V. Confusion
Continuaba con la vista hacia abajo, sin mirar a su amigo a los ojos; más bien, sin ser capaz de alzar la mirada y enfrentarlo; de oír lo que quería decirle, o bien de soltar él mismo alguna palabra referente a lo que acababa de ocurrir. Raichi yacía con una extraña sensación en el pecho y que le era sumamente difícil describir en aquel instante. No se sentía cómodo, muy por el contrario, estaba agobiado y bastante. Aquello era lo único claro que tenía. Quería ducharse, o tomar un gran vaso de agua con hielo, tirarse una cubeta de agua fría, o gritar fuerte pese a que su padre estuviese cerca, a unos pocos metros de distancia, bajo el mismo techo; a través de paredes delgadas. Además, no se le daba muy bien hablar y lo sabía. Así también lo tenía presente Eijun.
Luego su amigo recordó el pequeño obsequio hecho por Haruichi y otorgado porque llevaban siendo buenos amigos: constaba de una libretita de apuntes que podía usar si deseaba expresarse más y, de ser el caso, mejor. Él mismo había tratado con ello y le ayudó enormemente a organizar sus ideas y pensamientos, para luego expresarlos poco a poco, primero en la mente, luego en voz alta. Eijun se levantó del suelo, mientras veía a su amigo sentado frente a él, con las manos entre las piernas, jugueteando con los dedos y sin ánimos de encararle. Contraído, cerrado, nervioso, incómodo. Era lo lógico, Raizou había sido bastante brusco con él. Como siempre solía ser, en realidad, pero esto era particularmente significativo para su hijo, y los ojos de su amigo no mentían. Por cómo observaba al piso, además de ese brillo que no era precisamente alegre, junto con cómo tenía de apretados los labios, decía muchísimo de la situación: estaba herido.
Como si estuviese en su hogar, abrió el cajón de la mesita de noche y ahí vio esa libreta con un color celeste claro, y la frase: "feel calm" escrita en inglés. Ideal para un momento como este. Se movió un poco, tomó el estuche de su amigo que estaba en el pequeño escritorio pegado a la mesita de noche y tomó un lápiz tinta. Sin decir palabra alguna, le alcanzó ambas cosas a Raichi. Lo vio con el seño levemente fruncido, a fin de expresar su opinión con el gesto por sí solo.
Desahógate, escríbelo, háblame, cuéntame, Raichi. Lo que quieras. Sácalo de ahí.
Luego añadió, rompiendo el silencio: —Si me quieres hablar, aquí estaré. Si quieres que me vaya y te de espacio, lo haré. Pero que sepas que no estás solo en esto.
Raichi estaba abrumado por la calidez de su amigo, sentía que no era merecedor de tanto. Alzó la mirada para encontrar los objetos y vio cómo Eijun le sonreía de lado, emanando la confianza de siempre. Tomó, algo inseguro las cosas y se sentó en la cama. Luego se acomodó al fin de recostarse de estómago y... le era difícil escribir, no por cómo estaba dispuesto él, sino por el contenido que vertería en la libreta. Pero sabía que las palabras no eran lo suyo; sí los gestos. Mas en este momento... quería explicarle a Eijun aunque le avergonzara. Quería salir de esa incertidumbre, inseguridad y vergüenza que lo estaban comiendo ante eso tan extraño y primerizo que vivía.
Comenzó a anotar frases sueltas, mientras le picaban los ojos, se estaba desbordando no sólo por dentro, sino también exteriormente. Anotó sus ideas de golpe y sin sobrepensar como solía hacer habitualmente:
« Estoy extraño, estoy enojado, raro... Me enoja que el viejo haya hablado de esa forma » « Sentí que le doy asco, ¿le doy asco a mi padre? ¿Por qué me importa tanto si él es una mierda generalmente? ¿Si ni le suelo importar? » « Estoy, creo que... estoy contento por saber que Sanada-san está interesado en encontrarme. Que no me olvidó, que... me buscó » « Me siento como una heroína de shoujo. ¿Está bien serlo, o... no debería? ¿Qué puedo hacer, Eijun? » « Creo que temo que me rechacen. No solo el viejo, sino también Sanada-san. No sé ni que siento, pero no quiero que me tengan asco por esto que ni sé nombrar » « Quiero ver a Sanada-san, hablar con él, conocerlo más » « Quiero que seamos amigos, acompañarlo a la estación aunque me desvié de casa. La vez que lo conocí, fue extraño, raro, pero me fui contento de haber conocido a alguien más » « Me gustó... que confiara en mí »
—Tengo miedo... —murmuró, tomando el lápiz con suma fuerza. Posteriormente, enterró la cabeza en la almohada, dejándose llevar por las emociones. Eijun tomó el papel cargado de kanjis y sentimientos, mientras Raichi, al estar desplomado en el colchón, se la entregaba sin siquiera enfrentarlo, mientras tenía el papel arrugadísimo. Su castaño amigo lo recibió, mudo y revisó el contenido rápidamente. Ojeó a su amigo, estaba sumamente contraído y abrió los ojos al ver cómo se movía en forma de pequeños espasmos: estaba temblando. Raichi estaba tiritando mientras tensaba sus músculos contra la almohada. No mentiría, a Eijun le dolía verlo así, más aún entendiendo cómo podía sentirse su amigo. Como pudo, sobó su espalda unos segundos a modo de consuelo y demostrarle entendimiento de la situación.
—Yo no te voy a juzgar, Raichi. No sé quién será ese Sanada, pero te noté muy contento cuando tu viejo lo mencionó —Raichi descubrió su rostro, mientras giraba su cuerpo hacia su amigo. Efectivamente, tenía los ojos brillantes y algo rojos. Había llorado, sin emitir un sonido, pero llorado al fin y al cabo—. Debe significar algo para ti si te mueve así —el chico de la cicatriz lo observaba, algo inseguro—. Pero quiero que sepas que si me quieres contar algo más, te voy a oír y en lo posible aconsejarte. Aunque soy bien torpe con el tema. Estoy en una relación hace casi dos años pero ni sé cómo llegué ahí —rió, sonoramente, aportando algo de alivio cómico al momento. Raichi sonrió—. Pero no me fue fácil. Si bien nos encontramos bien, yo también dudé de lo que sentía, y no sabía si era admiración o algo más. Yo creo que la diferencia está en cómo lo vives tú y ese tal Sanada. Ah... no sé qué estoy diciendo —volvió a reír, sacudiendo la cabeza—. También me siento como una heroína de shoujo. Pero, ¿sabes qué? Cuando he hablado con Kazu, una vez le saqué la información y el muy maldito me dijo que habían momentos en donde se sentía como yo. ¿Puedes creerlo? —hablaba entusiasmado y asombrado a la vez.
—¿Miyuki-san también se sintió así? —preguntó algo incrédulo. Le costaba imaginarse al chico de lentes sintiéndose cohibido, nervioso, o como solía ver en los mangas que leía.
—Sí, yo tampoco lo creía posible —rió—. Pero ocurrió, y quizá eso es parte de... —sintió que su rostro subía de temperatura— ya sabes, eso...
Ah, claro, eso
Querer a alguien. Que alguien te quiera... de vuelta. ¿Deseaba ello para Sanada-san y él? No sabía, era demasiado, pero demasiado pronto para decirlo o siquiera acercarse a una respuesta más aterrizada. Pero sí tenía algo claro: no quería perder el contacto con él. Fue inesperado cómo se encontraron, parecía sacado de un shoujo cualquiera, mas aquellas casualidades le agradaban (dentro de todo); aunque al comienzo se sentía nervioso. Esa última vez que se vieron en la estación, de alguna u otra forma, al final, halló paz y algo más de soltura. Y ese sentimiento le agradó. Ya el hecho de acercarse ínfimamente a Sanda Shunpei le alegraba. Prefería creer en ello, aunque no tenía certeza de cuánto duraría todo esto; o si acabaría, así como no acabó ganando el Torneo Nacional en la escuela junto a su equipo.
—Gracias, Eijun —como pudo, amainando un poco más sus emociones, le esbozó una sonrisa a su amigo. Posteriormente cerró los ojos, para luego voltearse a fin de tener el cuerpo frente al techo. Suspiró y estiró sus extremidades, manteniendo su vista cubierta.
—No hay de qué, Raichi ¿Te parece si salimos un poco de aquí? —estaba totalmente consciente que las cosas habían quedado tensas entre Raizou y él, y, por experiencia propia, a aveces era mejor alejarse de ahí, esperar a que se enfriara el ambiente y luego volver a enfrentar lo que tocara afrontar.
Su amigo asintió y procedió a incorporarse luego de unos tranquilos minutos, ya más calmado y relajado. Tal vez lo mejor era apartarse, respirar un poco de aire fresco y salir de ahí.
🌸
Algunos días después
La relación entre Raichi y su padre se podría decir que permaneció similar a lo de costumbre: con suerte se dirijían la palabra mutuamente (y esto con gran dificultad), más que para detalles claves. Salvo aquel día más tarde, el tema de Sanada Shunpei no volvió a sonar otra vez.
Raichi, increíblemente, se sentía más tranquilo luego de hablarlo con Eijun y haber seguido con su vida, sus deberes, la universidad, el baseball, salir a correr cuando tenía el tiempo y ver si coincidía con Sanada-san para, efectivamente, hacer válido lo que el mayor mencionó por medio de otra persona: volver a verse. Por algo, creía Raichi, no iba a ser de un día para otro. Eso ocurre en las películas, en las novelas, en los shoujos. No en la vida real.
Hasta que frenó su búsqueda, aunque por dentro deseaba ver al joven sobre el que surjió un creciente interés; pues le parecía cubierto de un carisma y misterio que se complementaban casi a la perfección. Asimismo, era ligero al hablar: parecía no tomarse las cosas personalmente, y debía ser difícil sostener esa liviandad para vivir. De cierta forma, presentía que podía aprender de él si lo iba conociendo. Continuaba siendo sorprendente, para él, que Sanada-san estuviese encarando la universidad. Lo veía... admirable y muy valiente de su parte.
Sin embargo, no era el motivo principal por el cual deseaba verlo; ese era... otro asunto. Si debía confesar su aspecto favorito de Sanada-san, diría que era la sonrisa. Era tan amplia, y algo le decía que era honesto con él... genuinamente. No sabía la razón detrás de aquello, pero se ponía un poquito nervioso, en el buen sentido. Era algo que no había vivido antes, y no le disgustaba. Es más, quería encontrarlo y ver más de sus sonrisas, de sus expresiones, de sus chistes. No inmediatamente, porque se hallaba coloradísimo cual tomate de tanto pensarlo. Necesitaba reponerse primero.
—Raichi, ¡atento con el pitcher! —despertó, nuevamente, de sus ensoñaciones gracias al grito de uno de sus senpais del club de béisbol. El aludido asintió, un poco más concentrado— ¿Qué pasa? —gritaba del otro lado del campo— Estás bien distraído últimamente. Recuerda que viene un torneo pronto —Raichi, algo cohibido, volvió a asentir y bajó la mirada. Ya el pitcher del equipo contrario aprovechó aquella oportunidad en que el famosísimo número 5 estaba destraído y lanzó su mejor bola. Fue el primer strike en la cuenta del umpire.
—¡Perdón, perdón, senpai! —se disculpó y volvió a concentrarse en la práctica.
Había venido el equipo de otra universidad a un partido totalmente amistoso y útil para el futuro de WTL (abreviación del equipo al que pertenecía Raichi), al menos si querían clasificar al Torneo Universitario de Verano. Cosa que compartía la mayoría del equipo, y parecía que Raichi también. Últimamente estaba inseguro de muchísimas cosas, menos de que quería reencontrarse con Sanada-san.
Sintió calor en su rostro, y no precisamente gracias a los nervios o la emoción del partido. Tendría que confesarlo, el actual pitcher no lo exaltaba tanto tal como hacía Eijun, Furuya o Narumiya-san, cuando pertenecían al Seidou y al Inashiro respectivamente. O Amahisa-san, del Ichidai. No, no era lo mismo. Pero no por ello se permitiría perder. Inhaló aire y volvió a concentrarse, de no hacerlo, perdería el momento de frenar la ofensiva contraria.
Esfumó de sus pensamientos a Sanada-san y volvió a su actitud habitual. Su senpai lo miraba de tanto en tanto. Él era parte del campo, así que podía visualizar cómo dudaba, cosa que era enormemente rara e inusual en él. Le entró curiosidad, no mentiría. ¿Acaso Raichi, quien normalmente no solía hablar con nadie y sólo comunicarse mediante los partidos con home runs, gritos o bateos impecables tenía algo (o quizás alguien) que lo distrajera del juego? Interesante.
(...)
Luego de agradecer al equipo contrario con una reverencia, los jugadores de ambos equipos se disponían a descansar un breve tiempo para, quienes tenían clases en la tarde, lo hicieran y quienes no regresaran a sus hogares. En el caso de Raichi, al haber sido un partido de las 3 a las 5 pm, tenía sólo una clase a las 6 pm y de ahí regresaría a casa. Ese era su plan.
—Oye, Raichi —le llamó su senpai, caminando hacia él mientras todos sus compañeros comenzaban a ir a las bancas a hidratarse—. Buen partido.
—Buen partido, senpai —respondió, sonriente. Habían ganado 4-2, era motivo de alegrarse y acumular un paso hacia el torneo de verano.
—En general estuvimos bien —comentaba, luego de sacar una pequeña toalla y sacarse el sudor de la frente y el cuello. Tomó un vasito de agua y se lo acercó a Raichi, quien agradeció asintiendo—. Sólo que te vi distraído un par de veces. Es un poco raro —rió— siempre sueles estar enfocadísimo en cada partido, por muy amistoso que sea. ¿Pasa algo?
—¿Eh? N-no, no pasa nada nuevo —mentía, y le salía fatal. El contrario lo notó en segundos y sonrió, divertido.
—Ah, no me digas —respondió con sarcasmo mientras veía como su kouhai estaba bebiendo su agua lentamente, con la mirada hacia otro lado, lentamente—. ¿Te gusta alguien? —agregó, con tono curioso y algo burlón. Raichi se atragantó con su agua y observó a su compañero de equipo a los ojos.
—¿Eh? ¡No, no, no, no! ¡Para nada! ¡Claro que no! Kyahahahaha —rió ansioso, sintendo rostro y orejas arder—, qué cosas dice —buscaba calmarse a toda costa. Omitiendo la cara divertida de su senpai, observó a su alrededor en 180 grados, lentamente: la cancha de baseball, algo desgatada en cuanto a color, las pequeñas gradas, los edificios de los departamentos que estaban más a la lejanía, los árboles, la sombra que proyectaban, cómo el cielo estaba colocándose de una naranjo algo pastel... Y como una persona que no formaba parte del equipo se acercaba a ellos. Raichi, contrario a apaciguar sus latidos, se quedó donde mismo al ver como Hirahata-san, el amigo de Sanada-san, se aproximaba a ellos parsimoniosamente.
¿Me vino a ver a mí? Pensó Raichi.
—No me lo tomo como un no —sonreía el contrario—. Ni me viste en todo este rato —le encaró, con algo de humor—. Pero está bien, no preguntaré más porque dudo que me sueltes algo —añadió, honesto—. Solo te pido que no te distraigas tanto de esto, eres parte importante del equipo, Raichi. Te queremos aquí, por último solo en los partidos, ¿está bien? —necesitaba asegurar que elemento tan vital como él permanecería aportándole al equipo. Raichi era un bateador de excelencia, rara vez encontrabas a alguien que leyera las bolas de los pitchers como él, y reaccionara con la brusquedad característica del menor. Por ningún motivo, como equipo, se permitirían perder a semejante jugador.
—Sí, senpai —respondió, asintiendo y viéndose levemente regañado.
—Bien, me retiro, parece que te buscan —comentó, al ver cómo Hirahata se unía a ellos. El senpai saluda al otro chico con un gesto de cabeza y se comenzó a alejar con los demás jugadores cada vez más dispersos—. Yo ya me iba. Hasta luego, Raichi —el contrario se despidió con la mano y su senpai ya estaba más lejos de ellos.
Raichi lucía rojísimo, post partido, con el calor emandándole del cuerpo, aún un poco agitado pese a que tomó agua. Y esto incrementó más al asociar el porqué de la visita de Hirahata-san, ¿acaso tendrá noticias de él? Era rarísimo verlo por ahí. Por esos lares. Hasta donde él sabía, nunca se había aparecido antes, y más aún acercándose tan casual.
—Hola, Raichi-kun —le saludó, colocándose frente a él. Raichi lo veía con su peinado habitual, y vestido en tonos grises. Tenía unas zapatillas cómodas blancas y postura relajada. Al verlo tranquilo, le inspiró un sentimiento similar casi al instante.
—Buenas tardes, Hirahata-san —saludó de vuelta con tono formal. Dudó en preguntar "¿Qué necesita?" pero no lo hizo para no hostigarlo o parecer a la defensiva. Se dejó más a la deriva de lo que ocurría, aunque estaba muy nervioso porque no esperaba nada.
—Recordé que dijiste esa vez que fuimos con Sanada a la estación que jugabas béisbol. No es de sorprender que fuese aquí. Tu físico igual lo dice, de cierto modo —Raichi lo veía confundido— ah, es que... —sí, se dio cuenta: sonaba muy abrupto y prejuicioso. Además que nadie le preguntó sobre la apariencia de Raichi. Decidió autocorregirse al instante— Lo noto, también jugué béisbol en la secundaria. Conozco que se trabaja el cuerpo, lo quieras o no —explicó. Cierto, había jugado junto con Sanada-san—. Oí que eras un buen bateador. Conozco a alguien del equipo, está en mi carrera.
—¿De verdad? —preguntó, sorprendido de cómo conocía a más gente.
—Así es. Pero no vine por eso —aclaró, desviando levemente la mirada hacia un lado y luego viendo al menor en tan llamativo uniforme de tonos cálidos—. ¿Tienes libre después de esto?
Okay, eso no se lo esperaba.
—¿Eh? —volvió a inquietarse, quedando perplejo— Tengo una clase a las 6... —respondió. E inmediatamente se odió a sí mismo por semejante honestidad. Su yo fanático de los shoujos le gritó que mintiera, por alguna razón que no descubría bien (aunque era obvio a más no poder), no lo hizo.
Ryou asintió. —Oh, no hay problema. ¿Te desocupas antes de las 8? —Raichi asintió, lentamente—. Sanada me dijo que te pasara... —sacó algo del bolsillo derecho de su pantalón— esto —le alcanzó un papel no muy grande, doblado a la mitad. Raichi lo tomó, nervioso y efectivamente era lo que creía: un número de teléfono. No había nombre ni nada, sólo un número de teléfono. El corazón comenzó a acelerársele. Estaba en shock, por decir lo menos—. Aún no son las seis así que supongo que pueden coordinar si gustan irse a la estación o lo que sea. Normalmente lo acompaño yo, pero... —sonrió al ver a Raichi observando el papel—. Mejor que te cuente él los detalles. Está en el departamento de Humanidades, creo que tenía una reunión con un profesor en media hora o algo así. Pero —agregó— Sanada no suele correr para hacer sus trámites, o en general.
Es como si volviera a ser el que era antes del accidente, pensó, fugazmente.
—¿Por qué... por qué me da esto? —preguntó el menor, en un tono de voz suave y genuino interés.
—Es mejor que le preguntes a Sanada, él me pidió que anotase su número en ese papel y te lo pasara. Y dijo: "él verá si me marca o no". No te obliga a marcarle, tampoco se enfadará si no lo llamas. Para que no te sientas preisonado, Raichi-kun —aclaró.
—Gracias por esto, Hirahata-san —hizo una reverencia. Pese a que lucía muy tosco a primera vista, Todoroki Raichi era un muchacho educado y muy respetuoso—. Me sorprendió —confesó, haciendo una tímida mueca hacia arriba.
—No es nada, Raichi —el aludido lo vio al ser nombrado sin honoríficos y mantuvo presente aquella mueca. ¿Era un paso de que quizás se harían conocidos? Prefería dejarlo al futuro—. Ya hice lo que me pidieron, ahora no te quito más tiempo para que llegues bien a tu clase —comenzaba a despedirse—. Ah casi lo olvido —recordó—, y si necesitas cualquier ayuda o guía, nos puedes consultar tanto a Sanada y a mí. Si nos ves también, puedes saludarnos —añadió, despidiéndose con la mano, tranquilo.
—Muchas gracias por su amabilidad —concluyó, agradecido y haciendo una pequeña. Una vez Hirahata se regresó por donde venía, Raichi se retiró del lugar, aún sin creer lo que acababa de pasar.
Ryou, por su parte, se sentía contento por su amigo. Semanas atrás Sanada le había dicho que tal vez Raichi le estaba importando más de lo que esperaba. Lo que podría suponer... que quizá lo que sentía Sanada iría más allá de una simple amistad. Sabía que él no tenía problemas en salir con otros chicos. Y era obvio, en lo que había pasado de tiempo, Shunpei a veces paraba en su caminar, se notaba levemente distraído o pensativo. Pero sutilmente, sólo quienes le conocían más en profundidad notaban aquellas dudas. Y Ryou era una de esas pocas personas.
Con mayor razón, y sobre todo después del accidente, deseaba que su amigo fuese feliz más que nunca. Y daría los empujoncitos necesarios (a su manera) para que Sanada disfrutara de esto que sentía que fácilmente podía ir más allá de la amistad, pero que buscaría partiera por ahí, o se quedara allí. Aunque dudaba este sería el caso. Se notaba que Raichi estaba entusiasmado con reunirse con Sanada. Se notó, aquella vez que fueron juntos a la estación, que había algo de complicidad, o química. Sin hablar mucho, podía sentir que buscaban, tal vez, una cercanía mutua. Un acompañamiento, alguien con quien recorrer las calles, aunque fuese sin decir palabra alguna.
Y tenía fe en que ocurriría algo, quizá de a pequeños pasos, y estaría ahí para verlo. Probablemente.
🌸
Apenas acabó de ducharse, tomó asiento en una banca cercana a los camerinos. Jugueteó con sus pies, moviéndolos rápidamentente, inquieto, ansioso, nervioso; todo a la vez. Para su sorpresa ya había creado el contacto, ahora faltaba marcar. El momento más difícil, dicen por ahí. Mas debía apresurarse pues luego Sanada-san estaría ocupado. Le era tan difícil tocar la pantalla... ¿O en realidad le parecía complejo por algún motivo en concreto? Veía un paisaje no tan distinto al de hace un rato, ahora vestido como siempre: una camiseta blanca y un pantalón holgado, las mismas zapatillas que de costumbre (no las de bésibol) y con el cabello húmedo peinado como era habitual. Ahora un poco más largo de los costados. No era la gran variación salvo que se echó perfume. E inmediatamente se sonrojó en pensar que lo había hecho con un propósito.
Quería ver a Sanada-san y estar presentable. Si no lo marcaba ahora, quizá cuándo lo haría.
Recreó a Eijun a su lado, animándole como seguramente estaría, y a la vez revivió lo ocurrido días atrás en su casa y lo que le dijo a Raizou:
"Puede importarte o no lo que haga, pero si voy a tener amigos o lo que sea, lo decidiré yo. Y a mis amistades o lo que sea no les hablas con asco. Porque es gente que estimo".
Obviamente lo había practicado con Eijun (y ayuda remota de Haruichi-kun además de la libreta que le regaló). Con ello en mente, estaba más tranquilo. Tomó una bocanada de aire, estiró todo su cuerpo de un gran golpe, y bloqueando sus pensamientos, marcó. La sangre se le fue a los pies, helada una vez vio el mensaje "marcando" debajo del contacto. Tenía el corazón en la garganta por decir lo menos.
...
...
...
...
—¿Diga? —Raichi contuvo el aliento al escuchar la voz contraria. Con suma dificultad, por cierto, porque oía sus propios latidos en los oídos—. ¿Quién habla? —la voz de Sanada Shunpei hizo que el menor balbuceara un poco, hasta que se animó a responder.
—Hola, Sanada-san —se atrevió a saludarle, sintiéndose una vez más como una heroína de shoujo manga.
—¿Eh, Raichi? —su voz sonaba más animada y levemente esperanzada— ¿Ryou al final te pasó mi número?
—Así es —asintió, creyendo que estaba junto a él. Su voz comenzaba a calmarlo—. Pero dudé en llamar —confesó, y nuevamente odió su honestidad propia de un niño.
—¿Oh? —preguntó, juguetón— ¿Qué te detuvo?
Enrojeció por enésima vez. Toda la situación le parecía embarazosa, y no quería admitirlo, pero así era.
—Nada en concreto —mintió, tratando de desviar su atención; mas consiguió el efecto contrario luego de oírlo decir: "qué aburridoooo". Raichi sonrió, Sanada-san seguía siendo gracioso y ligero como recordaba, después de casi tres semanas—. Me alegra oír que estás bien —soltó, sin pensarlo mucho. Posteriormente tapó su boca, no contaba con decir aquello. Sólo... lo sintió óptimo en el momento.
Shunpei no respondió inmediatamente, para su sorpresa. ¿Le habrá molestado? Antes de decir cualquier cosa, oyó del otro lado de la línea un "heh" suave, como si estuviese divertido (nuevamente). Sanada se hallaba de pie, esperando, pero con aquellas palabras quedó desprevenido, y movió un poco su bastón por inercia. No imaginaba que Raichi le diría algo así. Efectivamente comenzaban a presentarse avances que él iba disfrutando.
—A mí me alegra haberte entregado mi número —soltó, con un tono casual. Raichi no podía verlo, pero Sanada estaba sonriendo. Y, de cierta forma, acercándose a lo que tal vez, y solo tal vez, podría llamarse coqueteo.
Cada minuto que pasaba le confirmaba que estaba viviendo el sueño del shoujo manga, se sentía... muy extraño, pero no le y se disgustaba. Estaba cómodo, y más aún al saber que Sanada-san quería hablar con él, estar en contacto. Sin embargo, no vio el peso de las palabras contrarias, el verdadero significado que éstas acarreaban. Y tampoco que Shunpei colocaba una de sus manos en su rostro, tocando el calor que se acumulaba en sus mejillas poco a poco, con un rubor que no solía tener a menudo; y sonriendo sin saber (o sí) el porqué. Con su corazón latiendo, no desbocado, pero presente. Deseaba, una vez más, ser capaz de visualizar el rostro de Raichi, pues se imaginaba a una persona muy dulce y genuinamente amable, y eso... hacía que quisiese acercarse más a él. Más y más, sin presionarlo ni obligarlo a nada. Pero a la vez quería descubrir lo que estaba sintiendo. Ese hormigueo, esa tranquilidad que le daba hablar con él, oírlo algo nervioso, pero luego agarrando confianza. Una dualidad que hallaba interesante, intrigante y curiosa.
—Kyahahahaha —rió, suavemente. Como aquella vez en el hospital, cuando se conocieron—. Pero qué dices, Sanada-san... Aunque no me esperaba que mandaras a Hirahata-san —comentó, honesto y más relajado.
—¿Querías que fuese yo? —preguntó, curioso e imaginando la reacción del menor, exaltándose, negándolo de inmediato. Ah, cómo deseeaba verlo.
—¿Eh? N-no, no es eso... Me alegró que quisieras verme —complementó, sin pensarlo dos veces—. También... mi padre me dejó tu recado —soltó, con algo de desagrado en la voz. Sanada lo notó al instante, no había sonado como el Raichi de siempre.
Y pasaron... cosas, omitió.
Shunpei dudó si preguntarle sobre ello, al recordar que el recado que dejó podía dar para interpretación. Cosa que... en rigor, era cierta. Pero era un paso que no midió, más aún al conocer de forma muy extraña al padre de su ¿amigo? Optó por no tocar esa fibra y continuó, luego de tomar una silenciosa bocanada de aire: —Me gustaría que fuésemos juntos a la estación, o quizá ir... a otro lugar, si quieres —rascó su oreja izquierda, removiéndose un tanto del lugar—. Con acabar en la estación estoy bien —añadió, a fin de no incomodar al contrario.
Hubo un pequeño silencio. Sanada, mientras esperaba que su profesor lo llamara, movió sus pies un par de veces, esperando una respuesta, o un sonido por pequeño que fuese. Tocó su audífono bluetooh, pasando sus dedos por el botón con el que aceptaba o cancelaba llamadas, teniendo efímeras ideas que lo tentaban cada cierto tiempo. Como cortar de pronto y huir. Dios, ¿sonaba desesperado? Posiblemente.
—Me... me encantaría acompañarte, Sanada-san —soltó Raichi, sonriendo ampliamente y sintiendo tibieza en su rostro y manos. Shunpei se encontraba en similar estado, de cierta forma aliviado y alejando ya su mano del auricular—. Y junto con ello me aseguraría que... —llegaras bien y no te pasara algo. Ay no, se le fueron las palabras sin pensar. Pasó a llevar la autonomía del contrario, sin meditarlo antes. Y se entendía a leguas la oración inicial—. D-disculpa, de verdad no quise decir... —fue interrumpido.
—Tranquilo, no pasa nada. Es normal preocuparse —sí, lo había notado; pero no le importó. Al principio, un par de años atrás, se hallaba a la defensiva, pero gracias a la terapia y el acompañamiento que recibió, además de familia y amigos, pudo calmar un tanto aquel recelo con los demás. Asimismo... era Raichi, quien le inspiraba confianza. Con él, volvería a tocar su espalda sin dudarlo dos veces. Sabía que meditaba lo que decía, y no le haría daño. Y esa parte hacía que no dejara de pensar en él como un ser humano genuinamente tierno y bondadoso.
—Nuevamente disculpa lo que dije —efectivamente se disculpaba; tal como imaginó—. Sí, me gustaría ir a la estación contigo, la última vez lo pasé bien —añadió, rememorando, alegre—. Aunque ya de eso fueron semanas. Aún lo recuerdo... —sonaba melancólico.
—¿Qué recuerdas, en concreto? Han pasado varios días —estaba curioso.
—Sí, es cierto —asentía, del otro lado de la línea—. Pero me gustó salir de la rutina y no regresar solo camino a casa. A veces me encuentro con amigos, pero es difícil que coincidamos. No me molesta. Y... con ustedes me sentí a gusto —confesó—. Se notaba que Hirahata-san y tú son muy amigos y... me alegra —sonreía—. Me da gusto por ti.
—Es cierto, yo... le debo mucho a él —contó, con tono melancólico—. Es un buen amigo.
—Me alegro por los dos, de verdad.
¡Ay, es que era tan dulce! Era un chico que con su voz ya movilizaba el interior de Sanada, partiendo por su corazón, la preocupación sonaba y presentía era genuina.
—Eres muy amable, Raichi, ¿te lo han dicho?
—S-sí, pocas veces pero sí —rió, Sanada sonrió al oírle reír tan característicamente.
Sanada rió. Raichi había titubeado. —¿Sueles reírte así a menudo? Cuando nos conocimos recuerdo que reíste de esa manera.
—¿Te parece raro?
—Para nada, me parece... —hizo una breve pausa— único y especial —agregó, sin meditarlo.
Como tú, pensó, en un atisbo de segundo.
Raichi no respondió. Sanada-san le quitó el habla como en un suspiro fugaz, tomando su aliento y cualquier forma de reaccionar ante algo tan inesperado y que hizo que tomara su teléfono con fuerza. Sería la primera vez que alguien le dirían eso sobre cómo reía. Por lo general, las personas que se encontraban con él lo veían extraños, comentaban algo, rodaban los ojos o sencillamente lo catalogaban como "un bicho raro". Y sí, puede que su risa fuese extraña, pero solía emitirla cuando estaba entusiasmado o emocionado con algo, habitualmente. Hasta su propio padre (que no es parámetro, en verdad) lo criticaba por decir que espantaría sus compañeros de Yakushi (los años anteriores). Mas no fue así. Fue precisamente lo contrario, pues Raichi era un joven de acciones, y aceptaron que era parte de él.
Sanada Shunpei pareció aceptarlo demasiado pronto, y concebir su risa como algo que le hacía único. Raichi observó el pavimento, embargado de tibieza que se expandía por su cuerpo. Eso fue... lindo.
—No sé qué decir... —balbuceó, levemente incómodo pero no en el mal sentido. Por enésima vez, Sanada-san lo llevó a la estratósfera de situaciones nuevas, descolocándolo instantáneamente y poniéndolo en un escenario que veía sólo en magas y animes románticos.
—No digas nada, sé que sonó raro —admitió—. Lo sien-
—No te disculpes, no me desagradó —le cortó, seguro de lo que decía. Con su mano libre cubió su boca. Nuevamente sus labios se movieron más rápido de lo esperado—. Digo, no me suelen decir eso a menudo, pero si... —enmudeció.
Pero si eres tú... no me importa.
—¿Mnh? —le instaba a seguir, con algo de nervios, debía admitir. ¿Podía imaginarse aquello con una luz verde a continuar soltando cosas como aquellas de tanto en tanto? ¿O debería parar, por mucho que le pesara?
Raichi, por su parte, medía sus palabras con una regla. Eso resultaría incómodo, para ambos. Tal vez. Omitió aquello y meditó en lo que diría. Observaba personas pasar, solas, en pareja, en grupos de amigos. Y de pronto... nadie.
—¿Raichi? ¿Estás bien?
El aludido iba a decir algo, pero de pronto Sanada recibió otro sonido por su oído libre. Pertenecía a la voz de su profesor de literatura moderna. Sanada dio un respingo.
—¿Sanada-kun? Perdona la demora, puedes venir a mi oficina para que conversemos de los exámenes —como siempre, sonaba tan tranquilo y relajado. Era de sus maestros favoritos, sobretodo por la comprensión tan genuina que mostró con él al adapatar las evaluaciones y grabarle sus propias clases en audios que podía reproducir fácilmente con un reproductor de sonido, junto con recomendaciones de otros profesores a los que acudir, o más sobre clases, o libros, novelas o historias narradas. Precisamente para personas no videntes.
Raichi pudo oír la voz ajena y cómo Sanada-san emitía un "mnh" breve.
—Enseguida, profesor —se apresuró a responder—. Oye, Raichi, debo irme. Me toca reunirme con mi profesor. Si no te queda lejos o te sales de tus planes, reunámonos a las 7 pm en la facultad de Ciencias, queda más cerca de la salida.
—Sí, no hay problema. Qué te vaya bien. Hasta pronto —se despidió, con las palabras en la boca.
—Hasta luego —sonrió.
*beep*
Cortó el llamado con el botón y se sacó el auricular que guardó en el bolsillo de su pantalón para oír claramente a su profesor. Caminó hacia donde sabía estaba la puerta, tanteando con su bastón, con plena confianza. Su maestro lo vio erguido como de costumbre, pero con una sonrisa que adornaba su rostro, de aquellas que aparecían poco. Se veía amplia y muy transparente.
—Sé que puede sonar entrometido, Sanada-kun, pero, ¿hablabas con alguien especial? —normalmente veía a su estudiante más desinteresado o relajado, los breves segundos que lo vio, su actitud si bien permanecía similar, no se quitaba la sonrisa del rostro, y cierta... suavidad en su forma de hablar. Le recordaba a cuando él estaba enamorado, años atrás, de una chica que conoció estudiando para la maestría.
Tras breves instantes, Shunpei respondió: —Sí, es alguien... muy especial.
Y no mentía, con cada pequeño acercamiento y sin siquiera conocer su rostro, Sanada estaba viviendo algo que, claro, probablemente ya experimentó con alguna chica, pero no estaba tomando la profundidad de ahora, paulatino, pero en movimiento. Algo que sentía cultivarían entre los dos... aparentemente. Aparentemente, de igual forma, Raichi no lo detenía, y profundamente, Shunpei lo agradecía con el corazón y alma. Agradecía creer que tenía una oportunidad de abrirse más. Ya conoció a Raichi en un punto que podría considerarse vulnerable: sin su bastón, afirmándose de un extraño, que conociera a su familia, ahora en la universidad producto de un encuentro fortuito (¿o destinado?), y vez que se topaba, revivía el tacto en su espalda, su risa, cómo su piel se crispaba, el olor de su perfume, lo suave de su voz... Una radiante aura que lo atrapaba en un magnetismo desconocido y dulce, que levantaba sus fantasías de acercarse más, pero a la vez le solicitaba frenar un tanto en sus movimientos. Esperaría lo que tuviese que esperar, porque sentía que valdría la pena. Que cada minuto con él merecía la pena.
Notas finales:
¡Feliz 2025! Ah, ¿así no era? Ya estamos medio terminando el mes aslk. ¿Cómo están? Espero que bien y que sea un 2025 mejor para ustedes; se los digo de kokoro. Me animé en seguir con esto, y a mostrarles un pequeño avance entre Raichi y Sanada, que afírmense, porque ya comienza el build-up jijiji. ¿Qué opinan de lo que va de la historia?
¡Saludos y espero leerles pronto!
Carls.
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