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taehyung.
No es para nada uno de mis rasgos preferidos, pero supongo que es algo. Agradarle a los maestros, porque tengo las mejores calificaciones que podrían haber y el historial más limpio del Saint Clair. Es algo bueno, algo que puedo usar a mi favor si la situación lo amerita (¿quieres un permiso para salir del salón en horario escolar? ¿Un medicamento del departamento médico? ¿Reclamarle a algún maestro por una mala calificación? Soy el indicado). Pero eso es porque ya tengo una reputación con la mayoría de maestros. Solo necesito poner mi mejor cara y ellos harán lo que yo quiera, porque es imposible pensar mal de Kim Taehyung.
Porque tener la carta a mi favor es lo que, supongo, me he ganado después de sacrificar mi tiempo libre desde primer año y depender de mis calificaciones desde que tengo memoria.
Pero eso no funciona con los nuevos maestros.
Ellos no saben nada de mí. La mayoría de veces ni siquiera revisan los registros antes de la primera clase, así que tampoco es como si supieran mis calificaciones o lo puros que son mis antecedentes. Soy una hoja en blanco para ellos, igual que los otros treinta y dos idiotas que llenan el resto del salón.
Así que con ellos tengo que iniciar desde cero, mejorar la actuación. Ser el alumno perfecto desde el segundo uno para no tener incidentes futuros.
Necesito asegurarme una primera buena impresión.
No fue así con Jeon Jungkook. Ni la primera impresión, ni la segunda, ni la tercera. Lo único que he hecho frente a ese chico (porque, de verdad, solo puedo verlo como un chico) es sudar como cerdo, balbucear y mirar hacia cualquier lado que no sea su cara. No es porque sea un chico atractivo y me haga sentir nervioso por sus encantos de universitario (Hanbin tiene razón, pero eso no tiene nada que ver), sino que no sé cómo tratar con él después de la feria. No puedo darle el título de maestro de literatura en mi cabeza, porque sigo viéndolo con ese rostro despreocupado y esa sudadera gris, y entonces entro en cortocircuito cada vez que lo veo.
Especialmente después del 97.85.
Siempre entro en cortocircuito con cosas relacionadas con el colegio (entrega de boletas, exposiciones orales, exámenes escritos), pero casi nunca lo he hecho solo por tener que hablar con un maestro. Soy muy malo en eso de hablar con desconocidos (Sunghoon es el único con habilidades sociales de nuestro grupo. El resto apestamos un poco en eso), pero se supone que la retórica con maestros es mi fuerte. Si hubiera sido cualquier otro profesor, ya hubiera salido de su oficina con es horrendo 97.85 transformado en un 98. Un 99 en el mejor de los casos.
Pero no, claro que no. Salí de la oficina de Jeon Jungkook con un sermón acerca de por qué no me deberían afectar tanto las calificaciones (cosa que tiene sentido, pero que detesto que sea él quien me lo diga), de por qué merecía ese 97 y más de una palmada lastimera en la espalda.
Ah, y un vaso de agua.
Jeon Jungkook es el mayor obstáculo en toda mi carrera escolar. Y no lleva ni una semana en el colegio.
Hay algo que siempre sucede con cada maestro nuevo del Saint Clair (llevo años aquí, he visto muchas cosas), en especial cuando es evidente que es su primera vez enseñando: Empiezan su primera semana bastante tranquilos, intentan agradar, hacen bromas, no envían tanta tarea. Es todo una utopía, por una semana (el tiempo varía, pero nunca es menos de una semana. O nunca era menos). Entonces, no lo sé, se dan cuenta de que quizás ese no es el trabajo de un maestro. Un maestro no se ríe con sus alumnos.
Y entonces sucede.
Tienen una transformación, y empiezan a tomarse demasiado en serio esto de ser maestros. Después de la semana de calma, llega la semana de tormenta. Envían tareas como animales, como si pretendieran que tenemos toda la tarde libre para hacerlas. Empiezan a tomar lecciones orales, empiezan a actuar más estrictos. Ya no se ríen, solo nos dan sermones pasivo-agresivos.
Jeon Jungkook no entra precisamente en esta categoría. Jungkook sonríe (sonríe mucho, maldición), pero no lo he visto reírse en sus clases. No una risa real, al menos. Nunca le siguió las bromas a ninguno de los imbéciles del salón, y tampoco es como que nos ha dado ninguna clase real hasta ahora.
Entra al salón, escribe una orden en la pizarra y se sienta a calificar trabajos.
Siempre es lo mismo. Poemas, cuentos cortos, párrafos. Poemas, cuentos cortos, párrafos. El jueves se le ocurrió ponernos a escribir un guión en parejas.
—¿Y si escribimos una obra sobre una chica de secundaria que termina hartándose e incendia su colegio? O se vuelve una asesina —con gesto aburrido, Sunghoon señaló a Jungkook con la barbilla—. Ya tenemos a la primera víctima.
Tengo que admitir (oh, cuanto lo siento, maestro Jeon), que me reí.
Pero, un día, llegó al salón con más carpetas y cuadernos que de costumbre.
Y se puso un par de lentes (mierda, en serio. Lentes).
Y empezó a dar clases.
La primera clase de Jungkook no estuvo tan mal. No fue una porquería, para haber sido dada por un universitario. En realidad, da clases mejor que muchos maestros veteranos del Saint Clair. Ayudó bastante que empezara por darnos un refuerzo de los últimos temas que vimos con la señora Bang. Las variedades temáticas del texto fue uno de los temas que más he disfrutado este año, pero la señora Bang lo hacía tan aburrido.
Jungkook lo hizo un poquito más... dinámico. Dio ejemplos para cada tipo de texto, y me gustó que realmente hubiera leído los libros que usaba como ejemplos (era notorio que la señora Bang no ha leído ni un solo libro desde que cumplió treinta, pero ya podía imaginar la repisa atestada de libros de Jeon Jungkook solo con escucharlo. El contraste entre ambos era aterrador).
Es decir, nada me asegura que realmente hubiera leído los libros. Pero la forma en la que hablaba de ellos y los detalles que daba simplemente me daban la impresión de que era un chico-lector. Habló de Edgar Allan Poe y de Franz Kafka y nos leyó fragmentos de Berenice y empezó a reflexionar sobre el significado de La metamorfosis.
No sé cómo lo hizo, pero dio un resumen impecable de lo que la señora Bang nos enseñó durante los últimos tres meses. En cuarenta y cinco minutos. Y lo hizo mejor.
Pero nada podía ser perfecto.
Porque, al fin y al cabo, este tipo era un universitario sin experiencia que, por el delirio de grandeza que debía haber sentido al ser ascendido a maestro, había olvidado por completo los traumas de su vida escolar.
Y envió tarea.
Mierda, por supuesto que envió tarea. Tarea, tarea, tarea.
Nos dio dos días para escribir una cuento corto. Y la definición de Jeon Jungkook de corto son diez páginas más un pequeño prólogo y epílogo, de mínimo quinientas palabras cada uno.
¿Este chico era un psicópata, o un completo desquiciado?
Quizás un imbécil sería el término adecuado...
Apenas terminó de explicar el trabajo, levanté la mano. Fue un impulso.
Jungkook sonrió (¿nunca dejaba de sonreír?).
—¿Sí, Taehyung? —no me gustaba que pronunciara mi nombre con esa voz que decía ¿sí, ahora qué necesita el señor Kim? Como si fuera un maestro de verdad (porque es evidente que no lo es).
Yo también sonreí, como el alumno ejemplar y angelical que era, aunque mis manos temblaban. Y mis párpados, y mis labios, y todo.
—¿No cree que es muy poco tiempo? Tenemos otros trabajos para ese mismo día, trabajos pesados —no estaba mintiendo. El maestro Lee nos había enviado a resolver treinta ejercicios de balanceo al tanteo (maldigo a las reacciones químicas), y eso no era fácil—. Quizás podría, no sé, ¿darnos un poco más de tiempo?
Lo pensó, realmente pareció buscar una alternativa en su cabeza, pero la sonrisa le brilló y se puso la mano en la barbilla. Se estaba burlando de mí.
—No quiero que se estresen —lo dijo mirándome específicamente a mí, y lo sentí como un ataque personal—, tómenlo con calma. Pueden repartirse el trabajo, escribir un poco en la mañana, continuar en la noche —cerró un solo ojo y movió la cabeza, pensando—. Pueden hacerlo en parejas.
El corazón se me cayó al suelo.
Nunca me gustaron los trabajos grupales. Ni siquiera cuando nos permitían escoger a los integrantes del grupo y podía hacerlo con mis amigos. Un trabajo grupal, por más contradictorio que sonara, significaba más trabajo para mí. Organizar todo, dividir las partes, asegurarme de que todos hagan su trabajo y, si no lo hacían (cosa que sucedía la mayoría de veces), hacerlo yo. Hacerlo yo, esa era la parte que más odiaba. Éramos cinco personas en el grupo, pero yo terminaba con todo cargado en la espalda. Y todos tendrían un lindo 100 gracias a mi sacrificio.
Y nunca me quejaba. Porque ese 100 también era mío, y no importaba el sacrificio mientras sea por un 100.
Así que todos se acostumbraron a que un grupo con Kim Taehyung significaba una calificación regalada. Incluso mis amigos.
—¿La calificación será grupal?
—No, claro que no —se rió un poco. Definitivamente se estaba burlando de mí. Me enojaba un poco que nadie me apoyara. Todos parecían indiferentes al trabajo infernal que estaba mandando. Miré de reojo: Sunghoon había ido al baño y Hanbin estaba profundamente dormido en los asientos de atrás. Contuve un suspiro—. Pueden indicar en el documento qué parte corresponde a quién, y los calificaré individualmente.
Tragué saliva. No tenía más argumentos (más excusas), pero realmente no quería hacer ese trabajo. La garganta se me secó y terminé por bajar la mano. Jungkook había ganado.
Asintió con la cabeza con una sonrisa apretada, como diciendo bien, si no hay nada más... Y entonces salió del salón con sus carpetas y cuadernos bajo el brazo.
El imbécil realmente está disfrutando de jugar a ser maestro.
Pero esto no es un juego para mí.
¡Nos leemos luego! ♡
[ Noduru, 2024 ]
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