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Dragones

No había nada más fascinante que aquellas majestuosas criaturas aladas que se elevaban por los cielos, o se perdían en los bosques y océanos. Aquellas cuyo tamaño variaba, y en colores ni hablar, existía una intensa gama.

Los dragones se habían convertido en seres que admiraba desde hace tiempo.

Pero no había nada más increíble y admirable que verlo a él interactuar con ellos.

Hipo siempre actuaba con nobleza al entrar en contacto con un dragón. No, no sólo con Chimuelo. 

No había ni un gesto de superioridad. Sólo transmitía respeto, seguridad y empatía. La mirada digna de un buen jefe.

A veces me preguntaba cómo tanta humildad era posible encontrarse en un sólo ser humano. Pero al observar su sonrisa mis preguntas se esfumaban. Esa era la respuesta que necesitaba.

Y era un sí, él era el chico ideal que podría albergar esos sentimientos.

Oh, y cuando esos magníficos ojos verdes me miraban la que sentía millones de dragones en el estómago era yo. Rozando con sus alas cada parte de mi ser.

Como si el fuego de ellos quisiera arder desde mi corazón y hasta mis mejillas.

Como si Hipo fuese el más poderoso dragón y yo una simple oveja a punto de ser devorada...

— ¿Sucede algo, Mer? —me preguntó el apuesto vikingo—. Parece que tienes fiebre.

Sí... fiebre.

—Debe ser el calor, vikingo —respondí con simpleza—. Nada que valga la pena...

Y por un momento sentí su mirada penetrante, incluso si la mía no estaba conectada con la suya en ese preciso instante. Parecía que realmente me acechaba como un dragón.

Pasé saliva con dificultad mientras sus manos se deslizaban en mis mejillas y frente. Fuego, seguramente ardían como antorchas ante su suave pero firme tacto.

—Pues no parece que tengas fiebre, pero tus mejillas...

— ¡Ya entendí, dragon boy! —exclamé tomando sus muñecas retirando sus manos de mi rostro.

Él rio divertido.

Muchas veces creía que era consciente de mis sentimientos, y que se burlaba por placer. Por verme indefensa.

—Cómo sea, debo irme —intenté desviarme del tema y pensar en algo que no involucrara su piel y la mía juntas.

— ¿Quieres que te llevemos? —preguntó con una sonrisa y Chimuelo me miró bastante animado.

Rodé los ojos y sonreí. 

—De acuerdo —finalmente accedí a su propuesta.

Oh sí, como jinete de dragones no había otro. 

A veces me gustaba creer que él hacia piruetas y maniobras complicadas para aferrarme aún más a él, incluso si sabía que yo no temía en el momento.

Estaba con él, el mejor jinete de todo Berk.

Bajé del furia nocturna con mi cabello aún más alborotado que de costumbre. Un pequeño precio a cambio de disfrutar su compañía.

—Listo, princesa.

Y el mejor chico que podría existir...

—Gracias, Hipo.

Nuevamente los dragones en mi interior volaban como si desearan salir. Esbocé una sonrisa involuntaria cuando acomodó un rulo detrás de mi oreja.

—Hasta mañana, my lady.

Lo vi cruzar el cielo nocturno de DunBroch deseando con ansías que la noche pasará a la misma velocidad con la que latía mi corazón en ese momento.

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Se que el mes Mericcup empieza mañana, pero es domingo familiar, así que no puedo postearlo mañana :c Espero les guste, serán relatos cortos <3

Me inspirè en la canción "Hot" de Avril Lavigne.


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