Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

I. New perspective, rushed heart

Él... el joven no podía ver, y Raichi, como habituaba, tardó en notarlo. Ello hasta que oyó un sonido afirmativo de parte del azabache, respondiendo a su pregunta —más ligada a una petición que sugerencia, si era honesto—. Esto se afianzó con el tímido, e inesperado, tacto del mayor —que se contrariaba enormemente con sus bromas y actitudes anteriores— que fue lentamente de la espalda de Raichi (quien era, sin duda y ahora el desconocido lo comprobó, más bajo que él), hasta sus firmes hombros. En el proceso, el menor quedó falto de aire y con el rostro de un fuerte tono carmesí, ardiendo por todos lados. 

Cada contacto entre las manos ajenas, su espalda y posteriormente sus anchos hombros, propinaba a Raichi de corrientes eléctricas que no había sentido en su vida, estremeciéndolo. La sensación distaba de tomar su bate y ponchar a un pitcher con una sonrisa de oreja a oreja. Pese a aquello, no quiso apartarlo e, inclusive, con sutil voz, lo instó a asegurar el contacto, sin importar que por dentro su corazón no tuviese descanso alguno.

Aquel "palo" era, entonces, lo que poco minutos después comprobaría, y comenzaba a odiarse un poquito por no haberse dado cuenta antes. Por ser necio y menos perceptivo. En tanto, el mayor, cuando ya tenía su mano derecha bien puesta en el hombro izquierdo del chico con el que se topó, le indicó que avanzara, pues se juntaría con su familia. Por supuesto, si es que Raichi no tenía prisa.

El de menor estatura y edad supuso, o más bien creía, que su padre se encontraría durmiendo o descansando producto de los analgésicos que, sabía, las enfermeras le darían. Fue por este motivo que, rápidamente, negó con la cabeza ante el dulce: "Si no estás ocupado o tienes una urgencia" ajeno y coló atropellados balbuceos en una negación que le causó gracia al joven veinteañero, quien esbozó una sonrisa al hallar ciertamente muy tierno a su improvisado acompañante.

—¿Me dirías tu nombre, salvador? —una vez más, elaboró una broma que hizo estallar al joven en sus adentros, específicamente su corazón y estómago. El aludido tragó forzosamente y asintió, emitiendo un sonido casi inaudible aseverando que lo haría.

Demoró un poco mientras, con directriz del mayor, guiaba al desconocido por el interior del hospital, conduciéndolo por los pálidos pasillos con calma y lentitud que, de encontrarse solo, ignoraría con suma rapidez para ir a ver a su padre. Sin embargo, no era el caso.  Ayudaría a este chico y lo dejaría con su familia... porque era lo correcto, porque resultaba injusto y muy insensible dejarlo en la banca sin más. Y Raichi no era así. Si bien muchas veces tenía fama de atolondrado e indiferente sin saberlo o percatarse, jamás pensó en aquello como algo intencional; y esta resultó ser la ocasión para demostrarlo. De brazos cruzados no podía quedarse, más ahora que sabía que, de ese minuto en adelante, debía salir de su coraza para convivir con las personas.  Ya refugiarse en el baseball le sería inútil, porque había un mundo además de eso. Un mundo que no había sido capaz de ver ni disfrutar.

Después de todo, el ser más integral era una de sus metas personales.

—Es... Todoroki Raichi... —evitó, por todos los medios posibles, murmurar; con algo de rubor en sus mejillas, notó que le salió fatal y suspiró resignado.

Hubo un pequeño silencio, dejando sólo las pisadas de ambos testificando la primera vez que el menor evidenció su identificación, con una tímida sonrisa de por medio. Casi nunca tenía que presentarse, si era honesto. Recordándolo bien... la última vez que lo hizo fue cuando conoció a los amigos de Eijun —dos jóvenes en principio: uno de cabellos rosas, algo bajito, y otro con más estatura y cabellos azabaches un tanto azulados—, dos años atrás. De ahí en adelante su propio nombre jamás fue pronunciado ni aludido por su persona. Del solo hecho muchas veces o su padre o Eijun se encargaban.

Comenzaban a acercarse a la sala de espera de oftalmología, como solicitó el joven de cabellos azabaches y tez clara; corroborando más y más lo idiota que resultó ser Raichi. Antes de que pudiera seguir llenando de pensamientos su mente, éste se vio interrumpido en un lapsus de tiempo sumamente corto.

—Todoroki-kun, ¿eh? —el corazón del menor dio un respingo al ser aludido con tanta formalidad que se le hacía tan rara en los labios ajenos. La única persona que le llamada así era el amigo pelirosa de Eijun, mas no era lo mismo. El muchacho más alto sintió cierta comodidad al oír que, en efecto, el chico que se ofreció tan amablemente a acompañarle a ver a su familia, y así recuperar su bastón para ya no molestar a nadie, tenía una suave voz que se contradecía con sus anchos y firmes hombros (sin mencionar su tensa espalda, como si hiciera constantemente deporte)—. Es realmente un gusto —respondió, moviendo a modo de vaivén los dedos que tenía sobre el hombro ajeno, saludándolo con ritmo.

—Igualmente... —añadió Raichi, aturdido por ese sutil pero potente movimiento. Para él, el simple tacto lo remeció por completo y casi le hace dudar en su caminar. Tragó en seco. Su timidez lo iba a matar en cualquier momento. Asimismo, le alegró muchísimo esa simple respuesta; y, por primera vez desde que se conocieron fortuitamente, soltó una risita, como solía hacer. No bulliciosa, más tranquila pero sin perder su esencia— Kyahaha.

Tan simple, tan feliz, tan... tan inesperado resultó todo, aún más en sus adentros, donde comenzaba a no irritarse ni asustarse en sobremanera por la situación; hecho que ocurría constantemente producto de su personalidad.

—Qué inusual risa, Todoroki-kun —soltó el mayor, moviendo el cuerpo levemente al reírse casi imperceptiblemente. Continuaban avanzando lentamente y él sabía llegarían pronto; unos metros más y la sala de espera sería alcanzada por ambos—, ya me extrañaba que fueses tan calla-

—¡Shun-nii! ¡Shun-nii! ¿Estás ahí? —ambos jóvenes se tensaron de inmediato. Al parecer ya se habían encapsulado sólo los dos en lo que ni siquiera llegó a ser una conversación decente. Una voz de lo que parecía ser una niña pequeña hizo que tanto Raichi como su acompañante detuvieran su pasar. 

¿Shun-nii? 

🌸

La verdad resultaba, en principio, algo que Raichi jamás imaginó. Mientras ya había ayudado a su acompañante a tomar asiento en una de las sillas que ahí habían, una jovencita de 10 años de edad —le contó él— y que vestía de tonalidades claras, yacía en ese mismo instante en las piernas de quien resultaba ser... su hermano mayor. Y fue aquella niña la que, avergonzada, llevaba el bastón metálico que su hermano había estado buscando anteriormente con desesperación.

—Lo lamento tanto, Shun-nii —se disculpaba la menor de ojos oscurísimos y profundos, ahora vidriosos; Raichi notaba el arrepentimiento de la jovencita—. No quise llevármelo, de verdad —repetía, ahora abrazando al extraño del cual Raichi aún no sabía su nombre completo.

—No fue tu culpa, Shizu —respondió el aludido, volviendo a la calma al esbozar una sonrisa luego de haber soltado un suspiro de alivio—. Perdí la noción del tiempo y creí que llegaría tarde con el doctor —explicaba, a lo que su hermana menor asentía, enterrando su rostro en el pecho del mayor mientras éste sobaba su espalda con ternura; de paso, era acariciado por los lacios y oscuros cabellos de la pequeña—, seguro te lo llevaste porque querías ayudarme, ¿no es así?

Su hermanita se enderezó y lo observó. Aún seguía sin acostumbrarse por completo a ver a su querido Shun-nii con gafas oscuras prácticamente cada vez que salían de casa. Mucho menos su mirada clara y perdida en lo que, para él, resultaba ser un abismo sin fin. Su labio inferior tiritó un poco, producto de lo impotente que se sentía pese a ser una niña. Sabía a la perfección cómo, quien comenzó a admirar luego de que perdiera la visión y se mostraba resiliente, aún sufría y odiaba depender de ella, tan chiquita, además de su madre. Poca edad tenía, pero no se encontraba perdida en lo que respectaba el tema.

Así, la autonomía se alejaba del estudiante. Ella volvió a lanzarse a sus brazos, pidiendo disculpas una y otra vez, agitándolo un poco. Cuando fue capaz de hablar, respondió. —S-sí, no quería retrasarte ni nada. Yo quiero... quiero ser tus ojos, Shun-nii.

Era la primera vez que Shizumi soltaba algo como aquello, tan serio y a la vez tan profundo. El mayor quedó mudo y conmocionado, con el corazón encogido y sorprendido. Cerró su boca inmediatamente, puesto que, apenas las palabras de su hermanita se colaron por sus oídos, sus barbilla se abrió casi súbitamente. Por qué, Shizu... Retomó el contacto con la menor, olvidándose de todos, de Todoroki Raichi y de su madre, quienes observaban la situación mudos pero envueltos del dolor y la tristeza, junto al amor que la escena emanaba. La estrechó entre sus brazos, incapaz de responder; esperaba que fuese suficiente para corresponderle. No quiero que me digas eso... tan pequeña...

—No solamente ella desea eso, Shunpei —la suave y pausada voz de su madre lo sacó de sus pensamientos, como leyéndole la mente, al tiempo que se acercaba a ellos, haciendo sonar lentamente sus tacones bajos en el cerámico. Una vez junto a sus dos hijos, se puso en cuclillas y los abrazó, manteniéndose los tres unidos—. Las dos estamos aquí, contigo, cielo —susurró cerca de ellos, meciéndolos con ternura y afecto. Pese a que era bellísima en demasía, se le notaba el cansancio en su mirar, en parte de la actitud y, a veces, en su imagen. Por supuesto, para ella, aquello daba igual; su hijo era prioridad. 

Raichi sentía que debía huir de la escena, ya que no tenía nada que hacer allí. Después de todo, cumplió con su labor y reunió al joven de nombre Shunpei con su madre y su pequeña hermana. Ahora, debía irse y volver con su padre a saludar, como debía ser, como siempre fue.  Entonces... ¿Por qué tenía ambos pies apernados allí? ¿Por qué permanecía inmóvil? ¿Por qué le dolía tanto el pecho y le dificultaba respirar, si lo que apreciaba con sus ojos, un tanto humedecidos ya, era tan bello y genuino?

Sencillo: porque no tenía nada de aquello en su vida. El impacto, en él, resultaba gigantesco.

Pasó las manos por sus ojos, secándolos, dispuesto a irse de una vez, con el cuerpo totalmente pesado. Suspiró y volteó y empezó a alejarse, sin saber que usó demasiada fuerza para ello.

—Todoroki-kun —sintió su cuerpo helarse ante semejante llamado. Claro, lo habían oído. Raichi frenó y giró sobre sí, con la mirada anonadada, creyendo que había hecho suficiente, que cumplió lo que debía de hacer y ya; no tenía razón para yacer con ellos. Sonrió, al notar cómo ahora aquellas tres personas frente a sí lo observaban, con gesto de agradecimiento en sus rostros. Se sintió acogido y agradecido.

La madre de Shunpei ahora volvía a estar de pie y la menor bajó de las piernas de Sanada, para posteriormente tomar asiento al lado de su hermano, quien, para sorpresa de la pequeña, estiró su mano para de esa forma recibir el bastón, sin solicitarlo de forma verbal pero sí mientras sonreía levemente. Shizumi se lo entregó sin dudar ni emitir un ruido, firme y seria pese a tener tan poca edad. Una vez logró armarlo, el hasta entonces extraño estiró su bastón sin ningún tipo de impedimento y comenzó a tantear el terreno con él, emitiendo leves golpecitos en el piso, para luego ir en dirección a Raichi, quien estaba llenándose de pánico. ¡No contaba con eso!

Una vez lo alcanzó, habló. —Parece ser que ya conociste a mi hermana menor, Shizumi, y a mi madre. Lamento que hayas tenido que... —para su sorpresa, fue interrumpido por el menor.

—No lamentes nada, Shunpei-san —soltó sin más, olvidando el hecho de haberlo llamado por su nombre con plena confianza el primer día de conocerse; lo estaba regañando—. Tienes una familia que te ama y que ahora... ahora te está acompañando —era dulce, el tono de su voz sonaba algo introvertida y cuidada—. Shizu-chan estaba preocupada por ti y tu madre te recalcó que estaría contigo en todo momento. No tienes idea... —murmuró— de la suerte que tienes de que estén, de que permanezcan junto a ti.

Te tengo tanta envidia, Shunpei-san.

¡Definitivamente no estaba pensando bien ese día! ¿Cómo dijo tanto en tan poco tiempo? Realmente se sorprendía a veces lo mucho que se dejaba llevar producto de situaciones como esas.

—Tienes razón —replicó el mayor, asintiendo una única vez—, y se los agradezco. A ti también, Todoroki-kun. Que, por cierto, se te quitó bastante la timidez, ¿eh? —bromeó. Raichi enrojeció de vergüenza—, porque apenas nos conocemos y ya me llamas por mi nombre... —la sonrisa ladina del mayor no se borraba por nada en el mundo. Ese joven, Todoroki Raichi, resultó ser bastante divertido; aunque se ocultaba bajo una coraza que entendía, perfectamente, por qué la tenía consigo en prácticamente cada momento. Razón por la cual comenzaba a gozar pillarlo con la guardia baja. Aquello y oír su voz.

—¡Eso es porque jamás me dijiste cómo te llamabas! —respondió el menor, sonando sumamente infantil. No obstante, ¡era la verdad! Jamás supo cuál era el apellido de quien acompañó durante todo el camino. Jamás dio un dato de sí mismo, y podía imaginarse el por qué.

—Oh —alargó, divertido—, ahí sí. Soy Sanada, Sanada Shunpei. No hay problema si me dices Shunpei o Shun-onii...

—Sanada-san, ¿está bien? —le interceptó una vez más, nervioso porque no acostumbraba a semejante confianza ni a quitarle las palabras a la gente, sobretodo a un senpai. Lo oyó jadear al verse sorprendido por la rapidez del menor en establecer distancia con él. Podía apostar a que el de mayor estatura diría Shun-oniichan*, y no permitiría semejante mofa, mucho menos frente a su hermana. Conocía ese tipo de ideas. Estaba viviendo una especie shojo manga mezclado con grandes dosis de comediasin duda; y el joven frente a él era uno de los graciosillos en dichos mangas—. Disculpa el atrevimiento —rascó su nuca—. D-de todas formas, me alegra que te hayas reunido con tu familia —comentó, a modo de disolver el ambiente algo extraño que comenzaba a formarse entre los dos—, en serio.

—Todo fue gracias a ti, Raichi.

Ya se estaba comenzando a soltar con él, y lo disfrutó. Mucho.

🌸

Oi, Raichi, te estoy hablando. ¿Que no escuchas? —su padre estiró una mano frente a él, buscando sacarlo de su aturdimiento. Andaba más bobo que de costumbre y eso le irritaba. Sin olvidar el hecho que aún estaba siendo alimentado con suero y no comida de verdad, lo que triplicaba su poca tolerancia a todo lo que se moviera o respirara.

—Ah, viejo... —el menor parpadeó varias veces en dirección a su padre, quien lucía como siempre salvo unas ojeras que se instalaron bajo sus cansados ojos, además de un par de rasguños que no tenía idea de dónde provenían. Tampoco le interesaba preguntar, no parecía grave— ¿De qué me estabas hablando? —le respondió con otra pregunta, sacándole un tremendo bufido a Todoroki Raizou.

Se encontraba sentado a su lado mientras su descuidado padre continuaba recostado, con ropas hospitalarias y algunas gazas en las heridas que tenía. Tenái conectado el suero por una vía ubicada en su mano izquierda. Lucía cansado y con una resaca que aún atacaba su ya no tan joven cuerpo; por tanto, débil producto de ello. Comenzaba a arrepentirse de celebrar como, precisamente, Raichi le había indicado que no hiciera. Pero casi nunca tenía el dinero para pasarse de copas, no de esa forma...

Ahora, gracias al logro de su único hijo, había recibido una bonificación e, incluso, un aumento de sueldo en Yakushi, donde pulió a la mismísima bestia. Bestia que, minutos antes, se encontraba avergonzada frente a la oportunidad de socializar —y estar— con alguien un año mayor que él. Y salir ileso de aquel fortuito encuentro. 

¿Cómo no iba a salir a pasarlo bien? ¡Además su retoño, en quien tenía depositado muchísima confianza, había sido aceptado en la universidad!

Miró a Raichi, entrecerrando los ojos y viendo cómo este se paralizaba con esa forma concreta de ser observado. Lo conocía casi a la perfección —creía él, aunque el menor tenía unos cuantos secretitos bajo la manga—, y se encontraba pensando en algo, algo en específico, muy; de lo contrario, no luciría tan concentrado en la ventana que, literalmente, sólo dejaba ver el cielo grisáceo claro, junto con parte de un árbol de cerezos. Nada del otro mundo. 

—¿Conociste a una chica de camino hacia aquí, eh? —lo molestó, con ese típico humor de adulto cincuentón y que, si era sincero, no compartía en nada—. ¿Crees que mirando las nubes te conectas con ella? Así como esos mangas que te presta Sawamura —contextualizó el adulto de mediana edad, aumentando la mueca de disgusto de su hijo. Estaba preocupándose por él. Quizá no lo demostraba de la mejor manera, pero lo estaba.

—No, viejo tonto, no estaba pensando en chicas —aclaró, cansado—. Y nada de eso —le cortó el hilo—. Normalmente es mirando hacia la luna, no las nubes —le corrigió, con cierta indignación en su voz.

Nada de eso.

La imagen de Sanada Shunpei, su familia, su sonrisa, era lo que aparecía en las nubes, en los árboles, hasta en la blanquísima pared. Justo como su esbozo alegre y risueño. Pese a todo, sonreía. Y se sentía afortunado de haber conocido a alguien como él.

—Kyahaha.

Raizou quedó el triple de perdido. Pocas eran las ocasiones donde su hijo reía de forma calmada y no escandalosa.

¿Y a este qué le pasa?

Notas finales:

(*) En muchos animes o mangas con tintes un poquito más subidos de tono, la palabra 'onii-chan' tiene connotación más coqueta y/o sensual/sexual. Es por esto que Raichi no quería que Sanada-san dijera eso (a saber con qué tono) frente a la pequeña Shizu.

Me siento muy contenta por el recibimiento que ha tenido este fic, y también, lo mucho que me han motivado a continuar. ¡Aparecieron algunos de mis OC's que tenía guardados: la pequeña Shizumi y su madre (y mamá de Sanada, lol)! ¿Qué les pareció?

Gracias por leer y espero de corazón les haya gustado ¡!

Los quieroy nos leemos,

Carls.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro