Matrimonio arreglado
Aclaración: Este one-shot no tiene ninguna relación con los anteriores y siguientes.
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Papá había insistido en que esta era la mejor opción para evitar una invasión, aunque fuese en contra de mi voluntad.
No podía opinar al respecto, la decisión ya estaba tomada. Me casaría con una princesa de las Tierras Altas, a que no conocía.
Seguramente sería una doncella elegante y superficial. Tal vez una princesa caprichosa e incluso dramática.
El sólo hecho de imaginarme a lado de alguien que no amaba, que ni siquiera conocía, hacían menos atractiva mi idea de comprometerme.
—Llegó la hora... —sentenció mi padre mientras yo sólo rodaba los ojos.
Bocón terminó de arreglar los detalles de mi vestimenta y me sonrió con algo de compasión.
Caminé con paso firme hasta el gran salón de aquel inmenso castillo.
A lo lejos vi al que debía ser el rey Fergus, padre de mi futura esposa. Estrechó con fuerza la mano de mi padre y ambos susurraron un par de cosas entre ellos.
Suspiré derrotado. Definitivamente ya tenía que hacerme la idea de que las cosas cambiarían mucho.
A lo lejos vi como bajaba por las escaleras la que debía ser la reina Elinor. A ella le debía esta "grandiosa" idea.
A diferencia de su marido, ella lucía un poco más entusiasta.
—Está lista —anunció con alegría—. Baja querida.
Lentamente ante mi apareció la chica más hermosa que mis ojos habrían de admirar. Delicadas y femeninas facciones, ojos tan brillantes como el cielo azul, una cabellera pelirroja bastante llamativa y una figura sumamente atractiva.
—Ella es nuestra hija, Merida —habló el rey Fergus con orgullo.
La joven mantenía seriedad en su rostro mientras yo la contemplaba embobado con el pulso acelerado.
Ella hizo una reverencia.
—Un placer conocerte, Hipo —la voz de ella fue como música para mis oídos.
Sonreí involuntariamente al oírla, y eso la sorprendió un poco.
—El placer es mío, princesa —tomé una de sus manos y deposité un beso en ella.
Noté como un leve rubor se apoderaba de sus mejillas.
Esta unión no lucía tan mal, al menos por ahora.
—Sonríe, querida —habló la reina Elinor mientras nos dejaba un momento a solas para terminar de fijar los últimos detalles del matrimonio.
— ¿Nerviosa? —pregunté intentando romper el hielo.
Ella asintió.
—Mucho, ¿tú estás listo? —respondió Mérida encogiéndose de hombros.
—La verdad no, es la primera vez que me casó —contesté en tono bromista.
—¿Te confieso algo? —dijo la pelirroja acercándose un poco más—.También es mi primera vez.
Ambos reímos en voz baja.
Llegó el momento de la ceremonia.
Ambos quedamos unidos por las leyes celtas y vikingas. Sería mi compañera por el resto de mi vida, ahora esa idea no me desagradaba.
— ¿Qué te gusta hacer? Ya sabes, en tus ratos libres —preguntó mi princesa mientras devoraba una manzana—. A mi por ejemplo, me encanta practicar el tiro con arco.
—Te sorprendería, entreno y vuelo con dragones —respondí casi haciendo que se ahogara con la manzana.
— ¡¿En serio?! ¡Debes enseñarme, por favor!
Y conforme pasaba el tiempo cada vez era más consciente de que la vida a su lado podría ser más interesante de lo que había creído.
Y más hermosa.
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