroja un poco.

Jeon Jungkook se acaba de sonrojar.

Dejo la taza sobre la mesa, y entonces él comienza a hablar.

Comienza a decir todo, a soltar todo, y entonces es muy tarde.

Jeon Jungkook acaba de confirmar lo que yo ya temía.

¡Nos leemos luego!

[ Noduru, 2024 ]

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