— ¡Papá! ¡Necesito ayuda! —escuché la voz suplicante de mi pequeña Brianna—. Por favor...

Me acerqué a ella viendo cuál era la razón de su apuro.

—Estoico no puede dormir, ya le conté mil historias sobre tus aventuras con los dragones y ninguna le convence... —explicó mi pequeña pelirroja desesperada—. Incluso comenzó a llorar.

Tomé entre mis brazos a mi pequeño hijo. Estiró sus manitas hacia mi mientras me miraba con sus enormes y brillantes ojos azules.

Me acomodé en la cama de mi hija mayor y ella se apresuró a cubrirse con sus mantas.

—Yo les contaré la leyenda de una princesa valiente y un joven jinete de dragones...—aclaré mi garganta para continuar—. Y de como lucharon hombro con hombro por la paz en sus reinos.

Ambos parecían estar atentos a mi historia y sonreí.

—La princesa era la joven más hermosa que existía en el mundo...—suspiré—. Sus cabellos eran rojizas como manzanas, y su rostro estaba cubierto de pequeñas pecas que resaltaban su belleza...

— ¿Era como mamá? —preguntó Brianna.

Asentí.

—Y el jinete era un pescado parlachín, delgado y algo pequeño... —continué mientras mis pequeños reían.

Saqué un pequeño juguete de madera en forma de dragón y se lo entregué a Estoico.

—Un dragón y una luz mágica los unieron... Fue gracias a ese par que se encontraron y se convirtieron en grandes amigos... A pesar de que ambos eran muy diferentes y que provenían de clanes enemigos. 

Yo seguía contando la historia con bastante ánimo y mis hijos poco a poco cerraban los ojos. Al parecer mi voz los estaba arullando y eso me aliviaba un poco.

Proseguí hasta el final de mi "leyenda", yo también estaba cayendo rendido.

—Cuenta la leyenda que cuando ves un dragón, es de buena suerte... Y si encuentras una luz mágica te guiará a tu destino... —finalicé con dulzura viendo a Brianna quién ya dormía profundamente.

Besé su frente y llevé al pequeño Estoico a su cuna mientras acariciaba su mejilla.

—Vaya, que hermosa historia —escuché una voz muy conocida para mi.

Mi princesa estaba parada en el marco de la puerta, mirándome un poco burlona.

—Hey, necesitaban dormir—susurré para no despertar a los niños.

Ella se acercó lentamente con una sonrisa.

—Entonces, ¿pensabas que mis ojos eran como estrellas? —sonrió con suficiencia colocando sus brazos alrededor de mi cuello.

—Siempre lo he pensado...—respondí con seguridad tomándola de la cintura.

Nuestros labios se unieron en un suave beso que duró varios minutos.

Al separarnos salimos de la habitación tomados de la mano.

—Hipo, ¿no quieres otro bebé? —la proposición me tomó por desprevenido.

— ¿My lady, el viaje te afectó? —bromeé mientras me golpeaba juguetonamente en el estómago.

—No... —comenzó a acariciar mi pecho y suspiré mirando fijamente en sus orbes azules—. Pero podríamos practicar un poco... 

Besó lentamente mis mejillas con un brillo travieso en sus ojos. Me estaba tentando demasiado.

Dirigió mis manos hacia su cadera. No pude evitar soltar in jadeo.

—Tú ganas... —me rendí a su petición y me deje llevar por su entusiasmo hacia nuestra recámara. Sería una larga noche.