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Islas

— ¿Sabes? Comienzo a creer que haces todas esas piruetas para sentirme más cerca —dije con burla mientras me sujetaba de Hipo.

—Princesa, tú sabes que no necesito de piruetas para sentirte más cerca —me respondió el castaño con seguridad y con un brillo travieso en los ojos—. Puedo hacerlo incluso sin volar.

Chimuelo pareció gruñir, no supe si apoyándolo o no.

Mi vikingo y yo volabamos sobre él, disfrutando de un bello atardecer.

Suspiré y dirigí mi vista hacia abajo.

—Hipo...

— ¿Sí, Mer?

— ¿Por qué ahora que somos una pareja oficial nos vemos mucho menos? —dije como si fuese un reproche.

El rio para después suspirar.

—No lo se cariño... Tal vez porque tenemos más deberes y responsabilidades —acarició una de mis manos con su pulgar.

—Vivimos muy lejos —recriminé con un puchero.

—Nuestras islas no se encuentran tan lejos —dijo con ternura.

—Para mi es como si lo fueran —recargé aún más mi rostro contra su espalda. Pude oír el palpitar acelerado de su corazón y sonreí.

—Mi lady, pronto estaremos casados y viviremos juntos —mi sonrisa se aumentó al oír eso—. Además, no hay forma de que me aleje de ti, ya eres mi vida.

—No puedo esperar para ese día —confesé suspirando.

Chimuelo siguió el vuelo y volví mi mirada hacia abajo.

Era irónico que desde el punto donde nos encontrábamos la distancia entre nuestros territorios parecía escasa.

Me acurruqué aún más contra Hipo.

A veces me sentía en un sueño, nunca había experimentado un afecto como este por alguien.

No sólo las cosas habían cambiado para Hipo, también para mi.

Deseaba ser lo mejor para él.

— ¿Princesa? —me habló el joven vikingo atrayendo mi atención.

— ¿Sí?

— ¿Segura que quieres casarte con este pescado parlanchín?

Una risa escapó de mis labios.

—Lo haría en esta vida y en otras —respondí con seguridad.

Incluso Chimuelo pareció celebrar mi declaración. Sentí un suave apretón en mi mano.

— ¿Recuerdas cuando huímos hacia una isla? —volvió a preguntar.

— ¿Ese día intentamos crear nuestro propio reino porqué nuestros clanes prohibían esa unión? —reí—. Tu padre nos encontró un par de días después...

—Y dijo que si en verdad estaba enamorado de ti no se opondría. En realidad tenía miedo de que me equivocara.

— ¿Y acaso no hubiese sido un error lindo? —dije "ofendida" .

—Hubieses sido el error más bonito del mundo —respondió divertido ante mi tono—. Pero ahora eres y serás la mejor elección que podré tomar.

—Oh ternura —dije juguetona, cono si estuviera burlándome de su respuesta. En realidad, me hacía sentir especial.

—Bueno mi lady, es lo que siento por ti —habló con firmeza mientras su dragón aterrizaba—. Hemos llegado a su destino.

—Oh no —hice una mueca de disgusto—. No quiero dejarte, dragoncito.

Mi prometido en respuesta estiró sus labios esperando un beso que yo correspondí inmediatamente.

 —Ni yo quisiera dejarte —respondió enseguida.

—Entonces, ¿por qué no te quedas un rato más? —le miré fijamente y tomé sus manos.

—Princesa... Sabes que...

Interrumpí su oración con lento y demandante beso, no dejándole otra opción que responder del mismo modo.

—Tú ganas, mi princesa —accedió con una sonrisa mientras lo arrastraba a mi habitación.

Puede que estuviéramos en islas no tan distantes, pero era ya inevitable no desear estar junto a él.

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