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taehyung.
Le doy al botón rojo para colgar la llamada y me rio bajito para mí mismo. No creo que hubiera podido tener una conversación tan fluida y natural con cualquier otro ser humano que no sea Hanbin. Sunghoon es bastante intenso con sus emociones, y este pequeño odio que habita en su pecho y que poco a poco se va apagando hace que sea imposible hablar con él de Jungkook. Bueno, si lo pienso bien, sí que hay otra persona con la que podría hablar de él...
Me aclaro la garganta, acercando la punta del lápiz a los labios del dibujo. Le doy vueltas a la conversación que acabamos de tener, y me pregunto: ¿Alguna vez he visto a Jungkook sonreír con sinceridad? Sonríe todo el tiempo, y tiene una sonrisa... bonita. No me cuesta aceptarlo, pero ¿qué me asegura que ha estado siendo honesto con nosotros? Es un maestro y quiere agradarnos, es obvio que va a poner buena cara todo el tiempo.
Lo más cercano que puedo recordar a una expresión honesta de sus emociones es... la sonrisa sutil que se convierte en una carcajada disimulada cada vez que habla por teléfono durante la hora del almuerzo. Probablemente con su novia-o-hermana. No me sonríe así. No es porque quiera creerme especial para él (porque no lo soy, soy un alumno más. Estoy seguro que él no piensa tanto en el día de la feria como yo), pero es que no sonríe así con casi nadie.
Lo dibujo sonriendo, tal y como mi vago recuerdo de él riendo, apoyado contra la pared, me dice que son sus labios curveados hacia arriba. Cierro el cuaderno y lo guardo en mi mochila.
Me doy una ducha rápida y me pongo encima una camiseta amarilla vieja y unos shorts como pijama. Me seco el cabello y reviso, por quinta vez en la noche, que tengo la mochila lista para el día siguiente. Falta poco para que den las nueve,y Hyewon vendrá pronto a dormir, así que no me queda mucho tiempo para estar en este cuarto con la luz encendida. Bajo las escaleras sin ponerme los zapatos.
Mamá está sentada en la sala de estar mirando TV y planchando ropa. Me siento a su lado y me recuesto sobre su hombro.
—¿Es la telenovela que empezaste ayer? —asiente con la cabeza haciendo un ruidito— ¿No habías dicho que no te gustó?
—Sabes que no me agrada dejar las cosas que empiezo a medias —me rio y ella me acaricia la mejilla—. ¿Hyewon está arriba?
—No, creo que está en la oficina de papá haciendo tarea.
—Ah —pasa la plancha sobre la camisa blanca de Hyewon una y otra vez, arrasando con cada arruga, antes de dejar la plancha a un lado y mirarme de reojo—, ¿qué sucede? Estás actuando extraño.
—¿Extraño? —le pregunto, aún con la cara apachurrada contra su hombro— No, ¿por qué lo dices?
—Instinto maternal —me rio aún más fuerte, poniendo los ojos en blanco, y ella me empuja—. Ya, dime qué te sucede.
—Nada.
—¿No confías en tu madre para aconsejarte? —hace un sonido de fingida indignación y se agarra el pecho— ¿Qué hice mal? ¿En qué me equivoqué como madre para que mi propio hijo no confíe en mí? —lloriquea de mentira y yo le agarro con fuerza del brazo mientras aguanto la risa.
—¡No es eso, en serio! Es solo que... —me quedo callado. ¿Qué es lo que me pasa? ¿Qué hay para contar? No sé qué decirle a mi madre, porque no hay nada que decir. O no sé cómo decirlo. Tomo aire, pensando en algo que encamine esta conversación por la dirección correcta. Ella me mira con expectativa—. Hmm, ¿puedo hacerte una pregunta un poco rara?
—Adelante.
—¿Alguna vez te gustó uno de tus maestros?
Recaigo en la intensidad de mi pregunta, en la fuerza con la que golpea la palabra gustar, demasiado tarde, cuando la expresión de mi madre ya se ha descompuesto por completo. Se gira hacia mí, con la intención de lanzarse a esta conversación, y yo me lleno de arrepentimiento.
—Bueno, supongo que en la universidad... Había un maestro joven que nos enseñaba informática y era —carraspea y mira hacia otro lado— atractivo. Todas mis amigas babeaban por él, incluyéndome. Incluso le dimos una carta anónima en San Valentín.
—¿Solo en la universidad? —sigo lanzando preguntas sin pensar. Mi boca se ha desconectado de mi cerebro, y aparentemente ahora está conectada a un corazón tonto y errático que se ha llenado de pensamientos estúpidos desde hace una semana. Mamá lo piensa, y no tarda en fruncir el ceño.
—Seguramente alguno de mis maestros del colegio me llegó a parecer lindo en algún punto... Pero eso es bastante tétrico, ¿no lo crees? —se ríe y aprieta los labios— Éramos niñas, y ellos eran... señores. Adultos con vidas establecidas que nosotros solo podíamos ver como un sueño lejano. Estoy segura de que la mitad de mis profesores probablemente son abuelos ahora—su risa adquiere más fuerza, pero deja de hacerlo cuando ve mi rostro horrorizado.
—Pero —intento salvar un barco que está a punto de hundirse. Un barco que ni siquiera sabía que estaba abordando. No quiero estar en este barco, mucho menos sostener el timón, pero ahora que lo tengo entre mis manos tengo que salvarlo de algún modo— imagina una situación hipotética... —empiezo a decir, y el corazón se me acelera cuando ella levanta una ceja con picardía— ¡Hipotética, mamá! ¡Hipotética! —ella se carcajea sin poder evitarlo, pero asiente con su cabeza para que continúe. Trago saliva—. Bien, digamos que está este maestro que es... joven. Como, muy joven. Se acaba de graduar hace un año. Y está este... alumno de último año. Tienen veinte y diecinueve, no se llevan muchos años. ¿Crees que... está mal?
—¿Qué está mal? —pregunta con inocencia fingida. Quiere que se lo pregunte de frente. Que le diga una verdad que ni siquiera es totalmente cierta mirándola a los ojos. Aprieto los labios.
—Que estén juntos.
Esas palabras revientan un globo en mi cabeza que estaba esforzándome por proteger. Ese globo estaba lleno de papel picado que se ha desparramado por toda mi mente. Es un caos, repleto de escenarios ficticios y descabellados que nunca sucederán.
—No creo que esté mal que gusten el uno del otro. Digo, es natural. Están en una etapa en la que el amor está a flor de piel —su voz dulce consigue que me calme un poco, que la personita que recogía el papel picado con desespero dentro de mi cerebro deje de hacerlo y se permita respirar —, pero... —vuelvo a ponerme en guardia y el corazón vuelve a latirme con rapidez— Sería bastante complicado tener una relación. Al final del día, siguen siendo un profesor y un alumno, hay una relación implícita de autoridad, ¿sabes?
—Ya lo sé, pero...
—Oh, ¡oh, oh, oh! —me interrumpe sin darse cuenta—. Tuve una amiga en último año que estaba en el club de teatro. El maestro del club era muy joven, pero mi amiga nunca mostró señales de sentirse atraída por él, ni viceversa. Puede que lo hayan ocultado muy bien, pero dos años después de la graduación descubrimos que estaban comprometidos —su repentina historia, mezclada con lo que acaba de decir, instalan una sensación agridulce en mi lengua. Siento la necesidad de correr a la cocina en busca de agua, pero en lugar de eso le sonrío—. No hay nada de malo en que te guste alguien, mientras sea algo consensuado y legal, por supuesto —ambos nos reímos muy bajito, y mamá me acaricia el cabello—, pero en esa situación hipotética y extrañamente específica, creo que lo mejor sería... intentar dar ese paso cuando ambos sean adultos. Ya sabes, después de la graduación.
—Sí, tienes razón. Fue una... conversación interesante, mamá —le doy un abrazo, más fuerte de lo que planeaba, y me levanto del sofá—. Iré a dormir, tengo un poco de sueño.
—¿Tan pronto?
—Sí... estuve hablando por teléfono con Hanbin y haciendo tarea. Estoy cansado —le sonrío sin dientes y ella me devuelve la sonrisa.
—Está bien. Descansa, hijo... Ah, y dile a Hyewon que también se vaya a dormir.
—Seguro. Hasta mañana, mamá.
Camino con pasos silenciosos sobre el suelo de madera, sintiendo el frío a través de los calcetines, en dirección a las escaleras. Mamá realmente se esfuerza por esconder su curiosidad, pero termina siendo más fuerte que ella en el momento en el que piso el segundo escalón.
—Taehyung —me llama. Yo la miro por sobre mi hombro—. ¿A qué vino el tema? No me digas que... —se le iluminan los ojos y se cubre la boca con sorpresa. Un pánico indescriptible empieza a burbujear en mi pecho—. El nuevo profesor...
—¡Mamá, no es lo que piensas! —me giro de nuevo hacia ella, con el rostro desencajado y a punto de explotar de lo rojo que está. Su mueca de sorpresa se torna en una sonrisa enorme y me deja más que confundido.
—¡... le gusta a Hanbin! ¡De eso estabas hablando con él! Me preguntaba por qué reías tanto desde tu habitación, ¡así que es eso! —el calor infernal que se asentó en la sala vuelve a la normalidad, y el pánico en mi pecho pasa de ser una olla a presión a punto de estallar a ser una taza de té templado en cuestión de segundos. Respiro profundamente.
—Sí, mamá. Es eso —miento. A Hanbin no le importará que use su nombre para algo tan infantil. Después de todo, él también dijo que le parecía atractivo. Suelto todo el aire que tenía en los pulmones y le doy una última mirada de cómplices a mamá antes de subir a mi habitación—. No se lo digas a nadie, y descansa, mamá.
—Descansa, Taehyung.
Mi cabeza es un lío total toda la noche, y no puedo cerrar por más de cinco segundos los ojos sin que una idea enorme opaque a todos los pensamientos en mi cabeza. Jeon Jungkook es un profesor. Me lo repito una y otra vez hasta tenerlo grabado, lo escribo en letras enormes y gruesas en cada pared de mi cabeza como un tatuaje que espero nunca se borre.
Es un maestro. No importa que sea un chico lindo que se ha asentado en mi cabeza desde el minuto uno, al que empecé a ver de una forma aterradoramente diferente con una simple pregunta. Un sentimiento que se ha ido formando en mi pecho desde que fue el primer maestro en preocuparse un poco por mí, pero que Kim Chaehyun hizo que explotara. Una posibilidad que tengo que borrar. Es una pequeña llama proveniente de un fósforo a la que tengo que tirarle un balde de agua antes de que se propague como un incendio forestal.
Jeon Jungkook es un maestro. No puedo verlo como algo diferente. Maldición, le hablo de usted, lo llamo maestro Jeon, ¿cómo pude pensar en esas cosas?
Jeon Jungkook y yo no podemos ser nada. Ni siquiera amigos.
Porque es un maestro.
Pero una pequeña y casi inaudible voz hace eco desde el fondo más recóndito...
Solo hasta la graduación.
—¡Faltan meses para la graduación! —grito en un susurro contra mi almohada, con las luces apagadas y mi hermana durmiendo en la cama de arriba. Suelto un grito ahogado y pataleo contra el colchón.
¡Nos leemos luego! ♡
[ Noduru, 2024 ]
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